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Cuatro camadas y un funeral. La RISaM en la Capital

 
Memorias para el futuro 20

*Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 32, Setiembre 2003.

 

La última dictadura intentó destruir demasiadas personas y proyectos. Incluida la Salud Mental. Más de cien trabajadores de Salud Mental desaparecidos, exilios y reclusiones en ámbitos privados fueron sus manifestaciones más evidentes.
El final de la misma permitió el resurgimiento de algunos proyectos que tuvieron diferentes destinos. He aquí una pequeña historia. Raúl Alfonsín le pidió a Mauricio Goldenberg que se hiciera cargo de la Dirección Nacional de Salud Mental en 1983. Era un gesto de darle la Salud Mental a quien había sido uno de los referentes de la reforma en nuestro campo. Goldenberg realizó los “Lineamientos para un Plan Nacional de Salud Mental” pero no aceptó. Había tenido que exiliarse en Venezuela. En su lugar recomendó a Vicente Galli, ex jefe de Consultorios Externos del Servicio. Galli intentó reinventar algo del espíritu del Lanús en la década del 80. Si bien no se pudo instituir un Plan Nacional de Salud Mental, en el área de formación propuso un modelo diferente a las residencias tradicionales: las RISaM (Residencias Interdisciplinarias en Salud Mental). El proyecto era que el residente se formara en equipos interdisciplinarios desde el inicio; y se partiera de la salud para llegar a la enfermedad. De la prevención primaria en primer año a la terciaria en tercero. Un programa para formar recursos en Atención Primaria de la Salud. Eran tiempos en los que se esperaba la “Salud para todos en el año 2000”.
Este modelo fue sugerido por Galli para implementar en todas las provincias. Solamente las llevaron adelante quienes tenían directores provinciales de Salud Mental que acordaron con el proyecto. Tanto es así que aún hoy sobreviven algunas RISaM, como en Córdoba y en Salta.
Sin embargo, en la Capital sucedió algo diferente. Todavía la Nación tenía Hospitales a cargo, y por consecuencia, residentes. Los tres manicomios tenían dependencia directa de la DNSM. Fue una época conflictiva, ya que no se aceptaron directivas de la nueva gestión. En ese marco se habían vuelto a abrir las residencias para psicólogos en esos lugares al volver la democracia. Fue entonces que se comenzó a pensar en organizar una RISaM propia, dependiente de la DNSM. Para ello se pensaban utilizar las vacantes de residentes de los manicomios, para que, otra vez más, los residentes fueran la punta de lanza de la transformación deseada.
El proyecto se trabajó durante el año 1985 y la primera camada adjudicó en 1986. Eran en total 24 cargos: 6 médicos, 6 psicólogos, 4 Trabajadores Sociales, 4 Terapistas Ocupacionales y 4 enfermeros. En ninguna camada llegaron a completarse los cargos.
Si bien era obra de la DNSM la RISaM tuvo varias tragedias desde su origen.
La primera fue la del suicidio de la primera responsable del equipo que pensó el proyecto. Este quedó a cargo de una persona administrativa del Ministerio a la cual se le suponía alguna especialidad en el tema, como socióloga, pedagoga o psicóloga. Al final de esta historia cayó el velo: sólo era administrativa que tenía a cargo la formación de residentes. O sea, un proyecto de esta magnitud sin cabeza.
La segunda fue el propio proyecto de ser una residencia sin lugar para residir. En palabras del propio Galli a los residentes: “yo quería una residencia utópica”. Una residencia sin lugar. Y lo logró. Esto llevó a que las primeras camadas junto con los jefes de residentes (que eran quienes habían terminado su residencia en el Borda, Moyano y Tobar García) tuvieron que buscar lugares de inserción para hacer prevención primaria, secundaria y terciaria. Y también lugares donde hacer los cursos, ya que la utópica RISaM nunca tuvo espacio en esta tierra. Así pasaron de una pequeña aula en el Hospital Rivadavia a las aulas de Terapia a Corto Plazo en el Borda. Y aún más, también a buscar los docentes para llevar adelante la formación de esta residencia. Esto llevaba a tener que estar siempre buscando un lugar en el mundo.
Estas situaciones trajeron como consecuencia previsible problemas grupales entre los residentes que atravesamos la experiencia. Por un lado estaban la mayoría de médicos y psicólogos que terminaron no “creyendo” en la interdisciplina y en la prevención (aún recuerdo el anatema de que “el deseo no se previene” para desacreditar todo trabajo preventivo). Por otro, otro grupo formado por los TS, TO y algún médico, enfermero y psicólogo que más allá de las críticas consideraban la validez de la empresa. Esta diferencia llevó a un histórico “Juicio a la Interdisciplina” que se realizó en 1988.
Quien escribe estas líneas adjudicó en la RISaM en su cuarta y última camada a mediados de 1989. En esos momentos cambió el gobierno. La DNSM quedó a cargo de Angel Fiasché, un psiquiatra y psicoanalista discípulo de Pichon Rivière y de una larga trayectoria en psiquiatría social en el país, EE.UU. y Suecia. Pero aquí sobrevino la última tragedia: Fiasché era un viejo rival de quienes estuvieron a cargo de la gestión anterior. Por eso primero intentó cerrar la RISaM, para luego devolverla a su lugar de origen: los manicomios. Esto hizo que el grupo se uniera ante el peligro exterior. Había que conservar la fuente laboral y esto se logró. En 1990 nuevamente se llamó para residencias en los tres psiquiátricos, pero solamente a médicos y psicólogos. Las camadas moribundas de la RISaM seguimos en la lucha. Esto nos llevó tanto a idear planes de residencia como a la lucha gremial. Por un lado, largas horas discutimos planes y proyectos con docentes como Alicia Stolkiner, Alfredo Grande, Juan Carlos Stagnaro –que luego se convirtió en docente de otras residencias partiendo de su trabajo con la RISaM- y muchos otros. Por otro, se consiguió que en 1991 tuvieran que volvieran a convocarse a TS y TO para los psiquiátricos, debido a la ilegalidad con que se había suprimido la convocatoria del año anterior. Pero la RISaM se moría lentamente en medio de los manicomios. También los Hospitales pasaban a depender de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires. Era el fin. Y los últimos de los “risámicos” teníamos que hacer algo.
Fue así como en 1992 un grupo de residentes de los tres manicomios decidimos terminar con la tragedia por mano propia . Para eso convocamos a la “Ultima Jornada de la RISaM” que se realizó el 28 de mayo de 1992 ese año en la Casa de Residentes del Borda. El programa tenía el aviso fúnebre de la residencia con su fecha de nacimiento y muerte. La convocatoria decía irónicamente que había que escribir ya que era “la última oportunidad de sentirnos un sujeto de los grandes relatos de la historia, porque como sabéis vuestra ‘Residencia Grande’ está en liquidación por cierre definitivo”. Allí presentamos trabajos, convocando a docentes y supervisores para discutir sobre los mismos. La alegría de poder apropiarnos del final cambió para muchos el sentido de esta historia. El trabajo de duelo permitió que podamos seguir con los nuevos hospitales y proyectos, dejando esta tragedia donde correspondía: la RISaM descansaba en paz. Ese gesto del final nos permitió aprender que uno siempre tiene la historia en sus manos.
Algunos nos juramos recordar esta historia para que el sufrimiento no se repita. En nosotros ni en nadie. Nunca más un proyecto “progresista” dejado a la deriva para que termine demostrando que no se puede avanzar en nuestro campo.
A partir de entonces, nuestras vidas profesionales se abrieron paso entre las dificultades de estos años. La RISaM sigue en nuestra mochila de herramientas y recuerdos para que  cada uno fuera encontrando su camino. Simplemente, el propio.

Entre el grupo que trabajó en la convocatoria debo mencionar a Alejandro Francia, Débora Tajer, Marcela Gimenez, Pablo Troinavosky, Kay Heinrichdorff y Fabián Rabih. Algunos de ellos son hoy mis “hermanos” de la vida profesional, aportaron datos que mi memoria vela y supervisaron esta pequeña historia.

 
Articulo publicado en
Septiembre / 2003

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