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Edipo al revés

 
El niño Edipo pensado a la luz de los derechos del niño

 

 “…es insostenible la conservación del Edipo entendido como una novela familiar, vale decir como un argumento que se repite, de modo más o menos idéntico, atravesado por contenidos representacionales hacia “el papá” y “la mamá”, a lo largo de la historia y para siempre. Se diluye en esta mitologización vulgarizada que hoy suena pueril el gran aporte del psicoanálisis: el descubrimiento del acceso del sujeto a la cultura a partir de la prohibición del goce sexual intergeneracional. El Edipo debe ser concebido entonces como la prohibición con la cual cada cultura pauta y restringe, a partir de la preeminencia de la sexualidad del adulto sobre el niño, la apropiación gozosa del cuerpo del niño por parte del adulto.”

Silvia Bleichmar, La subjetividad en riesgo.

 

Edipo ¿rey?

¿Qué clase de niño fue Edipo? ¿Fue el inclemente, el perverso (polimorfo) que mató a su padre y se acostó con su madre, guiado por un deseo ciego e irrefrenable y por una agresividad sin límites? ¿O fue un niño nacido en un hogar que lo esperaba con temor, con un designio terrible, un hogar sin las condiciones básicas de criar un niño? Un niño no amado, ¿no deseado?, al que se lo castiga, se lo atrofia (no olvidemos sus pies hinchados) en el afán de liberarse de él, por un temor irracional.

Edipo fue un niño desamparado y abusado. Y de esto podemos dar cuenta siempre y cuando no confundamos su goce con su placer.

Esto tiene muchas consecuencias político - clínicas, a la hora de pensar el papel de los adultos en la crianza de los niños, y en el contexto social al cual advienen los niños.

 

Edipo tampoco nació chorro (ni asesino ni incestuoso)

“El adulto dispone un ´velo de significaciones´ que se convierte en protección y amparo para el niño, incluso en las condiciones más penosas, el recurso de dar sentido posee una fuerza vital extraordinaria al ejercer con eficacia una función de velamiento, una distancia necesaria con los hechos.”

Perla Zermanovich. Contra el desamparo.

 

El bebe / niño apunta al niño con sus dos pulsiones que se van desarrollando interrelacionalmente. Son los adultos quienes deben ampararlo, amarlo y ponerle límites, transformando la realidad en abordable, el desborde en abordaje, generando una trama de confianza, posibilitadora del advenimiento de un sujeto con un proyecto de vida propio.

Nada de esto se cumplió con Edipo.

¿Y no es similar lo que pasa con nuestros niños de hoy, quienes nacen con designios de ser genéticamente ladrones y asesinos de la generación previa? ¿Y no son parecidas las condiciones de Edipo, marginado y alejado de su familia, sin confianza en su futuro, desamparado, abusado, sin ningún derecho garantizado?

Se habló tanto de Edipo que es sorprendente lo poco que se haya dicho desde esta perspectiva de los derechos del niño. Miles de páginas escritas sobre Tiresias y su papel de no vidente – vidente en su lugar de saber, infinidad de comentarios sobre el pasaje final de la obra, si el hecho de arrancarse los ojos es un pasaje al acto o un acting out, sobre la estructura psíquica de Edipo, etc. Pero poco se ha dicho sobre su lugar de niño sin alojamiento filiatorio.

 

Edipo al derecho

“El niño edípico es un niño alegre que, con absoluta inocencia sexualiza a sus padres, los introduce en sus fantasías como objetos de deseo e imita, sin pudor ni sentido moral, sus gestos sexuales adultos”.

Juan David Nasio, El Edipo

 

“El primer objeto amoroso del varón es la madre y este sigue siendo su objeto de amor. Entrada al complejo de Edipo, ante la evidencia de la diferencia de los sexos, primero el niño intenta negarlo, y luego cae bajo el dominio del complejo de castración. ¿Qué prohíbe el padre? Prohíbe a la madre como objeto. Interés narcisístico por los propios genitales. Abandono del complejo de Edipo.”

Ficha de cátedra de la UBA. Práctica profesional: “El juego en los límites: el psicoanálisis y la clínica en los problemas en el desarrollo infantil”. Profesora titular: Magister Norma Bruner

 

Este es, básicamente, el modo en el que se transmite a aquellos que comienzan a adentrarse en el psicoanálisis todo lo relacionado con el Edipo. Estas dos citas fueron tomadas casi al azar, podrían ser otras de contenido similar, de diferente estilo pero con un posicionamiento parecido. En general es una forma esquemática, casi literaria (tipo cuentito) que nada tiene que ver con la clínica. Pero además, lo cual resulta tener resultados más complejos para la formación, se pone el acento en el niño, que sería entonces quien “sexualiza a sus padres”.

Con la idea del “Edipo al derecho” los alumnos pasamos muchas veces entonces por la universidad sin el ejercicio de lectura de textos que den cuenta del adulto en relación a los niños, de la producción de subjetividad por parte de los padres y del contexto social, y las consecuencias que esto tiene en la subjetividad del niño.

Desde la universidad se piensa que el Edipo es una herramienta para pensar al sujeto en desarrollo (niño), y no al sujeto “desarrollado”, padre (adulto) en relación con su hijo. ¡Como si algo en el psicoanálisis nos permitiera pensar la producción de subjetividad sin el otro (modelo, rival, etc.) y sin el contexto social.

En todo caso la parte de la interdicción más fuerte de la ley es la que dice “no reintegrarás tu producto”. Y luego de la prohibición, el imperativo: “Alojarás a un niño”.

 

Edipo, ¿niño o menor (en conflicto con la ley)?

Desahuciado significa “quitar a uno toda esperanza de conseguir lo que desea. Desesperar los médicos de la salud de un enfermo. Despedir al inquilino o arrendatario porque ha cumplido su arrendamiento o por otra razón”. También desahuciado es un término jurídico que significa ´desalojo´.

Si partimos de considerar que la infancia se instituye como tal en la medida que exista Otro que identifique, auxilie al niño ante su desvalimiento primitivo, el hecho de ubicarlos desahuciados implica desde el vamos desalojarlos, quitarles toda esperanza de advenimiento subjetivo.”

Mercedes Minicelli. Adolescencias e infancias desahuciadas.

 

Entonces, Edipo fue un niño desahuciado. Podemos pensarlo hoy en día deambulando por distintas instituciones, distintos equipos que (se des)entienden de su situación, probablemente con problemas con la ley. Consumiendo sustancias para olvidar, y de paso actuar, el papel que se le asignó: aquel que llevaría a cabo los dos crímenes más abyectos que la sociedad instituye.

La distinción entre niños y menores hace referencia a la franja socio – económica de nacimiento, exclusivamente. Son lamentables las consecuencias de la pobreza en la primera infancia y la falta de filiación y lazos sociales que muchas veces conlleva. La diferencia es entonces entre niños (clase media y alta) y menores (pobres y excluidos).

¿Cuántos Edipos vemos hoy en día, circulando por las instituciones, violentados doble o triplemente (desde sus familias de origen, desde las instituciones de alojamiento, desde los equipos intervinientes), postergados, adultos de golpe o, quizás peor, niños eternos?

Tantos Edipos de la calle (los niños no son de la calle), desamparados, desahuciados, temidos, maltratados, etc.

Podríamos pensar que la sociedad es responsable de sus niños, de las condiciones efectivas de crianza y desarrollo que les ofrece, pero también de los designios con los cuales se los espera, ya que lamentablemente muchas veces se transforman en destino que se actúa literalmente.

 

Designios mortíferos

“…no habían pasado tres días desde el nacimiento del niño cuando Layo, después de atarle juntas las articulaciones de los pies, le arrojó, por la acción de otros, a un monte infranqueable”

 

“…terribles y desgraciadas calamidades: que estaba fijado que yo tendría que unirme a mi madre y que traería al mundo una descendencia insoportable de ver para los hombres y que yo sería asesino del padre que me había engendrado”.

 

“Edipo.- Y tú, ¿me habías comprado o encontrado cuando me entregaste a él?”

 

“Edipo.- ¿Ella te lo entregó?

Servidor.- Si, en efecto señor.

Edipo.- ¿Con qué fin?

Servidor.- Para que lo matara.

Edipo.- ¿Habiéndolo engendrado ella, desdichada?

Servidor.- Por temor a funestos oráculos.

Edipo.- ¿A cuáles?

Servidor.- Se decía que él mataría a sus padres.”

Fragmentos de Edipo Rey, de Sofocles

 

Edipo rey es una tragedia, y como tal versa sobre los destinos que los dioses les imponen a los humanos, terribles en su arbitrio y poder muchas veces, pero sobre todo por la falta de libertad de elección del protagonista. Si bien el complejo de Edipo es nuclear en las neurosis y este es un dato comprobable en la clínica diariamente, no es de menor importancia para el psicoanálisis el peso de los destinos asignados intrafamiliarmente a algún “elegido” dentro de sus miembros. Esto conlleva en la generalidad de los casos grandes montos de malestar, cuando no lisa y llanamente una vida trágica.

En una especie de profecía autocumplida, tantos niños actúan y sufren el papel que se les ha asignado, sobre todo cuando faltan opciones para elegir y tener una vida mejor. José Bleger habla de predicción creadora, cuando la misma predicción actúa como causa para provocar el suceso en cuestión. Matarás a tu padre y cohabitarás con tu madre. Vivirás fuera de la ley. Casi como el reverso de los tan mentados diez mandamientos: Robarás; matarás; dirás falso testimonio de tu prójimo;  codiciarás la casa de tu prójimo, la mujer de tu prójimo, su siervo, su criada, su buey, su asno, etc.

Con esto no queremos decir que un niño sea una tabula rasa que sólo responde y actúa a lo que sucede en su entorno. Un niño es un activo generador de estímulos y cualquiera que pase un momento con uno sabrá de lo que hablamos. Pero la diferencia radica en la responsabilidad. No hay igualdad entre un niño y un adulto, no hay la misma vulnerabilidad (aunque la haya en ambos), los mismos recursos, las mismas intenciones, etc.

Extrafamiliarmente, son los medios de comunicación con su incesante fogoneo de desinformación los mayores productores de subjetividad de la actualidad, algo así como unos aparatos ideológicos del mercado (parafraseando y aggiornando a Althusser) que marcan muchas veces el rumbo y el destino a seguir.

¿Cómo proyectar un país en el cual no nazcan niños con designios mortíferos? El paso necesario e inevitable es la política, pensada como clínica a gran escala.

 

 
Articulo publicado en
Marzo / 2015

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