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Imposibilidad de coito en vagina

 

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Desde hace casi treinta años trabajo en Imposibilidad de coito en vagina con técnicas propias.

 

Este cuadro consiste en un impedimento coital repetitivo e imposible de modificar por voluntad de la pareja heterosexual. Son “parejas que se desean, excitan y orgasman, sin penetración”. *1

“Desde la perspectiva sexológica se puede producir- en los varones por una eyaculación ultra precoz "ante portas" y excepcionalmente previa a todo contacto genital, -y/o una dificultad erectiva total o parcial que impidiera el ingreso peneano;- en las mujeres porun vaginismo (total, parcial o selectivo).

En cualquiera de los dos o en ambospuede instalarse una fobia severa al contacto y una gran desinformación o confusión de la anatomía genital general, y femenina, fundamentalmente.” * 2

 

En el inicio, usaba el nombre de Matrimonio no consumado, término que abandoné paulatinamente por su carácter denigratorio (no consumado como expresión de pareja incompleta). Luego abandoné el término disfunción sexual porque presupone que existe  “un” funcionamiento correcto. Lo cambié por dificultad, ya que si un obstáculo es apenas provisorio no genera patología.

En el transcurso de estas casi tres décadas observé un cambio en el tipo de consultas. En mi casuística inicial (que se mantuvo durante casi veinte años) la razón fundamental era la búsqueda del hijo, que condensaba un certificado de salud doble. Si la pareja podía tener hijos biológicos sería mirada como familia ante los ojos sociales; y al mismo tiempo ese objeto hijo implicaba la certeza de que el coito en vagina se había producido. Ya en el siglo XXI, con el desarrollo constante de diferentes técnicas de fertilización, la consulta por la búsqueda del hijo mediante coito en vagina, como garantía de salud sexual, se hace más porosa o se desvanece. A veces, ni se la menciona.

He escrito varios trabajos sobre Imposibilidad de coito en vagina en los que todavía utilizaba el nombre de Matrimonio no consumado. En dos de ellos podría asegurar que su contenido, salvo unas muy pocas modificaciones, lo mantengo intacto. Ellos son:

“Matrimonios no Consumados Algunas consideraciones clínicas y terapéuticas, cuando es la mujer la portadora del síntoma. Revista Argentina de Sexualidad Humana. SASH. Año 4   N° 1 1990”, y “Matrimonios no consumados. Una mirada desde el género. En ‘El Malestar en la Diversidad’ Isis Internacional 1999 compilación de Ana María Daskal.”

 

Vaginismo

Este trabajo que estoy presentando lo escribo como respuesta al llamado de periodistas consultándome por una sintomatología “nueva” de “creciente aumento”: el vaginismo.

El síntoma del vaginismo, por supuesto, no es nuevo. Les ha ocurrido probablemente alguna vez a mujeres adultas de todos los países del mundo, de todas las clases sociales y en diferentes períodos de la humanidad. De hecho soy especialista en Imposibilidad de coito en vagina desde 1984, y en particular, cuando es la mujer la portadora del síntoma.

Como otros orificios del cuerpo, la vagina en la mujer es un canal que comunica el interior con el exterior. El vaginismo consiste en un espasmo involuntario de la musculatura del tercio externo de la vagina y de los músculos del periné, que impiden cualquier tipo de ingreso debido a un dolor punzante.

Existen diferentes "calidades" de vaginismos, esto significa que puede ser parcial, total o situacional. Por ejemplo: puede existir accesibilidad ante la introducción digital (propia o ajena) pero no ante la peneana. En otras ocasiones puede ser también circunstancial: algunas veces sí y otras no. Con un compañero sí y con otro no.

Existen también distintos grados de vaginismo: pueden ser leves, moderados o severos. Cuando es leve resulta similar a un parpadeo y el espacio virtual se cierra; esto, puede durar segundos; la musculatura se presenta laxa y distendida. En cambio cuando es severo, la consistencia muscular se tensa de tal manera que produce una contractura, a veces con la consistencia similar a un cartílago.

En el transcurso de estos años de atender parejas con esta temática me ocurrió que algunas de las mujeres (con o sin pareja estable) me fueron derivadas directamente por sus ginecólogas/os, ya que por las características del vaginismo les era muy dificultosa la revisación. De hecho, varias de las mujeres que atendí con sus maridos, habían sido ya examinadas bajo anestesia total y en un caso en particular, para poder realizar la revisación, se le había practicado una episiotomía. Probablemente la ideología de ése “profesional” sostuviera que ampliando la abertura, el ingreso peneano se haría posible. Nada más alejado de la realidad. La vagina es un órgano virtual que se puede dilatar o contraer bajo diversas condiciones. Si la mujer no resuelve su vaginismo en vigilia, en estado de conciencia, cooperación y deseo, y con un registro paulatino de relajación, éste no se resolverá.

Por más que una episiotomía pudiera haber abierto el introito del canal vaginal es suficiente un intento de penetración de cualquier tipo: ginecológico, digital o peneano para que el reflejo de obturación se reactive. Sería equivalente al acto reflejo de parpadeo ante el ingreso de un objeto extraño.

Dije que trabajo con técnicas propias. El tratamiento que realizo nunca es invasivo. No provoca dolor. No requiere asistencia medicamentosa y le permite a la mujer participar activamente en su relajación. Esto significa que no solo podrá tener ingreso vaginal si no que la habilita de recursos corporales para el ejercicio de la expulsión. Este “entrenamiento” en expulsión sea –probablemente- uno de los elementos por, los que sus partos luego son, en general, tan fáciles.

“El vaginismo como síntoma se evidencia, a nivel somático, como una contracción involuntaria de los músculos perivaginales que impiden la penetración, y a nivel psicológico como una fobia a la misma, constituyéndose un circuito cerrado en donde una de las partes es condición de la otra.” * 3

El vaginismo es el síntoma más recurrente por el que consultan estas parejas. Así fue en mi vida profesional, desde 1984.

 

Me formulo la siguiente pregunta: ¿qué es lo que sucede actualmente, en la segunda decena del siglo XXI para que un síntoma altamente común y modificable, por lo menos en lo que a mi consultorio respecta, se presente en los medios como novedoso y patológico?.

En nuestro país, Argentina, desde mediados de julio de 2010, con la legalización del matrimonio igualitario y la futura ley de identidad de género se transita hacia un paso trascendente en relación a la igualdad de derechos, como a la aceptación de expresiones sexo-genéricas absolutamente diversas tanto en fisonomía, vivencias y conductas. Justamente, los profesionales de la salud que trabajamos en sexualidad, debemos capacitarnos permanentemente para evitar dogmatismo y anacronismos.

Por eso me resulta llamativo, en un momento en donde por ejemplo la ley ampara y no condena que dos mujeres o dos varones tengan sexo o se casen, que avance esta vieja postulación de enfermedad ante la falta de penetración vaginal. Me alarma que se actualice esa hermética máxima normalizadora que sostiene que “nada verdaderamente sexual puede existir por fuera de la penetración vaginal”. Además de reducir toda sexualidad al contacto de dos órganos, también lo acota exclusivamente a la actividad sexual de una mujer con un varón. O sea que se pretende volver a instalar un criterio ideológicamente tan conservador como el que condenaba a una pareja no consumada a ser incompleta.

Existe una pregunta fija y constante que suelen hacerme los medios cuando me entrevistan sobre cualquier temática de índole sexual: ¿qué porcentaje de la población la tiene? Mi respuesta es siempre la misma: imposible saberlo ya que en sexualidad la gente acostumbra falsear, omitir o mentir y rara vez cuenta la verdad. Y esto ocurre con mucha más razón si no están amparados por las paredes protectoras de un consultorio.

Quizás se pueda hacer una investigación rigurosa acerca de cuántas personas con caries existan en una determinada población. Pero eso no sucede nunca en temática sexual. La apariencia “sexy” otorga prestigio social y su ausencia, desprestigio.  Es frecuente observarlo en el trabajo en psicoterapia sexológica por ejemplo con adultos carentes de cualquier tipo de intercambio sexual. Estos adultos “vírgenes”, ante el escenario público, construyen un personaje con un discurso altamente sexualizado/a. Ni que hablar de su apariencia física ya que el disfraz sexualizante los muestra con cuerpos exuberantes y modelados meticulosamente en gimnasios. Ocultan su “virginidad” mediante ostentosas caracterizaciones o sea “se producen”. Algunos/as, incluso,  poseen una vida social intensa y activa.

Por otra parte, el considerable aumento de los contactos vía internet que evita el cárnico cuerpo a cuerpo, distorsiona de manera absoluta el registro estadístico. Hace mucho que sostengo que la gente suele falsear en dinero y sexo.

 

Por esto hablar en números de la sexualidad real resulta engañoso. De hecho, los periodistas que me consultaron recientemente, se remitieron a un informe de otro profesional que asegura que en la última década hubo un aumento del 15% en sus consultas por esta temática. Si efectivamente hubiera un aumento de las consultas de esta temática ello se debe a que “- … su visibilidad se hace notoria en coincidencia con la paulatina aceptación, en ciertas capas de la sociedad, de una disciplina (sí) bastante nueva que es la Sexología Clínica.” *4

Decíamos que en nuestro país, como también está ocurriendo en otros, se está transitando hacia una paulatina aceptación de la diversidad sexual sin que hayan desaparecido –ni remotamente- ideologías conservadoras. Lo vemos en la todavía dificultosa entrega de métodos anticonceptivos, en la complicada puesta en práctica de leyes existentes sobre abortos no punibles, por poner dos ejemplos.

Esa ideología se inocula –si no se está advertido- en casi cualquier estamento de la sociedad. Y, por supuesto, incluye a los miembros que conforman el universo de la salud. Dentro de ese universo se considera un bien saludable la práctica activa de la vida sexual heterosexual, y de la genitalidad entendida como coito en vagina. Por el contrario, su ausencia denotaría patología.

Si el maldito y viejo estereotipo enuncia que las mujeres son por naturaleza inexpertas e ignorantes en materia sexual, y deben ser instruidas por un docente varón; y si además -en realidad- ese docente de lo único que puede dar cuenta es de sus propios placeres, la respuesta es simple. Ella deberá disfrutar exactamente allí, donde él goza. Ella deberá desear ser vaginalmente penetrada por un pene, deberá obtener sus orgasmos únicamente de ésa manera y jamás de ninguna otra (aunque no sea lo frecuente) y a eso –pene dentro de vagina- se referirá exclusivamente cuando mencione el término relación sexual.

Recapitulando: la ideología conservadora obliga a que cualquier varón debería poder penetrar a cualquier mujer. Y que además ese varón debería desear penetrar a cualquier mujer. La idea es que algo romo y tumescente debería poder ingresar en una abertura y si esa abertura pertenece al cuerpo de alguien (una mujer) se la penetrará esté o no en condiciones. Esta ideología hace desaparecer a los sujetos y reduce la sexualidad al contacto entre dos órganos. El patriarcado coloniza las cabezas de varones y mujeres. De hecho, en las terapias sexuales clásicas se sigue trabajando con dilatadores vaginales con forma peneana con tamaño de menor a mayor para abrir el canal como fuere. Se utiliza también el uso de medicamentos para que la mujer pueda “tolerar” la penetración.

 

Últimas palabras

Entonces: el vaginismo es un síntoma que puede presentarse como severo pero que en infinidad de casos es apenas leve. Es altamente usual y, es factible, que las mujeres hayan transitado por él, por lo menos alguna vez. Es posible que ni siquiera haya sido registrado si no produjo ningún conflicto intrapersonal o relacional. De ninguna manera es “nuevo”.

Que existan profesionales del mundo de la salud que persigan patologizar la vida cotidiana, no representa ninguna novedad. En el mundo del Gran Hermano nada debe escapar a la mirada del otro, siempre condenatoria. Ellos alimentan el engranaje del puro consumo, también en sexología. Inducen la existencia permanente de potenciales enfermos, proporcionan páginas, tinta y pasto para periodistas nóveles y no tantos. Hacen aumentar el número de hojas del DSM V.

Mi punto de vista es distinto.

La sexualidad es un derecho, no una obligación.

 

 

*3 Groisman, Claudia Edit :“Matrimonios no Consumados Algunas consideraciones clínicas y terapéuticas, cuando es la mujer la portadora del síntoma. Revista Argentina de Sexualidad Humana. SASH. Año 4   N° 1 1990”,

*1 *2, *4 Groisman, Claudia Edit “Matrimonios no consumados. Una mirada desde el género. En ‘El Malestar en la Diversidad’ Isis Internacional 1999 compilación de Ana María Daskal.”

 

 
Articulo publicado en
Octubre / 2011

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