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Neutralidad y abstinencia en Psicoanálisis

 

La neutralidad y la abstinencia parecen se dos rasgos generales extendidos entre las disciplinas con pretensión de cientificidad. Ambos, están hoy en problemas, sobre todo respecto de las prácticas disciplinarias. Una de las poderosas razones referidas a estas tribulaciones reside en que el siglo XX dio por tierra con la objetividad absoluta no sólo de las nuevas disciplinas sino que también con la de aquellas que ya habían sido construidas. Este hecho se verificó en las ciencias llamadas “blandas” y también en la física y en las matemáticas.
Ahora bien, ¿cómo se construye una disciplina? Mediante hipótesis generales, las teorías definen los problemas sobre los que operan. Configuran fenómenos y los hacen representables y manipulables denominándolos y describiendo sus movimientos particulares y relevantes. Una vez representados y definidos, se los produce como objetos de la realidad y de ese modo se los trata. De esta manera poseen inserción social.  Veamos el caso del Psicoanálisis repensando por un lado el cuerpo teórico de la doctrina y su método, y por otro los problemas que la abstinencia y la neutralidad –practicada como hace años– les plantean a las condiciones contemporáneas.
El Psicoanálisis1. El cuerpo teórico
Si el Psicoanálisis fue considerado como una teoría revolucionaria, debemos volver a cuestiones remanidas haciendo un listado (nada exhaustivo) de sus osadías, aquellas que terminaron siendo una afrenta a la hipocresía de la sociedad de ese tiempo y que –lo hayamos advertido o no– fueron elementos de intervención cultural.1.a. La impureza inherente al ser humano
El hecho de plantear que en el ser humano existen desde su nacimiento impulsos desordenados, desprolijos y fuera del código de convivencia de la civilización sustentada por la modernidad, descolocó la idea de pureza e impureza de las almas. El planteo psicoanalítico contrapuesto a la pulcritud moral que ciertos ámbitos sociales sostenían y aún sostienen; el señalamiento de que niños y adultos comparten la misma impudicia; la incorporación de la representación de que tanto las castas criaturas como los honestos adultos comparten las mismas angustias, los mismos apetitos y –más aun– la idea de que los mismos sostenedores de la pureza espiritual y moral (los que instruyen sobre la decencia) participan de las mismas categorías miserables y sublimes que cualquier sujeto, fueron proposiciones que no podían resultar bien toleradas por los agentes institucionales de las organizaciones de esa época.1.b. La sexualidad infantil
El Psicoanálisis expuso una suerte de antropología del ser humano urbano que presentó a los niños como seres humanos sexuados (Tres ensayos de teoría sexual) cuyos ritmos y manifestaciones comenzaron a resultar socialmente “naturales” desde comienzos del siglo XX. Adoptado este hecho por la educación, necesariamente admitido por la medicina pediátrica, se desvencijaba uno de los pilares argumentativos que sostenían las instituciones que coartaban la sexualidad y, aun más allá, la familia nuclear burguesa. Las consecuencias sociales de esta teoría para las instituciones modernas explican las resistencias que el Psicoanálisis tuvo que enfrentar.1.c. La sexualidad y su represión
Asociada a los puntos anteriores, la denominación de un psicodinamismo central como “represión” resultó medular en la comprensión del lugar que ocupó el Psicoanálisis como liberador de inhibiciones, de pensamientos y de acciones. Las organizaciones sociales que condensaban el poder augusto, aquel que derivaba de la realeza [Ventrici; 2007] –presumiblemente con el objeto de conservar la inmovilidad social– imponían representaciones opuestas al tipo de liberación que propugnó el Psicoanálisis. Para ello, sujetaban las subjetividades a través del miedo entendido como “respeto”. Bajo la prédica de una “educación social civilizada” se inculcaban las representaciones necesarias para la inercia del estado de cosas mediante el método de amenazas y castigos. El movimiento de liberación subjetiva y la alteración que produjo en las instituciones la concepción psicoanalítica respecto de lo reprimido, de aquello que no está destruido sino que permanece oculto, no podía ser bien tolerado por las organizaciones cuyo eje de interés fue la represión (predominante y manifiestamente sexual)1.d. La agresividad
El Psicoanálisis sostuvo que nadie puede cumplir con el mandato del amor universal. Así, mostró la agresión como constitutiva del ser humano. De este modo, se podía suponer que los mismos sujetos que predicaban la coerción de la agresividad legalizando el castigo por esas conductas, también poseían rasgos agresivos. Antes del advenimiento del Psicoanálisis este hecho quedaba oculto, ya que –legitimados por poderes superiores e inasibles– los amos de las vidas y de las muertes ajenas se presentaban sin él. Con el objeto de inmovilizar las subjetividades por ellos mismos producidas, a fin de sostener las instituciones y las representaciones que invocaban, estimulando la quietud y la obediencia, representando a los sujetos en un estatuto casi inorgánico y en operaciones silenciosas, el poder omnipotente que reglamentaba la cultura creó una forma de inhibición contra la agresividad: el sentimiento de culpa en los feligreses . La identificación de la agresividad como inherente a la condición humana asociada a la creatividad y a la vida misma, no podía ser consentida por quienes necesitaban de la sumisa constancia, del miedo y de la obediencia permanente.1.e. La razón
Desde un punto de vista cultural, el Psicoanálisis tomado como herida narcisista, implicó el hecho de que, como sujetos, quedamos dislocados del control racional de nuestros actos. A partir de sus concepciones fundamentales, la razón, la conciencia y el libre albedrío tuvieron motivaciones desde una lógica diversa a la de la conciencia que condiciona (y para Freud determina) la libertad y la racionalidad de los comportamientos humanos: los actos voluntarios quedaron relativizados dentro del contexto de la enfermedad y de la salud psíquica. Así, sermones y castigos perdieron su fuerza gravitatoria en la incidencia del cambio de las conductas, y los métodos utilizados por las instituciones para sostenerse ideológicamente se vaciaron del sentido social expuesto por ellas. Los efectos de la teoría psicoanalítica en relación con estos poderes instituidos no fueron bien sobrellevados en sus organizaciones.1.f. El cuerpo
Si leemos cuidadosamente la teoría psicoanalítica, veremos que no sólo intentó devolverle el pensamiento al cuerpo [Zelcer; 2000] sino también los efectos de la sensorialidad a los sentidos. Así, abrió una complejísima vía interactiva respecto del cuerpo humano: lo vivificó mostrando que las patologías (impurezas) provienen de las ocultas necesidades naturales propias de nuestro cuerpo, y señaló a su vez que ese cuerpo no es puramente físico, sino que permanece en la frontera de la naturaleza y de la cultura. De ese modo, la condición humana nos ubica allí donde se entrecruzan las variables del funcionamiento animal y social; de allí que sea tan dificultoso habitar nuestros cuerpos. Tal como las osadías arriba expuestas, la aparición de esta temática tomó un sesgo imprevisto: los motivos y los mecanismos de la enfermedad fueron entendidos desde un funcionamiento compartido por todos los sujetos de la cultura. Así, en cuanto a los niveles de “humanidad”, el Psicoanálisis abolió las asimetrías y la igualdad se hizo presente desde lo más carnal. Este hecho, junto a la responsabilidad por los impulsos que componen el propio cuerpo, no podía ser soportado ni por la medicina instituida entonces, ni por aquellos que necesitaban capturarlo y usufructuar de él esgrimiendo razones de “superioridad humana”.


Los tópicos arriba expuestos (y el método mismo) ya estaban siendo trabajados en la época del surgimiento del Psicoanálisis por las corrientes de la medicina que reconocían los factores que enfermaban causando la neurosis y la psicosis . La agudeza psicoanalítica los reunió y los puso en acción. Si estos tópicos llegaron a ser señalados, fue por el daño que infligían como generadores de enfermedad. De modo que podríamos concluir que mucho antes de su detección (hacia finales del siglo XIX), eran manipulados por el conjunto del poder político y religioso. La eficacia de los métodos utilizados por estos poderes para ejercer el dominio de “las almas” y sostenerse en el tiempo, requirió la internalización de las concepciones sobre la naturaleza del alma como una entidad casta y pura. Una vez introyectada esta representación, resultó difícil para el sujeto sufriente percatarse del origen, de la fuente y de los efectos de este sufrimiento. Así, internalizando estos modelos de “humanidad”, se lograba que los sujetos necesitaran defenderse de los propios deseos adversos a las nociones impuestas  familiar o socialmente. En este sentido, las representaciones y las defensas -represiones- frente a ellas fueron solidarias.
De esta manera, las razones de estas maniobras sobre el cuerpo, la sexualidad, la agresividad, la pureza y la sinrazón misma quedaban omitidas, pues su sentido fue orientado para propósitos inadvertidos. La práctica psicoanalítica consistió en la difícil conducción de aquello que se había liberado a través de carriles socialmente normatizados. Si el cuerpo, la sexualidad o ciertos niveles de agresividad no fueron considerados por el Psicoanálisis en el contexto del pecado, ¿cómo quedaba instalada la práctica libertaria vigente? Si la “moral” reinante enfermaba, las instituciones que sostenían e imponían aquella moral de inocencia y pureza se debilitaban en su poder popular. Diríamos así, que la razón sustancial del escándalo que produjo la irrupción de la disciplina psicoanalítica fue que planteó una representación del ser humano opuesta a la dominante en la cultura de aquel momento y su práctica consecuente disputó el mismo terreno que usufructuaban los poderes instituidos por la cultura de su tiempo con el sentido de percatarse de los efectos que estos poderes producían. Por este motivo, al oponerse a las realidades representadas por el Psicoanálisis, el conjunto de estas instituciones trató de impedir su adopción social .
El señalamiento y el despliegue en acto de la enfermedad psíquica como un padecimiento tratable, atacaron el corazón del sostén ideológico y práctico en el que se asociaban la religión, la política y la medicina.
El hecho de subrayar que las experiencias sociales tienen efectos y derivan en configuraciones psíquicas (Tótem y tabú), el lema de volver consciente lo inconsciente, su influencia sacudiendo y moviendo conciencias, advirtiendo y develando motivaciones enturbiadas, y el ejercicio de observar y pensar estas finalidades fueron y siguen siendo motivo de oposición de aquello instituido que quiere mantenerse en un poder sujetador.
Así entendido, el cuerpo teórico psicoanalítico jamás fue abstinente ni neutral en relación con la cultura.


2. El método como técnica científica y terapéutica
Por razones obvias, la teoría psicoanalítica no podía sostenerse con métodos experimentales. Sin embargo, en virtud de sus osadías, quiso ser encuadrada dentro del régimen científico. Para resguardarse, ser respetado y adoptado por lo menos por la sociedad médica vienesa, el Psicoanálisis intentó formalizar sus hallazgos en el marco de la teoría de la ciencia de su época. Sin embargo, el cuestionamiento actual a las reglas metodológicas no se puede circunscribir sólo a su intención de conformar y apaciguar a los científicos de su tiempo: también debe considerarse su eficacia, como se consigna en los primeros casos tratados.
Aclaremos ante todo los términos, comenzando por los dos que le dan título a este trabajo.
La neutralidad indica la suposición de un conflicto ajeno al investigador en el que no se toma partido. La abstinencia no deja emerger un impulso de intervención que en él pugna por salir. Dice Freud: “Opino pues, que no es lícito desmentir la indiferencia (¿neutralidad?) que mediante el sofrenamiento de la contratransferencia uno ha adquirido. Ya he dejado colegir que  la técnica analítica impone al médico el mandamiento de denegar a la paciente menesterosa de amor la satisfacción apetecida. La cura tiene que ser realizada en la abstinencia; sólo que con ello no me refiero a la privación corporal, ni a la privación de todo cuanto se apetece, pues quizás ningún enfermo lo toleraría. Lo que yo quiero postular es este principio: hay que dejar subsistir en el enfermo la necesidad y añoranza como una fuerzas pulsionantes del trabajo y la alteración, y guardarse de apaciguarlas mediante subrogados. Es que uno no podría ofrecer más que subrogados puesto que la enferma, a consecuencia de su estado y mientras no hayan sido levantadas sus represiones, será incapaz de lograr una efectiva satisfacción”. [Freud, 1986(1914/1915):168]. Para Freud, ambos están relacionados: la neutralidad referida al empleo de la transferencia, y la abstinencia a la gratificación o frustración de las pulsiones .
Ahora bien, la pelea actual sobre la validez de la neutralidad y la abstinencia en el Psicoanálisis se da entre los intersubjetivistas y aquellos que no lo son. Veamos.
Como consecuencia de la relativización de la objetividad que se produjo en las postrimerías de la modernidad, la subjetividad de los científicos tomó relevancia. Este hecho tiene una fuerte expresión en el movimiento psicoanalítico actual encarnado en la corriente intersubjetivista .
Si bien parte de la corriente kohutiana, el intersubjetivismo se ha apartado de ella en forma sustancial. Esta tendencia del movimiento psicoanalítico se asienta en la noción de interacción paciente-analista. Afirma que no hay consistencia epistemológica en los conceptos que se basan en relaciones sin interacciones. En el tratamiento, la interacción se da entre dos personas cada uno con su patrón subjetivo de organización e interpretación de la experiencia. Sostiene que precisamente, son las interacciones las que fundan el proceso psicoanalítico. Lo esencial para construir una subjetividad consistente es la respuesta empática de los padres, o bien la del analista en el proceso psicoanalítico. Así, los conflictos con las pulsiones sexuales y destructivas serían derivados secundarios en la construcción de la subjetividad pues ésta se monta primordialmente en la empatía de los padres. Asimismo sostiene que la neutralidad y la búsqueda de la verdad son ilusorias.
Los intersubjetivistas consideran el tratamiento como un proceso intersubjetivo en el que la presencia emocional del analista es esencial. Postulan la responsividad óptima que se evidencia en interpretaciones o conductas de conexión empática, en compartir afectos y en legitimar actitudes activas (validar, invalidar, restringir, etc.). Asimismo, consideran que cada terapeuta necesita ser reconocido por sus pacientes. Si esta necesidad se frustra genera una reacción contratransferencial [Riera i Alibés, 1999] .
Contrarios a esta corriente, existen analistas que previenen que desde la posición intersubjetivista el terapeuta se puede deslizar hacia las confesiones/actuaciones contratransferenciales y romper con la abstinencia.
Killingmo sostiene una posición que compartimos aquí. Este autor afirma que la regla de abstinencia funciona como advertencia para las tentaciones que se producen en el marco de la transferencia y la coloca sobre tres pilares: la concepción de las pulsiones en la vida psíquica (consideración económica de la energía psíquica); la especial concepción de causalidad en la neurosis (noción de conflicto y sus raíces infantiles) y la meta del tratamiento que se logra diferenciando la satisfacción real de la sustitutiva (principio de realidad regulando el principio de placer). Este autor señala que los desarrollos de la teoría psicoanalítica identifican dos tipos de motivaciones: las necesidades pulsionales y las relacionales. Así, sostiene la idea de liberación, ya que mantiene el cuidado sobre los impulsos y fantasías reprimidas como motivadoras de la vida; pero bajo la configuración conceptual de déficit incorpora la idea de la “reparación” incluyendo la regla de abstinencia en un contexto más amplio.
Agrega que su denominación confunde pues se trata más bien de un principio general básico usado como posición estratégica y no de la conducta real ni de las normas que regulan el modo en que el analista se comporta emocionalmente con el paciente.
Defendiendo la abstinencia como principio,  Killingmo sostiene que incluso si un patrón patológico no deriva en forma primaria del conflicto, sino de un daño estructural producido por el entorno, aquello que el analista señala es la interpretación que el sujeto hace de ese daño: la intervención analítica examina fantasías y devela resistencias pues el objetivo del análisis trata de la transformación estructural de los traumas originales en la transferencia. Satisfacer necesidades del paciente da lugar al miedo de éste a la propia omnipotencia. Desde esta perspectiva, el principio de abstinencia ampara al analista de la actuación como reacción a la demanda del paciente, entendiendo que la sesión es una metasituación social que produce otra realidad en otro marco y con otros objetivos para las mismas necesidades. Entre la posición de un observador clásico y la intersubjetividad extrema, para Killingmo son más necesarias que nunca las ideas comprendidas en el principio de abstinencia, sobre todo porque transmiten la complejidad de la cura psicoanalítica. Más que una gratificación, propone la interpretación afirmativa que legitima las necesidades del paciente a través de la comprensión de su sufrimiento, comprensión que rompe con su aislamiento afectivo. Valora la posición de la abstinencia como parte fundamental del “oro” del Psicoanálisis [Levinton; 2002] .
Eizirik afirma la utilidad de la neutralidad. La caracteriza como postura que reconoce “cierta distancia posible” en relación con varios aspectos: el material del paciente, su transferencia, la contratransferencia y la personalidad del analista, sus valores, las presiones del mundo externo y las teorías psicoanalíticas. “Una cierta distancia posible” indica que la distancia es relativa, y que está amenazada por factores internos y externos [Eizirik; 2002].
En el Psicoanálisis argentino, R. Moguillansky, es también un sostenedor de estas reglas [Moguillansky, R.; 2007].


 


B. Las condiciones contemporáneas


No enumeraremos aquí los múltiples y sorprendentes atravesamientos que se producen contemporáneamente en un sujeto (analizado o analista), no sólo porque resultaría una tarea siempre incompleta, sino también porque hay abundante bibliografía que se ha ocupado de caracterizar estos fenómenos. Nos restringimos a plantear el interrogante clínico a través de un breve ejemplo:
Aunque tiene una posición sobresaliente en la empresa, G está aterrorizado. Todos los fines de año existe una instrucción que consiste en evaluarse a sí mismo por lo que rindió estableciendo objetivos nuevos para el año siguiente, para entonces volver a calificarse (hablar inglés con mayor fluidez; aprender las tareas de otros sectores; estudiar francés o alemán; competir deportivamente con otras empresas, etc.). Como vemos, conforme la lista de objetivos crece, la misión se vuelve imposible: ningún ser humano podría ir sumando tantos atributos a la eficacia pretendida. Sin embargo, G no lo advierte, como tampoco advierte la cruel trampa en la que quedó encerrado: si se considera satisfecho con su rendimiento, significa que no tiene ambiciones y su presencia puede resultar indiferente para la empresa. Si anota más ítems para lograr, los deberá cumplir. Sólo lo embarga el terror a ser “el” despedido (como ocurre –aleccionadoramente– todos los fines de año). G cree que debe plasmar todos los requisitos que él mismo apuntó y que ha resultado imposible conseguir. La madre de G fue mucama, aunque el padre tenía ventajosa posición económica. Pero a su mujer y a sus hijos (G y su hermana) los dejó en la indigencia.
¿Cómo interviene un analista? ¿Sólo desde la carencia, o considerando también el exceso? ¿Desde la culpa edípica (debiendo G entregarse al discurso hegemónico de la empresa como al del padre)? ¿Se incluye la representación de aquello que la empresa misma causa? Si se ha detectado que el contexto produce pánico [Zelcer; 2002], ¿se señala esta condición?
La “situación analítica” [Bleger; 1967] comprende la totalidad de los fenómenos incluidos en la sesión en la que los conceptos básicos de la teoría sistematizan la creación de la realidad que se vive en el momento de la asistencia . Y es desde allí que la pregunta brota: ¿por qué la neutralidad y la abstinencia son hoy tema de discusión para la definición operacional? Los efectos que generan las condiciones actuales del postfordismo recién están siendo detectados y sistematizados. Y es precisamente éste uno de nuestros problemas como psicoanalistas: estamos afectados por este hecho en simultaneidad con las personas a las que asistimos.
Las prácticas disciplinarias se atienen al cuerpo teórico pero los operadores necesitan un dispositivo que los sostenga y acarree sus intervenciones. Nos encontramos así frente a la mayor peculiaridad del método psicoanalítico: durante el proceso de la cura, el operador es a la vez el instrumento evaluador de los psicodinamismos en juego y es el  implementador de la intervención.
Así como cada medicamento se fabrica en función de lo que quiere resolver, cada instrumento (psicoanalista) se construye en función de lo que quiere medir o ejecutar. Es el medio que, armado de piezas ajustadamente combinadas, opera responsablemente. El material vibra según su construcción y este hecho implica ya un procedimiento: el instrumento que permite observar, medir e interpretar según su diseño, tiene una finalidad preconcebida. Ésta se basa en sus propiedades y varía según los efectos que se busquen. Sin embargo, aunque su funcionamiento depende del material de construcción, tiene la capacidad de variar efectos para lo que fue montado. Cada instrumento (cada analista) conoce su límite pero también sabe qué puede hacer consigo.
Nuestra autoconstrucción tiene por objeto afrontar el exceso de sufrimiento humano. Pero sabemos que el sufrimiento también se construye: la subjetividad psicoanalítica se instrumentaliza para identificar lo nocivo y sus razones. El instrumental del dispositivo analítico, a pesar de ser específico, es muy amplio. Sin embargo, no sólo en su análisis y en sus supervisiones se concibe un analista. ¿Qué otros caminos elige para constituir sus sensores y para sostener la transferencia? ¿Con qué materiales construye sus representaciones? Si el contexto sociocultural ha cambiado, debemos entonces observar los efectos psíquicos que los poderes actuales buscan producir sobre los sujetos singulares; reconocer los dispositivos que utilizan y explorar las reacciones psíquicas de la subjetividad contemporánea hacia todo ello.
El reconocimiento de los actuales fenómenos culturales evanescentes, su celeridad y el impacto de la novedad provocan que la neutralidad esté en problemas. ¿Cómo se logra que una intervención esté referida a la teoría y que no sea formulada desde un impulso personal y reivindicativo? Si las representaciones sobre la contemporaneidad son consensuadas y teorizadas por el conjunto de grupos psicoanalíticos armando “máquinas de pensar” y agenciamientos colectivos; si estas asociaciones continúan con el vigor psicoanalítico de configurar lo invisible advirtiendo no sólo los psicodinamismos singulares sino también los efectos que produce el conjunto de ideas y prácticas sociales relacionadas con la administración y el gobierno de “las almas”, recién entonces la intervención singular se sostendrá ideológica y comunitariamente. Sólo de este modo el momento de la intervención particular podrá continuar siendo considerado abstinente.
Hoy, en el vértigo, las implicaciones inquietan porque los operadores están sujetos a los cambios culturales del mismo modo que sus analizandos bajo el riesgo de la fragmentación, de la cosificación, de la volatilidad subjetiva, de la superfluidad . El suelo social ha sacudido al ciudadano de antaño y este cambio histórico obliga a una nueva observación de las subjetividades contemporáneas para habitar creativamente la precariedad . Las subjetividades son diversas, cambiantes y precisan ser examinadas. Desde este reconocimiento se decidirá si éstas se dejan tratar con la misma neutralidad y abstinencia que la del ciudadano moderno. Sin identificar los nuevos fenómenos será imposible advenir a la posición analítica frente a las configuraciones psíquicas que las nuevas condiciones producen.
Veremos así al analista en constante construcción, deconstrucción y nueva construcción: se trabaja, se dosifica y se regula en el momento de la operación para la expansión de la teoría y el cuidado del analizando. Así como este último va decidiendo su orientación frente a sus descubrimientos, del mismo modo cada analista decide qué hacer y cómo intervenir con aquello que, pensado psicoanalíticamente, descubre del campo contextual. También él debe operar sobre sí frente a la repetición y habitar alegre o dolorosamente, activa o pasivamente, sin ignorar las condiciones de su tiempo.


 


 


 


 


BIBLIOGRAFÍA


Riera i Alibés, Ramón, autor de la revisión
en Aperturas Psicoanalíticas- Revista de Psicoanálisis- Libro: Optimal responsiveness: How therapists heal their patients - Howard A. Bacal (compilador). New Jersey: Jason Aronson Inc., 1998, 392 págs - - Julio 1999 - No.2. Disponible en Internet: http://www.aperturas.org [consulta: 20/12/2007]


Levinton, Nora,autora de la reseña
en Aperturas Psicoanalíticas- Revista de Psicoanálisis – “La regla de abstinencia revisada”- Artículo: Bjorn Killingmo - Julio 2002 - No.11. Disponible en Internet: http://www.aperturas.org - [consulta: 20/12/2007]


Eizirik, Claudio Laks
en Aperturas Psicoanalíticas- Revista de Psicoanálisis- “Entre la objetividad, la subjetividad y la intersubjetividad. ¿Aún hay lugar para la neutralidad analítica?”- noviembre 2002- Nº 12. Disponible en Internet: http://www.aperturas.org - [consulta: 21/12/2007]


Moguillansky, Rodolfo
en Aperturas Psicoanalíticas- Revista de Psicoanálisis Abril 2007 - No. 25- “Algunas reflexiones sobre la regla de abstinencia en el siglo XXI” - Revista de Psicoanálisis Abril 2007 - No. 25-  Disponible en Internet: http://www.aperturas.org - [consulta: 21/12/2007]


Mandelbrot, BenoiteLos objetos fractales- Tusquets editores. Barcelona, 1988


Bleger, JoséSimbiosis y ambigüedad, cap. 6, Paidos, Buenos Aires, 1967


Freud, SigmundSobre Psicoterapia de la Histeria- En Estudios sobre la histeria, T II- Amorrortu editores. Buenos Aires, 1990aPuntualizaciones sobre el amor de transferencia- T XII- Amorrortu editores. Bs. As., 1986Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica. T XI- Amorrortu editores, Bs. As., 1988El porvenir de una ilusión. T XXI- Amorrortu editores, Bs. As., 1988Consejos al médico en el tratamiento psicoanalítico. T XII- Amorrortu editores, Bs. As., 1990b


Ventrici, GracielaLa clínica vincular: subjetivación – desubjetivación. Trabajo presentado el 4-X-2007 en el Museo Roca. Jornada organizada por la Sociedad Argentina de Psicoanálisis de Pareja y Familia


Zelcer, MirtaLa representación. Del paciente y del analista en la sesión psicoanalítica. Libro para el trabajo clínico. En edición. Editorial Polemos, Buenos Aires, 2000


Zelcer, Mirta
"Subjetividades y actualidad", versión extensa del artículo publicado en Topía. Piscoanálisis. Sociedad Cultura. No. 35.Agosto de 2002. Disponible en Internet: http://www.topia.com.ar/articulos/35-zelcer.htm [consulta: 30/12/2007]


 


Topía- Buenos Aires, abril 2008


Decía Freud [1990(1895):288]: “Uno actúa como mejor pueda, en calidad de esclarecedor, si la ignorancia ha producido miedos; de maestro, de exponente de una concepción del mundo más libre y superior; de confesor, que por así decir imparte la absolución mediante la asistencia que no ceja y el respeto que no desmaya tras la confesión; uno procura ayudar humanamente al enfermo hasta donde lo consienten el alcance de la propia personalidad y el grado de simpatía que pueda brindar por el caso en cuestión”.


Bernays, Breuer, Brentano, Janet, Charcot, Briquet, Brücke, Meynert, Exner, Benedikt, Herbart, Reil, Heinrot, etc.


Si entendemos por política el conjunto de ideas y prácticas sociales relacionadas con la administración del poder en las organizaciones, podríamos decir que, sin advertirlo, la creación del Psicoanálisis tomó una posición política en la sociedad de su tiempo


Recordemos que Freud insiste en asemejar las neurosis con ciertos fenómenos de la intoxicación y la abstinencia por consumo de sustancia tóxicas productoras de placer (Tres ensayos de teoría sexual (1905). Neurosis de angustia (1895 [1894]); Análisis fragmentario de una histeria (Caso Dora) 1901 [1905];  El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen (1907 [1906])


El intersubjetivismo o “escuela intersubjetiva” se usa exclusivamente para referirse al grupo de Stolorow, Atwood y Orange


El autor está reseñando un libro: Howard A. (compilador) (1998) Optimal responsiveness: How therapists heal their patients, Jason Aronson Inc., New Jersey.


La autora está reseñando el artículo “La regla de abstinencia revisada” de B. Killingmo


Desde ya, este hecho tendrá que ver con la concepción que el analista tiene sobre el Icc.


El concepto de “máquinas de pensar” fue desarrollado por Deleuze y Guattari. En él incluyen, junto la noción de deseo descrito por Freud, el análisis de la máquina social. El deseo no puede tener lugar sin la máquina social, y viceversa. Más que como carencia, estos autores afirman el concepto de deseo como afecto activo y productor de objetos. Desear es  –y sirve para– producir realidad.


Entendemos la implicación en el sentido pasivo de una sujeción. La implicación comprende la articulación de variables disímiles.


Sumado a esto, la presencia del Psicoanálisis en las góndolas de ofertas mercantiles como un producto más también confunde a psicoanalistas. Dice Eizirik [ibid; 2002]: Una cierta y posible neutralidad también nos alerta acerca del hecho de que el Psicoanálisis es un emprendimiento tanto ético como terapéutico, y que estamos comprometidos a buscar el cambio psíquico y el crecimiento mental, pero también la reducción del sufrimiento y el aumento de la capacidad de amar y de trabajar, como mínimo, siendo que para esto nos pagan. Más allá de esto, uno de nuestros actuales desafíos consiste en mostrar que nuestro método funciona y que merece seguir siendo practicado. Pero no basta con decirlo, es necesario que recurramos a cierta objetividad y que aceptemos compartir las dificultades y los penosos ejercicios metodológicos que otros métodos ya están practicando, en búsqueda de la comprobación de resultados, frente a la franca competencia en el mercado de trabajo. ibid

 
Articulo publicado en
Abril / 2008

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