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De padres e hijos, o ¿qué es ser un buen padre?

 

(a MP y M)

Este escrito reúne cuatro relatos. Tres de ellos hablan de diferentes maneras de ser padre; el cuarto relata una modalidad liberadora de la cadena, propuesta por un hijo; su nombre es Franz; su apellido, Kafka.

El primer relato habla de un cruce de tres caminos, en el cual se encuentran un padre y un hijo. Tendrá que pasar uno primero. ¿Lo hará el rey o el príncipe? Ninguno quiere correrse, dejando al otro el paso. Uno deberá morir. Layo muere a manos de Edipo. Padre que no se corre, dejándose morir –simbólicamente-, y que es muerto en la realidad.

El segundo relato ocurre en un balcón. El texto –hecho luego película- es de Benedetti; Gracias por el fuego [1]. En él, un padre es apuntado con una pistola por su hijo. El padre lo provoca, diciéndole que lo mate, y el hijo se arroja del balcón, muriendo. Modalidad en que el hijo no puede elegirse como destinado a vivir.

El tercer relato es homérico. Héctor –héroe principal de Troya- va al combate a defender su ciudad. Se despide de Astianacte, su hijo, con estas palabras: “¡Júpiter y demás dioses! Concededme que este hijo mío sea, como yo, ilustre entre los  teucros y muy esforzado; que reine poderosamente en Ilión; que digan de él cuando vuelve de la batalla: ¡es mucho más valiente que su padre! Y que, cargado de cruentos despojos del enemigo a quien haya muerto, regocije de su madre el alma”[2]. Padre potente que se deja matar por su hijo, a futuro. En la misma serie de este relato se halla la trama de Mario Puzo [3]; aquella de El padrino, en la cual el padre se corre –vivo aún- y deja su lugar para su hijo.

Tres relatos que responden a la pregunta: “¿Qué es un buen padre?”; y la edípica respuesta es: un buen padre es aquel que se deja matar por su hijo, que tiene deseos –como Don Corleone- de ser trascendido por éste. Recordemos que en la película de Coppola [4] el padrino desea -para ese hijo- otro destino, que queda trunco.

Sea porque los caminos convergen (Layo-Edipo), sea porque no tiene posibilidad de matarlo para poder hacer su vida (Eduardo Budiño-Ramón Budiño), sea que el padre desea ser superado (Héctor-Astianacte) o reemplazado (Vito Corleone-Michael Corleone), la realización del hijo se halla en el camino del padre, ocupando el lugar del padre, o el lugar del deseo del padre (como hubiera ocurrido si Vito Corleone no hubiera sido casi muerto por la mafia rival; trama semejante en cuanto a develar el lugar del deseo paterno es la famosa obra de teatro M´hijo el dotor [5]).

El cuarto relato es kafkiano. En Carta al padre [6], el autor [7], como hijo, renuncia a dicho lugar. Elige otro camino para su vida; lamenta no desear el deseo paterno; lamenta no satisfacer ser deseante del deseo del otro. Y sostiene su propio camino deseante.

Enseña otro posible modelo. Uno en el cual el hijo no quiere ocupar el lugar del padre; ni matándolo, ni matándose, ni aún ante el corrimiento paterno; uno en el cual sus deseos derivan hacia otro lado. El problema kafkiano es que esta posibilidad precisa el reconocimiento paterno, la legitimación de tal elección, pues sino volvemos a los modelos anteriores en cualquiera de sus opciones. Eso es parte de lo que motiva la carta a su padre, aunque más no fuera, sino para modificar el modelo vincular, por lo menos –en palabras de Kafka- “sería posible, no una nueva vida, porque para eso tenemos los dos demasiados años, pero sí una especie de paz; sería posible, no que dejaras tus incesantes reproches, pero sí que los suavizaras” [8].

Kafka no tuvo hijos. No se lo conoce como padre. Podemos suponer que el autor del texto escrito –Franz, hijo de Jakob-, si hubiera sido padre, no hubiera necesitado dejarse matar por su hijo, ni mirarlo ocupar gloriosamente su lugar, sino pudiendo disfrutar de la liberación de ambos al ser feliz con la felicidad de su hijo, con la felicidad de que éste realice aquello que elige para su vida.

También es dable pensar que la paternidad es una enfermedad de apropiación –obviamente narcisista- del hijo, y que, si Kafka hubiera devenido padre, tal hubiera sido su cantar. Y si de enfermedad se tratara, la cura pasa por su elaboración, aceptación y renuncia. Por lo tanto…

Tornemos a la pregunta: ¿Qué es ser un buen padre?

Aquel que renuncia a capturar a su hijo con su deseo, aquel que desea a su hijo más allá de su narcisismo, deseando que simplemente sea feliz, a la manera de ser feliz que éste elija.

 

Holguín, Cuba, 1 de febrero de 2012

[1] Benedetti, M.: Gracias por el fuego, Ed. Alianza, 1965. (Filmada como película por Renán en 1983).

[2] Homero: La Ilíada, José Ballesta Editor, Buenos Aires, 1946 (traducción de Luis Segala y Estalella) Canto VI, 476.

[3] Puzo, M.: El padrino, Ed. B., 1969.

[4] Coppola, F. F.: El padrino (película),1972.

[5] Sanchez, F.: M´hijo el dotor, (estrenada como obra de teatro en 1903), Ed. Huemul, Buenos Aires, 1964.

[6] Kafka, F.: Carta al padre, JCE Ediciones, Buenos Aires, 2010.

[7] Mi amiga Carolina Guzmán me advirtió sobre la necesidad de aclarar la diferencia entre la propuesta resolutiva kafkiana –en el escrito citado- de la vida misma del autor checo. Kafka vivió un universo kafkiano –si vale la expresión-. No pudo liberarse del deseo paterno, viviendo alienado por esa relación; siguió la carrera de Derecho -aún sin interesarle, por imposición paterna-, y estuvo internado por su debilidad física y su enfermedad; de los sanatorios tornaba una y otra vez a la casa del padre. Su autoestima era bajísima, por lo cual le  pidió a un amigo –Max Brod- que destruyera a su muerte todos sus escritos (lo cual por suerte no ocurrió).

[8] Kafka, F.: Carta al padre, JCE Ediciones, Buenos Aires, 2010, pág. 19.

 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2012

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