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Pequeñas anécdotas sobre las instituciones I

 
La privatización de los espacios institucionales

Los verdaderos motivos de los conflictos institucionales actualmente no salen a la luz facilmente, y esto constituye un límiter en las intevenciones. Uno de los problemas es que, en muchos casos personas, o grupo de personas, se han apoderado de las instituciones para utilizarlas en beneficio propio, pervirtiendo asi el objetivo de las mismas. Cuando la dinámica de la intervención llega a tocar este punto, se estanca o se interrumpe. Poe ejemplo en una escuela donde los directivos vendía títulos o en una sociedad de fomento donde funcionaba una guardería y lo recaudado era utilizado por miembros del staff para su uso personal, o en un servicio hospitalario donde se daba preferencia en la internación de pacientes con determinada patología para beneficiar a un laboratorio.
Ademas son innumerables los casos que aparecen cotidianamente en la prensa, cuando son denunciados, o cuando la institución llega al borde de la fractura. Un ejemplo es la imagen televisiva del presidente de Racing Club con su cara sangrando porque un socio le había arrojado un redoblante, con motivo de que la institución estaba quebrada y a punto de ser subastada. Este hecho puede ser tomado como analizador de la situación institucional actual. Más actual aún es el fenómenos de las fábricas recuperadas por los obreros, que en muchos casos fueron vaciadas por los propios patrones para colocar el dinero en el sistema financiero, estafando a los trabajadores, a sus acreedores y al Estado.
No son casos aislados. En el orden de las instituciones del Estado esto se llama corrupción. En el ámbito de lo privado se denomina empleados desleales o empresarios inescrupulosos. No es una condena lingüística ni un repudio. Es una forma de nombrar y por lo tanto de instituir esas prácticas. Las palabras retorno, cometa, diego, ya no son giros idiomáticos del lunfardo (lenguaje carcelario) para encubrir el delito de la coima, sino palabras normalizadoras de esas prácticas. No podemos negar que es un fenómeno generalizado, ni tampoco quedarnos con la explicación de que son algunos sujetos los actores de estas prácticas y no las instituciones. Es que no se trata de sujetos o instituciones, sino de un problema social. La cuestión es cómo abordarlo. Uno de los caminos es el que tomó Marx cuando en el análisis del capital se encontró con la miseria obrera. Él dijo que no se trataba de escasez o robo. Las mismas leyes de producción capitalistas sólo pueden generar miseria. Que los obreros se mueran de hambre no es la finalidad del capitalismo sino su consecuencia. Siguiendo esta línea vemos que el ideal del neoliberalismo ha sido la apropiación de lo público por intereses privados, insistiendo hasta el cansancio en que la felicidad del sujeto está en la realización personal, en detrimento de lo colectivo y de los lazos solidarios.
Esta cuestión tan actual tiene su historia. En la Argentina y en Latinoamérica, el Estado ha sido reiteradamente asaltado por golpes militares, que tomaban el poder en beneficio de ciertos sectores económicos. El capitalismo no sólo contaba con el poder económico, sino también con la corporación militar, para reprimir a los ciudadanos y manejar las instituciones a su antojo. Con la gran concentración de capital, es el mercado financiero globalizado el que produce hoy los golpes de estado, maneja a los políticos y las políticas nacionales. Es antes de la década del noventa que los partidos políticos con posibilidad de gobernar en la región, los sindicatos, la iglesia y otras instituciones del poder, se convirtieron en corporaciones al servicio del capitalismo y utilizadas por sus elites como propias, abandonando el rol inicial que les diera su razón de existencia. Esta degradación de lo público lleva ya varias décadas. Consideramos como públicas a todas aquellas instituciones que aun siendo privadas están en función social. ¿Por qué entonces los ciudadanos no van a repetir las conductas de sus representantes y líderes? Desde la dictadura en adelante, los economistas del establishment y las corporaciones de los medios de comunicación masiva han exaltado hasta el cansancio las virtudes del mercado y la competencia, idealizando los valores del consumidor privado en busca del propio interés.
Desde esta perspectiva, tenemos que considerar que el problema más que institucional es político y es en este campo donde los institucionalistas que no estamos aliados a este sistema, podemos realizar aportes para generar una contracultura que se oponga a la cultura del neoliberalismo.
Desde 1994 se viene generando una resistencia desde las organizaciones piqueteras a la acción devastadora del sistema económico imperante. Este movimiento nace en Cutral-Co y tiene un pico de crecimiento durante los año 2001/02, después de los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001 que dan origen a las asambleas barriales y otras experiencias de democracia directa. Es en el fenómeno de las fábricas recuperadas donde se da un paso más hacia una cultura del trabajo y la solidaridad, valores destruidos por el sistema actual, con sus efectos en la subjetividad. Son estos verdaderos laboratorios de trasformación social, de resubjetivación, algunos de los lugares donde los profesionales de todas las ramas y los trabajadores de la cultura podemos aportar para un cambio en lo institucional. No estoy postulando que los profesionales tendrían que dedicarse a la política, sino que es indudable que toda práctica social contiene una dimensión política, con su efecto en lo colectivo y sobre todo si se lo inserta en programas de transformación. Finalmente es en el campo de lo colectivo y no de manera individual como se van a ir resolviendo esta cuestiones de la privatización de los espacios institucionales.

Alfredo Caeiro
Psicoanalista
Analista Institucional
alfredo.caeiro [at] topia.com.ar
 

 
Articulo publicado en
Abril / 2003

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