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“El pibe” y los “golpes blandos”

 

Carlitos Chaplin ha sido un genio del arte cinematográfico. Como todos los genios, inventó una manera nueva y distinta de expresar las cosas a través de su arte. Como otros genios, vislumbró, intuyó y denunció cosas que ocurrirían en el futuro, noventa y dos años antes de que ocurrieran.

En la película “El pibe” (The kid) de 1921, Carlitos, como protagonista, sobrevive malamente con el niño al que encontró abandonado en la calle y está criando. Para ello inventó un ingenioso método consistente en enviar al pibe a apedrear ventanas para romper los vidrios. Al cabo de un rato, él aparece “casualmente” por ahí, como vendedor de vidrios, a los que ofrece para reparar los daños. Tiene las ventas aseguradas ya que es él quien provoca la falta de lo que se necesita. ¡Un negocio redondo y garantizado! Después de todo no es más que capitalismo puro: libre juego de la oferta y la demanda. Sólo que aquí es el mismo Carlitos quien causa primero la demanda para luego presentar la oferta. Y, en este caso hay que considerar que la oferta es monopólica, porque es el único “vidriero” que está en ese momento por la zona.

Carlitos nunca imaginó que su brillante método iba a ser fuente de inspiración para los muchachos de los think tanks que concurrimos a los brainstorming de la Universidad de Harvard. Allí se piensa, con todo el tiempo y el dinero que haga falta, la manera más eficaz y aceptable de gobernar y disciplinar a los díscolos pueblos del sur de América. Se sabe que esos pueblos siguen insistiendo, en forma equivocada, pero pertinaz, en resolver ellos mismos y a su manera las cosas que les conciernen. ¡Y cuando uno se descuida o los deja solos un tiempito, siempre agarran para el lado equivocado! ¡¿Cómo puede ser que nunca tomen en cuenta nuestros intereses?! ¡Cómo que uno no tiene nada que hacer, que periódicamente tenemos que ocuparnos de ellos!

Antes era más fácil y directo. Nosotros organizábamos cursos de “perfeccionamiento profesional” en la “Escuela de las Américas”, para los militares de todo el sur de América. Ahí le “hacíamos el bocho”. Con la excusa de defendernos del comunismo y defender al cristianismo occidental, los perfeccionábamos en las técnicas del golpe de Estado. Después les dábamos créditos para comprar las armas que a nosotros ya no nos servían y les financiábamos los preparativos para el golpe. Como todo esto es siempre clandestino, nosotros sabíamos que parte de ese dinero iba a parar “distraídamente” a algún bolsillo de los organizadores. Pero son las reglas del juego, lo tomábamos como parte del gasto. Una vez dado el golpe de Estado, les otorgábamos inmediatamente el reconocimiento diplomático internacional, para servir de ejemplo a los cagones de los europeos, que siempre “hacen la histérica” con el jueguito hipócrita de la “democracia y los derechos humanos”, pero después siempre terminan aceptando la realidad.

Pero todo esto era muy impopular: había que instaurar una dictadura, sacar los tanques a la calle, golpear gente, arrestarla, luego torturar a algunos cabezaduras y por último había que “eliminar y deshacerse” de los más recalcitrantes (lo que se ha dado en llamar “desaparecidos”). Créanme que ha sido muy desagradable para nosotros tener que recurrir a esos métodos, sin embargo los resultados han sido muy buenos. Hemos comprado empresas nacionales por chaucha y palitos, ganamos millones de dólares con las matufias financieras y lo más importante (¡porque no crean que sólo nos importa lo material!), difundimos nuestra manera de ver el mundo y las cosas. ¡Es verdad que eso nos permite luego vender nuestras gaseosas, nuestra comida chatarra, nuestras películas, todo el merchandising, los viajes iniciáticos a Disneyworld y todas las boludeces que vamos inventando sobre la marcha! Pero para nosotros lo más importante es “ganar el corazón y las mentes” de la gilada.

No hace falta decir que hubo que cambiar de método. Esas cosas sirven por un tiempo. Pasa como con los magos: cuando se termina la sorpresa y se empieza a descubrir la técnica, hay que cambiar. De todos modos, nosotros llevamos siempre la ventaja de trabajar con más o menos treinta años de anticipación. Lo que se está aplicando hoy, por ejemplo, nosotros lo ideamos en los años ´80. Hoy ya estamos planificando para el año 2040. Por eso, cuando al mago le descubren el truco, el mago ni se inquieta… ¡ya tiene un truco de reemplazo!

¿Cómo reemplazamos los golpes militares y las dictaduras sangrientas? ¡Muy fácil! Con seis componentes: 1) Usamos la tecnología, que para eso la inventamos ¿no? (teléfonos celulares, redes sociales en internet, etc.). 2) Tenemos un ejército multitudinario (¡gratuito, además!) de excluidos sociales y desclasados, que quedaron como remanente de los planes económicos aplicados por las dictaduras anteriores, siempre dispuestos a participar. 3) Contamos con los medios de difusión en manos de empresarios que, como nosotros, defienden la libre empresa (es decir, ¡sus propios intereses!). 4) Las drogas y el narcotráfico. 5) Empresarios amigos, que defienden su propia existencia. 6) Por último… (suspenso)…¡Sí señor!, ¡adivinaron! ¡La policía! Ahora “entrenamos” a las policías y damos cátedra sobre “seguridad” y “lucha contra el narcotráfico”.

No se impacienten, ya explico cómo funciona. Los comunistas decían: “La religión es el opio de los pueblos”. Como nosotros religión no les podemos dar, les damos opio. Es la manera de tenerlos pelotudos y que no jodan. ¡Opio es un decir! Como el opio es caro les damos “paco” (¡es baratísimo! y además destruye el cerebro rápidamente), cocaína y marihuana. La venta de droga produce pingües ganancias que se “reinvierten” para financiar toda la operación de defensa de la libertad (¡la libertad de mercado, obviamente!). O sea: ¡doble efecto! Neutralización de díscolos y obtención de fondos. Como ven, el método no está exento de ingenio, ya que ellos mismos se financian su propia, digamos, “contención”.

Aquí, con toda honradez, debemos reconocer que no inventamos nada, ya que nuestros eternos socios y aliados, los ingleses, usaron ésta parte del método con los chinos. Con el dinero del opio que les vendieron a la fuerza (luego de dos guerras entre 1839 y 1842), pagaron la deuda por las importaciones ¡de té! (para el five o´clock) y ¿a qué no saben que les impusieron? … ¡Sí, el libre comercio! ¡Y les “chafaron” Hong Kong durante 150 años!

¡Disculpen por la disquisición, pero nobleza obliga! Hace unas semanas nomás, dos de nuestros colegas, los principales operadores de una acción encubierta, confirmaron en una declaración a la cadena televisiva Fox que Ronald Reagan ordenó apoyar a la contrarrevolución nicaragüense de derecha mediante tratos con narcotraficantes latinoamericanos. La CIA les facilitaba operar en territorio estadounidense a cambio de otorgarles apoyo en armas y dinero a la contra.

¿Cómo se hace para tener cada vez más policías, desplegados en el territorio, armados y equipados? ¡Fácil! Se convoca a un grupo de desclasados y a cambio de un poco de droga o la mitad del botín a conseguir, se les garantiza libertad total para robar, saquear o hacer vandalismo en una pequeña zona.

Y ahí entran a escena nuestros amigos de los medios de difusión, que deben dar gran cobertura por radio, televisión y la prensa escrita, reclamando con grandes titulares e insistencia durante todo el día y durante varios días: ¡MÁS SEGURIDAD! O sea, ¡lo que inventó Carlitos Chaplin! Yo armo el lío y luego demuestro que soy necesario para resolverlo y para eso necesito más armas, más patrulleros, más personal, más medios de comunicación, etc.

¡Y ahí tenemos el nuevo ejército de ocupación!, pero sin tanques en la calle, que son tan antipáticos (¡e incómodos para maniobrar en las ciudades!) y, algo importantísimo, sin oposición de la población, ¡al contrario!, la gente lo exige porque tiene miedo.

Pero ¿y los “golpes blandos”? ¡Ahora va, ahora va, no hay que ser tan impaciente! Nosotros tenemos toda la paciencia del mundo, esa que da tener todo el poder y el dinero necesarios para hacer lo que se nos antoja.

Cuando un gobierno no actúa favoreciendo nuestros intereses, u oponiéndose a ellos, a través de las redes sociales se convoca a manifestar la indignación en las calles. Los que salen a la calle creen que participan defendiendo la democracia ¡y están laburando gratis para nosotros! Pero ¿qué indignación? Previamente hay que organizar algo que cause esa indignación: puede ser, como ya vimos, actos de vandalismo, saqueos o, con la colaboración de los empresarios amigos, escasez de productos básicos y necesarios. Ya se lo hicimos a Allende en Chile y rindió excelentes resultados. Ahora se lo estamos aplicando a Maduro en Venezuela. ¡La bronca que se agarra la gente porque no consigue papel higiénico! ¡Cuando se van a limpiar el traste se acuerdan de la madre de Maduro!, ja, ja. ¡Hay inteligencia ahí! Cerebros que piensan. No se improvisa. Y si no, se inventa algo. No tiene que tener existencia real, ¡no importa! No se preocupen por eso. Lo importante es que nuestros amigos de los medios de difusión hagan su trabajo, es decir ¡difundan! Y ¡la gente se lo cree! ¿Cómo se puede informar cualquier ciudadano de una gran urbe? Ya no hay más ágora griega o plaza pública. Ahora se mira la TV o se escucha la radio y si ellos lo dicen, debe ser verdad. Además, una vez en la calle hay que filmar, grabar y machacar con eso no sólo en el país, sino difundir esas imágenes por todo el mundo. ¡Así en todo el mundo se cree que allí  todo es un gran despelote!

¿Cuál es el siguiente paso? ¡Cae de maduro! (o ¡de hacer caer a Maduro, ja, ja!) ¡Que todos pidan ORDEN! ¡El gobierno no gobierna! ¡Estamos desprotegidos! ¡Que vengan los salvadores! Una vez generado el caos, ¿quiénes son los únicos con posibilidad de frenarlo? ¡Los especialistas! El que arma la bomba sabe cómo evitar que explote. Ahí es cuando la policía puede comenzar a negociar y poner condiciones a los gobiernos…sin tanques en las calles, sin torturar, sin matar, sin gases lacrimógenos… ¡Grande Chaplin!

 
Articulo publicado en
Abril / 2014

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