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Prácticas medievales en la salud pública con adolescentes

 

Durante los días 6, 7 y 8 de Setiembre del 2007 se realizó en Buenos Aires el 6ª Congreso Argentino de Salud Integral del Adolescente, organizado por la Sociedad Argentina de Pediatría, bajo el lema: “Tejiendo lazos, superando barreras, participando juntos… Para una adolescencia sana en un mundo mejor”
A continuación relato una experiencia vivida durante el Congreso, que me llevó a escribir una carta a su presidenta, solicitando una respuesta que aún no he recibido y que espero se produzca a la mayor brevedad para mantener una coherencia con lo proclamado por la institución en “Una adolescencia sana en un mundo mejor”.
Se mantiene en reserva la identidad de los autores del trabajo al que hago referencia.

Setiembre 2007

Sra. Presidenta del 6º Congreso Argentino de Salud Integral del Adolescente y Secretaria del CEPA:

Me dirijo a usted, y por su intermedio a la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Pediatría y a otras instancias superiores pertinentes, para plantearle una situación que se ha suscitado durante el Congreso de Adolescencia.
En mi carácter de discutidora de posters, he tenido a mi cargo la discusión de un poster con el siguiente título:
¿QUÉ OPINAN ADOLESCENTES INTERNADOS EN UN HOSPITAL PSIQUIÁTRICO SOBRE SU ESTADÍA?, presentado por profesionales pertenecientes al Hospital Neuropsiquiátrico Provincial de la ciudad de Córdoba.
El objetivo del trabajo era conocer el grado de información y de satisfacción de adolescentes internados en un Hospital Psiquiátrico de adultos en la ciudad de Córdoba, ya que no existe hospital psiquiátrico de adolescentes; o sea, cómo se sentían los jóvenes al ser internados por orden de la justicia (en un 60%), en un hospital psiquiátrico.
Eran en su mayoría adolescentes que habían realizado un intento de suicidio, o episodios de excitación psicomotriz, luego de haber cometido algún robo.
Entre las preguntas que se les formulaba a los adolescentes allí internados se encontraba la de qué era lo que más les gustaba, a lo que ellos respondían por orden decreciente: el hecho de no estar en la cárcel, cómo eran atendidos, la compañía de los otros pacientes y la tranquilidad.
Al preguntarles qué era lo que menos les gustaba mencionaron el hecho de estar encerrados, estar alejados de sus padres, “estar encadenados” y la custodia policial.
Al preguntarle yo a la médica que presentaba el poster a qué se refería con “estar encadenado” (dado que estaba entre comillas) relató que a los adolescentes, cuando ingresan al hospital, lo primero que se les hace es atarles una cadena que va desde su tobillo a la pata de una silla, quedando así encadenados para que no se escapen, habiendo además policías de custodia.
El hospital ejerce prácticas que ni siquiera deben usarse en las cárceles. Tener a adolescentes encadenados constituye una práctica que lesiona gravemente los derechos humanos de los internados y nos retrotrae a una época anterior a Pinel. Además dichas prácticas transgreden leyes nacionales y provinciales claramente establecidas.
La presentación de este trabajo, bienvenido sea, nos coloca, tanto a la Sociedad Argentina de Pediatría como a cada uno de los profesionales que tomamos contacto con la realidad descripta en el poster, ante un dilema ético. Conocer esta realidad, la de la descripción del horror, y no denunciarla teniendo el poder para hacerlo sería una complicidad.
Solicito a la Sociedad Argentina de Pediatría la investigación y denuncia pública exigiendo que estas prácticas cesen inmediatamente y se sancione a los responsables.
Considero que las doctoras relatan una situación gravísima que pone una vez más a la vista que los manicomios son instituciones represivas y autoritarias que nada tienen que ver con la salud mental sino, que en su contrario, son productoras de más enfermedad, ya que están basadas en la exclusión y supresión de los derechos sociales, políticos y culturales de los sujetos con padecimientos psíquicos.
La modalidad de atención en salud mental debe basarse en teorías y prácticas ajustadas a principios éticos.
En mi condición de psicóloga y psicoanalista de niños y adolescentes me reservo también el derecho a denunciarlo a las instituciones a las cuales pertenezco.
A la espera de una respuesta, saludo a Ud. atte.

 

Susana Toporosi
Psicoanalista de niños y adolescentes
susana.toporosi [at] topia.com.ar
 

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Articulo publicado en
Marzo / 2008

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