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Produciendo Realidad

Las empresas comunitarias
Enrique Carpintero
Mario Hernández
Tapa del libro

Introducción

Una fría y soleada mañana de julio volvíamos de una de las primeras reuniones donde representantes de más de 30 asambleas habían escuchado a trabajadores de IMPA, Chilavert, Cooperativa Alfa y de los MTDs de Solano y Alte. Brown. Seguramente no sería la primera vez que trabajadores ocupados y desocupados confluían en una actividad con asambleístas. Por el contrario, pocos días antes se habían movilizado por miles en repudio al crimen de dos trabajadores desocupados en Puente Pueyrredón ¿Qué había tenido de particular esa reunión en el bar tomado por los vecinos de Lacarra y Directorio? ¿Cuál era la circunstancia para que un domingo a las 11 de la mañana, más de 100 personas nos apiñáramos para escuchar atentamente las explicaciones de los trabajadores?

El fenómeno de las fábricas ocupadas había comenzado a difundirse. Después de la muerte de Maxi y Darío, los emprendimientos productivos de los trabajadores desocupados sorprendían a un auditorio que hasta ese momento los conocía sólo por cortar rutas. Pensamos que era necesario comenzar una reflexión más profunda sobre lo que estaba ocurriendo.

En el corto trayecto que separa Parque Avellaneda de Boedo, nació la idea de este trabajo.

No era la primera vez que tomábamos contacto con estas experiencias. En los primeros días de junio Topía se vinculaba estrechamente a Grissinopoli, La Maza tuvo su primer diálogo con los trabajadores de Zanón y ambas revistas estábamos organizando el primer festival de apoyo a los trabajadores de la fábrica Grissinopoli con la participación, entre otros, de Teresa Parodi.

En ese momento nos propusimos darle una nueva vuelta de tuerca a esta actitud. Es decir, preparar un texto donde el relato de algunas de estas experiencias permitiera reflexionar sobre sus consecuencias sociales y políticas. También creíamos importante dar cuenta de sus efectos en la subjetividad, al recuperar identidades colectivas que permiten enfrentar la fragmentación social que propone el poder.

Rápidamente surgieron algunos nombres para encarar la empresa: James Petras y Henry Veltmeyer, que nos habían visitado en abril participando en el "Primer Encuentro de Fábricas Ocupadas" en Brukman; Robert Castel, quien desde hace años está trabajando sobre las consecuencias de la desocupación como exclusión social; Oscar Martínez, quien junto a los integrantes del Taller de Estudios Laborales viene estudiando el mundo del trabajo por más de una década; Juan Carlos Volnovich y Alfredo Grande, desde el campo de la reflexión psicoanalítica.

También incluimos un artículo cedido por Robert Castel que si bien centra el análisis en la sociedad francesa, rescata la centralidad del trabajo frente a quienes vienen pregonando su desaparición desde hace más de dos décadas.

Durante cuatro meses fuimos elaborando el material que hoy ponemos en manos de nuestros lectores, que no sólo sintetiza experiencias directas sino también entrevistas, lecturas y el intercambio de opiniones entre los autores de los artículos. Esperamos satisfacer las expectativas que genera un primer libro de estas características, que estamos seguros será seguido por muchos otros en consonancia con el esfuerzo de los trabajadores de nuestro país por dar respuesta a la desocupación y al cierre de empresas.

Una reflexión final

No es un dato menor que los sectores capitalistas y sus representantes políticos han sido los principales responsables de esta situación. Durante los últimos 27 años han sometido a nuestro país a la aplicación de políticas neoliberales que han arrojado en la pobreza a la mitad de su población. No por casualidad se levanta unánime el "que se vayan todos". También es cierto que este reclamo es insuficiente. La experiencia de las más de 100 fábricas tomadas, las nuevas relaciones sociales y de propiedad que se generan en su interior, los Planes Trabajar puestos al servicio de los emprendimientos productivos que encaran los trabajadores desocupados organizados, y el apoyo de sectores crecientes de la población a estas experiencias, comienzan a dar una primera respuesta.

Pero hace falta mucho más. Como se señala en varios de estos trabajos será decisiva la confluencia de estas experiencias con los trabajadores ocupados. La lucha de los mineros de Río Turbio es un buen comienzo. También la participación de sectores medios de la sociedad como los estudiantes universitarios, asambleas vecinales, organizaciones culturales y sectores profesionales que comienzan a involucrarse activamente.

Aunque la hegemonía cultural de las clases dirigentes ha sufrido un fuerte golpe el 19 y 20 de diciembre del 2001, comenzando a resquebrajarse, todavía los sectores populares no han sido capaces de encontrar una respuesta que permita superar esta situación.

De allí también nuestra pretensión de que este trabajo sea una modesta contribución a la producción de realidad, terreno donde en última instancia, se disputa nuestra futura existencia como cuerpo social.

Esperamos que al finalizar la lectura hayan satisfecho, aunque sea en parte, estos objetivos.

Enrique Carpintero
Director de Topía revista de psicoanálisis, sociedad y cultura.

Mario Hernandez
Coordinador de La Maza revista de política y cultura.

Fecha de Edicion: 
Julio / 2002