Silvia Bleichmar

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario
Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

 

Silvia Bleichmar

Primero un agradecimiento, poder estar acá con ustedes, y en esta presentación que tiene el sello, como lo señalaban anteriormente, de darse en un espacio muy especial. Un espacio de recuperación no de una fábrica sino de la esperanza. De manera que, la sensación de ser protagonista hoy, creo que nos cabe a todos, en la medida en que hemos elegido lugares que nos arrancan de la pasividad y nos posibilitan ocupar un lugar diferente. En ese sentido, Enrique al final del libro dice; “Cuando una cultura no puede crear un espacio soporte, donde se desarrollan los intercambios humanos, establece una comunidad destructiva cuyo resultado es el vaciamiento de las subjetividades y los procesos de desidentificación.” Esto que Enrique plantea, indudablemente no es simplemente una alerta, si no el deseo concreto de crear espacios soportes como lugar de re subjetivación , eso es lo que hacemos acá. Esto tiene que ver con la necesidad de que por nuestra producción circule por espacios de recomposición subjetivas y no simplemente se limite a lamentarse de la desubjetivación que se ha producido en todos esto años. Se trata de que nuestra acción sea al mismo tiempo una forma de concretamiento del proyecto. Pero al mismo tiempo, es un libro complejo éste, porque se lee fácil pero no se lee fácil. Porque plantea una serie de cuestiones Enrique, que son cuestiones polémicas, cuestiones nodales, que nos hacen preguntarnos o compartir las preocupaciones respecto al momento que nos ha tocado vivir.Por ejemplo, el modo por el cual está planteada, en el primer capítulo, desde el comienzo de la introducción, la función de los intelectuales. Tema que yo creo que nos preocupa mucho y voy leyendo algunas cuestiones que están planteadas. Respecto al lugar del pensamiento único, dice Enrique “Este pensamiento único ya no es una técnica sino una ideología que domina al mundo. A cualquiera que quiera cuestionar este orden establecido se lo acusa de mesiánico, de delirante, o de querer volver al pasado. Cómo alguien va a cuestionar una sociedad moderna, madura y libre en la que cualquier ciudadano puede comprar en un supermercado desde hamburguesas hasta ideas listas para usar. En este sentido la conquista de la libertad de pensar y expresarse están amenazadas en todas partes ya no por dictaduras, sino por las fuerzas del mercado.” Y dice: “es necesario que aparezcan intelectuales que se integren en un colectivo pluridisciplinario de pensamiento crítico donde dos mas dos no es cuatro.” A mi me pareció que es un hallazgo esta idea de plantear la ruptura de la sensatez con una forma de producción intelectual. Recordaba el poema que gusta decir Alejandra Boero y que lo dice maravillosamente, el poema de León Felipe que es “Ya no hay locos”. Y donde León Felipe dice “Todos se han vuelto espantosamente cuerdos. Horrorosamente cuerdos.” Esta apelación, a la derrota de la cordura que aparece en el texto respecto que la función de un intelectual, digamos su responsabilidad es la trasgresión del sentido común.Por eso cuando yo lo escuchaba a Juan Carlos hablar de las revistas que lo marcaron, pensaba, bueno, pero antes de eso estuvo el “Billiken”, y me acordaba de una amiga cubana que me decía : a mí la Argentina me importa mucho porque cuando yo era niña leía el “Bíliken”, y yo decía, qué diablos será el ‘Bíliken’, hasta que un día me enteré que era el Billiken, y que ella le había llamado así toda su infancia, porque era de una familia muy culta y muy importante, entonces ella le decía el Biliken. O que, estamos marcados también por el “Paturuzú” y el “Para ti”, vale decir, en primera instancia por Vigil, por Atlántida, y después, entonces, sobre eso construimos como pudimos, “La Rosa blindada”, “Pasado y presente”, “Sur” era el ala culta de esta historia, y bienvenida sea. Pero no importa. De todas maneras, lo que quiero decir es que no es fácil para nosotros producir una cultura distinta con marcas tan profundas. Que cuando nos quejamos hoy de que las nuevas generaciones están afectadas por modelos, que ven Chiquititas, o ven a Pan Am y esas porquerías, nos olvidamos que nosotros fuimos educados por una revista que se llamó “Mundo Infantil”, donde estaba Picho La Federal como un personaje extraordinario, mientras en el país se producía represión por parte de la Policía Federal. De manera que, creo que tenemos que ser muy honestos al reconocernos en nuestros difíciles orígenes, y trabajar en una dirección que nos permita revisar desde dónde pensamos. Porque me parece que lo extraordinario del libro de Enrique es la contradicción permanente en que juega. Y creo que está bien, porque hoy no podemos no ser contradictorios. Somos contradictorios por este juego permanente con nuestros orígenes, y porque la realidad que nos ha tocado es muy compleja. Por ejemplo; la apelación a ala ruptura de la racionalidad, del sentido común que hace Enrique, luego yo coincido con Horacio/Florencia González, respecto al lugar planteado para la utopía. Hace unos días me toco estar en una mesa redonda que decía, yo tengo una amiga de setenta años que cada tanto dice “la próxima no me caso por amor”, cuando se harta del marido. Y es una broma que tenemos siempre, y, yo creo que el enojo con la utopía es como cuando a una la plantan en el altar. Yo no vendería el vestido; buscaría otro novio, lo digo francamente. No soy de las que ponen ese triste aviso que dice ” vendo vestido de novia talla 44..”.Me parece que el tema de la utopía es el lugar en que quedó emplazada. Quedó emplazada como Topía, quedó emplazada como espacio y no como proyecto, y esto es lo que ha producido el profundo malestar en que quedó. Por otra parte es verdad que hubo un error terrible en la construcción de los espacios de utopía y acá Enrique aporta algo extraordinariamente importante que es la función de las pasiones y la no reducción a la economía política de los grandes procesos históricos. En ese sentido creo que hay hallazgos importantísimos en el texto, por ejemplo el lugar que Enrique le plantea a las locuras urbanas. En este tema de las locuras urbanas, es evidente, que la famosa selva de Hobbes se ha convertido hoy en nuestra ciudad, que la ciudad es el espacio mas amenazante para los seres humanos. A tal punto que el concepto mismo, la idea freudiana de lo siniestro es la sensación que uno tiene cuando transita por la ciudad. Como un lugar de inquietante extrañeza y un lugar amenazante. Pero por otra parte, lo interesante del planteo de Enrique es que la ciudad se ha convertido como en un paradigma. Dice: ”Es la ciudad quizás, debido a la gran concentración de sus habitantes, también reúne las múltiples manifestaciones de la crisis de nuestra cultura y muy espacialmente lo que se inscribe en la subjetividad de aquellos que la habitan. Todos sabemos lo difícil que fue la confrontación electoral en la ciudad de Buenos Aires, y el modo en que estuvieron jugando estas formas de representación en la subjetividad respecto a los modos con los que se han ido procesando sistemas políticos. Y cuando dice que la reapropiación de la ciudad implica de alguna manera al otro como semejante, y después trabaja la cuestión de lo amenazante que es para el sujeto “del sentido común” -entre comillas- la presencia de los piqueteros, o la presencia de los pobres, o la presencia de los cartoneros, o la presencia de quien fuera, el deseo de “bueno, métanme a los pobres debajo de la alfombra que no puedo soportar seguir viéndolos”, esta cosa terrible que percibimos en la ciudad, de que desaparezcan aquellos que son como la amenaza que marca lo que ha quedado después de la inundación terrible que hemos padecido económicamente, Enrique por el contrario plantea la necesidad de reapropiación de la ciudad y el carácter que esto ha tenido como proceso de saneamiento, sobre todo en los acontecimientos de diciembre. Y yo pensaba que acá aparece un elemento muy interesante para pensar, que es la cuestión de la categoría de vecino. La forma en que ha sido bastardeada la categoría de vecino, en primer lugar para plantearnos que no somos ciudadanos sino vecinos, y tenemos que votar por los baches, no por los desocupados, ni contra el hambre y la desocupación sino para que nos hagan mejor la autopista y nos arreglen los baches. Esta bastardización del concepto de vecino, que nos quita, así como digo a veces que a los jubilados se les ha quitado la categoría de jubilados para llamarlos abuelos, como si fuera un problema de caridad la justicia social o la retribución económica, a nosotros se nos llama vecinos. Con lo cual perdemos la categoría de ciudadanos, de ciudadanos políticos. Pero el segundo aspecto que me impacta es el modo en el que es usado la categoría vecino en los periódicos, por ejemplo, yo no se si ustedes recuerdan, cuando se levantó el Padelai, que la televisión dijo una cosa que me asombró , decía “ahora los vecinos de la zona caminan tranquilos”, los que estaban en el Padelai no eran vecinos. Con lo cual, lo extraordinario es que la categoría de vecinos se ha convertido en una categoría de iguales y todo aquel que es pobre y circula por la ciudad no es un vecino, es alguien que molesta a los vecinos. A tal punto, que una de las cosas conmovedoras que ha ocurrido, es que se han generado unos sitios extraños en la ciudad, que son rejas en las ochavas. Que no encierran nada más que el vacío, que no cumplen una función más que de excluir. Vale decir, están puestas en las ochavas, donde un edificio sobresale para evitar que abajo se acueste alguien. Con lo cual, son suerte de celdas invertidas, que tiene que ver con múltiples signos con que la ciudad marca el nivel de paranoización en que está. Por eso yo creo, que no es ninguna frivolidad, que Enrique haya tomado esta cuestión de las locuras urbanas, para plantear las formas enloquecedoras, alienantes y excluyentes con que la ciudad, que fue siempre un espacio de inclusión, y por eso en la Edad Media se pedían las llaves de la ciudad, ahora se define por espacios de exclusión interiores. Incluidos los muros para proteger a los supermercados de la posibilidad de los saqueos.El otro punto que a mi me apasionó del texto es toda esta cuestión del mal humor y el desasosiego, donde Enrique apela a una serie de tesis sobre la cuestión de las pasiones, y por un lado juega con Spinoza, por supuesto, y por otra parte con Pessoa. El desasosiego como modo, digamos, el mal humor, es interesante; Freud escribió sobre el humor, a principios del siglo veinte. Enrique escribe sobre el mal humor, vale decir, sobre la imposibilidad de establecer formas que ayuden a la resolución del malestar. El humor con esas características parecería que no tiene lugar, lo que aparece es algo que no es exactamente el humor, es lo contrario del humor; es aquello que tapa lo que debe ser mostrado, en lugar de develarlo. Con lo cual, lo que exagera es lo que es evidente por eso es grotesco. Pero yendo a la cuestión del desasosiego, pensaba lo importante que es como plantea en su texto sobre el mal humor, la relación existente entre el sufrimiento y la risa. La importancia que tiene, yo diría, la posibilidad de sufrir y comprometerse respecto a la posibilidad de disfrutar. Porque me acordaba que me llegó el otro día, una tarjeta de año nuevo judío, me llegó una tarjeta que decía “Que tengamos una vida tranquila y feliz”. Y le mandé una respuesta que decía “Muchas gracias, pero son incompatibles.” Si es tranquila no es feliz, y si es feliz no es tranquila. Entiendo que en el siglo diecinueve se podía esperar una vida tranquila y feliz porque lo que pasaba era horrible, pero hoy una vida tranquila y feliz es un horror. Todos hemos llegado a la conclusión de que la felicidad tranquila es la paz de las tumbas, y no es realmente la felicidad en los términos en que lo entendemos, que la felicidad es siempre tensión, deseo, tendencia a . La felicidad no es lo que uno tiene sino la posibilidad de soñar con aquello que se espera tener algún día. Por eso yo creo que el tema del desasosiego va ligado, en esto que Enrique trabaja, a la necesidad de la construcción de espacios de recomposición y proyectos. Para no abundar mucho, me sorprendió el empleo del concepto de exceso de realidad porque hace tiempo que yo estoy trabajando, incluso pensaba titular un libro, como subtítulo, “Los excesos de la realidad”, me sorprendió agradablemente, quiero decir, me encantó que estemos en el espíritu de los tiempos.. Este tipo de coincidencia marca que somos muchos pensando en cierta dirección. Como para ir terminando, tal vez yo no coincidiría en el lugar que Enrique le otorga a la pulsión de muerte, pero eso es un debate psicoanalítico que no interesa acá. No interesa acá porque acá estamos precisamente para marcar puntos futuros de debate y para crear las condiciones para poder pensar en común. Coincido en la preocupación de él de incluir la subjetividad en su relación con el poder. Pero tal vez los determinantes sobre los que trabajaría serían otros. Creo que en gran medida, el malestar actual está determinado en relación con esta cuestión de la expulsión de los sueños como estigmatización de la locura. En la imposibilidad de establecer proyectos que rompan con lo real y posible, digamos. Aunque sea como meta. Y en ese sentido, la frase de Goethe que dice “Somos tal vez los últimos de una época que tardará mucho en volver”, tiene que ver con el desasosiego. Tiene que ver con el sufrimiento que nos provoca a todos a veces la sensación de estar como en un destiempo a veces con la historia del mundo. Yo quiero terminar leyendo un párrafo del desasosiego, de Pessoa que me ha conmovido mucho, y se puede traspolar a muchas cosas que muchos de nosotros podemos sentir. Dice: ‘He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en Dios. Por la misma razón que sus mayores la habían tenido (Cada uno haga las ecuaciones que quiera) sin saber porqué. Y entonces, porque el espíritu humano tiende a criticar porque siente y no porque piensa, la mayoría de los jóvenes ha elegido a la humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven solo la multitud de la que son sino también los grandes espacios que hay al lado. Por eso no he abandonado a Dios tan ampliamente como ellos ni he aceptado nunca a la humanidad. He considerado que Dios siendo improbable podría ser, pudiendo, pues, ser adorado. Pero que la humanidad siendo una mera idea biológica y no significando mas que la especie animal humana muera mas de inadoración que cualquier especie animal.’

Ustedes saben que Pessoa escribía esto y la semana que viene lo contrario con otro nombre; porque en realidad, los cuatro personajes que creó para escribir tienen la enorme virtud de pelearse entre sí, lo cual es absolutamente maravilloso. El libro del desasosiego en realidad lo escribió Bernardo Soares, y después él es Pessoa, y es Ricardo Reis, etc. Y los hacía pelearse en los diarios, y discutir entre sí, era una cosa extraordinaria y de repente se cansaba y largaba todo y desaparecían todos los personajes que hacía discutir en la cultura.

De manera que, lo que si quiero marcar es lo siguiente; la idea de Dios, que Pessoa plantea; la idea de que los jóvenes desplazaron a la humanidad, o que Bernardo Soares plantea, de que desplazaron a la humanidad el ideal de trascendencia, tiene que ver con la sociedad de la historia. Pessoa, o Bernardo Soarez, añoran en este párrafo a Dios. Yo tengo nostalgia de un proyecto histórico. No tengo nostalgia de Dios. Y creo que estamos acá porque nos negamos absolutamente a seguir resistiendo, sino que queremos construir algo distinto. Muchas gracias Enrique.