Diana Kordon

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

Diana Kordon

Cuando comencé la lectura me dí cuenta que no iba a poder dejar de leer. No se trataba de conectarme con un material para su presentación, sino con un recorrido a lo largo de una historia de la que me siento partícipe, Hace muchos años que pensaba que nuestra generación nos debíamos esta reflexión y que se la debíamos a aquellos que hoy intentan construir nuevos caminos. Este libro sale al encuentro de esa inquietud.

Me pregunto sobre las razones que llevaron a Enrique y Alejandro a acometer una empresa de la envergadura de Huellas de la Memoria I y II. Seguramente respondan a razones personales, pero no tengo dudas que simultáneamente responden a una necesidad social.

En la introducción al primer tomo señalan como momento fundacional del proyecto un encuentro de 1997 en un café de San Juan y Boedo.

No sé exactamente en que momento fantasearon y comenzaron con su búsqueda, con las primeras entrevistas, con esa primera aproximación deseante que nos hace amar un proyecto; pero esta producción es imprescindible a partir de las condiciones subjetivas generadas luego de diciembre de 2001, que nos demandan a una revisión de la historia, de las experiencias en salud mental, de la revisión de nuestros instrumentos teóricos y técnicos, de nuestra inserción como sujetos sociales.

El trabajo de la memoria, el trabajo de historización surge de necesidades del presente. Dice Halbwachs:” la memoria colectiva es la memoria de los miembros de un grupo que reconstruyen el pasado a partir de sus intereses y del marco de referencias presentes. Esta memoria colectiva asegura la identidad, la naturaleza y el valor de un grupo. Además es normativa porque es como una lección a transmitir sobre los comportamientos prescriptos del grupo”

Huellas de la memoria ll es precisamente eso. Parte de un trabajo de memoria colectiva, en el que los autores, desde su compromiso social, político, científico, con el presente, hacen un recorrido por las prácticas y la construcción de ideas desde el 70 al 83, y lo hacen en una relación de interioridad. . El trabajo de historización, como diría un institucionalista, los atraviesa, y teniendo una diferencia generacional, Enrique ha sido protagonista de la historia y Alejandro es de aquellos que retoman la posta para un proyecto de futuro. Indudablemente la revista Topía, producción de un colectivo comprometido, da cuenta también de este trabajo de memoria y proyecto. Nos conectamos con este libro en un momento en que el sistema de salud está colapsado, en salud mental la hegemonía de los laboratorios define orientaciones y aún prácticas concretas de los profesionales, el psicoanálisis atraviesa una profunda crisis conceptual e institucional, las institucionales profesionales dejan por fuera de su actividad, en un verdadero pacto denegativo con el poder, como diría Kaes, la defensas de los derechos de los profesionales y de los pacientes. Esto solo por mencionar algunos de los rasgos de la situación actual de nuestro campo.

Sin embargo, justamente a partir de la gigantesca convulsión social que surgió a partir de 2001,estos hechos comienzan a desnaturalizarse,, comienzan a surgir esbozos de nuevas respuestas sociales , de nuevos compromisos , de nuevas aperturas de los TSM.

Como los mismos autores sostienen, el libro nos lleva al encuentro de una época de “construcciones, contradicciones y luchas” un tiempo de “encuentros y desencuentros” de “pasiones alegres y pasiones tristes”.

A través de un trabajo testimonial, de una polifonía de aportes, de algunas producciones escritas paradigmáticas, se evidencian las ideas y ansias comunes y la diversidad de miradas.

Rescatan del silencio, producto de la dictadura y también del hegemonismo de las ideas de la posmodernidad, correlato en el plano de la cultura de llamado neoliberalismo, la gigantesca práctica social y la profunda producción conceptual que estalla a partir del cordobazo y recorre los primeros años de la década del 70

Enrique Carpintero y Alejandro Vainer renuncian a la trampa de una supuesta neutralidad, asumiendo posicionamientos explícitos en relación a los hechos. Con su lectura tengo muchísimos acuerdos y algunas diferencias.. Por supuesto quedan abiertos debates que los acontecimientos de años posteriores a los que abarca este trabajo, han resignificado en buena medida. Huellas de la Memoria constituye en sí mismo un nuevo aporte a estos debates.

Quiero también destacar la honestidad política e intelectual que significa la amplitud del espectro testimonial y el reconocimiento de todas las fuerzas que participaron en el movimiento social y profesional de la época.

El período que abarca este tomo pone al rojo vivo un contraste. Por un lado una etapa , abierta por el cordobazo de mayo del 69, de gigantesco auge de las luchas populares, con un correlato de revolucionarización de quienes trabajábamos en el campo de la salud mental (psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales , psicopedagogos) y que en el interior de dicho proceso nos autodenominamos TSM. Esta denominación no fue fortuita: definía un campo de trabajo y nuestra inserción como trabajadores.

Por el otro, la tragedia que significó para nuestro pueblo la dictadura militar, que desató la más brutal represión que conoce nuestra historia ,solo equiparable al genocidio indígena. Como expresión paradigmática de ello en el campo de la salud mental, la desaparición de 110 TSM.

Me resulta imposible detenerme en el análisis de cada uno de los momentos y procesos y los elementos que se abordan en el libro, dado. lo abarcativo del análisis. Solo mencionaré, sin posibilidad de profundizar, aquellos que me resultaron más significativos, o quizás más próximos.: Como en una pintura de época, de inicio entramos de lleno a un universo sacudido por el cordobazo y el mayo francés.

Los primeros capítulos recorren el campo de ruptura de la APA, los desarrollos de la FAP, la conformación de la CTSM y del CDI, las prácticas en las instituciones públicas de salud mental, la carrera y la problemática de los psicólogos y sus instituciones.

La formación de los grupos Plataforma y Documento marcan la ruptura de la Asociación Psicoanalítica Argentina, institución que hasta ese momento tenía el monopolio del psicoanálisis .Sobre la base de documentos y entrevistas se reconocen acuerdos y diferencias entre ambos grupos, en sus momentos fundacionales La ruptura con la APA significaba la pérdida de un espacio identitario que abarcaba mucho más que el reconocimiento como psicoanalistas. Ambos grupos confluyen en la Federación Argentina de Psiquiatras en la que también venían desarrollándose posiciones cuestionadoras de la psiquiatría manicomial.

En un período sacudido por conmociones sociales profundas, confluimos la FAP, la APBA, La asociación de asistentes sociales, la de psicopedagogos en la Coordinadora de TSM .La experiencia de la CTSM nos marcó profundamente a todos los que participamos de ella. Nos sentíamos sujetos de un proceso cuestionador y transformador .La política, la filosofía (el materialismo dialéctico) las problemáticas de la Salud Mental, las nuevas prácticas en las instituciones hospitalarias, el psicoanálisis, las comunidades terapeuticas, la Antipsiquiatría, las terapias breves y grupales. Todo era materia de investigación y discusión. Marx y Freud eran los referentes cuya articulación se planteaba como objetivo. No era un momento de reconocimiento de heterogeneidades. Extrapolaciones de un espacio clínico o conceptual a otro. Pero impregnado del espiritu de rebeldía y de búsqueda. Todo ello inscripto en un anhelo explícito: participar del movimiento social en un camino liberador. Vivíamos en un clima apasionado de efervescencia revolucionaria, de discusiones democráticas en asambleas. Aún hoy recuerdo discusiones interminables alrededor de la caracterización de la revolución: liberación nacional y social o social y nacional. Indudablemente sigue siendo un debate, pero lo que quiero transmitir es esa profunda convicción, de la que participábamos miles de TSM, de sentirnos parte de un colectivo que se proponía cambiar el mundo.

Este período, de boca de muchos de sus participantes, está reflejado en el libro.

A partir de fines del 74, con el clima persecutorio que comienza, los asesinatos de dirigentes populares como Ortega Peña, las amenazas, intimidaciones, se va generando el clima propicio para el golpe. El movimiento social se desgarra. Las diferencias políticas entre los diferentes grupos de TSM se profundizan. Algunos comienzan a partir al exilio.

Por fin, entramos al período más oscuro de nuestra historia: el golpe del 24 de marzo de 1976 inaugura la dictadura.

En un acto de reafirmación del compromiso ético y político, los autores comienzan este capítulo del libro con la lista de los TSM y estudiantes de SM detenidos desaparecidos: apellido, apellido de casada, nombres, profesión, lugar de trabajo, fecha de desaparición, lugar de desaparición, edad. La lectura de cada uno de los nombres, cuya edad, salvo alguna excepción, no superaba los 35 años, me conmueve profundamente. Los releo una y otra vez, con angustia, como en aquellos tiempos de búsqueda desesperada. Recuerdo en ese instante cuando en la casa de Mignone, padre de una joven desaparecida y fundador del CELS, leíamos en esos tiempos las primeras listas que algún liberado recomponía, y en las que por primera vez leí la palabra “trasladado”, mientras Mignone me decía que quería decir eso. Evidentemente fantasmas de lo traumático me siguen recorriendo subjetivamente .Aún hoy, me resulta imposible poner en la letra escrita ese horror de lo siniestro que señala el “trasladado”.

De esa lista, en tres nombres quiero rendir mi homenaje a todos los TSM detenidos desaparecidos: Beatriz Perosio: presidenta de APBA; Juan Carlos Risau: Secretario general de FAP y Marta Brea, que había sido mi compañera de admisión en el equipo de adolescentes del Lanús.

Sobre el período de la dictadura no me voy a extender, dado que la lucha contra la impunidad ha permitido que se hiciera público lo ocurrido. En el campo de la salud mental ha habido un intenso trabajo colectivo de elaboración de lo traumático.

Los autores dejan en claro la eficacia del poder del estado, y en particular del terrorismo de estado, en su capacidad de disciplinamiento social. Ponen en claro como, además de la desaparición , tortura, asesinatos, cárcel, exilio, que afectaron a miles de TSM, se aplicó una política en salud mental y en la universidad, que, apoyada en el terror, se proponía liquidar todas las conquistas logradas en años anteriores. Muestran como ese discurso dominante, inductor de alienación social incidió en la subjetividad, como el encierro en los consultorios operaba como una supuesta defensa ante el peligro, como se fracturaron instituciones.

Pero no quedan prisioneros de las campañas de culpabilización. Rescatan las múltiples experiencias de resistencia, la resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, la resistencia en los más diversos ámbitos de nuestro espacio de salud mental. Pequeñas y amplias resistencias, que, desplegadas en un clima de aislamiento y persecución, nos rescataban y le daban sentido a nuestro quehacer.

Las Huellas de la Memoria II es un magnífico aporte a la memoria colectiva y a la memoria histórica. Pero sobre todo es un aporte y un desafío para las nuevas generaciones de TSM en la perspectiva de construir nuevos caminos emancipadores, y en ese trayecto, nuevas formas de subjetividad y nuevos instrumentos en el campo de la salud mental.

Una vez más , este libro , en el reconocimiento de que los caminos de la historia son sinuosos, son difíciles , que hay avances, que hay derrotas, nos estimula, en su inmenso compromiso con la vida, con la acción y con el pensamiento, a encontrarnos con las inmensas posibilidades que nos ofrece nuestra práctica específica en salud mental y articularlas con las prácticas sociales transformadoras.

Un libro francamente conmovedor y necesario.