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Ponerle luces a la oscuridad

 
Editorial Revista Topía #91 abril/2021

En cuanto a las restricciones que afectan a determinadas clases de la sociedad, nos topamos con unas constelaciones muy visibles, que por otra parte nunca han sido desconocidas. Cabe esperar que estas clases relegadas envidien a los privilegiados sus prerrogativas y lo hagan todo para librarse de su «plus» de privación. Donde esto no es posible, se consolidará cierto grado permanente de descontento dentro de esa cultura, que puede llevar a peligrosas rebeliones. Pero si una cultura no ha podido evitar que la satisfacción de cierto número de sus miembros tenga por premisa la opresión de otros, acaso de la mayoría (y es lo que sucede en todas las culturas del presente), es comprensible que los oprimidos desarrollen una intensa hostilidad hacia esa cultura que ellos posibilitan mediante su trabajo, pero de cuyos bienes participan en medida sumamente escasa. Por eso no cabe esperar en ellos una interiorización de “las prohibiciones culturales”; al contrario: no están dispuestos a reconocerlas, se afanan por destruir la cultura misma y eventualmente hasta por cancelar sus premisas. La hostilidad de esas clases a la cultura es tan manifiesta que se ha pasado por alto la que también existe, más latente, en los estratos favorecidos de la sociedad. Huelga decir que una cultura que deja insatisfechos a un número tan grande de sus miembros y los empuja a la revuelta no tiene perspectivas de conservarse de manera duradera ni lo merece.

Sigmund Freud,
El porvenir de una ilusión

En junio de 2020 los criaderos de visones en Dinamarca comenzaron a generar casos de covid-19 entre los animales. Originalmente el virus había pasado de los animales a los humanos y ahora había mutado y vuelto a trasladarse a los animales, particularmente aquellos vulnerables a las enfermedades respiratorias, como los visones. Los criaderos donde estos animales viven hacinados para su mayor explotación son un escenario propicio para el contagio. En diciembre las autoridades danesas tomaron la decisión de sacrificar más de 15 millones de animales que fueron enterrados en fosas preparadas especialmente. El problema que surgió fue que, luego de varias semanas, debido a la gran cantidad de animales muertos emergieron gases de los cadáveres en descomposición y los animales sacrificados salieron nuevamente a la superficie revelando el uso y abuso que hacemos de nuestro planeta.

La pandemia puso en evidencia la necesidad de pensar cómo construimos un sistema social y ecológico que deje de considerar a los seres humanos y a la naturaleza como mercancía

La pandemia puso en evidencia la necesidad de pensar cómo construimos un sistema social y ecológico que deje de considerar a los seres humanos y a la naturaleza como mercancía; que permita revisar la lógica consumista y la satisfacción inmediata asociada a la idea de objetos con un fin precoz y programado.

Es decir, la pandemia nos lleva a reflexionar sobre el capitalismo globalizado y su eficacia como constructor de subjetividad. Una corposubjetividad sostenida en el consumismo como búsqueda de la felicidad privada. Una corposubjetividad donde la ruptura del lazo social lleva a que el otro es el enemigo. Esta situación se ha consolidado con las medidas necesarias que se han tomado para prevenir el virus.

En este sentido la crisis del covid-19 ha llevado a que se acentúen los problemas que traen en el tejido social y ecológico la organización política y económica del capitalismo contemporáneo. La pretensión de acumulación ilimitada de la riqueza en un planeta finito es el modelo que sigue imperando a escala planetaria. Esta contradicción no se va a resolver mágicamente tampoco con medidas paliativas que disminuya transitoriamente sus efectos; requiere de acciones globales que permitan procesos de corposubjetivación que lleven a una nueva forma de entender el mundo y la vida. Una nueva forma de encontrarnos con otros cuerpos en el colectivo social. Esto apunta a que no es suficiente una función diferente del Estado; es necesario -como veremos más adelante- forjar una nueva corposubjetividad que genere comunidad.

En la actualidad la realidad se con-funde con el capitalismo

En los noventa, con el fin de la llamada “Guerra Fría”, a partir de la caída del Muro de Berlín y el fin del socialismo totalitario estalinista en la URSS se impone a nivel mundial el capitalismo en su forma neoliberal. Mientras el filósofo Francis Fukuyama anunciaba el “fin de la historia” y el “fin de las ideologías”, en el interior del pensamiento crítico se trató de sustituir la lucha de clases y el anticapitalismo por conceptualizaciones que pretendían entender la “nueva realidad” desde perspectivas que llevaban -y llevan- a seguir sometidos al poder del capital. Para citar algunos de los autores más importantes, podemos mencionar a John Holloway que sostenía “cambiar el mundo sin tomar el poder”; “La razón populista” de Ernesto Laclau quien delimita la lucha “entre amigos y enemigos” matizada con la lectura del psicoanálisis lacaniano y la búsqueda del “significante vacío” y -para finalizar- Michel Hard junto a Antonio Negri quienes afirmaban que el imperialismo no existía ya que había sido reemplazado por un imperio global sin localización donde lo importante era rescatar el lugar de la “multitud” como potencia de resistencia. Spinoza leído desde Deleuze era traducido políticamente a partir de la importancia de las micropolíticas en un mundo llamado posmoderno donde prevalece “el pensamiento débil” y la importancia del “acontecimiento” como momento de ruptura. A principios del siglo XXI el modelo del capitalismo neoliberal tiene crisis importantes que llevan a que se establezcan gobiernos progresistas que no cuestionan las bases del modelo capitalista y populismos de derecha -con connotaciones fascistas- que asumen desde el “negacionismo” un supuesto lugar de rebeldía. Aquí encontramos a Trump en EE.UU., Bolsonaro en Brasil, el Brexit en Inglaterra, Duda en Polonia, Orbán en Hungría, etc. Debemos decir que producto de esta crisis del neoliberalismo se genera una de las peores pandemias de la historia facilitada por la globalización y el consumismo.

Es evidente que con el desarrollo productivo alcanzado en este siglo XXI es suficiente, con una parte mínima de este capital, elaborar y suministrar las vacunas a todos los habitantes del planeta si se liberan las patentes como bien de la humanidad

Si bien la crisis sanitaria que aparece lleva a cuestionar en muchos países el lugar del Estado como organizador de la Salud, que en el neoliberalismo se había dejado en manos privadas, no se cuestionan las bases sociales y económicas que la hicieron posible. Esto ha llevado a que los laboratorios privados financiados con capitales estatales hayan iniciado una guerra primero por el descubrimiento de una vacuna; luego por su distribución y finalmente por acuerdos multimillonarios con los países más ricos. Éstos compraron vacunas en volúmenes superiores a su población. Canadá se aseguró vacunas en una proporción seis veces mayor a la cantidad de habitantes que viven en su territorio; por lo contrario, África, como continente, con una población de 1.300 millones de habitantes, reservó 870 millones de vacunas. Según la OMS, pocos países pobres y endeudados tendrán acceso a la vacunación durante varios años. Además, el afán de lucro llevó a prometer una cantidad de dosis que ningún laboratorio puede cumplir. Su resultado es la demora en la entrega, la diplomacia de las vacunas donde se juegan cuestiones geopolíticas y la aparición de un mercado negro donde la vacuna se vende a 250 y 350 euros. Es evidente que con el desarrollo productivo alcanzado en este siglo XXI es suficiente, con una parte mínima de este capital, elaborar y suministrar las vacunas a todos los habitantes del planeta si se liberan las patentes como bien de la humanidad. (Jonas Salk, en 1955 desarrolló la vacuna contra la poliomielitis y decidió no patentarla para que pudiera llegar a más personas rechazando una ganancia de 7 mil millones dólares). Sin embargo, a pesar de las frases huecas que se enuncian sobre la necesidad de un cambio, se procede con más de lo mismo: obtener ganancias sin importar sus consecuencias. Esta es la lógica del Capital. Aparte de las consecuencias humanitarias y éticas, si este sistema capitalista no se detiene sus efectos llevan a aumentar la desigualdad social y a poner en peligro la habitabilidad del planeta.

La circulación del virus acompaña la circulación del Capital y éste afecta a los más débiles no solo por su inmunidad sino por sus condiciones de vida

Es que el capitalismo se identifica con la realidad cuyo efecto es convertir la vida en la auténtica forma de dominio. Es decir, “El capitalismo y la realidad coinciden porque un único acontecimiento unifica el mundo al conectar todo lo que en él pasa. Es decir, en principio, hoy todos los acontecimientos son reconducidos a un solo acontecimiento. Este acontecimiento único es el desbocamiento del capital. La globalización neoliberal, sinónimo de época global, no es más que la repetición. La repetición compleja por ser fundadora y desfundadora simultáneamente- de un solo y único acontecimiento: el desbocamiento del capital.” (Santiago López Petit, 2009). Esto nos lleva a lo que afirmaba Carlos Marx “El verdadero límite de la producción capitalista, es el capital mismo.” Nuevamente volvemos al tema de los límites. Límites que pone en juego la importancia de un pensamiento crítico donde pone en evidencia que hacer más de lo mismo implica lo mismo; aunque se lo disfrace con diferentes ropajes progresistas o de derecha. La circulación del virus acompaña la circulación del Capital y éste afecta a los más débiles no solo por su inmunidad sino por sus condiciones de vida. En nuestro país las provincias con menor poder adquisitivo, muchas de ellas manejadas por gobernadores feudales, los barrios pobres de CABA y Gran Buenos Aires. Una investigación de la Oficina de Presupuesto del Congreso (COP) muestra que en el año 2020 el 20% de la población con más altos ingresos obtuvo el equivalente a 13 veces lo que gana el 20% más pobre, cuando en 2019, era de 10 veces, lo que igual ya era una tremenda diferencia.

En EE.UU. las personas afroamericanas y latinas tienen más posibilidades de contraer Covid-19 y cuando se contagian sufren consecuencias más graves, incluida la muerte. En un informe de OXFAM (una confederación internacional de 20 ONG que realizan un trabajo en 67 países) titulado “El virus de la desigualdad” plantea el aumento de las desigualdades no solo económicas sino también raciales y de género. En el escrito de 60 páginas evidencia la “fragilidad colectiva” y cómo entre marzo y diciembre de 2020, en plena pandemia, la fortuna de las 10 personas más ricas del mundo (milmillonarios) creció 540.000 millones de dólares. Se refiere a Jeff Brezos, Elon Musk, Bernard Aranult, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Lany Ellison, Warren Buffett, Zhong Shashang, Lang Page y Mukesh Amboni. En este mundo donde los más ricos ganaban inmensas fortunas, casi la mitad de la humanidad tiene que sobrevivir con menos de 5,50 dólares por día; durante 40 años el 1% más rico de la población ha duplicado los ingresos de la mitad más pobre. Por otro lado, en el último cuarto de siglo el 1% más rico ha generado el doble de emisiones de carbono que el 50% más pobre agravando la crisis del cambio climático.

En este sentido, la idea que el capitalismo es lo único posible lleva a un pensamiento que supuestamente comprende la realidad, aunque se somete ante ella. Este posibilismo reduce la política a la administración del orden existente y eso significa administrar el dinero y no permitir generar cambios estructurales.

El capitalismo como religión

Hay una mercantilización de los “bienes comunes” con el fin de obtener ganancias y superar las crisis económicas; este hecho iguala a gobiernos neoliberales, progresistas o populistas de derecha

El orden simbólico es el lugar donde los sujetos se representan a sí mismos como un sistema de relaciones sociales y culturales en el colectivo social. Este orden simbólico se ha visto conmovido a partir de la pandemia. Ya que asistimos a una atención global de la humanidad. Esta situación es consecuencia de una crisis civilizatoria que está basada en la destrucción de la naturaleza donde no hay naturaleza entre los humanos y los virus. Hay una mercantilización de los “bienes comunes” con el fin de obtener ganancias y superar las crisis económicas; este hecho iguala a gobiernos neoliberales, progresistas o populistas de derecha. Con sus diferencias todos autorizan los desmontes de grandes extensiones de bosques para seguir ampliando la frontera agrícola (por ejemplo, la región del Amazonas en Brasil); se desertifican grandes extensiones de tierras con productos agrotóxicos; se estimula la megaminería contaminante y destructora de glaciares que nos dan agua potable subsidiando fracking con grandes sumas de dinero. En nuestro país, el 27 de agosto del año pasado, en plena pandemia, la Comisión de Arraigo y Agricultura del Partido Justicialista Nacional convocó por Zoom para tratar el tema de los criaderos de cerdos. De ella participaron varios funcionarios, entre ellos el canciller Felipe Solá. Cuando los organizadores se dieron cuenta de la presencia de algunas personas que estaban contra uno de los negocios más contaminantes del planeta los expulsaron de la reunión. Entre ellos se encontraban la socióloga Maristella Svampa y los científicos Guillermo Felgueras y Marcos Filand.

Debemos tener una tecnología basada en otra organización económica y social equitativa y participativa que nos potencie y no que nos encierre en la impotencia y la destrucción

La pandemia del Covid-19 y el cambio climático plantean que el modo de producción basado en el consumismo no es sostenible. Pero esto no implica vivir en el bosque ni volvernos ascetas. Debemos tener una tecnología basada en otra organización económica y social equitativa y participativa que nos potencie y no que nos encierre en la impotencia y la destrucción. Sin embargo, en las últimas décadas el capitalismo tardío se fue convirtiendo en una religión materialista excluyente de otras variables de vida, de producción, de cultura, de comunidad. Esta tendencia ya fue observada a principios del siglo pasado por Walter Benjamin en un texto no muy citado. Para Benjamin, el capitalismo es el culto más extremo que haya existido. Sus prácticas culturales dirigen las vidas de quienes están sometidos a su imperio. Es la religión más extrema, pues ha de ser celebrada en todo momento y lugar. Un rasgo esencial es la culpabilización generalizada que introduce ya que siempre hay una culpa y una deuda. Aquellos que no ganan el dinero suficiente -ningún dinero es nunca suficiente- se sienten culpables y por ello están en deuda con el sistema convertido en un Dios triunfante que todo lo ve y lo juzga. Citemos extensamente el texto, dado que tiene una gran actualidad: “Hay que ver en el capitalismo una religión, es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban antiguamente respuesta las denominadas religiones. La comprobación de esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada religiosamente (como pensaba Weber), sino como fenómeno esencialmente religioso, nos conduciría hoy ante el abismo de una polémica universal que carece de medida. No nos es posible describir la red en la que nos encontramos. Sin embargo, será algo apreciable en el futuro. No obstante, son reconocibles tres rasgos de esa estructura religiosa del capitalismo en el presente. Primero, el capitalismo es una pura religión de culto, quizás la más extrema que haya existido jamás. En el capitalismo todo tiene significado sólo en relación inmediata con el culto. No conoce ningún dogma especial, ninguna teología. Desde este punto de vista, el utilitarismo gana su coloración religiosa. A esa concreción del culto se vincula un segundo rasgo del capitalismo: su duración permanente. El capitalismo es la celebración de un culto sans trêve et sans merci (sin tregua y sin piedad)… Este culto es, en tercer lugar, culpabilizante. Probablemente el capitalismo es el primer caso de culto no expiante, sino culpabilizante”. Finaliza el texto con una frase que nos lleva al mundo actual: “Es la esencia de ese movimiento religioso que es el capitalismo resistir hasta el final, hasta la culpabilización final de Dios, hasta la consecución de un estado mundial de desesperación que es, precisamente, el que se espera. En esto estriba lo históricamente inaudito del capitalismo, que la religión no es reforma del ser, sino su destrucción.”

Spinoza nuestro contemporáneo

La actualidad del capitalismo mundializado traslada la omnipotencia de un Dios trascendente propio de las religiones monoteístas al mundo humano

La actualidad del capitalismo mundializado traslada la omnipotencia de un Dios trascendente propio de las religiones monoteístas al mundo humano. El imaginario que transmite la cultura es que todo se puede lograr, incluso vencer nuestra propia finitud. Por ello la naturaleza no es una realidad de la que formamos parte sino un recurso supuestamente inagotable sometido a la lógica del Capital. En este sentido, “podemos afirmar que la naturaleza ha dejado de existir. Eso no quiere decir que no existan el mundo animal, la tierra, los océanos, el universo todo con su complejidad. Todo eso se da y está ahí, pero nuestro modo de relacionarnos con ella se ha alterado definitivamente (…) La naturaleza que en el mundo clásico contenía un límite es ahora desmesura y el límite es preciso encontrarlo en otro lugar, y de ahí la escisión entre moral y felicidad.” (Vicente Serrano, 2011). Todo es válido para encontrar una supuesta felicidad privada al servicio de las pasiones más primarias. Esta circunstancia puso en cuestionamiento la pandemia. Lo cual nos lleva a encontrar una naturaleza perdida en la que está depositada la fuente de la moral y una naturaleza que está sometida al sistema socioeconómico de la cultura hegemónica. La primera es a la que apelan los grupos ecologistas, pero también es la que intenta recuperar el populismo de derecha bajo los prejuicios occidentales que niegan la ciencia y rechazan al diferente, al extranjero que son considerados los bárbaros.

El capitalismo mundializado se impone desde el interior del sujeto generando pasiones tristes que disminuyen nuestra potencia de obrar y nos encierra en la soledad y la incertidumbre. La pandemia -que en algún momento va a terminar- solo vino a acentuar esta situación

Si la naturaleza en el mundo moderno pierde la condición de límite bajo las condiciones de un progreso ilimitado; ésta se encuentra en la actualidad en un quiebre donde es imposible evitar sus consecuencias: podemos citar la pandemia junto al cambio climático y sus efectos socioeconómicos. De allí la actualidad del pensamiento de Spinoza en su intento de rescatar la inmanencia de la naturaleza cuestionando las religiones monoteístas sostenidas en un Dios trascendente. Para ello Spinoza sitúa el principio de totalidad como Deus sive natura (Dios o la Naturaleza). Aquí Dios es la Naturaleza que se manifiesta en una única sustancia infinita que está dotada de dos atributos o modos finitos que son el pensamiento (el alma) y la extensión (el cuerpo). Esta sustancia única es tanto Dios o la Naturaleza y puede concebirse a sí misma como Naturaleza naturanda, en tanto es principio que produce o como Naturaleza naturada, en cuanto es realidad producida. En esa totalidad, en tanto sustancia infinita se encuentran los sujetos humanos como modos finitos. Estos organizan sus modos en términos de paralelismo donde no hay superioridad del pensamiento (el alma) sobre la extensión (el cuerpo) cómo pretendía Descartes. La frontera entre la infinitud del todo, Dios o Naturaleza, sustancia infinita y la finitud del modo organizado en el paralelismo del pensamiento y la extensión, Spinoza los llama afectos. Por ello la corposubjetividad es siempre afectiva en la medida que da cuenta de un cuerpo finito y de un cuerpo que afecta y es afectado por otros cuerpos en el colectivo social. Sin embargo, el sujeto puede imaginar una divinidad perfecta; es decir, puede ir más allá de los límites en su capacidad de apelar a la imaginación que para Spinoza es fuente de las ideas inadecuadas. En ella vamos a encontrar la omnipotencia que desconoce a los demás afectos y no reconoce su propia condición finita. Es aquí donde la fuerza de todas las religiones es la creencia. Creencia que es manejada desde el poder a través de la imaginación con la cual somete al colectivo social a través del miedo y generando una esperanza pasiva en donde un Dios o un Estado transcendente va a permitir que se logre la felicidad. En la actualidad no son las jerarquías religiosas quienes controlan la imaginación, tampoco los sistemas fascistas o estalinistas que imponen las figuras imaginarias a través de la fuerza y el terror. El capitalismo mundializado se impone desde el interior del sujeto generando pasiones tristes que disminuyen nuestra potencia de obrar y nos encierra en la soledad y la incertidumbre. La pandemia -que en algún momento va a terminar- solo vino a acentuar esta situación.

Para finalizar, debemos decir que estamos viviendo tiempos de oscuridad donde el miedo nos domina. Lo cual nos obliga a producir reflexiones que se transformen en luces. Estas no van a acabar con la oscuridad, pero sí con el miedo que nos impide generar comunidad. Es decir, acciones colectivas que incrementen nuestra potencia de ser para lograr un proceso de ruptura radical con el capitalismo.

Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero [at] topia.com.ar

Bibliografía

Benjamin, Walter, El capitalismo como religión seguido de Fragmento teológico político, editorial La llama, Madrid, 2014.

López Petit, Santiago, Breve tratado para atacar la realidad, editorial Tinta Limón, Buenos Aires, 2009.

Marinelli, Nelson, “Argentina: ricos más ricos y pobres más pobres. El 20% con más ingresos obtuvo en el 2020, 13 veces más que el 20% más pobre” en https://prensaobrera.com/sociedad/argentina-ricos-mas-ricos-y-pobres-mas...

Serrano, Vicente, La Herida de Spinoza. Felicidad y política en la vida posmoderna, editorial Anagrama, Barcelona, 2011.

Spinoza Baruch, Ética, Editorial Aguilar, Buenos Aires, 1982.

-------------------- Tratado político, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1989.

-------------------- Tratado Teológico-Político, Editorial Lautaro, Buenos Aires, 1946.

Pérez, R Gorka, “La pandemia dispara las fortunas de los más ricos del planeta”, Diario el País, España, 31/ 12/2020.

Mazzucato, María, “El capitalismo en su triple crisis” en https://nuso.org/articulo/el-capitalismo-en-su-triple-crisis/

Tealdi, Juan Carlos, “Escasez, igualdad y equidad. Ganancias de los laboratorios, criterios para administrar las vacunas y datos sobre su eficacia”, 31/01/ 2021 en https://www.elcohetealaluna.com/escasez-igualdad-y-equidad/

Ferrari, Sergio, “La pandemia de clase. Riqueza y pobreza extremas agravada por la crisis sanitaria”, 31/01/2021, en https://www.elcohetealaluna.com/la-pandemia-de-clase/

 
Articulo publicado en
Abril / 2021

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