ALEJANDRO VAINER

ALEJANDRO VAINER

Buenas noches. Voy a decir dos cosas. Trataré de ser breve, la emoción que yo suponía permitió que pudiera hacerme un punteo de lo que voy a decir; es muy fuerte este momento después de todo lo que dijeron. Primero, agradecimientos.

El tamaño de este libro y del segundo tomo, hubieran sido imposibles sin una cantidad de agradecimientos que ponemos en el libro, a nuestros entrevistados, a mucha gente que nos facilitó material con muchísima generosidad.

También les quiero agradecer muchísimo a los tres que han hablado, que han dicho tantas cosas en alusión a lo que ha provocado el libro; a todos ustedes que han venido, realmente es un encuentro, es una fiesta. A la gente del Cavern, que está acá, al grupo 34 puñaladas, que vamos a escuchar en un ratito, a todo el grupo de Topia, con quienes venimos trabajando desde hace 15 años, y realmente tenemos mucho sostén hasta en todo lo organizativo del día de hoy.

También quisiera agradecer personalmente a varias personas y varios grupos de mi propia generación y los que vienen un poco después, con quienes he discutido muchas veces el tema de la necesidad de la memoria, me he empecinado muchas veces, me han acusado de nostálgico tantas otras, pero para mi era importantísimo poder contar con la memoria para tener proyectos.

También tenemos que agradecer muchísimo a Victor Macri que es quien diseñó esta tapa y quien viene trabajando con nosotros desde el inicio de la revista Topia, y que como yole digo, puede convertir ideas, esperanzas, en imágenes.

En este marco, también debo hacer otro agradecimiento que no está en el libro, que es a quien tengo a mi izquierda, a Enrique.

Porque en la introducción decimos que nos encontramos en un café de San Juan y Boedo, por el invierno del 97, y yo le agradezco muchísimo haberme invitado ese café, y todo lo que implicó. Porque me ha permitido plasmar uno de los proyectos que yo más había soñado sin soñarlo. Desde ese momento, evidentemente no soy el mismo, desde el 97 hasta este momento, y es una gratitud que por supuesto no tiene palabras.

La segunda cuestión que quería decir, que creo que ya han mencionado, es en función de la necesidad de la memoria. Mientras hablaban yo tenía mi anécdota desde otro lado tal vez del que contaban Tato y Silvia. Para mi particularmente una escena siniestra, que creo fue un motor para este libro, para el próximo y para tantas otras ideas. Estando como jefe de residentes en el Borda, hace mas de 10 años, una persona de las que más había leído, de las más capaces, preguntó si no era iatrogénico atender en grupo a pacientes psicóticos. Yo, considerando que estaba a simples metros del lugar donde Pichon había descubiertos los grupos operativos con pacientes psicóticos, desde ese momento dije: acá está pasando algo demasiado siniestro. Hace mas de 10 años de esa escena, y el libro, es un poco como decía Silvia, saldar un poco las cuentas. Pero también abrir las perspectivas hacia el futuro, porque creo que sin esta memoria, no puede haber futuro. Por eso, hago mía una frase de Eduardo Galeano, que es una invitación para todos. “Cuando de veras está viva la memoria, no contempla a la historia sino que invita a hacerla.” Esta es la invitación de las Huellas de la memoria. Muchas gracias a todos.