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La devaluación del cuerpo en las sociedades occidentales posmodernas

 

Quiero compartir e intercambiar con los lectores  algunos aspectos de mi experiencia clínica y en investigación, en los campos de la psicología de la salud y la psicología de la cultura, durante los últimos 35 años en Europa occidental y particularmente en la sociedad escandinava. Las siguientes reflexiones son el resultado de estas experiencias. 

A través del intercambio con colegas y la atención de pacientes de las más diversas culturas pude observar diferentes posiciones que cada sociedad se da frente a temas existenciales. También qué espacio o comprensión tiene el estado o la experiencia corporal en situaciones como la enfermedad, el dolor, el duelo, la emoción. Las normas y las convenciones en cada cultura difieren sobre cómo interpretar las manifestaciones del cuerpo, qué espacio ocupan éstas en los rituales de ciertas sociedades, estableciendo normas que rigen la aceptación o supresión de ciertas conductas, gestos, y de las más diversas manifestaciones corporales.

Quiero presentar  cómo las expresiones corporales son reprimidas y/o suprimidas en las sociedades occidentales. Esto es el resultado de un proceso gradual de descontextualización y devaluación del cuerpo, a través de la historia, desde la Edad Media hasta la era actual.

Mis reflexiones se van a centrar en los siguientes temas:

1.                  Cómo el  cuerpo es negado /borrado, delegado en la vida diaria tanto por el individuo como por  el profesional.

2.                  La insistencia del cuerpo que se revela y se rebela ante la opresión interrumpiendo la rutina diaria del individuo, creando confusión y caos.

3.                  Cómo ciertas manifestaciones corporales son patologizadas o causan distanciamiento  o  exclusión del ámbito social.

 

De qué manera el cuerpo no es escuchado. Cómo es que el cuerpo es negado por el sujeto

 

El concepto de cuerpo que predomina en la sociedad occidental postmoderna se caracteriza por  la descontextualización y por la no aceptación de sus expresiones. De modo tal que muchas manifestaciones del cuerpo en la vida del día a día son devaluadas y restringidas por las normas sociales vigentes en la cultura dominante, intentando “borrarlas o reprimirlas”, lo que algunos investigadores denominan “el borramiento ritualizado del cuerpo” (Le Breton 2010, p.121). Por ejemplo: ciertos olores como el sudor o el mal aliento o ruidos como el eructo no son aceptados “en  público”. Existe toda una gama de lo que se denominan “buenos modales” en que estas manifestaciones íntimas del cuerpo deben ser “controladas y suprimidas” en presencia del otro.  Esto muestra cómo “la socialización de las manifestaciones corporales, se hacen bajo los auspicios de la represión” (Le Breton, p.122, 2010).

 

Contradiciendo la visión de filósofos y sociólogos como Spinoza, Husserl, Merleau- Ponty, entre otros, quienes consideran al cuerpo como la presencia imprescindible del ser-en el mundo. En las sociedades occidentales el cuerpo ocupa el lugar del silencio, supresión, del abandono (Leder, 1990) o “borramiento ritualizado” (Le Bretón, 2010).

Como ejemplo podemos hablar de los olores. Es decir, cómo se comporta el individuo ante situaciones cuando emana de alguien olor a sudor, mal aliento o ruidos como el/los eructos. Este hecho pone al individuo que los emite en situaciones embarazosas. No sabe qué hacer consigo mismo, ante los eventuales testigos del acto. Por ejemplo, al eructar en presencia de otro/s ¿qué hacer? ¡Qué bochorno!, ‘no sé dónde ponerme, ni qué decir’, se dice a sí mismo al borde de la vergüenza y la desesperación. El humor consigue a veces aflojar el malestar creado por estas emanaciones.

Las consecuencias de este desdén por el cuerpo lleva a lo que se denomina “analfabetismo somático”. De tanto no aceptar, no escuchar-se y controlar, cuando el cuerpo se revela, se presenta inesperadamente, la persona se siente fuera de control, muy molesta, la rutina cotidiana se interrumpe, crea caos en la vida. El cuerpo pasa de fondo a figura, al centro de la atención, creando confusión, desorden.

Veamos un ejemplo. Si el problema del sudor o del mal aliento continúan, esta manifestación se “patologiza”. La persona se siente tan molesta que decide ir al médico, si es que alguna persona cercana no se lo aconseja antes, “por el bien del transgresor”. Si no se trata, corre el riesgo de estigmatización o de ser excluido de sus relaciones habituales. El distanciamiento del otro, lo evitan.

 

La insistencia del cuerpo en presentarse

 

Veamos cómo el cuerpo desde su más profunda esencia, al ser oprimido, ignorado, insiste manifestándose, revelándose inesperadamente al sujeto a pesar de no ser escuchado. Expresándose a través de la enfermedad, el dolor, la emoción, o los ejemplos anteriormente citados.

A pesar de la continua represión el cuerpo se rebela. Si tomamos el ejemplo anterior del mal aliento, la persona no sabe por qué tiene mal aliento. Se pregunta ¿por qué a mí? ¿Qué me pasa? ¿Qué hacer? ¿Estoy enfermo? Surge el sufrimiento/padecer a causa de algo que desconoce, las funciones naturales de su propio cuerpo. ¿De dónde viene este descontrol? Surgen preocupaciones, riesgo a ser excluido de sus redes sociales, miedo a padecer de “algo serio”. ¿Cómo puede ser que este compañero inseparable que es su propio cuerpo se perciba como un desconocido, y como una carga cuando se hace presente a la conciencia inesperadamente?

 

Ante esta irrupción inesperada, que perturba su rutina, el sujeto se ve obligado a prestar atención a su cuerpo. Ya no se puede acallar ni negar al mismo, el individuo se ve obligado a hacer algo.

Recurre al médico o a un profesional en busca de ayuda para que éste le diga qué le pasa a su cuerpo. ¿Tiene sentido? Este último tratará al cuerpo enfermo, sufriente como a un objeto, una máquina con desperfecto.

El sujeto pone la parte más íntima de su existencia en manos de un desconocido o casi desconocido, que sólo se interesa por el cuerpo como una máquina y lo ausculta / lo revisa como si fuera un objeto defectuoso. Pues el marco de referencia del médico occidental y de los servicios de salud occidentales se basan en el diagnóstico y el tratamiento. Es decir en criterios dualistas y generalmente en el modelo bio-médico considerados como universales. Esto lleva a entender al cuerpo como una máquina con desperfecto. De esta manera refuerza la confusión del individuo. El  ahora paciente pide al profesional que lo ayude a recuperar el control y pregunta: ¿Dígame qué me pasa? Ambos tiene un tema común: interpretan la presentación del cuerpo como lo irracional, lo incoherente.

De este modo los lenguajes del cuerpo son devaluados por el individuo y el profesional al interpretar estos mensajes desde modelos arraigados en convenciones preestablecidas. El paciente ignorando qué le pasa y el médico usando referencias de modelos considerados universales. Descontextualizando el sufrimiento de la persona solo atina a darle un diagnóstico.

Al mismo tiempo se ha generado una extensa cultura de olores “apropiados” o “socialmente correctos” que son comercializados. El auge del comercio de ciertos aromas ofrece una serie de fragancias  que representan la salud, la higiene, la frescura, etc. También se ofrecen en el mercado una serie de desodorantes industrializados para el consumo y el bienestar, especialmente para quienes los producen y obtienen beneficio. Y muchos, inclusive yo misma, consumimos con complacencia.

 

El cuerpo es obligado a través de las acciones arriba nombradas a adaptarse a las normas vigentes en la sociedad occidental. Lo que lleva a la supresión, regulación y control de ciertas manifestaciones en ciertos ámbitos sociales. Dada la breve extensión de este texto tomé como ejemplo los olores “fisiológicos” del cuerpo.

La reglamentación del las manifestaciones corporales es establecida por convenciones sociales regidas por los grupos de poder. Una de ellas son ciertos patrones “científicos” y “comerciales” que promueven estereotipos de belleza, de juventud, de salud. El efecto de esta “promoción” es la masificación de los modelos que suelen no respetar y a veces hasta transgredir los límites de la vitalidad y, tergiversan el concepto y el proceso hacia la salud.

Para finalizar dejo los lectores este espacio de reflexión sobre cómo revalorizar al cuerpo.

 

Berta Vishnivetz*

Eutonista

bertavis [at] gmail.com

* Ph.D. en Psicología, Universidad de Copenhague, Dinamarca. Profesora titular de Psicología en la Facultad de Trabajo Social – Metropol, Departamento Internacional -Copenhague- Dinamarca.

 

 

Bibliografía

 

Kleinman, A., The Illness Narratives, USA, 1988

Leder, D., The absent body, Chicago University, 1990

Le Breton, D., Antropología del cuerpo y modernidad, Nueva Visión, 2010, Buenos Aires 

Kirmayer, L., The Body Insistence on being, J. Anthropological medicine, 1994

Merlau- Ponty, M., Fenomenología de la percepción, Barcelona, 1993

Millner, M., The suppressed Madness of Sane Men, 1987

Vishnivetz, B., The bodily expression of emotions, University of Copenhaguen, DK, 1993

 

 

 

 
Articulo publicado en
Abril / 2012

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