Buenos Aires (The Cavern Club | 20/10/2005)

Buenos Aires (The Cavern Club | 20/10/2005)

Diana Kordon

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

Diana Kordon

Cuando comencé la lectura me dí cuenta que no iba a poder dejar de leer. No se trataba de conectarme con un material para su presentación, sino con un recorrido a lo largo de una historia de la que me siento partícipe, Hace muchos años que pensaba que nuestra generación nos debíamos esta reflexión y que se la debíamos a aquellos que hoy intentan construir nuevos caminos. Este libro sale al encuentro de esa inquietud.

Me pregunto sobre las razones que llevaron a Enrique y Alejandro a acometer una empresa de la envergadura de Huellas de la Memoria I y II. Seguramente respondan a razones personales, pero no tengo dudas que simultáneamente responden a una necesidad social.

En la introducción al primer tomo señalan como momento fundacional del proyecto un encuentro de 1997 en un café de San Juan y Boedo.

No sé exactamente en que momento fantasearon y comenzaron con su búsqueda, con las primeras entrevistas, con esa primera aproximación deseante que nos hace amar un proyecto; pero esta producción es imprescindible a partir de las condiciones subjetivas generadas luego de diciembre de 2001, que nos demandan a una revisión de la historia, de las experiencias en salud mental, de la revisión de nuestros instrumentos teóricos y técnicos, de nuestra inserción como sujetos sociales.

El trabajo de la memoria, el trabajo de historización surge de necesidades del presente. Dice Halbwachs:” la memoria colectiva es la memoria de los miembros de un grupo que reconstruyen el pasado a partir de sus intereses y del marco de referencias presentes. Esta memoria colectiva asegura la identidad, la naturaleza y el valor de un grupo. Además es normativa porque es como una lección a transmitir sobre los comportamientos prescriptos del grupo”

Huellas de la memoria ll es precisamente eso. Parte de un trabajo de memoria colectiva, en el que los autores, desde su compromiso social, político, científico, con el presente, hacen un recorrido por las prácticas y la construcción de ideas desde el 70 al 83, y lo hacen en una relación de interioridad. . El trabajo de historización, como diría un institucionalista, los atraviesa, y teniendo una diferencia generacional, Enrique ha sido protagonista de la historia y Alejandro es de aquellos que retoman la posta para un proyecto de futuro. Indudablemente la revista Topía, producción de un colectivo comprometido, da cuenta también de este trabajo de memoria y proyecto. Nos conectamos con este libro en un momento en que el sistema de salud está colapsado, en salud mental la hegemonía de los laboratorios define orientaciones y aún prácticas concretas de los profesionales, el psicoanálisis atraviesa una profunda crisis conceptual e institucional, las institucionales profesionales dejan por fuera de su actividad, en un verdadero pacto denegativo con el poder, como diría Kaes, la defensas de los derechos de los profesionales y de los pacientes. Esto solo por mencionar algunos de los rasgos de la situación actual de nuestro campo.

Sin embargo, justamente a partir de la gigantesca convulsión social que surgió a partir de 2001,estos hechos comienzan a desnaturalizarse,, comienzan a surgir esbozos de nuevas respuestas sociales , de nuevos compromisos , de nuevas aperturas de los TSM.

Como los mismos autores sostienen, el libro nos lleva al encuentro de una época de “construcciones, contradicciones y luchas” un tiempo de “encuentros y desencuentros” de “pasiones alegres y pasiones tristes”.

A través de un trabajo testimonial, de una polifonía de aportes, de algunas producciones escritas paradigmáticas, se evidencian las ideas y ansias comunes y la diversidad de miradas.

Rescatan del silencio, producto de la dictadura y también del hegemonismo de las ideas de la posmodernidad, correlato en el plano de la cultura de llamado neoliberalismo, la gigantesca práctica social y la profunda producción conceptual que estalla a partir del cordobazo y recorre los primeros años de la década del 70

Enrique Carpintero y Alejandro Vainer renuncian a la trampa de una supuesta neutralidad, asumiendo posicionamientos explícitos en relación a los hechos. Con su lectura tengo muchísimos acuerdos y algunas diferencias.. Por supuesto quedan abiertos debates que los acontecimientos de años posteriores a los que abarca este trabajo, han resignificado en buena medida. Huellas de la Memoria constituye en sí mismo un nuevo aporte a estos debates.

Quiero también destacar la honestidad política e intelectual que significa la amplitud del espectro testimonial y el reconocimiento de todas las fuerzas que participaron en el movimiento social y profesional de la época.

El período que abarca este tomo pone al rojo vivo un contraste. Por un lado una etapa , abierta por el cordobazo de mayo del 69, de gigantesco auge de las luchas populares, con un correlato de revolucionarización de quienes trabajábamos en el campo de la salud mental (psiquiatras, psicólogos, asistentes sociales , psicopedagogos) y que en el interior de dicho proceso nos autodenominamos TSM. Esta denominación no fue fortuita: definía un campo de trabajo y nuestra inserción como trabajadores.

Por el otro, la tragedia que significó para nuestro pueblo la dictadura militar, que desató la más brutal represión que conoce nuestra historia ,solo equiparable al genocidio indígena. Como expresión paradigmática de ello en el campo de la salud mental, la desaparición de 110 TSM.

Me resulta imposible detenerme en el análisis de cada uno de los momentos y procesos y los elementos que se abordan en el libro, dado. lo abarcativo del análisis. Solo mencionaré, sin posibilidad de profundizar, aquellos que me resultaron más significativos, o quizás más próximos.: Como en una pintura de época, de inicio entramos de lleno a un universo sacudido por el cordobazo y el mayo francés.

Los primeros capítulos recorren el campo de ruptura de la APA, los desarrollos de la FAP, la conformación de la CTSM y del CDI, las prácticas en las instituciones públicas de salud mental, la carrera y la problemática de los psicólogos y sus instituciones.

La formación de los grupos Plataforma y Documento marcan la ruptura de la Asociación Psicoanalítica Argentina, institución que hasta ese momento tenía el monopolio del psicoanálisis .Sobre la base de documentos y entrevistas se reconocen acuerdos y diferencias entre ambos grupos, en sus momentos fundacionales La ruptura con la APA significaba la pérdida de un espacio identitario que abarcaba mucho más que el reconocimiento como psicoanalistas. Ambos grupos confluyen en la Federación Argentina de Psiquiatras en la que también venían desarrollándose posiciones cuestionadoras de la psiquiatría manicomial.

En un período sacudido por conmociones sociales profundas, confluimos la FAP, la APBA, La asociación de asistentes sociales, la de psicopedagogos en la Coordinadora de TSM .La experiencia de la CTSM nos marcó profundamente a todos los que participamos de ella. Nos sentíamos sujetos de un proceso cuestionador y transformador .La política, la filosofía (el materialismo dialéctico) las problemáticas de la Salud Mental, las nuevas prácticas en las instituciones hospitalarias, el psicoanálisis, las comunidades terapeuticas, la Antipsiquiatría, las terapias breves y grupales. Todo era materia de investigación y discusión. Marx y Freud eran los referentes cuya articulación se planteaba como objetivo. No era un momento de reconocimiento de heterogeneidades. Extrapolaciones de un espacio clínico o conceptual a otro. Pero impregnado del espiritu de rebeldía y de búsqueda. Todo ello inscripto en un anhelo explícito: participar del movimiento social en un camino liberador. Vivíamos en un clima apasionado de efervescencia revolucionaria, de discusiones democráticas en asambleas. Aún hoy recuerdo discusiones interminables alrededor de la caracterización de la revolución: liberación nacional y social o social y nacional. Indudablemente sigue siendo un debate, pero lo que quiero transmitir es esa profunda convicción, de la que participábamos miles de TSM, de sentirnos parte de un colectivo que se proponía cambiar el mundo.

Este período, de boca de muchos de sus participantes, está reflejado en el libro.

A partir de fines del 74, con el clima persecutorio que comienza, los asesinatos de dirigentes populares como Ortega Peña, las amenazas, intimidaciones, se va generando el clima propicio para el golpe. El movimiento social se desgarra. Las diferencias políticas entre los diferentes grupos de TSM se profundizan. Algunos comienzan a partir al exilio.

Por fin, entramos al período más oscuro de nuestra historia: el golpe del 24 de marzo de 1976 inaugura la dictadura.

En un acto de reafirmación del compromiso ético y político, los autores comienzan este capítulo del libro con la lista de los TSM y estudiantes de SM detenidos desaparecidos: apellido, apellido de casada, nombres, profesión, lugar de trabajo, fecha de desaparición, lugar de desaparición, edad. La lectura de cada uno de los nombres, cuya edad, salvo alguna excepción, no superaba los 35 años, me conmueve profundamente. Los releo una y otra vez, con angustia, como en aquellos tiempos de búsqueda desesperada. Recuerdo en ese instante cuando en la casa de Mignone, padre de una joven desaparecida y fundador del CELS, leíamos en esos tiempos las primeras listas que algún liberado recomponía, y en las que por primera vez leí la palabra “trasladado”, mientras Mignone me decía que quería decir eso. Evidentemente fantasmas de lo traumático me siguen recorriendo subjetivamente .Aún hoy, me resulta imposible poner en la letra escrita ese horror de lo siniestro que señala el “trasladado”.

De esa lista, en tres nombres quiero rendir mi homenaje a todos los TSM detenidos desaparecidos: Beatriz Perosio: presidenta de APBA; Juan Carlos Risau: Secretario general de FAP y Marta Brea, que había sido mi compañera de admisión en el equipo de adolescentes del Lanús.

Sobre el período de la dictadura no me voy a extender, dado que la lucha contra la impunidad ha permitido que se hiciera público lo ocurrido. En el campo de la salud mental ha habido un intenso trabajo colectivo de elaboración de lo traumático.

Los autores dejan en claro la eficacia del poder del estado, y en particular del terrorismo de estado, en su capacidad de disciplinamiento social. Ponen en claro como, además de la desaparición , tortura, asesinatos, cárcel, exilio, que afectaron a miles de TSM, se aplicó una política en salud mental y en la universidad, que, apoyada en el terror, se proponía liquidar todas las conquistas logradas en años anteriores. Muestran como ese discurso dominante, inductor de alienación social incidió en la subjetividad, como el encierro en los consultorios operaba como una supuesta defensa ante el peligro, como se fracturaron instituciones.

Pero no quedan prisioneros de las campañas de culpabilización. Rescatan las múltiples experiencias de resistencia, la resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, la resistencia en los más diversos ámbitos de nuestro espacio de salud mental. Pequeñas y amplias resistencias, que, desplegadas en un clima de aislamiento y persecución, nos rescataban y le daban sentido a nuestro quehacer.

Las Huellas de la Memoria II es un magnífico aporte a la memoria colectiva y a la memoria histórica. Pero sobre todo es un aporte y un desafío para las nuevas generaciones de TSM en la perspectiva de construir nuevos caminos emancipadores, y en ese trayecto, nuevas formas de subjetividad y nuevos instrumentos en el campo de la salud mental.

Una vez más , este libro , en el reconocimiento de que los caminos de la historia son sinuosos, son difíciles , que hay avances, que hay derrotas, nos estimula, en su inmenso compromiso con la vida, con la acción y con el pensamiento, a encontrarnos con las inmensas posibilidades que nos ofrece nuestra práctica específica en salud mental y articularlas con las prácticas sociales transformadoras.

Un libro francamente conmovedor y necesario.

Federico Pavlovsky

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

 

Federico Pavlovsky
Jefe de Residentes del Hospital Álvarez

Hace exactamente un año mi padre era uno de los presentadores del primer tomo de este libro y yo era uno de los tantos residentes de salud mental que estaban sentados entre los oyentes. Mi padre, quien no ahorra en consejos, me decía, le decía al publico…

Pero créanme, me decía, que la lectura del primer tomo de Las Huellas de la Memoria que reúne los hechos mas relevantes del ámbito de la salud mental entre los años 1957 y 1969, era imprescindible para las nuevas generaciones que se estaban formando ya que era un testimonio privilegiado para conocer la historia, la vida, las disputas personales y teóricas, los cimientos, los amores y también los odios de quienes protagonizaron la salud mental de nuestro país en los últimos 50 años. Caí abruptamente en la cuenta que me crié entre apellidos como Ulloa, Fiasche, Kesselman, Bauleo, que escuche anécdotas muy graciosas de un tal David Cooper y mi abuela, ambos protagonistas de un dialogo insólito. Rostros amistosos de hombres con los que mi padre compartía opiniones, escritos o eventos sociales. Así por ejemplo, sabia que Kesselman era un hincha fanático de boca, que había estado exiliado en España, que su hija, Lucila, tenia mi edad y un tono madrileño que tardo muchos años en perder. Sabía que Ulloa era un hombre de pelo blanco, siempre fumando pipa y de un hablar casi susurrando. Sabía que Bauleo era el hombre con la risa mas contagiosa y llamativa que escuche en mi vida. Pero al mismo tiempo no tenia la menor idea de la real trascendencia de estos hombres, donde habían estado, con quienes, en que contexto. Cuales habían sido sus obstáculos y sus logros. Por que habían luchado, en que habían creído. Percibí entonces que la advertencia de mi padre tenia sentido.

Hoy me toca la difícil tarea de dar mi opinión, de presentar el tomo II de Las Huellas de la Memoria y antes quiero compartir dos escenas con ustedes que explican al menos en parte el estado emocional que me provoca el estar hoy aquí. Este es un libro de hechos, de historia, de personajes, de política. Obsesivamente documentado. Las notas finales son pequeños capítulos en si mismos. Pero también y con la misma intensidad, es un libro que provoca infinidad de sensaciones y sentimientos mientas es leído. Primer escena : Hace algunos meses, cuando en calidad de Jefe de Residentes del Hospital Alvarez, presente el programa formativo a las autoridadades, un medico psicoanalista del hospital al leerlo me manifestó que dicho programa le resultaba “nefasto”. Tiempo después me confeso que dicho “exabrupto”, tal como lo definió el mismo, fue ocasionado a que encontró entre la lista de invitados a dictar charlas a un psicólogo que tiene “una enemistad manifiesta contra el lacanismo en la Argentina ”. Se refería a Alejandro Vainer. Este es solo un ejemplo del tipo de pasiones que este libro va a despertar. Es un libro que no va a pasar indiferente ni se va a vender en estaciones de servicio ni tampoco va a regalar ningún diario en su edición dominical. Es un libro que va a provocar todo tipo de reacciones.

Segunda escena : Cerca del episodio anterior coincidí con Alejandro por algunos meses en un trabajo institucional. Los autores del libro estaban terminando su tarea y corregían los últimos detalles. Alejandro por ese entonces no tenia la mejor cara, se lo veía demacrado y padecía toda clase de síntomas corporales, entre ellos palpitaciones intensas en su pecho que motivaron asistencia cardiológica e incluso un Holter 24 hs en donde Alejandro tenia que escribir en una pequeña libreta TODO lo que estaba pensando o haciendo cuando su corazón se aceleraba. Recuerdo haber hechos bromas al respecto. Pero la verdad es que Alejandro y Enrique por esos días, estaban terminando de confeccionar la lista de los 110 trabajadores de Salud Mental desaparecidos en la última dictadura militar. Desaparecidos a los que se les devuelve su nombre y apellido así como se brinda información esencial respecto a su profesión y las circunstancias y fechas de su desaparición, así como también su edad, en su inmensa mayoría jóvenes por debajo de los 35 años. Al comenzar a leer este libro experimente muchos de los síntomas que vi en Alejandro, pero también me sentí aliviado y conmovido, con la sensación de haber exorcizado algunos de los miedos que actúan de manera silenciosa y efectiva. A cada momento. A cada día. Sin que nos demos cuenta.

Quisiera repasar algunos hechos que encontré esenciales, antes debo decir que al igual que el primer tomo, cada evento relacionado con la salud mental esta en estrecha correlación con los acontecimientos histórico-políticos y culturales de cada momento. Esto no es un detalle para guiar a los desprevenidos lectores, es en si misma una apuesta ideológica, en un libro ideológico. Parto entonces del mítico año 1969, año del cordobazo, de la dictadura de Ongania, año en donde un puñado de jóvenes psicoanalistas se rebelaron frente al psicoanálisis oficial y conformaron Plataforma Institucional y luego aquí Plataforma Argentina , contando con Bauleo y Kesselman entre sus fundadores, en lo que significo a la postre, en el año 1971, la ruptura con la Asociación Psicoanalítica Argentina. Este hecho reunió varias características a considerar: creo las condiciones en la Argentina por primera vez para formar psicoanalistas por fuera de la institución oficial, planteo un serio cuestionamiento a la supuesta neutralidad del analista frente a hechos políticos y sociales y critico con dureza la verticalidad y autoritarismo de dicha institución psicoanalítica. Este grupo estaba convencido que la neutralidad analítica no hacia mas que reproducir la ideología dominante. El libro de Vainer y Carpintero resalta asimismo la figura de Pichon Riviere, poco conocido y leído por las camadas actuales, como uno de los primeros psicoanalistas en cuestionar los limites de las institución oficial. De la mano de Marie Langer este grupo compendio una serie de trabajos con implicación ideología y política en una publicación que se llamo Cuestionamos . En el segundo tomo de aquel libro, tan polémico como lo será seguramente este segundo tomo, se publico una denuncia a un psicoanalista brasilero que formaba parte de los equipo de tortura de la dictadura que gobernaba Brasil desde 1964. Esta historia silenciada por la Sociedad Psicoanalítica de Rió de Janeiro, culmino, dando un ejemplo arquetípico de la época, con una investigación policíaca en contra de la persona que había realizado la denuncia y con la impunidad frente al hecho, reflotado recién muchos años después en el marco de la democracia. Es clara la posición crítica de los autores respecto a la neutralidad analítica, a la complicidad de las instituciones frente a los gobiernos militares y a una lectura univoca de la realidad social a través de interpretaciones psicoanalíticas. Son claros los autores cuando cuestionan una forma de ejercer la profesión signada por el lema cada uno en lo suyo, cada uno en su consultorio. Vale para la década del 70. Vale para los tiempos actuales.

Es para mi importante señalar la importancia que se da a un organismo como la Federación Argentina de Psiquiatras (FAP) Creada en 1970, la FAP fue un gremio representativo de los psiquiatras en todo el país y contrariamente a su nombre sugiere, también reunía a psicólogos y asistentes sociales. La FAP fue un organismo político, gremial y científico que tuvo como objetivo sacar la locura de los manicomios, la apertura de servicios en los hospitales generales y la prevención primaria. En su actitud critica y denunciante, sostuvo una relación tensa con las autoridades del INSM, creado en 1957 para facilitar el pasaje de la psiquiatría a un concepto mas amplio de salud mental, en 1970 esta dirigido por Augusto Badano, un medico cirujano del Hospital Churruca, dependiente de la Policía Federal. Dicho sea de paso aquel pasaje fue suspendido. La FAP denuncio un plan en donde se pretendía contar con el apoyo de profesionales de la salud mental para actividades represivas, ya sea para interrogatorios o para obtener un óptimo manejo de la tropa a cargo de los oficiales. 35 años después de aquella iniciativa, las fuerzas militares norteamericanas cuentan entre su arsenal equipos bien entrenados de psicólogos y psiquiatras, para conseguir confesiones en bases militares como la de Guantánamo. Ellos dicen: -Solo hacemos nuestro trabajo”

La FAP organizo encuentros en distintos puntos del país en los años 1970 y 1972. Dichos Encuentros han sido nuevamente organizados luego de muchos años por camadas de residentes y concurrentes de salud mental. El primero fue en Buenos Aires el año pasado, el segundo hace pocos días en Tucumán y el año que viene el punto de reunión será en Diamante, provincia de Entre Ríos. Estos Encuentros, por fuera de las instituciones psiquiátricas y psicoanalíticas oficiales, han convocado en sus primeras dos versiones a cientos de profesionales en formación y constituyen las mas importantes reuniones de jóvenes profesionales luego del establecimiento de la democracia. Restaría decir que la FAP tuvo importantes iniciativas institucionales con la creación de la Coordinadora de TSM y el Centro de Docencia e Investigación que llego a tener 1000 alumnos. Otro hecho a destacar es la creación del Centro piloto del Hospital Estevez coordinado por Ricardo Grimson, durante 18 meses se erigió como una practica antagónica a las expresiones tradicionales manicomiales. Con un dispositivo de comunidad terapéutica , basado en una posición ideológica de redistribución del poder entre pacientes y profesionales y un equipo de trabajo ( que no es la mera suma de profesionales de distintas disciplinas …) integrado por médicos, psicólogos, asistentes sociales, enfermeros y trabajadores sociales, en esa cantidad de meses se logro que en un contexto de pacientes cronificados las internaciones durasen en promedio 3 meses y se pudieran pensar estrategias de alta desde el mismo inicio del tratamiento.

A partir de aquí el libro plantea una bisagra histórica entre los años 1974 y 1976, detalla cómo se comienzan a demoler sistemáticamente las experiencias innovadoras que se estaban realizando. En este último capitulo titulado “ Entre silencios, miedos y exilios ”, se describe el apoyo que recibió la dictadura por un sector importante de la población, por las entidades empresariales y la iglesia. Se señala como el terror fue la herramienta predilecta para ejercer el poder y lograr el objetivo político de las autoridades militares. Se encuentra en dicho capitulo una definición del por entonces Gobernador de la provincia de Buenos Aires 1: “ Nuestros enemigos son los subversivos, los amigos de los subversivos y los indiferentes ”. Traigo a propósito de esto un parlamento de la obra el Sr. Galíndez , de mi padre, donde un torturador le explica a otro su oficio:

- Por cada tipo que tocamos hay mil tipos paralizados de miedo. Nosotros actuamos por irradiación, ese es el merito de la técnica -.

110 trabajadores de salud mental desaparecidos. Más de 20.000 desaparecidos. Y lo mas horroroso y crudamente actual es la intuición que esta es tan solo la punta del iceberg. Aun hoy quedan muchos cuerpos paralizados por el miedo.

El libro detalla el desmantelamiento de muchos servicios, de despedidos, de traslados, de desapariciones, como la de Francisco Bellagamba, Juan Carlos Riseau o Beatriz Perosio. También da cuenta de actos de valentía sin limites como lo fue la organización del VII Congreso organizado por la FAP en octubre del año 1976 en un clima de intimidaciones, de terror y desapariciones 2.Los autores aportan algunos datos que invitan a la polémica, mientras muchos servicios se cerraban y muchos profesionales dejaban el país exiliados o se escondían, se crearon entre 1977 y 1981 no menos de 40 instituciones del ámbito de la psiquiatría y del psicoanálisis con poca o nula referencia 3en sus escritos, producciones o mesas redondas, a la situación social que se vivía. Por citar un ejemplo, el XI Congreso Psicoanalítico Latinoamericano que se desarrollo en el año 1976 tuvo como titulo convocante “ Narcisismo e Inconciente ”. Pero también se describen iniciativas de resistencia y compromiso como lo fue en el año 1979 la creación del Equipo de Asistencia Psicológica de la madres de Plaza de Mayo , creado por la aquí presente Diana Kordon. También es de destacar la tarea de Dalmiro Bustos con los padres de los combatientes de Malvinas . Años de terror y de aislamiento en universidades y sindicatos. Años de 340 campos de concentración en 11 de las 23 provincias argentinas. Aun hoy se siguen encontrando cuerpos enterrados en fosas comunes, trabajo arduo e imprescindible que emprenden equipos como el Equipo Argentino de Antropología Forense que le devuelven la historia a esos cuerpos nn. Años de exilios al extranjero, de desmembramiento de familias enteras. También años de exilio interno, de miedo, de parálisis. Y también para otros años de complicidad y silenciamiento.

Luego de esta arbitraria síntesis quiero terminar diciendo que cuando termina el libro, en 1983 con el regreso de la democracia, yo tenía 8 años. Hoy a mis 30 estoy comenzando a dar mis primeros pasos en esta curiosa y difícil profesión. Creo que este libro funciona como un antídoto para las nuevas generaciones. No todo comienza de cero a cada momento. Hay predecesores, hay una tradición, hay buena ideas que se llevaron a cabo. Hay gente que dio la vida por lo que pensaba. Hay héroes y hay traidores. Hay quienes viran su opinión a cada momento. Hay sentido de pertenencia. Hay amor por la camiseta. Hay sueños por cumplir.

El libro Las Huellas de la Memoria no es en mi caso un repaso ordenado por aquello que viví, es una lección para no repetir los grandes errores del pasado

General Saint Jean

Alejandro siempre dice que APSA cuando organizo el congreso del 1985 no reconoció la historia de la FAP al denominarlo “Primer Congreso de Psiquiatría” cuando la FAP (que se disolvió en 1983) ya llevaba 7 congresos realizados.

Equipo conformado por Diana Kordon (fundadora), Lucila Edelman y Dario Lagos. En 1986 publicaron un libro con todos los trabajos.

Juan Carlos Volnovich

Presentaciones de Las Huellas de la Memoria. Tomo II

The Cavern Club | 20/10/2005

Juan Carlos Volnovich

Ante todo una advertencia para que no tome desprevenidos a los lectores: éste libro produce insomnio. Nomás uno lo lee, y ya no puede dormir. Es un insomnio bueno, si los hay, porque ayuda a salir de la pesadilla. Es un insomnio que tiene algo de elaboración, que contribuye a procesar el hecho traumático pero -ya verán- los desafío a que, después de leerlo, puedan volver a conciliar el sueño.

 

“Siendo el propósito del presente trabajo trazar la historia del movimiento psicoanalítico, no habrá de extrañar su carácter subjetivo…”

Así comienza Freud su Historia del Movimiento Psicoanalítico , muy pronto, demasiado temprano tal vez, porque como señala Pontalis en Este tiempo que no pasa, el psicoanálisis en 1914 era aun muy joven como para ser historiado.

Entonces, siendo el propósito de Las Huellas de la Memoria trazar la historia del movimiento psicoanalítico y de la salud mental en la Argentina, no habrá de extrañar su carácter subjetivo sólo que, en este caso, no es ni demasiado temprano ni prematura la tarea emprendida. Es el momento justo y preciso.

Con la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, Enrique Carpintero y Alejandro Vainer han apelado a las claves que nos aporta la historia. Pero no a la historia que se pretende objetiva en la cientificidad de sus afirmaciones; no al pasado que la historia como disciplina intenta restituir, sino que han apelado a la memoria colectiva; a la que hace uso del recuerdo y del olvido en el presente, cuando el pasado es transmitido a las nuevas generaciones a través de lo que ha dado en llamarse canales y receptáculos de la memoria. Flujo de los bolsones de memoria. Y es así como la memoria colectiva se convierte en garante del patrimonio heredado frente a los que violan la conciencia y deforman los datos aportados por las fuentes y los archivos. La memoria colectiva atesora el patrimonio heredado desafiando a los que construyen mitos fundacionales funcionales a los poderes de turno. La memoria colectiva pelea palmo a palmo contra los militantes del olvido, contra los traficantes de documentos, contra los conspiradores del silencio.

Queda claro, entonces, que antes que frente a un libro de historia, estamos frente a Las Huellas de la Memoria .

Con este segundo volumen (que augura su continuación) Enrique y Alejandro concluyen una obra tan fresca como rigurosa, texto con el que comenzamos a saldar una deuda, a llenar un vacío; la deuda contraída con los gigantes que nos precedieron, los que supieron inaugurar el camino que nosotros recorrimos; la deuda con los acontecimientos que le dieron al psicoanálisis y a la salud mental en la Argentina su rostro más original; la deuda que teníamos, y que aun sostenemos también, con nosotros mismos.

Lo que éste libro evoca, lo que minuciosamente describe, son los efectos de la potencia instituyente que habitó en los orígenes; es el impacto de una increíble fuerza transformadora. Es la intensidad de la ola que durante dos décadas se expandió por el universo de la cultura local intentando reemplazar a lo instituido, lo que aquí hace evidencia. Pero éste libro evoca, también, las huellas del golpe arrasador que la represión tuvo sobre todo aquello que supimos conseguir.

Decía que la aparición de Las Huellas de la Memoria como registro del movimiento psicoanalítico argentino no es ni anacrónica ni prematura. Coincide con la aparición en Francia del Libro Negro del Psicoanálisis para instalarse como su contrapartida. Es nuestro libro digno del psicoanálisis.

Siendo así, un segundo volumen, Las Huellas de la Memoria se inicia con la segunda parte. El estallido de las instituciones que ocupó el primer lustro de los 70.

Estas huellas hablan de la fuerza innovadora de los Trabajadores de Salud Mental cuando por entonces quisimos ponerle gatillo a la luna. Cuando la seguridad en nosotros mismos, la confianza que nos habitaba, descansaba en el profundo desprecio por éste mundo desgraciado y cuando con Paquito Urondo estábamos dispuestos a dar la vida para que nada siguiera como estaba.

Como no podía ser de otra manera el texto de Enrique y de Alejandro transita por la huella que dejó abierta la APA y su esplendor, Plataforma y Documento y la epopeya de los grupos lacanianos que confluyeron en la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Plataforma , como aporte significativo a la identidad del psicoanálisis argentino y su influencia en el psicoanálisis global, de la que algo diré más adelante.

Con originalidad y audacia, como un gesto de afirmación de lo propio, el capítulo dedicado al “Psicoanálisis y el poder” pone a “Freud y los límites del individualismo burgués” al lado del Antiedipo y El Psicoanalismo. Deleuze, Guattari, León Rozitchner, Robert Castel compartiendo la misma jerarquía. ¡Al fin!

El capítulo III está dedicado a la Salud Mental entre las comunidades terapéuticas, la psiquiatría social y la antipsiquiatría. Allí se ilumina a pleno lo real maravilloso americano. Lo que Diki Grimson, Miguel Vayo y Lucy Edelman hicieron en el Centro Piloto del Estévez de Loma de Zamora, lo que pasó allí, no tiene nombre. Si no fuera por que fue verdad la desmesura de esa realidad, una única exclamación cabe después de leer el relato: ¡Nahh!

Allí están, también, las huellas del Servicio de Psicopatología del Lanús con su gloria merecida y también con sus miserias, y la estela dejada por David Cooper y la Antipsiquiatría que tuvo un perfil propio en éstas pampas que no es la que Mariano Plotkin pretende dibujar.

Como homenaje, en un gesto que los honra, Enrique y Alejandro decidieron incluir a “los olvidados” de la Salud Mental en la Argentina: a Rodolfo Bohoslavsky, Isabel Calvo, Hebe Friedenthal y Mario Strejilevich. Yo les hubiera agregado, también, algunas vidas truncas, la potencia interrumpida de Alberto Brodesky, de Elías Libdushinsky, de Sergio Snopik.

Con las huellas que la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires y la Revista Argentina de Psicología dejaron en el campo de la Política, nada más ni nada menos que con la singular relación construida a costa de tanto esfuerzo y de tantas vidas entre psicoanálisis, universidad y política, concluye la segunda parte del libro para augura la tragedia.

La tercera parte está dedicada a la desaparición: se inicia con la lista de trabajadores de salud mental desparecidos que Laura Finkelstein y Mario Hernández confeccionaron y concluye con los efectos directos e indirectos del terrorismo de Estado que la dictadura militar impuso a nuestro país. Quiero aclarar que lo que aparece en el libro es la lista de los desaparecidos, no de los secuestrados-desaparecidos que posteriormente recuperaron la libertad. Inevitable, compulsión a la repetición, cada tanto volvemos a desaparecer a alguno. No encontré allí a Alberto Pargeament.

Dejé para el final de éste enunciado el bello prólogo con el que Gilou García Reinoso no hace otra cosa que reforzar lo que él libro plasma: la maravilla de la confrontación de ideas, ese hervidero intelectual que durante dos década supimos ser y hacer, ese inconmensurable espacio abierto, dispuesto para el despliegue de los grandes discursos emancipadores cargados de mesianismo e ingenuidad -es cierto- pero, también, cargados de críticas a las injusticias sociales, a la lógica del capitalismo y a la perpetuación de lo instituido. Porque en última instancia, lo que este libro reafirma es el carácter absolutamente singular del psicoanálisis; disciplina que fracasa cuando triunfa y se instituye. Y que cuando fracasa, es decir: cuando evita quedar capturado por el establishment, triunfa. De ahí que con Las Huellas de Memoria podamos concluir que lo mejor del psicoanálisis, lo mejor que el psicoanálisis ha producido, lo hizo contra el psicoanálisis; contra la cultura oficial del psicoanálisis; cuando logró eludir el peligro siempre presente de quedar capturado por la repetición.

También, este libro abre los interrogantes acerca de los estragos del poder en el seno de lo propio. No debemos olvidar que la destrucción del sistema de salud mental se llevó a cabo con un alto grado de consenso. Si la dictadura militar ofició de trauma social, la democracia no impidió los efectos de la dictadura del discurso político y económico a la que contribuyó el desencanto, la despolitización y el desinterés frente al despojo. Así, los que habíamos sido trabajadores de salud mental fuimos rápidamente reemplazados por profesionales uniformados en torno a una teoría tan barroca como políticamente inodora e incolora; profesionales uniformados destinados a adorar a sus maestros. De modo tal que la adhesión o la indiferencia nos transformó en sujetos borrados y tarados. Mascaras sin rostro. Eco, y no voz.

Este segundo volumen de Las Huellas de la Memoria nos interroga acerca de las claudicaciones, los consentimientos, la complacencia, las complicidades con el poder totalitario, y abre un profundo interrogante sobre la figura del colaboracionista y de la masa que acompaña.

 

Decía en un principio que c on la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, Enrique y Alejandro apelaron a las claves que nos aporta la memoria colectiva. Sin embargo, la intención de Enrique y de Alejandro lejos está de ir al rescate de los relatos paradigmáticos de los 60 y los 70 para completar lo interrumpido ni, mucho menos, la de ponerlos nuevamente en vigencia. Sí, reelaborar las viejas utopías y garantizar la continuidad real en este presente que es otro, muy distinto de aquel en cuyo seno aparecieron, convencidos de que la tradición verdadera es la que va cambiando. No, la que permanece inalterable, ligada a la nostalgia. Así, parecería que ser consecuente con los viejos ideales -apostar a la identidad del psicoanálisis argentino (y las Huellas de la Memoria hace una contribución definitiva en ese sentido)­ supone reconocer en los titubeos y contradicciones de las nuevas generaciones de psicoanalistas informales, el lugar posible de esa producción original. Tal vez es allí donde se encuentre el germen de nuestra verdadera identidad, en la producción asistemática, desprolija, “ilegal” de los psicoanalistas informales que hoy en día protagonizan el cuadro y a quienes este libro les está destinado. También, en el proceso de apropiación masiva, en el consumo del psicoanálisis que les llega a las masas.

Si comencé diciendo que Enrique y Alejandro escribieron esta obra fenomenal con la intención de registrar nuestra propia voz y de mostrar el perfil que nos identifica, terminaré ahora con un ruego y un consejo. A los jóvenes que a través del texto se acercan a ésta gesta, a los destinatarios privilegiados del discurso que pronunció Federico Pavlovsky, les ruego que nos crean; que no tomen a Las Huella de la Memoria como un libro de psicoanálisis-ficción. Fue verdad. Todo lo que aquí esta escrito fue de verdad. Lo hicimos nosotros. En un gesto de generosidad que compromete nuestra gratitud Enrique y Alejandro han trabajado arduamente para restituir a los protagonistas, a los verdaderos dueños, a nosotros, el pequeño pedazo de historia que nos pertenece.

Y como dije en el inicio, para quienes participaron de ésta aventura, para quienes recorrieron toda o alguna parte de esas dos décadas, a los potenciales lectores les aconsejo que, junto al libro, atesoren una buena dosis de porros o de Whisky, de rohypnol, de ribotril o de ginebra como quiera o pueda cada cual, porque éste libro, aunque ineludible y necesario, produce insomnio.