Presentación de El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser de Enrique Carpintero | Topía

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Presentación de El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser de Enrique Carpintero

El sábado 18 de octubre de 2014 se presentó el libro El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser de Enrique Carpintero. Los presentadores fueron el Dr. Vicente Galli y el Dr. Juan Carlos Volnovich. A continuación se transcriben las exposiciones de los panelistas y el cierre del autor.    

Vicente Galli

Me toca a mí ser el primero de los presentadores. En primer lugar, mi agradecimiento a Enrique por invitarme. Amí me toca contar algo sobre este viaje que hice luego de navegar por el libro. Fue una navegación bastante curiosa por un archipiélago paradojal, con algo de los archipiélagos que tienen los ríos de llanura cuando salen hacia los estuarios, hacia el mar, que hacen muchas islas y uno tiene muchos recorridos para navegar desde donde viene el rio hasta donde va a llegar. Pero no se hagan ilusiones porque no es solamente un delta del tipo del Rio de la Plata. Está mezclado con esos ríos de montaña para hacer rafting, hay algunos que son rápidos, hay algunos saltos y algunas cataratas, son una cantidad de posibilidades de navegación donde hay una cantidad de afluentes que llegan desde todas partes al texto de Enrique. Y uno se puede meter por esos afluentes, detenerse; cada capítulo tiene 15,12,18, 14 notas, algunas de las cuales son artículos cortos en sí mismos y dan ganas de quedarse en algunos de ellos, pero como había que terminar de leer el libro tuve que seguir de largo.

Me acordaba cuando te leía, Enrique-he leído otros artículos y algún otro libro tuyo-, del problema que tenían los editores de William Yeats. Él cuando reeditaba sus poemas los cambiaba, los retocaba y los editores se enloquecían. Acá hay mucho trabajo de retoma de trabajos y artículos anteriores pero están cambiados, transformados. Y cuando los editores lo puteaban a Yeats, él decía “Yo no transformo mis poemas, me transformo a mí mismo”. Y la formación moderna en todas sus perspectivas, no solamente en lo que haca a la formación de gente vinculada con el campo de la salud mental o la formación psicoanalítica, la formación moderna lo que busca desde una perspectiva constructivista es la transformación permanente de los que enseñan y los que son enseñados. Si el que enseña no se está transformando con los que tiene como alumnos, no les da posibilidades de que ellos a su vez se puedan transformar. Educar, enseñar, no es dar algo terminado de hacer sino que es dar algo que el otro tiene que a su vez metabolizar y elaborar, hacerlo propio y transformarse. Y yo creo que este libro de Enrique es en ese sentido es una obra muy moderna porque en una spinoziana concatenación de razonamientos apasionados, produce un texto amplio, complejo, en el que está integrando perspectivas múltiples y cuestiones varias con las que va armando el recorrido. Hay perspectivas filosóficas, epistemológicas, históricas, sociales, políticas, metodológicas, biológicas, genéticas y se puede seguir enumerando; pero con la particularidad de que no están implícitas sino que están explicitadas. En ese sentido lo que decía Susana es cierto, es un libro amplio de integración cultural, de integración disciplinaria, de concatenación de perspectivas. Por supuesto que entre esas perspectivas centralmente va a la psicoanalítica. Yo creo que la definición de todos estos ingredientes en la textura congruente del libro dramatiza la complejidad de la existencia humana y la tarea inmensa de un psicoanalista que buscando respuestas al reto de que el psicoanálisis de cuenta de nuestra época se encuentra con la necesidad también de dar cuenta simultáneamente de todos los ingredientes que hacen de la propia argamasa de cada uno de nosotros trabajando y en este caso, de Enrique dando cuenta de sí mismo.

Aunque no nos damos cuenta de sus espesores y riquezas, estamos llenos de estas presencias de disciplinas y perspectivas de la cultura, más allá de las que nos da elafuera. Seguramente se ha transformado, se ha reconstruido al escribirlo, y lo ofrece para que lo metabolicemos. No significa que vaya a terminar de escribir con este libro; ésta es una llegada a puerto pero seguramente vas a seguir navegando.Y para que metabolicemos cada uno con sus propias características y sus cualidades de otro, otro en relación con Enrique. Otredad a la que tanto se refiere Enrique en su texto. Destaco con esto porque lo entiendo aunque apasionado, no planteando certezas para creer como dogma sino con propuestas para metabolizar. En una época en la que pugnamos por reconocernos y respetar las diferencias a las que las convenciones culturales predominantes marginaban o descalificaban, creo que también cabe reconocer variadas maneras de entender y de practicar el psicoanálisis y de ser psicoanalista.

¿Qué es un psicoanalista? En el mejor de los casos es un artesano, desarrolla un oficio, elabora con sus identificaciones con las que se hominizó en la cultura, con las que siguió trabajando y existiendo y con sus identificaciones psicoanalíticas. También con lo que hace a sus conocimientos conceptuales en su teoría oficial. Pero también a sus conocimientos nocionales y quizás también conceptuales con teorías que oficialmente no reconoce, pero que ha incorporado de la cultura o de las culturas psicoanalíticas, políticas e institucionales en las que está. Con teorizaciones conocidas y nociones incorporadas, con sus historias y sus contextos, mejor o peor conocidos o entendidos. Con sus convicciones conscientes y sobre todo con sus valoraciones inconscientes. Con sus ideologíasreconocidas y también las ideologías implícitas y entre las reconocidas y las implícitas con sus contradicciones y deconstrucciones y construcciones permanentes. Y su posibilidad de pensamiento crítico y detransformaciones. Con todo esto, el psicoanalista no es un señor que sabe teoríasy conceptos. Las sabe, o las tendría que saber, pero en el momento dela práctica las teorías y conceptos vuelven transformadas por el diálogo y la interlocución con el otro donde el psicoanalista es instrumento de su propia práctica, y no aplicador de las teoríasque conoce. Donde transforma lo que tiene metabolizado y aprendido, en un coloquio, en una interacción, en un diálogo con la otra persona o las otras personas con las que está trabajando, donde las teorías vuelven pero como retornando de lo reprimido o volviendo desde lo escindido cuando la materialidad de lo que va pasando en la sesión tiene más de puestas en actos que de puestas en diálogo. El libro que estamos festejando busca dar cuenta de todo eso, lo que no es muy frecuente porque intenta abarcar todo junto. Y ese es un método particular de este libro. Lo hace articulando Freud y Spinoza con una multiplicidad de autores a los que permanentemente invita a participar no solo como bibliografía sino incluyendo citas amplias. Puede ser por eso que el libro está escrito en primera persona del plural. Yo pensaba que erasolamenteal equipo de Topia al que tenías presente, pero hace hablar a una cantidad de voces muy señeras y muy importantes del pensamiento. Y habla con él, lo trae al diálogo, lo trae como amigo para la charla. Buscando dar cuenta psicoanalíticamente ypolíticamente en nuestra época, -lo que incluye comparar con otras épocas- tal como lo entiende y lo explicita lo más claramente que puede con sus fuentes, sus referencias sus elaboraciones, marcando todos los giros y transformaciones que le parece necesario hacer.

Describo esto porque tiene mucho que ver con el trabajo del analista en su práctica cuando es instrumento de sí mismo. Con todos estos ingredientes se trabaja en esos encuentros, en sus subjetividades que son del otro y la de él mismo, manejando todo tipo de realidades, ilusiones, fantasías, que nos habitan y habitan al otro, tratando de hacer un recorrido quizás parecido al que hace Enrique en su libro, que describí como“navegar”.

Marco unos temas y perspectivas entre muchos posibles. Su particular manera de construir su metapsicologíamuy apoyada en la freudiana y discutiéndole a Freud y planteando modificaciones nocionales y conceptuales. Se nota tendencialmente la búsqueda de una gran aproximación de los modelos teóricos con la práctica cotidiana, con lo que pinta muchas situaciones y muchas definiciones casi como observables clínicos inmediatos, lo que fundamenta en variados materiales clínicos. Él hace una urdimbre, un tejido entre cuestiones freudianas y cuestiones spinozianas que organizan como pentagrama muchas de las cuestiones dellibro. Por ejemplo la dualidad pulsional freudiana con las pasiones alegres y las pasiones tristes en Spinoza, donde cuerpo y mente se expresan sufriendo en paralelo de la misma sustancia y no como entidades diferentes. Es una preocupación en Enrique, tratar deunir lo que habitualmente se separa en cuerpo y mente y sus distintos tipos de interpretaciones. En Spinoza, en la Ética de la alegría de lo necesario y de la posibilidad de desear a partir de esos deseos de amor y solidaridad. Las pasiones alegres en Spinoza básicamente son la memoria y la solidaridad y las pasiones tristes el egoísmo, la violencia, el odio. No existen unas sin las otras, no hay posibilidad de existencia aislada de una de las otras pasiones, pero la ética de la alegría se apoya justamente en desear a partir de esas posibilidades, de desear amor y solidaridad. Ética sostenida en actos responsables que no parten de  un deber ser sino desde el poder ser. De ahí el derecho de cada cual a la potencia que tiene para existir y para actuar, por lo tanto la potencia de ser, que tiene que ver con el subtítulo del libro. El ser en Spinoza es poder y potencia, no es deber. No es una perspectiva romántica ni idealista, sino que es una aseveración profundamente materialista, donde nunca se terminan las interacciones y las luchas entre dos tipos de pasiones que nos constituyen desde nuestra propia inmanencia sin ningún tipo de referencia para lo trascendente religioso. Lo malo y lo bueno inmanente a lo humano y no como algo trascendente que nos atraviesa. En Freud -no me voy a desplegar sobre la dualidad pulsional de Freud y pulsión de muerte-; sí voy a hacer una referencia solamente a que Enrique la trabaja de una manera en la que ya no habla de pulsión de muerte sino de la muerte-como-pulsión. La muerte que está al principio de la vida y que hace necesario que el infans sea sostenido en vida por el amory por la encarnadura que da el cuidado responsable de aquellos que lo han traído al mundo o lo sostienen en el mundo aunque no lo hayan traído, y la muerte como tentación y peligro permanente que amenaza el eros integrador en relación con las compulsiones repetitivas producto de la autodestructividad y el odio, que ataca a la integración y ataca fundamentalmente la posibilidad de relaciones de uno y otro donde el otro y uno es muy importante y caracterizado por Enrique como centrales en todo esto. En su recorrido por lasvariaciones que plantea en relación con la mirada freudiana, en esa búsqueda de unión de lo que parece como separado, produce la noción de corposubjetividad. Y el libro es un libro subjetividad de Enrique. Que alude a que un sujeto constituye su subjetividad desde distintos cuerpos; el orgánico, el erógeno, pulsional, el social y político, permanentemente interrelacionados con otros cuerpos, cuerpos como acciones, cuerpos que afectan y son afectados en el colectivo social. Con esto hace una cantidad de juegos y de articulaciones muy interesantes. Son muchos los tópicos, muchas las cuestiones que desarrolla, son muy ricos los desarrollos conceptuales, son muy buenos los materiales clínicos, muy variados; hace a la variación en la navegación pero creo que como saludo y reconocimiento y para no ser extenso, termino acá.

Gracias Enrique por el libro que me regalaste para que lea.

 

Juan Carlos Volnovich

Solo tengo palabras de agradecimiento para Enrique. Enrique me honró incluyendo el prólogo y vuelve a distinguirme, ahora, invitándome a la presentación de su último libro.

Escribo esto…y ya me arrepiento. Me arrepiento en el mismo momento en que viene a mi memoria el recuerdo de aquella vez, cuando en 1957 un joven escritor se acercó emocionado a Juan Rulfo y le dijo:

-Maestro, acabo de leer Pedro Páramo, su último libro, y me ha conmovido profundamente.

A lo que Rulfo le respondió con amabilidad y un ruego:

-¡Por favor! Le dijo Rulfo, no sea usted tan cruel; no diga usted que es mi último libro; diga, si acaso, que es el más reciente de mis libros.

Sabido es que a partir de 1956 -y por décadas- Pedro Páramo fue el último libro de Rulfo hasta que, tardíamente, en 1980 apareció El Gallo de oro.

Pues bien: en el prólogo del más reciente de los libros de Enrique Carpintero, intenté ubicar a El erotismo y su sombra en el vasto océano de su producción como ensayista eslabonándolo con Registro de lo negativo y La Alegría de lo necesario, los libros que publicó con anterioridad.

Intenté, también, ubicarlo como autor en un linaje que se inició con el Freud de Psicología de las Masas y El Malestar en la Cultura, con el Freud interlocutor de Einstein ante el porqué de la guerra; intenté ubicarlo en una filiación que reconoce sus antecedentes en Spinoza y en Marx, en la Escuela de Frankfurt, en la producción de Wilhelm Reich…y que aquí, en la Argentina, se encadena con la gesta de los psicoanalistas pioneros que enfrentaron a la psiquiatría manicomial hegemónica en la década del 40; con los fundadores de la psicoterapia de grupo y del psicodrama cuando el psicoanálisis individual se postulaba como el único legítimo; con el grupo Plataforma que partió en dos al psicoanálisis mundial; con los equipos asistenciales de los Organismos de Derechos  Humanos; con  las intervenciones en la fábricas recuperadas; con las nuevas formas de legislar la enfermedad y la salud mental.

Hasta ahora fue, entonces, ubicar el libro en el contexto de su obra; ubicar al autor en su genealogía. De aquí en más, y como puesta en acto de lo que opino del texto –una incitación al trabajo intelectual- voy a centrarme en tres puntos:

  • Por un lado, panorama de la época del autor;
  • En un segundo momento…algunas palabras acerca de Enrique, su Revista y su libro. 
  • Por último, intentaré resaltar los temas abordados por Enrique; los temas  que a lo largo de las 300 páginas de El Erotismo y su sombra me han parecido más significativos.

Panorama de la época

A quién  se acerque hoy en día al psicoanálisis de Buenos Aires  le será difícil disimular el asombro ante tamaño despliegue: un psicoanálisis plural domina el cuadro. Psicoanálisis multifacético, atomizado, multiplicado hasta atravesar toda la trama de la  cultura; difundido a lo largo y ancho de la escala social, irreverente ante los límites de clase. Un psicoanálisis ampliado, expandido, elemento esencial en la estrategia particular de numerosos profesionales de la salud, infiltrando la psicología de la educación y de las  relaciones familiares, desbordando en la psicología toda que se basa en él para ratificarlo, para criticarlo, para contradecirlo. Para  todo,  menos para hacer caso omiso de él. Si algún autoritarismo padece es un  autoritarismo liberal que permite desarrollar las más diversas orientaciones para imponer una misma condición del orden: infinidad de parroquias para una misma iglesia.

La jerga psicoanalítica se ha convertido en lenguaje  coloquial, en código privilegiado para reflexionar sobre la propia existencia. El psicoanálisis  -que antes  era de consulta-­  es  ahora consumido a domicilio, presencia insoslayable en los medios de comunicación de masas.

Esta “inteligencia psicoanalítica de masas”, como quiso llamarla Robert Castel, muestra una de las caras de la paradoja: la pérdida de especificidad, la masificación, la banalización. La otra, un cuerpo teórico riguroso, sofisticado, difícil.

Desacralizado, divulgado, vulgarizado, algo ha cambiado. Un reconocimiento social de tal magnitud no puede darse sin una  profunda transformación en la naturaleza de su objeto.

Esta diseminación de nuestra disciplina, el respeto por las diferencias, la descentralización democratizadora, coexiste junto a las formas más concentradas de acumulación de poder y centralización transnacional. De modo tal que somos testigos de un proceso por el cual los sectores hegemónicos controlan el psicoanálisis y monopolizan los bienes simbólicos como nunca antes lo habían  podido  hacer. La homologación de la cultura psicoanalítica aportada por los medios coexiste con la diversificación extrema de pequeños universos simbólicos. Diversidad que está al servicio de la fragmentación; nueva forma de segmentación de públicos que implica toda una reorganización del mercado con entrecruzamientos muy complejos. Esta segmentación de públicos -paradójicamente uniformados por un discurso homogéneo- va fomentando, también, una atomización indetenible del conjunto de la comunidad científica; comunidad científica que cada vez encuentra más obstáculos para identificarse, para solidarizarse, para recuperar la conciencia de totalidad y reorganizarse en consecuencia.

La  coexistencia  plural deviene, así, en un  peligro.  Tiende  a ignorar  lo  que nos une o puede unirnos. El  relativismo  fomenta  el aislamiento cuando nos disuade de hacer el esfuerzo  para  aproximarnos al “otro” y aprender de él (aún, de lo que no nos gusta  de  él). Cada parroquia  lacaniana,  por ejemplo, ignora lo que ocurre  en  la otra vecina, pero no lo que pasa en París. De modo tal que estamos africanizados. Quién haya viajado por el África sabe muy bien que para ir de un país fronterizo a otro, a menudo es más fácil hacerlo vía Europa. Uno de los graves problemas de la pluralidad y el respeto por las diferencias es como ese respeto conspira contra la integración y la comunicación horizontal, contrastando con su conexión vertical -y, subalterna- con París.

La  identidad de un psicoanalista argentino se fue construyendo, así, con fragmentos, con  ideales  libertarios  como  los   de Plataforma, con influencias transnacionales como las de la  I.P.A. de la E.O.L. o Convergencia, con los residuos de la represión que dejaron  los  años de la dictadura militar. Es, en todo caso, el resultado de un proceso mucho  más complejo  y contradictorio que  el  que  pudiera   pensarse para un psicoanalista que se formó en un lugar, en un  tiempo histórico  determinados. Complejísimo proceso del que emerge un cuerpo desdibujado  que  poco tiene que ver con la afirmación tradicional  de  valores basados en su carácter localista. Lo esencial de un psicoanalista argentino, por ejemplo, no está dado por haber transitado por un  período histórico determinado, en un lugar determinado. Menos aún por la aceptación  -como modelo de identificación- de ciertas figuras carismáticas que aún nos quedan de las épocas de gloria y que vendrían a llenar el vacío de poder que se generó por la propia fragmentación y multiplicación de las pirámides institucionales que la posmodernidad impuso.

La  tradición  verdadera es la que ha ido cambiando. No la que permanece inalterable, ligada a la nostalgia. Ser consecuente con los viejos  ideales  -apostar  a  la  identidad de los psicoanalistas argentinos­ supone reconocer en los titubeos y contradicciones de  las  nuevas generaciones de psicoanalistas informales,  el  lugar de esa producción original.  Tal  vez  es allí  donde se encuentre el germen  de la  verdadera identidad, en la producción asistemática, desprolija, “ilegal” de  los psicoanalistas informales[i]. Y  no  solo allí. Pienso que deberíamos,   también, perseguir  la originalidad de la cultura psicoanalítica en el proceso de apropiación masiva, en el consumo y  la refuncionalización del psicoanálisis que les llega a las masas. ¿Qué psicoanálisis consumen los “sectores populares” y cómo se apropian de él?  ¿Cómo  asumen, incorporan y elaboran los “consejos” psicoanalíticos que inundan los  medios? ¿Cuál es la  recepción, en última instancia, del discurso psicoanalítico? Entender este proceso puede aclarar algo sobre la pertinencia o impertinencia  de los proyectos asistenciales; puede iluminar a las políticas  de formación y reproducción de agentes; puede ayudarnos a diseñar las  estrategias universitarias y el futuro de las teorías implicadas.

La producción psicoanalítica  local viene de las instituciones que pertenecen a la IPA -de la APA, de APdeBA, de la SAP-y de las asociaciones que funcionan como satélites; nos viene también de los grupos incluidos en la EOL, de las asociaciones lacanianas escindidas que alguna vez fueron Convergencia. Tienen, por lo tanto, una fuerte impronta institucional. Cada cual tiene, como no podía ser de otra manera, su revista. Las revistas de las instituciones, son así, subproductos de una empresa.

A diferencia de todas las demás, Topía comenzó siendo una revista para llegar, después, a convertirse en un polo conceptual, en una referencia del psicoanálisis local. Claro está que existen otras revistas. También Actualidad Psicológica es una revista que ha perdurado a través de los tiempos, e Imago Agenda tanto como Psicomundo -que supo desde muy temprano desprenderse del papel para ocupar el ciberespacio-, con intereses totalmente distintos…, también Actualidad Psicológica, Imago y las de Psiconet, son revistas. Pero casi ninguna –y cuando digo casi ninguna es porque se me hace presente Conjetural-casi ninguna otra revista ha logrado convertirse en la base de lo que es hoy en día Topía: una usina de psicoanálisis y cultura.  

Alguna vez imagine que podía poner en serie esos libros que me impactaron de tal modo que mi vida cambio de rumbo después de leerlos. Alguna vez imaginé mi autobiografía vertebrada por los libros que me habían hecho ser lo que soy al estilo de lo que Cesar Fernández Moreno, con quién tuve el privilegio de compartir mi exilio cubano, plasmó en ese poema escrito “con un lápiz encontrado en La Habana” donde contaba la historia de su vida hilvanando las fechas en que habían ido apareciendo los coches de Baldomero, su padre.

Si alguna vez imaginé mi autobiografía vertebrada por los libros que me habían hecho ser lo que soy, puedo ahora pensarla organizada por las revistas que ocuparon un lugar definitivo en mi vida.

En la lista no podrían  faltar Sur ni Contorno; y La Rosa BlindadaEl Grillo de Papel, El Escarabajo de Oro, y El Ornitorrinco. No podrían faltar  ni Plural ni Vuelta; ni  Punto de Vista ni El cielo por asalto; ni Crisis, ni El porteño.

Por mi parte, no recuerdo haber sido más feliz el día que publiqué mi primer libro, que aquel en que por primera vez un artículo mío apareció en la Revista Casa de las Américas que dirigía y dirige Roberto Fernández Retamar, o cuando vi una nota que llevaba mi firma incluida en Les Temps Moderne para siempre el universo de Sartre, o  el texto mío que Quijano recogió en Marcha.

Quiero decir: la Revista Topía es uno de mis sueños; es fuente de un inagotable orgullo saber que  entre nosotros pudo aparecer y sostenerse una revista así. Topía es fundamental en el panorama cultural del psicoanálisis argentino y Topía está indefectiblemente ligada a Enrique Carpintero, como  lo está Marcha a  Quijano; como Orígenes es de Lezama Lima, como Amauta es de Mariátegui, Sur es de Victoria Ocampo y la Revista de Occidente es de Ortega y Gasset.

Waldo Frank, que transito como nómade por las revistas de su época, escribió en una de ellas -en América hispana- algo que le cabe a Enrique: El intelectual latinoamericano es siempre hombre de acción, lo cual quiere decir que es periodista.

Y Enrique es un intelectual latinoamericano; por lo tanto es un hombre de acción. Enrique es periodista y es psicoanalista. Pero no cualquier psicoanalista.

Un abismo insalvable separa a un psicoanalista burgués de un psicoanalista que analiza la implicación en la realidad que lo determina. Un abismo insalvable separa a un psicoanalista convencional de un psicoanalista marxista. Cuando el psicoanalista burgués se muestra indiferente a los obreros que toman una fábrica o a los piqueteros que irrumpen en la escena política, porque son hechos que no le conciernen, el psicoanalista marxista sabe que la relación del sujeto con el trabajo y con la política es parte fundamental de sus intereses teóricos y clínicos. Cuando el psicoanalista burgués se pregunta por qué los obreros toman las fábricas, por qué los piqueteros interrumpen el tráfico, el psicoanalista marxista se pregunta por qué no las toman, por qué no cortaron antes las rutas. Mientras el psicoanalista convencional intenta explicar cuáles son los mecanismos conscientes e inconscientes que impulsan a un trabajador desocupado a tomar el poder en las fábricas, el psicoanalista marxista intenta explicar cuáles son los mecanismos conscientes e inconscientes que antes impidieron a los obreros tomar esas fábricas.

Enrique es un psicoanalista marxista lo que quiere decir que es un psicoanalista que no se conforma con interpretar el mundo: pretende transformarlo.

Enrique es el psicoanalista marxista que más lejos ha llegado en la intersección de Freud con Spinoza y Rozitchner. En El erotismo y su sombra, apelando a la noción de corposubjetividad termina con el dilema estéril entre cuerpo y alma. Para explicar los estragos de la pulsión de muerte, imposible de ser representada en el psiquismo, pero de efectos devastadores a lo largo de la vida del sujeto, Enrique invierte los términos y enuncia la muerte como pulsión. Con una intervención sutil y sofisticada, casi como quién amplía con un microscopio las series complementarias enunciadas por Freud para iluminarlas en detalle, propone diferenciar un desvalimiento originario que -muerte como pulsión- se encontrará con un otro primigenio, imprescindible para construir ese espacio soporte capaz de decidir acerca de un destino más cargado hacia el desvalimiento o más cargado hacia el desamparo.

De modo tal que una vez establecidas las nociones de corposubjetividad, de muerte como pulsión, de desvalimiento originario, desvalimiento y desamparo, espacio soporte y factores psicoentrópicos deja formalizada su rampa de lanzamiento. A partir de esa estructura fundamental Enrique se eleva para enfocar con luz propia las variaciones de la sexualidad humana, la sociedad de consumo y el lugar del psicoanálisis en la cultura. Esto es: las relaciones del sujeto con el poder.

Dije antes que El erotismo y su sombra compone con Registro de lo negativo y La Alegría de lo necesario, una trilogía que le da coherencia al amor y al erotismo desde el pensamiento psicoanalítico. Para mí El erotismo y su sombra integra, también, junto al Miroir de la tauromaquie de Michel leiris y a El erotismo de Bataille, otra trilogía ineludible.

Cito a Bataille:

“Podemos decir del erotismo que es la aprobación de la vida hasta en la muerte. Propiamente hablando, ésta no es una definición, pero creo que esta fórmula da mejor que ninguna otra el sentido del erotismo. Si se tratase de dar una definición precisa, ciertamente habríamos de partir de la actividad sexual reproductiva, una de cuyas formas particulares es el erotismo. La actividad sexual reproductiva la tienen en común los animales sexuados y los hombres, pero al parecer sólo los hombres han hecho de su actividad sexual una actividad erótica, donde la diferencia que separa al erotismo de la actividad sexual simple es una búsqueda psicológica independiente del fin natural dado en la reproducción y del cuidado que dar a los hijos. Así, a partir de esta definición elemental, vuelvo inmediatamente a la fórmula que propuse para empezar, según la cual el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte.”

Así como para Enrique no se puede pensar el amor sin su sombra -porque lo contrario es la oscuridad del desamor-, para Bataille no puede pensarse un mundo en el cual el erotismo y la muerte no se presenten encadenados; encadenados en el erotismo de los cuerpos, en el erotismo del corazón, en el erotismo sagrado.

¡Ojalá! entonces que El amor como potencia del ser encuentre un lugar en este mundo cruel que nos tocó vivir!

¡Ojalá! nuestra comunidad científica sepa darle a El erotismo y su sombra, el recibimiento que se merece. 

Y a ustedes… ¡buena suerte leyéndolo!

 

 

[i] En realidad, no aludo aquí a la producción o a la reproducción de psicoanalistas sino a la producción y a la reproducción de una comunidad científica como sistema social, con las relaciones sociales que establecen, con sus interacciones,  y en cuyo seno los individuos desarrollan su existencia no ajenos a una masa crítica.  

 

 

 

 

Enrique Carpintero

En primer lugar quiero agradecer las exposiciones de Susana, Vicente y Juan Carlos. A todos ustedes por estar en la presentación y también al Cavern por facilitarnos este lugar para la presentación.

Hay muchas personas que quisiera agradecer, ya que como digo en la introducción del libro utilizo la primera persona del plural para afirmar que toda producción es colectiva: uno es con los otros. El que escribe produce efectos de sentido por medio de conceptualizaciones que dan cuenta de su historia personal, social y, -como en este libro- su desarrollo profesional. Allí esta su estilo y su particular forma de reflexionar que lo implica en un cuerpo que afecta y es afectado por el entramado de múltiples determinaciones. De allí que quiero agradecer y recordar a los que fueron mis maestros: Enrique Pichón Riviére, León Rozitchner y Fernando Ulloa. A los que participan en la publicación de la revista Topía, con los cuales pude reflexionar sobre algunos conceptos desarrollados en este texto: Susana Toporosi, Susana Ragatke, Alicia Lipovetzky, Alfredo Caeiro, Héctor Freire, Alejandro Vainer, Carlos Barzani y César Hazaki. A Victor Macri y Andrés Carpintero. Finalmente voy a mencionar al Artista plástico Ricardo Roux por facilitar la obra que ilustra la tapa.        

Bueno luego de las profundas reflexiones que realizaron Vicente y Juan Carlos no tengo mucho para agregar. Allí esta el libro. Pero se estila que diga algunas palabras. Voy a ser breve.

 

Este libro continua la perspectiva de dos libros anteriores: Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los Nuevos Dispositivos Psicoanalíticos y La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud.

El título: El erotismo y su sombra alude a que no hay erotismo sin la sombra que caracteriza al sujeto en tanto ser finito. Aún más, la “sombra” determina las características particulares con que se expresa el erotismo. Lo contrario es la oscuridad de la perversión. En la perversión se cosifica al otro. Niega la Alteridad. De allí la frase que sostengo en el texto: “La perversión es el negativo del erotismo”. Esto me lleva a señalar formas del erotismo que no se puede seguir sosteniendo como “perversas”. Lo cual me planteo “dialogar con Freud”.

La práctica clínica no es la misma que en la época Victoriana donde se desarrolló el psicoanálisis. Hoy las particularidades de nuestra cultura hace necesarios revisar algunas conceptualizaciones que son insostenibles en la actualidad.  Pero “dialogar con Freud” implica dar cuenta de un cuerpo atravesado por la actualidad de nuestra cultura donde el problema de la alteridad es uno de los grandes temas de la actualidad.  La cultura se basa se basa en la ruptura de los lazos sociales. Encerrarnos en nosotros mismos. El otro es una mercancía y la felicidad se puede comparar en cómodas cuotas mensuales. Esto lo llamo la “Utopía de la felicidad privada”. Su imposibilidad lleva al predominio de los síntomas donde predomina lo negativo: suicidios, depresiones, síntomas de anorexia y bulimia, adicciones, etc. Si podemos caracterizar esta cultura actual podemos decir que propone el desamor donde encontramos la violencia destructiva y autodestructiva, la sensación de vacío, la nada.

Esto no lleva al subtítulo: “El amor como potencia de ser”.

Frase de resonancias spinoziana. Donde el ser no es una entidad metafísica. El ser para Spinoza es un ser haciendo y el amor no es algo trascendente sino es un amor inmanente sostenido en la alteridad. En el encuentro y desencuentro con el otro.

De allí la importancia de generar espacios individuales, familiares, grupales, institucionales y fundamentalmente políticos para resistir y luchar con la fuerza -al decir de Spinoza- de la pasiones alegres (el amor y la solidaridad) para enfrentar las pasiones tristes (el odio, la melancolía, el encierro en uno mismo, la depresión).

Por ello para finalizar quiero leer un párrafo de un texto de John Berger

“Protestar es negarse a que te reduzcan a cero y a un silencio impuesto. Por consiguiente, en el momento en el que se hace una protesta, si se llega a hacer, ya hay una pequeña victoria. El momento, aunque pase, como todos los momentos, adquiere cierta permanencia. Pasa, pero queda impreso. Una protesta no es principalmente el necesario sacrificio hecho en aras de cierto futuro alternativo, más justo; una protesta constituye una redención inconsecuente, insignificante, del algo presente. El problema reside en como seguir viviendo con el adjetivo inconsecuente repetido una y otra vez.” Es interesante lo que plantea Berger. En vez de decir “ser consecuentes” como un mandato superyoico nos lleva a sostener una y otra vez ser inconsecuentes en la protesta.

Este libro además de todas las cuestiones clínicas y teóricas que plantea también es una forma de ser inconsecuente para seguir sosteniendo mi protesta contra las injusticias.

Nada más.