Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

Presentación del libro de Enrique Carpintero “La alegría de lo necesario” realizada por Vicente Zito Lema

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

 

Presentación del libro de Enrique Carpintero “La alegría de lo necesario” realizada por Vicente Zito Lema durante el desarrollo del Primer Congreso Patagónico sobre Nuevos paradigmas, instituciones y subjetividad. Chubut – Trelew el 18/10/2003

 

Hubiera sido ideal, tal vez, aunque fuera en forma breve haber complementado la disertación de Enrique con la presentación del libro. De todas formas vamos aquí entre los que estamos; y digo esto por que pienso que el libro de Enrique Carpintero merece una presentación, mas que una presentación, merece su lectura.

No voy a negar que siento amor por los libros en general. He quedado marcado desde la infancia por mi abuelo, que con su pequeña librería de libros viejos, y por mi primer trabajo (7 u 8 años vendiendo libros allí), siento lo que se podría llamar un amor reverencial, casi, por los libros. Pero también es cierto que en la medida que uno lee muchos libros, que uno tiene el trabajo que para desgracia o suerte, como se quiera mirar, lo obliga a estar constantemente leyendo libros, llega un instante, que no diría de saturación, pero si que uno como crece en su espíritu critico, y no necesariamente nos dejamos atrapar ni atraer si quiera por todos los libros que llegan a nuestras manos.

No es la primera vez que lo leo a Carpintero. En los últimos años e leído sus trabajos, incluso le pedí publicar cuando editaba en un suplemento del diario Pagina 12. Lo he escuchado hablar y hoy también lo hemos escuchado. Y aquí quiero aclarar algo referente a la revista Topia, que dirige y donde el también escribe. Carpintero ha podido organizar un pensamiento y esto no es un tema menor; porque toda persona que escribe organiza un pensamiento.

Muchas veces, digamos, se puede escribir un libro llevado con una idea estética, llevado por un deseo o por una vocación de encontrar un espacio publico a partir de la actividad. Pero no en todos los libros uno puede ver la coherencia de un pensamiento, y no se trata de una coherencia que puede ser vista como menor o mayor. Es como un cristal, esta entero o esta roto y pierde su valor.

Cuando yo hablo de coherencia le doy un sentido de lo absoluto, que desde el comienzo del pensamiento hasta el final, o en el caso que ese pensamiento pase de verbalizarse a la escritura (que es otro momento crítico) que se exprese desde el inicio hasta el fin en pos de un objetivo determinado.

Me preguntaría ¿cual es el objetivo de este libro? , ¿Cuál es el objetivo de ese pensamiento? Que ha ido ya desarrollando desde hace unos años Carpintero. Lo admita el o lo niegue, ese aspecto lo veo vinculado con el espíritu y con la ideología de Enrique Pichón Riviere.

Ustedes saben que los griegos encontraron en el pensamiento y en el arte como destino final el amor, es decir, ya Aristóteles plantea como el estado superior el contemplar, y una de las maneras de contemplar el mundo es pensar el mundo, escribir el mundo; y cuando hablo de mundo, hablo de la realidad también de la criatura humana. Y ahí definitivamente culmina la tarea, en amor. Pero el amor definitivamente para uno mismo, amor para poder uno contemplar mejor, y aceptando en el final de la historia lo que el mundo es. Por que si lo contemplo en definitiva lo estoy aceptando, hay ahí una contemplación, una aceptación y muchas veces un placer.

Frente a esta postura que se liga diría más bien a una postura apolínea del mundo, hay otra visión que se le enfrenta, que es una visión dionisíaca, que es una visión más apasionada, que es una visión que en definitiva, en forma explícita o inconsciente se liga con el deseo de cambiar.

Ya no se trata de escribir por amor al mundo, ya no se trata de pensar al mundo por amor al pensamiento y al mundo tal como es, sino de pensar, de escribir con el deseo de que el mundo se transforme. En esa transformación o en ese deseo de transformación, obviamente ya trabaja la pasión.

Nadie sin pasión se arriesga a superar la contemplación y a entrar en el camino mucho más complicado del cambio.

Cuando nosotros organizamos este encuentro, me hago cargo, propuse a Enrique Carpintero, porque si bien el no es lo que puede decirse clásicamente un hombre de la psicología social, el viene del mundo de la psicología clínica, el ha hecho suyo, digamos, un pensamiento de Freud que acaso sea como muy general, en el sentido de que toda psicología es social. Pero que uno lo puede ver en un sentido más profundo, pero es cierto también que toda conducta humana es social, todo es social en la manera en que todos somos parte de esta sociedad.

Pero cuando Pichón organiza el pensamiento de la psicología social; cuando Freud habla concretamente de la psicología social, esta hablando de una situación, podríamos decir de alguna manera de calidad, de relación, o con un lenguaje aun más pichoniano de Vínculo. ¿Desde donde miro al mundo en relación al sujeto?, desde el sujeto mismo, o desde el sujeto en relación con otros sujetos en vinculo con otros sujetos, deseados y deseantes en función de esa sociedad, que para bien o para mal esta participando.

Desde ese lugar todo lo que yo conozco del pensamiento de Carpintero, todo lo que es su material escrito, esta ligado con ese deseo de la psicología social. Escribir no solo para analizar las cosas, escribir no solo para vencer el misterio que rodea las cosas, para encontrar lo que diría Pichón “la parte profunda de la cosa”, no solo lo que en principio se muestra. No solo ese Iceberg del que vemos apenitas una parte, de lo que es en realidad profunda; y ahí viene la pasión. La pasión que por supuesto nos remite a un pensamiento, para mi bellísimo, de Marx, solo se modifica, solo se cambia lo que previamente se conoce. Yo siento que eso es lo que le da coherencia a toda la obra de Carpintero. Porque uno puede hablar de la obra de Carpintero en el sentido, insisto, que no es solo lo que escribe en la revista Topia, no es solo lo que el publica en forma compartida incluso, no son solo sus conferencias, sus charlas, sus clases, sino el conjunto de su producción, encaminada por supuesto desde la mirada de la psicología. Pero con un fin concreto que por desgracia no es hoy el fin mayoritario, de mi lectura, de las personas que trabajan en el campo de la psicología; ya sea de la psicología clínica, incluso de la pretensión del psicoanálisis, de la psiquiatría o de la psicología social. Porque sabemos que una cosa es declarar y otra cosa es actuar en función concreta. Por eso cuando Carpintero habla con pasión de Spinoza, y sabemos que desde muchas formas la obra de Spinoza nos da para entender ese tema de las pasiones, lo hace de manera pasional.

Yo más de una vez he dicho que uno puede hablar de la locura, desde una manera de la razón, desde una manera si se quiere objetiva, si se quiere exterior, o hablar de la locura “locamente”.

En el caso de Carpintero yo veo que habla de la pasión apasionadamente. El se apasiona con Spinoza, y ¿por qué?, Porque no es solo el tema de la pasión de Spinoza, sino yo creo que es uno de los momentos donde una criatura humana desafía la visión del mundo.

Spinoza es lo que esencialmente podríamos clasificar, con riesgo de usar la palabra, un subversivo, pero un subversivo total. Y no es por eso algo menor que una iglesia, una religión, una práctica, que no se caracteriza comparativamente con la religión católica, en el sentido de persecución de sus Herejes, en su sentido, diríamos de tener un santo oficio, que mantiene la perfección perpetua del dogma, y esta siempre atento a cualquier delictuación de ese dogma, para sancionar al que lo efectúa. La práctica de la iglesia judía, por lo menos desde la lectura que puedo yo hacer de la realidad, ha sido siempre de mayor tolerancia, o en último caso de una persecución más sofisticada. En el único caso que yo conozco de una persecución apasionada y desenfrenada ha sido precisamente con Spinoza. Y ¿por qué?, Tanto en esa Holanda que yo conozco bien, he pasado mi exilio, que es tan tolerante (es el primer país donde se impuso la posibilidad de publicar los libros sin censura previa, sin lo que se llama sello obispal) el primer país que generó en el mundo el derecho de asilo; el país precisamente que expulsada la familia Spinoza de España viene a vivir a Holanda, y también ahí desde todo punto de vista Spinoza sufrió una gran intolerancia. Ya no solo la intolerancia de la religión judía (de la que el era, por tradición familiar, miembro) sino la intolerancia de una sociedad que se caracteriza, dentro de lo que pueden ser las sociedades humanas, por ser una de las mas tolerantes de la historia humana (actualmente viven en Holanda 200 comunidades extranjeras, en Ámsterdam habitan mas de 200 miembros de diferentes países, que han ido ahí y viven en comunidad). La historia de Holanda es una historia de tolerancia, y si hay un sujeto que sin embargo no fue tolerado, y si hay una iglesia que no acepta con él esa practica, mas serena para quienes criticaban su dogma, también se da con el caso de Spinoza. ¿Y que hay ahí? , y tal vez es la primera impugnación profundísima a un orden que descansa sobre Dios, a una lectura sobre Dios, que en lengua mas simple podríamos llamar una lectura panteísta, o una misión panteísta. Una lectura si se quiere de lo mítico cristiano. El mismo San Pablo cuando dice ¿donde esta Dios?, Bueno, Dios esta en cada uno, pero eso que San Pablo dice entre otras cosas que no son exactamente igual, en el caso de Spinoza hay como una primera articulación. Dios también puede estar en una vaca, y no es menor por decir que Dios esta en una vaca.

¿y que es la pasión? Pienso yo que lo que nutre a Carpintero, no solo insisto “la lectura apasionada de la realidad”, sino que esa lectura amorosa implica una fuerte apuesta contra el autoritarismo, y el tema del autoritarismo remite necesariamente al tema del poder. Y la existencia del poder remite no solo a los aparatos del Estado, no solo en la manera tradicional en la que recibimos o podemos observar el juego del poder, esa forma digamos vertical. La existencia del poder y en esto Foucault ha trabajado muchísimo, es algo mucho más profundo que se da de arriba hacia abajo, pero que también existe de abajo hacia arriba, que se da en lo vertical, pero también en lo horizontal, que se da también en las instituciones, y uso mi lenguaje poético ahora o romántico, pero que también se da en lo profundo del corazón, o como diría Rozichtner, en la forma de la subjetividad; se llame como se llame, se llame espíritu, se llame alma, se llame situación secreta del deseo humano.

Todavía de Spinoza en adelante, y aun mirando desde atrás pareciera que la criatura humana no acepta los limites, podríamos llamar mecanismos de la materialidad.

Y hay una tradición religiosa, diríamos, por un lado; pero aquí también hay una tradición política, que haber soñado con la producción de un mundo más culto, donde esa justicia que organizaría una distribución diferente de la riqueza, o a cada uno según su necesidad o lugar.

Y hay una palabra que es clave en lo que dice, piensa y escribe Carpintero, que él habla de una democracia, de una justicia, que él habla de una felicidad, cuyo elemento no es solo una justa distribución de los bienes materiales, sino también de todas las riquezas, de los bienes espirituales. Participa y no es frecuente en un pensador y un militante de la izquierda, de una idea de que hay una materialidad mas profunda que la en apariencia presentada. Me hace pensar en uno de los núcleos shaekespiriano, él dice “no hay nada mas material que los sueños”, que hay más material que el deseo humano, que hay más material que la conciencia humana sobre el sufrimiento del otro, sobre la pasión del otro, que hay más material que la materialidad de desear y besar en sueño al ser que nos da la mirada de nosotros mismos. El no conformarse con esa transformación de la sociedad que organiza la pasión de Enrique Carpintero, lo lleva por suerte a organizar su pensamiento, y el pensamiento que no esta por afuera de la acción. Tengo conocimiento de las prácticas políticas de Carpintero, las practicas humanísticas. No se trata de la ideología como un decálogo del pensamiento muy bien organizado, en definitiva la ideología es lo que uno hace, y en ese hacer también esta el pensar, no hay un hacer absolutamente de hechos. Por que si no hay una idea, no hay una pasión y un espíritu que mueve al hecho. ¿Cómo unir nuestras pasiones a nuestros actos?, ¿Cómo espiritualizar (uso una palabra casi mística) la materia de la vida?, Repartir y redistribuir la riqueza material, pero también la otra riqueza, ¿y como organizarlo? Después de las derrotas de las que se llena el campo socialista una mirada de lo justo (uso una palabra bíblica) de lo justo y necesario, sino es también, me atrevo a decir, de incorporar la espiritualización a la acción. Y cuando uno busca esa armonía de pensamiento, este uno organiza diferentes búsquedas, diferentes lecturas, de alguna manera diferentes maestros, diferentes pasiones. De alguna manera Carpintero va organizando algo que se va instituyendo en el pensamiento transformador de nuestra época.

Este mundo tal como es, es injusto; queremos construir otro mundo con pasión, pero también queremos construirlo con la razón, queremos construirlo desde el amor, y queremos construirlo desde la ética, y ahí hay lecturas, hay antecedentes, ahí hay un corpus de la humanidad en la cual uno puede leer, tomar, pero saciar esta sed de lo desconocido a construir.

Todo esto esta, insisto, en Carpintero. No son muchas paginas, pero lleva mucho tiempo leerlo. Yo estuve presente en el día en el que él dio, además en un marco muy especial: Grisinopolis, unas de las fabricas tomadas, en que dio a conocer el libro, me lo obsequio generosamente ese día y me lo lleve para leer, y aseguro (aunque soy habitúe de lecturas, que tengo que leer rápido, porque con la lectura me gano la vida) no pude leerlo rápido, porque es un libro profundo, no tiene más de 150 páginas aproximadamente, pero insisto, no se puede leer rápido y no por que este mal escrito (aclaro que Carpintero no es un poeta, la desgracia de la poesía la cargo yo sobre mi cabeza) pero sabe escribir, ha practicado y esto no es frecuente en los psicólogos, pero el ha unido la pasión por la comunicación y el periodismo, el periodismo enseña a escribir y a decir las cosas con mucha condensación, dejando de lado el exceso de la retórica, y yendo a lo profundo; como acaso el periodismo tenga que ver, o el periodismo profundo tenga que ver con la poesía profunda en el sentido que ambos buscan la condensación, hay que decir lo más con lo menos. Desde ese sentido este libro esta organizado como una poética, una poética de buscar lo profundo, lo riguroso, y de no excederse en las palabras. Y ahí también lo del esfuerzo para leerlo, porque no hay ninguna frase que este puesta retóricamente para acompañar a otras para hacer mas fácil la lectura.

Cada artículo no tiene una línea de más, y si uno lee con ligereza pierde, tiene que volver a leer. Lo digo (los que me conocen saben que no soy excesivo en juicio, ni aun en el caso de personas a las que le tengo aprecio como en el caso de Carpintero) es un libro que demanda un largo tiempo de lectura a pesar de las pocas páginas, porque no hay una sola página que este de más. No sé incluso si hiciese falta ponerle alguna página más; creo que esta dicho todo lo que en este momento de su vida tiene para decir, quizá no son muchísimas cosas, porque tampoco son muchísimas las cosas que en este momento social tenemos para decir. Estamos también llenos de dudas, de sospechas, de angustias. Estamos construyendo desde el balbuceo, estamos construyendo sin santos patrones que nos marquen desde los partidos políticos tradicionales como se construye el camino de la felicidad posible desde nuestra sociedad.

Por supuesto en “La alegría de lo necesario” no hay un recetario, pero si hay como palabras claves, una de esas palabras es: lo necesario, que otra vez remite al pensamiento bíblico, lo justo y necesario, y remite también por un lado a Pichón de su lectura de lo que es el ser humano, un ser de necesidades.

Como satisfacer esas necesidades, yo siempre agrego necesidades y deseos, y Carpintero también apuesta a eso.

Creo que la generación que me sigue, que lo sigue a Alfredo (Moffatt) esta tratando de organizar respuestas que en nosotros estuvo muy ligado con la muerte, nosotros somos la generación que organizo un pensamiento que tuvo un correlato de gran desgracia. Y como enseña Ernesto Guevara, no se trata solo de que cuando uno pierde una batalla se perjudica, el tema es que deja marcada también otras generaciones. La lectura de Spinoza hubiera sido casi una burla en los años sesenta, tengo conciencia de ello. A Spinoza digamos que con mi vocación mística y esas cosas que acompañan mi pensamiento marxista, soy lector y lo conozco a Spinoza desde hace ya muchos años, pero debo decir que más allá de esta casi burla que puedo hacer de mi mismo, yo que he participado en el pensamiento de la izquierda de la década del sesenta (saben que funde junto a Galeano y Gelman la revista CRISIS) hablar entre nosotros de Spinoza hubiera sido como, que cosa esta pasando acá. Por eso que en este nuevo milenio, pensadores que no solo se comprometen con el pensamiento, sino que con una practica de cambio, en este caso es imposible no reconocer y registrar los trabajos y las practicas de Carpintero con las pautas tomadas, que no es solo firmar un documento de alusión, es si un trabajar, es ir y organizar, es ir y colaborar, poner el cuerpo y el saber de cada uno en estas nuevas utopías.

Por supuesto hay en todos sus trabajos, sus lecturas y después en las incorporaciones a sus praxis esta el tema de la salud. Pero el tema de la salud mental no ligado solamente a una terapia individual, sino que ligado a algo más profundo, una sociedad enferma produce obviamente hombres enfermos, pero mucho mas que enfermos, produce hombres tristes, ¿y donde esta el sentido de la tristeza?, En el sentido de la falta de un proyecto que nos excede tal vez en nuestra capacidad cultural en este momento. Habrá que dejar de ser hombres tristes para construir una nueva sociedad. Habrá acaso que entender la materia en lo más profundo del universo, pero como dice Nietszche “tener la humildad de saber que no sabemos nada de la materia” y ser precisamente, porque en esto confía Spinoza, la materia mas profunda y subjetiva.

Es un placer leer este libro, podría seguir incluso hablando y mucho, porque me motivo mucho. Lamento que no haya podido estar el conjunto de este encuentro, por que le libro lo merece. Esta el deseo de que nos podamos convertir en portavoces de lo que esta en el libro y trasmitirlo para que sea leído. Y es un libro que demanda no solo una lectura, sino también critica. Podemos estar de acuerdo en todo, podemos estarlo en parte. Lo que no merece es una lectura y un olvido, por que aquí están expresados muchas de las discusiones que hoy se da en los sectores que no son solo intelectuales, porque cuando los obreros de una fabrica tomada nos preguntan como hacer para hablar, y cuando están diciendo que con hablar toman el conjunto de su condición humana. Cuando en una fabrica, Zanon por ejemplo, la preocupación no es solo ya el salario, sino como hace alguien angustiado para poder seguir haciendo el amor con su mujer cuando llega la noche, a pesar del miedo de perder el trabajo, o que una barra brava venga y le rompa la cabeza. Esto esta implicando que hay como una nueva subjetividad, o si se me permite, una nueva espiritualidad que nos esta desafiando.

En este libro hay mucho de la disputa de nuestra generación, traído hoy a un nuevo elemento práctico, y hay mucho de lo que las generaciones que nos siguen están disputando. Es un libro que une a las generaciones de intelectuales, también eso es positivo. Y es un libro que nos remite a la humildad. No esta claro el camino, pero tampoco con una mirada pequeña es posible entender lo profundo de la sociedad y lo profundo de la criatura humana.

Me felicito por haber tenido el placer de presentar “La alegría de lo necesario” de Enrique Carpintero.

Vicente Zito Lema
Primer Congreso Patagónico
Chubut – Trelew
18/10/2003

 

 

Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

 

El mediodía del sábado 27 de septiembre se realizó en el Centro Cultural de Artes y Oficios de la fábrica Grissinopoli la presentación de este libro. La misma contó con la presencia de Horacio González (por medio de un texto que leyó su hija Florencia al no poder concurrir por motivos personales), Juan Carlos Volnovich y Silvia Bleichmar que analizaron desde diferentes perspectivas el texto. Al finalizar el grupo “Fina Concurrencia” deleitó al público con tangos de su última obra “Pena Maleva”. A continuación la versión completa de las exposiciones.

Horacio González

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

 

 

Horacio González

“El libro de Enrique está repleto de actualidad. Sus temas son las condiciones de vida en las grandes ciudades, el desvarío de las existencias colectivas, el desigual reparto de los bienes, el estado de enfado en el vivir contemporáneo, las revueltas argentinas, el ‘que se vayan todos’ y sus interpretaciones. Esta es una de sus entradas, que compone lo que podríamos llamar el texto de urgencia, el texto social, y a la vez esperanzado. Hay de inmediato otro texto sobrepuesto al anterior, que es el de las reflexiones sobre Spinoza y Freud, en el que aparece la clara solicitación para que ofrezcan sus respuestas ante los graves momentos en que se destituye lo humano de su dignidad creadora. Aquí a proseguimiento Enrique, entraña una búsqueda decidida, de algún modo perentoria.¿Hay en las obras de Freud y Spinoza los recursos, los climas y conceptos que nos permitan saber más sobre el arancelamiento del sujeto moderno, de los hombres y mujeres de nuestras ciudades?De las varias respuestas, que podrían tener una pregunta semejante, Enrique opta por colocar a ambos autores como centinelas privilegiados de la construcción de lo que no sin temor llamaría una “ética social para actuar en tiempos de sufrimiento colectivo y subjetividad agobiada”.La lectura de Enrique no es erudita, ni desea investigar nuevos significados en la siempre sugerentes intimidades de ambas obras. Pero tampoco las hace motivos de aplicaciones descuidadas de ciertos enunciados, a eventos caracterizados por su evidente y flotante actualidad. Hay pues en el libro un gracioso y cuidadoso equilibrio entre la voz de Freud y Spinoza, y las voces contemporáneas del movimiento social que sabemos reconocer muy bien. Encuentro allí la fortuna y la fuerza del libro. Se trata entonces de un Spinoza de lectura amplia, popular, no por eso menos inquietante. Se nos invita aquí a considerar una ética que pueda alcanzar contornos más amplios que su mera lectura especializada, y que lleva a encontrar una respuesta a la impotencia y a la servidumbre postulando la libertad del auto examen de las pasiones, y a la vez un ámbito de pasiones autogobernadas que contienen una cartilla esencial. Aquella por la cual experimentamos la intuición intelectual de que el hombre es una parte de la naturaleza, y a la vez la política entendida como una deducción geométrica de las pasiones; lo que lleva también al diálogo de lo que puede ser una hermosa ficción de eternidad humana con la naturaleza animada.Todo ello nos conduce a un terreno de auto deliberación para confirmar aquellas pasiones creadoras que eleven la capacidad convivencial, democrática y vital del hombre.Freud, en El malestar en la cultura, y la Carta sobre la guerra a Einstein, también son terrenos en donde se encuentra este sujeto que surge de las pasiones, o de las pulsiones, donde lo que está en juego es también la magnífica interrogación de su naturaleza viviente y de la vida que hay en la naturaleza. Dicho esto, se hace evidente que quiere producir un diálogo como los de los viejos géneros en que habla desde un ‘Campo Eliseo’ predestinado. Los hombres antepasados que fueron capaces de dejar tales legados.La tapa del libro lo quiere decir claramente; Freud y Spinoza pueden hablar entre sí para hacernos hablar a nosotros entre ellos, por ellos y partiendo de ellos.Hasta aquí me parece magnífico el sutil acatamiento de Enrique a los deseos más pleclaros de lo que somos como lectores apasionados.Freud Habla un poco como Spinoza si nos dice que las pulsiones son las pasiones y por otro lado, se nos pasa por alto la declaración de Freud respecto a su simpatía personal por Spinoza.Marx también aparece como lector de Spinoza, de modo que tenemos un trípode fundamental, que nos daría el intento de construir un lenguaje común sobre las pasiones, y su fundación de lo humano subjetivo, con una fuerte traductibilidad entre el maestro de la plusvalía. el del inconsciente, y el de la alegría de lo necesario. Por mi parte podría confesar una mayor cautela en el momento de alcanzar tal grado significativo de compenetración entre estos autores, que son monumentos esenciales de nuestro lenguaje y conocimiento. Pero entiendo decididamente, y me entusiasma el partido tomado por Enrique, de situarme frente a un cuerpo de ideas fundamentales a partir de las cuales obtener un trazado coherente de ideas intervinientes en nuestro presente y nuestro futuro. Con todo quiero decir también que los textos de Enrique están señalados por un decidido interés en el relato de eventos mitológicos, tal como sobreviven desde los legados clásicos, lo que sin duda se debe a la tracción que ejercen sobre él las más bellas aulas de la humanidad, fuente inagotable de conocimientos y fundamentos éticos.En el libro, en gran asamblea de voces, encontramos a Zeus, a Apolo, a Agamenón junto a Noam Chomsky, al mito de Sísifo de Albert Camus junto al mito Prometeo y Epimeteo que cuenta Platón en El Protágoras. Más allá, el comentario de Freud sobre “El mito de las Moiras”, a propósito de un tramo de “El mercader de Venecia”, donde la bella Porcia da a elegir entre tres cofres a sus pretendientes.La textura de lo que nos ofrece Enrique está así tamizado de referencias actuales, de referencias de la cultura filosófica, a ser interrogado una vez más de mitologías propiciatorias y de doctrinas de actuación enérgica, desde la psicología del sujeto históricamente perturbado.Dice Carpintero: “De todos estos planos, se debe considerar lo humano como resultado de un itinerario irreductible del sujeto, que lo es en sí mismo; como fuente de su padecer y su goce. Y del sujeto histórico, que lo es en sí en la historia inconclusa de su tiempo.”Hablar de las pasiones implica una nueva geometría, enlace de autores y crítica de las utopías. Es en estos tramos, precisamente, que yo podría reclamar menos severidad hacia la tradición utopista, que es claro, tiene sus bemoles; pero no es fácil hacerla responsable de tantas atrocidades posteriores.Por otro lado me permito obtener el uso de fórmulas rápidas para entablar vinculaciones que en algún caso llevan a decir que el poder del capitalismo es borgeano, lo que no puede sostenerse sólo a partir de una frase ingeniosa pero torpe, de Borges. Sería sin duda adornar al capitalismo de virtudes literarias que no tiene. Digo esto para acercarme a un balance de rigor y amistad, de este libro fuerte y apasionado; un balance crítico y de confianza, pues es un libro movilizador de filosofías, y capaz de alertarnos sobre la necesidad de interrogar nuestro propio lenguaje para el gran enlace entre lo actual y el legado de las filosofía de las pasiones, legados que nos mantienen vivos y nos obligan a la vez a la cautela.Hay, en este libro de Enrique, un entrelazamiento entre artículos salidos de Topía; un intento de explicar ese nombre, y quizá no se escribe de otro modo que no sea para explicar los nombres que van apareciendo en nuestra vida.El deseo explícito de que estos nombres- autores dialoguen entre sí y presenten un frente común, es hacer hablar entre nosotros mismos los libros que tenemos en la primera fila de nuestras bibliotecas personales. Es habilitarnos, pues, para hablar.Con Enrique tenemos una amistad ya larga, que me permite hablar rápidamente de su libro, aunque no sin atención entusiasta. Y me permite también faltar a la cita, movilizando a mi hija para esta lectura. Lejos de ser un inconveniente, lo veo también como otro de los enlaces y diálogos debidos, pues a Enrique no debe disgustarle este testimonio, en un largo ciclo que en las ideas y en la vida, hemos atravesado no sin dramas que nos corresponden por ser íntegramente propios, y lo que la época nos ha legado.

Juan Carlos Volnovich

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario
Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

 

Juan Carlos Volnovich

Estamos de fiesta, Grisinópolis está de fiesta, Charlone está de fiesta. Estamos de fiesta porque Enrique Carpintero nos entrega hoy La alegría de lo necesario, las pasiones y el poder en Freud y Spinoza. Para hacerle honor al título, es un libro alegre y necesario acerca de cómo la cultura de la historia se inscribe en la subjetividad, acerca de las marcas que la época va dejando en el seno de lo íntimo, y es un libro, que sólo podía ser escrito por un psicoanalista profundamente implicado, no neutral, ni comprometido, sino profundamente implicado con la realidad que le tocó vivir y protagonizar. Por sus páginas circulan entonces, interesantes reflexiones sobre la vida en las grandes ciudades, que me recordaran aquellas reflexiones que plasmó Richard Sennet, en “Life and dead in the great American cities”, el mal humor como paradigma de la vida cotidiana. Dice Enrique , “Oscilamos entre la cordura de sublevarnos y la locura de la resignación”- y continúa -; “si reconocemos nuestra condición de seres finitos, debemos también crear una esperanza sostenida en una política de las pasiones alegres que enfrente a las pasiones tristes; el odio, el miedo, la resignación y la apatía.” En ese sentido, el humor puede ser uno de los instrumentos para que el dolor se ilumine en esperanza, ya que como decía Niezstche, “el animal de la tierra que más sufre, es el que inventó la risa.” Decía que por las páginas de La alegría de lo necesario circulan interesantes reflexiones sobre la vida urbana, el humor, lo siniestro en la violencia destructiva, donde Enrique alude al matricidio de Orestes, que si bien no marcó el pasaje del matriarcado al patriarcado, como dice Enrique, - ya que jamás existió un matriarcado en el origen -, da cuenta de las mil maneras en que el poder se legitima en su crueldad. Y junto a Orestes, Zeus, Agamenón, y Apolo, aparece, como si tal cosa, Lorena Bobbit con los genitales de John Wayne en sus manos, y los moretones en el cuerpo para abrir el interrogante que hoy pone en cuestión la ética del neoliberalismo. ¿Porqué la justicia hizo justicia absolviendo a los dos, a Lorena Bobbit y a John Wayne por igual?“Si usted está nervioso -ironiza Enrique-, practique yoga. Si es agresivo, tome psicofármacos. Y si sigue siendo agresivo, tome más psicofármacos. Si insiste con la agresión, pues, al hospital psiquiátrico, chaleco de fuerza electroquímico”, lo mismo da. Y así siguen las trampas de una cultura de la representación; el cuerpo de Aris Klind que pintó Rembrandt, el deseo de la voluntad de Sísifo y la voluntad que sólo está en los otros. Con esto termina la primera parte de este libro que inaugura con las pasiones, el poder y la potencia del colectivo social, una profunda reflexión acerca de los modos en que la cultura abre y clausura también la posibilidad de rebelarnos. Dice Enrique “ya que por el momento las grandes utopías han fracasado, es urgente crear un colectivo de reconstrucción de un universo de ideales que generen una Topía, un lugar capaz de movilizar las voluntades. Es decir, que permitan desarrollar como afirmaba Spinoza, las pasiones positivas que construyan comunidades, liberen las relaciones, y tengan el poder de construir una democracia de la alegría de lo necesario basada en una distribución equitativa de los bienes simbólicos y también materiales”. Los capítulos que integran este libro fueron antes notas editoriales de la revista Topía que va desde el 95 hasta el 2002. Entonces, este es, si se quiere, un libro hecho de revistas. Puede ser ágil y flexible, porque ha quedado atrás la sórdida contundencia de “Registros de lo negativo”, el libro que Enrique escribió con anterioridad. Registros de lo negativo es el libro tesis que le sirve de base y fundamento para poder volar ahora con la liviandad de la nota de color, con la frescura de la anécdota, con la transparencia del lenguaje periodístico. Como una palma real en el paisaje habitual del psicoanálisis argentino, Enrique se planta como un referente que combina de manera nada frecuente, la dureza incorruptible de una posición ideológica y política del psicoanálisis, con la plasticidad y la flexibilidad que descarta cualquier dogmatismo esclerosante. El sostiene una línea que no hace concesión alguna al individualismo que pervierte al psicoanálisis y seguramente, no soy el único en reconocer que Topía se encarna en él y mientras exista Topía, el psicoanálisis estará a salvo de la certidumbre tecnocrática y estará a salvo también de la esterilidad con que las instituciones lo amenazan por los cuatro costados. Alguna vez imaginé que podía poner en serie esos libros que me marcaron de tal modo que todo fue diferente después de leerlos. Alguna vez imaginé mi autobiografía vertebrada por los libros que me habían hecho ser lo que soy, al estilo de lo que Cesar Fernández Moreno, con quien tuve el privilegio de compartir mi exilio cubano, plasmó en esa poema escrito con un lápiz encontrado en La Habana, donde contaba la historia de su vida, hilvanando las fechas que tenían los coches de Baldomero, su padre. Si alguna vez imaginé mi autobiografía vertebrada por los libros que me habían hecho ser lo que soy, puedo ahora pensarla organizada por las revistas que tuvieron un impacto definitivo en mi vida. Cuando “Sur”, para qué ocultarlo, la mejor revista que tuvimos si Enrique me perdona, llenaba mi mundo de palabras noticiadas, cuando “Contorno”, cuando “La rosa blindada”, cuando “El grillo de papel” se convirtió en “El escarabajo de oro”, y aún en la “Ornitorrinco”, cuando “Asomante” se volvió sin nombre, “Plural” pasó a ser “Vuelta”, quedando el nombre anterior para una revista distinta, cuando “El cielo por asalto”, cuando “Crisis” desapareció para poder después reaparecer, cuando “El porteño” era una fiesta. La lista es interminable, pero ninguna orden debería olvidar aquella ningún comienzo es posible sin incluir a la que añoro con la nostalgia de lo no vivido: la “Revista de Occidente” que desde 1923 hasta 1936, cuando desapareció en el torbellino de la guerra, supo ser la más importante en lengua castellana. Por mi parte, no recuerdo haber sido más feliz el día que publiqué mi primer libro que aquél en que por primera vez un artículo mío apareció en la revista “Casa de las Américas”, que dirigía y dirige Roberto Fernández Retamar, y cuando vi una nota que llevaba mi firma incluida en “Le temps moderns”, para siempre el universo de Sartre, o el texto mío que Quijano recogió en “Marcha”. Quiero decir, la revista Topía, es uno de mis sueños y es fuente de un inagotable orgullo saber que entre nosotros pudo aparecer y sostenerse una revista así. Topía es fundamental en el panorama cultural del psicoanálisis argentino y Topía está indefectiblemente ligada a Enrique Carpintero, como lo está “Marcha” a Quijano, aún acompañado por ese equipo fenomenal integrado por Onetti, Rodriguez Monegal, Benedetti, Angel Rama y Rufineli, como “Orígenes” es de Lezama Lima, como “Amauta” de Mariátegui, “Sur” de Victoria Ocampo, y la “Revista de Occidente” de Ortega y Gasset. Waldo Frank, que transitó como nómade por las revistas de su época, escribió en una de ellas, en “América hispana”, algo que le cabe a Enrique. “El intelectual latinoamericano es siempre hombre de acción, lo cual quiere decir que es periodista.” Leí dos veces los textos que componen La alegría de lo necesario; la primera vez cuando aparecieron como notas editoriales en la revista, la segunda vez cuando fueron agrupadas en el libro. Debo decir: no son los mismos textos aunque los textos sean idénticos, como no es lo mismo una revista y un libro. Las notas que aparecieron en la revista tienen que leerse con la fecha de aparición de la revista. Las del libro, con la fecha al pie. Esa fecha es tanto o mas elocuente que todo el desarrollo del trabajo. Esos editoriales de revista fueron en su momento intervenciones interpretativas en el espacio de lo social. Aportes a la captura simbólica del hecho traumático que íbamos atravesando a cada paso. Esas notas editoriales fueron intervenciones psicoanalíticas en acto.Los mismos textos en el libro son otra cosa; cambia su sentido. Son, si se quiere, ensayos psicoanalíticos que articulan lo social en la línea del malestar en la cultura, de psicología de la masas, y del porqué de la guerra. Hace unos años, en un encuentro dedicado a las revistas culturales latinoamericanas realizado en La Sorbona, Beatriz Sarlo presentó un trabajo, agudo, como todo lo suyo, con el título “Intelectuales y revistas, razones de una práctica”. Beatriz Sarlo sabe de que habla, como lo prueba su punto de vista. Es allí donde distingue entre la sintaxis de la revista y la del libro. Sólo que es allí también donde afirma que nada es más viejo que una revista vieja. Esta sentencia supone para las revistas el lugar común que en el imaginario tienen los diarios. Hoy, son soportes de una noticia de último momento que mañana sirve para envolver los huevos. Sin embargo, no obstante las evidentes similitudes entre un diario y una revista cultural, -por ejemplo, ambos son periódicos, viven atentos al presente, jerarquizan sus materiales mediante procedimientos de diseño tipográfico-, vale la pena esforzarse para señalar la especificidad de la revista cultural que Beatriz Sarlo no debería ignorar. Nadie duda que una revista aspira a ser leída en el momento de su aparición y a incidir sobre él. Por lo cual, marinada como está con el tiempo, al transcurrir éste se convierte en otra cosa. No se trata tanto de que se vuelva vieja, hecho inevitable, como que se vuelva otra. Pero eso no sólo le ocurre a las revistas y a los diarios. Todos los productos culturales comparten el mismo destino. Los poemas homéricos, el viaje isabelino que ahora leemos difieren considerablemente de lo que los coetáneos respectivamente oían. Y entre ellos y nosotros ha habido muchísimas otras recepciones. Nada muy diferente es el destino de la revista cultural. ¿Que quiere decir, en consecuencia, que una revista, pasado cierto tiempo, se ha vuelto lo mas viejo del mundo? No quiere decir nada. Así Topía, es merecedora del verso de Darío: “Se juzgó mármol y era carne viva”. Esa carne viva que se resiste a petrificarse en el espíritu mismo de la revista. Y no obstante, insisto en que hoy , aquí, no solo estamos ante una revista hecho libro; no tanto por las diferencia entre la sintaxis de la revista y la del libro, que señaló con acierto Sarlo, y del evidente diálogo con el tiempo que supone la periodicidad de la revista y la acerca más al diario que al libro, sino, porque mientras el libro supone una entidad cerrada, una estructura teórica, la revista es por definición una ópera aperta. Lo característico de sus textos, incluso de los que no son trozos de conjuntos mayores, es su invitación a que se los tome como momentos de un itinerario. Eso da a la revista con frecuencia, cierto aire de laboratorio o taller, y “Taller” fue nombrada explícitamente una memorable revista mexicana, “Cuadernos del taller San Lucas”, otra nicaragüense y “Taller renacentista” llamó una vez a “Orígenes” Lezama Lima. Ese aire de taller lo ratifica el hecho de que, reunidos en el libro, los textos aparecidos en la revista, comienzan a vivir una segunda vida. Otra diferencia apreciable es el carácter mayoritariamente individual del libro y el colectivo de la revista. El carácter colectivo de la revista no se refiere sólo ni primordialmente al hecho de que en ella aparezcan materiales de varios autores. Se refiere sobre todo, a que es la obra de un equipo. Lo que no está reñido con el papel por lo general importante que en ella desempeña quien la dirige. Es difícil imaginar una revista sin el nombre de su conductor, como es difícil imaginar una orquesta sin director. Si bien, las ha habido. Pero lo definitivamente imposible, con la venia de John Cage, es una orquesta sin orquesta. Y a una orquesta con músicos que se invitan y aumentan constantemente, se parece el equipo que se expresa a través de Topía. Por eso, no quiero dejar de mencionar, antes de concluir, algo que desborda esta presentación y que por eso mismo está lleno de futuro. Me refiero a que en este mismo momento se está preparando el próximo número de Topía, y que en lugar de estar aquí, yo debería estar cumpliendo con el acuerdo de terminar el trabajo sobre contra transferencia que Enrique me encargó; diez mil caracteres y fecha límite el lunes. En fin, que tenga cada cual los amores que quiera y pueda. Es evidente que entre los míos se encuentra en alto grado el amor a la revista con lo que ella implica. Beckett dijo que mientras exista una mujer hermosa habrá poesía, lo que me complace suscribir, si bien me gustaría escuchar el parecer de las mujeres poetas sobre este punto.Por mi parte, creo que mientras exista Enrique, mientras existan revisteros entusiasmados que en medio del mal tiempo sueñen con hacer revistas para luego hacer los libros y hagan verdad y realidad sus sueños, no hay razón para desesperar. Entonces, Enrique escribió: La escritura ,ya se sabe, está del lado de lo fijo, de lo inmutable, es, si se quiere, observadora. Por el contrario, la lectura está del lado de lo efímero, es siempre innovadora. La lectura es ese acto singular que resulta indoblegable a cualquier imposición de sentido. En principio, porque la lectura no está inscripta en el libro y a despecho de la intención que como autor fue asignarle, la interpretación que del texto hagamos nosotros, queda libre de volar por donde Enrique no lo ha previsto. Así, ya que este libro no existe a no ser por la significación que nosotros como lectores y lectoras podamos otorgarle, aceptemos el desafío de llenarlo de sentido. Michel De Certau decía que el valor de un texto está determinado por la exterioridad del lector. El valor de un texto, se encuentra en el juego de implicaciones y de astucias entre dos tipos de expectativas combinadas; la que organiza un espacio legible, una literalidad y la que da los pasos necesario para la ejecución de la obra, la lectura. Enrique escribió, nosotros somos sus lectores; viajeros que circulamos por su tierra, nómades furtivos que atravesando sus campos vamos arrebatando tesoros para disfrutarlos.Enrique escribió, ahora, léanlo. Transiten el libro, circulen por su texto, háganlo volar, pasen y repasen por su alegría necesaria, por su jubiloso desafío, por sus reflexiones y por sus pasiones, por ese desborde de sentida inteligencia. Llévenlo allí donde él no pudo imaginarlo.

Silvia Bleichmar

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario
Presentación en el Centro Cultural Grissinopoli

 

Silvia Bleichmar

Primero un agradecimiento, poder estar acá con ustedes, y en esta presentación que tiene el sello, como lo señalaban anteriormente, de darse en un espacio muy especial. Un espacio de recuperación no de una fábrica sino de la esperanza. De manera que, la sensación de ser protagonista hoy, creo que nos cabe a todos, en la medida en que hemos elegido lugares que nos arrancan de la pasividad y nos posibilitan ocupar un lugar diferente. En ese sentido, Enrique al final del libro dice; “Cuando una cultura no puede crear un espacio soporte, donde se desarrollan los intercambios humanos, establece una comunidad destructiva cuyo resultado es el vaciamiento de las subjetividades y los procesos de desidentificación.” Esto que Enrique plantea, indudablemente no es simplemente una alerta, si no el deseo concreto de crear espacios soportes como lugar de re subjetivación , eso es lo que hacemos acá. Esto tiene que ver con la necesidad de que por nuestra producción circule por espacios de recomposición subjetivas y no simplemente se limite a lamentarse de la desubjetivación que se ha producido en todos esto años. Se trata de que nuestra acción sea al mismo tiempo una forma de concretamiento del proyecto. Pero al mismo tiempo, es un libro complejo éste, porque se lee fácil pero no se lee fácil. Porque plantea una serie de cuestiones Enrique, que son cuestiones polémicas, cuestiones nodales, que nos hacen preguntarnos o compartir las preocupaciones respecto al momento que nos ha tocado vivir.Por ejemplo, el modo por el cual está planteada, en el primer capítulo, desde el comienzo de la introducción, la función de los intelectuales. Tema que yo creo que nos preocupa mucho y voy leyendo algunas cuestiones que están planteadas. Respecto al lugar del pensamiento único, dice Enrique “Este pensamiento único ya no es una técnica sino una ideología que domina al mundo. A cualquiera que quiera cuestionar este orden establecido se lo acusa de mesiánico, de delirante, o de querer volver al pasado. Cómo alguien va a cuestionar una sociedad moderna, madura y libre en la que cualquier ciudadano puede comprar en un supermercado desde hamburguesas hasta ideas listas para usar. En este sentido la conquista de la libertad de pensar y expresarse están amenazadas en todas partes ya no por dictaduras, sino por las fuerzas del mercado.” Y dice: “es necesario que aparezcan intelectuales que se integren en un colectivo pluridisciplinario de pensamiento crítico donde dos mas dos no es cuatro.” A mi me pareció que es un hallazgo esta idea de plantear la ruptura de la sensatez con una forma de producción intelectual. Recordaba el poema que gusta decir Alejandra Boero y que lo dice maravillosamente, el poema de León Felipe que es “Ya no hay locos”. Y donde León Felipe dice “Todos se han vuelto espantosamente cuerdos. Horrorosamente cuerdos.” Esta apelación, a la derrota de la cordura que aparece en el texto respecto que la función de un intelectual, digamos su responsabilidad es la trasgresión del sentido común.Por eso cuando yo lo escuchaba a Juan Carlos hablar de las revistas que lo marcaron, pensaba, bueno, pero antes de eso estuvo el “Billiken”, y me acordaba de una amiga cubana que me decía : a mí la Argentina me importa mucho porque cuando yo era niña leía el “Bíliken”, y yo decía, qué diablos será el ‘Bíliken’, hasta que un día me enteré que era el Billiken, y que ella le había llamado así toda su infancia, porque era de una familia muy culta y muy importante, entonces ella le decía el Biliken. O que, estamos marcados también por el “Paturuzú” y el “Para ti”, vale decir, en primera instancia por Vigil, por Atlántida, y después, entonces, sobre eso construimos como pudimos, “La Rosa blindada”, “Pasado y presente”, “Sur” era el ala culta de esta historia, y bienvenida sea. Pero no importa. De todas maneras, lo que quiero decir es que no es fácil para nosotros producir una cultura distinta con marcas tan profundas. Que cuando nos quejamos hoy de que las nuevas generaciones están afectadas por modelos, que ven Chiquititas, o ven a Pan Am y esas porquerías, nos olvidamos que nosotros fuimos educados por una revista que se llamó “Mundo Infantil”, donde estaba Picho La Federal como un personaje extraordinario, mientras en el país se producía represión por parte de la Policía Federal. De manera que, creo que tenemos que ser muy honestos al reconocernos en nuestros difíciles orígenes, y trabajar en una dirección que nos permita revisar desde dónde pensamos. Porque me parece que lo extraordinario del libro de Enrique es la contradicción permanente en que juega. Y creo que está bien, porque hoy no podemos no ser contradictorios. Somos contradictorios por este juego permanente con nuestros orígenes, y porque la realidad que nos ha tocado es muy compleja. Por ejemplo; la apelación a ala ruptura de la racionalidad, del sentido común que hace Enrique, luego yo coincido con Horacio/Florencia González, respecto al lugar planteado para la utopía. Hace unos días me toco estar en una mesa redonda que decía, yo tengo una amiga de setenta años que cada tanto dice “la próxima no me caso por amor”, cuando se harta del marido. Y es una broma que tenemos siempre, y, yo creo que el enojo con la utopía es como cuando a una la plantan en el altar. Yo no vendería el vestido; buscaría otro novio, lo digo francamente. No soy de las que ponen ese triste aviso que dice ” vendo vestido de novia talla 44..”.Me parece que el tema de la utopía es el lugar en que quedó emplazada. Quedó emplazada como Topía, quedó emplazada como espacio y no como proyecto, y esto es lo que ha producido el profundo malestar en que quedó. Por otra parte es verdad que hubo un error terrible en la construcción de los espacios de utopía y acá Enrique aporta algo extraordinariamente importante que es la función de las pasiones y la no reducción a la economía política de los grandes procesos históricos. En ese sentido creo que hay hallazgos importantísimos en el texto, por ejemplo el lugar que Enrique le plantea a las locuras urbanas. En este tema de las locuras urbanas, es evidente, que la famosa selva de Hobbes se ha convertido hoy en nuestra ciudad, que la ciudad es el espacio mas amenazante para los seres humanos. A tal punto que el concepto mismo, la idea freudiana de lo siniestro es la sensación que uno tiene cuando transita por la ciudad. Como un lugar de inquietante extrañeza y un lugar amenazante. Pero por otra parte, lo interesante del planteo de Enrique es que la ciudad se ha convertido como en un paradigma. Dice: ”Es la ciudad quizás, debido a la gran concentración de sus habitantes, también reúne las múltiples manifestaciones de la crisis de nuestra cultura y muy espacialmente lo que se inscribe en la subjetividad de aquellos que la habitan. Todos sabemos lo difícil que fue la confrontación electoral en la ciudad de Buenos Aires, y el modo en que estuvieron jugando estas formas de representación en la subjetividad respecto a los modos con los que se han ido procesando sistemas políticos. Y cuando dice que la reapropiación de la ciudad implica de alguna manera al otro como semejante, y después trabaja la cuestión de lo amenazante que es para el sujeto “del sentido común” -entre comillas- la presencia de los piqueteros, o la presencia de los pobres, o la presencia de los cartoneros, o la presencia de quien fuera, el deseo de “bueno, métanme a los pobres debajo de la alfombra que no puedo soportar seguir viéndolos”, esta cosa terrible que percibimos en la ciudad, de que desaparezcan aquellos que son como la amenaza que marca lo que ha quedado después de la inundación terrible que hemos padecido económicamente, Enrique por el contrario plantea la necesidad de reapropiación de la ciudad y el carácter que esto ha tenido como proceso de saneamiento, sobre todo en los acontecimientos de diciembre. Y yo pensaba que acá aparece un elemento muy interesante para pensar, que es la cuestión de la categoría de vecino. La forma en que ha sido bastardeada la categoría de vecino, en primer lugar para plantearnos que no somos ciudadanos sino vecinos, y tenemos que votar por los baches, no por los desocupados, ni contra el hambre y la desocupación sino para que nos hagan mejor la autopista y nos arreglen los baches. Esta bastardización del concepto de vecino, que nos quita, así como digo a veces que a los jubilados se les ha quitado la categoría de jubilados para llamarlos abuelos, como si fuera un problema de caridad la justicia social o la retribución económica, a nosotros se nos llama vecinos. Con lo cual perdemos la categoría de ciudadanos, de ciudadanos políticos. Pero el segundo aspecto que me impacta es el modo en el que es usado la categoría vecino en los periódicos, por ejemplo, yo no se si ustedes recuerdan, cuando se levantó el Padelai, que la televisión dijo una cosa que me asombró , decía “ahora los vecinos de la zona caminan tranquilos”, los que estaban en el Padelai no eran vecinos. Con lo cual, lo extraordinario es que la categoría de vecinos se ha convertido en una categoría de iguales y todo aquel que es pobre y circula por la ciudad no es un vecino, es alguien que molesta a los vecinos. A tal punto, que una de las cosas conmovedoras que ha ocurrido, es que se han generado unos sitios extraños en la ciudad, que son rejas en las ochavas. Que no encierran nada más que el vacío, que no cumplen una función más que de excluir. Vale decir, están puestas en las ochavas, donde un edificio sobresale para evitar que abajo se acueste alguien. Con lo cual, son suerte de celdas invertidas, que tiene que ver con múltiples signos con que la ciudad marca el nivel de paranoización en que está. Por eso yo creo, que no es ninguna frivolidad, que Enrique haya tomado esta cuestión de las locuras urbanas, para plantear las formas enloquecedoras, alienantes y excluyentes con que la ciudad, que fue siempre un espacio de inclusión, y por eso en la Edad Media se pedían las llaves de la ciudad, ahora se define por espacios de exclusión interiores. Incluidos los muros para proteger a los supermercados de la posibilidad de los saqueos.El otro punto que a mi me apasionó del texto es toda esta cuestión del mal humor y el desasosiego, donde Enrique apela a una serie de tesis sobre la cuestión de las pasiones, y por un lado juega con Spinoza, por supuesto, y por otra parte con Pessoa. El desasosiego como modo, digamos, el mal humor, es interesante; Freud escribió sobre el humor, a principios del siglo veinte. Enrique escribe sobre el mal humor, vale decir, sobre la imposibilidad de establecer formas que ayuden a la resolución del malestar. El humor con esas características parecería que no tiene lugar, lo que aparece es algo que no es exactamente el humor, es lo contrario del humor; es aquello que tapa lo que debe ser mostrado, en lugar de develarlo. Con lo cual, lo que exagera es lo que es evidente por eso es grotesco. Pero yendo a la cuestión del desasosiego, pensaba lo importante que es como plantea en su texto sobre el mal humor, la relación existente entre el sufrimiento y la risa. La importancia que tiene, yo diría, la posibilidad de sufrir y comprometerse respecto a la posibilidad de disfrutar. Porque me acordaba que me llegó el otro día, una tarjeta de año nuevo judío, me llegó una tarjeta que decía “Que tengamos una vida tranquila y feliz”. Y le mandé una respuesta que decía “Muchas gracias, pero son incompatibles.” Si es tranquila no es feliz, y si es feliz no es tranquila. Entiendo que en el siglo diecinueve se podía esperar una vida tranquila y feliz porque lo que pasaba era horrible, pero hoy una vida tranquila y feliz es un horror. Todos hemos llegado a la conclusión de que la felicidad tranquila es la paz de las tumbas, y no es realmente la felicidad en los términos en que lo entendemos, que la felicidad es siempre tensión, deseo, tendencia a . La felicidad no es lo que uno tiene sino la posibilidad de soñar con aquello que se espera tener algún día. Por eso yo creo que el tema del desasosiego va ligado, en esto que Enrique trabaja, a la necesidad de la construcción de espacios de recomposición y proyectos. Para no abundar mucho, me sorprendió el empleo del concepto de exceso de realidad porque hace tiempo que yo estoy trabajando, incluso pensaba titular un libro, como subtítulo, “Los excesos de la realidad”, me sorprendió agradablemente, quiero decir, me encantó que estemos en el espíritu de los tiempos.. Este tipo de coincidencia marca que somos muchos pensando en cierta dirección. Como para ir terminando, tal vez yo no coincidiría en el lugar que Enrique le otorga a la pulsión de muerte, pero eso es un debate psicoanalítico que no interesa acá. No interesa acá porque acá estamos precisamente para marcar puntos futuros de debate y para crear las condiciones para poder pensar en común. Coincido en la preocupación de él de incluir la subjetividad en su relación con el poder. Pero tal vez los determinantes sobre los que trabajaría serían otros. Creo que en gran medida, el malestar actual está determinado en relación con esta cuestión de la expulsión de los sueños como estigmatización de la locura. En la imposibilidad de establecer proyectos que rompan con lo real y posible, digamos. Aunque sea como meta. Y en ese sentido, la frase de Goethe que dice “Somos tal vez los últimos de una época que tardará mucho en volver”, tiene que ver con el desasosiego. Tiene que ver con el sufrimiento que nos provoca a todos a veces la sensación de estar como en un destiempo a veces con la historia del mundo. Yo quiero terminar leyendo un párrafo del desasosiego, de Pessoa que me ha conmovido mucho, y se puede traspolar a muchas cosas que muchos de nosotros podemos sentir. Dice: ‘He nacido en un tiempo en que la mayoría de los jóvenes habían perdido la creencia en Dios. Por la misma razón que sus mayores la habían tenido (Cada uno haga las ecuaciones que quiera) sin saber porqué. Y entonces, porque el espíritu humano tiende a criticar porque siente y no porque piensa, la mayoría de los jóvenes ha elegido a la humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven solo la multitud de la que son sino también los grandes espacios que hay al lado. Por eso no he abandonado a Dios tan ampliamente como ellos ni he aceptado nunca a la humanidad. He considerado que Dios siendo improbable podría ser, pudiendo, pues, ser adorado. Pero que la humanidad siendo una mera idea biológica y no significando mas que la especie animal humana muera mas de inadoración que cualquier especie animal.’

Ustedes saben que Pessoa escribía esto y la semana que viene lo contrario con otro nombre; porque en realidad, los cuatro personajes que creó para escribir tienen la enorme virtud de pelearse entre sí, lo cual es absolutamente maravilloso. El libro del desasosiego en realidad lo escribió Bernardo Soares, y después él es Pessoa, y es Ricardo Reis, etc. Y los hacía pelearse en los diarios, y discutir entre sí, era una cosa extraordinaria y de repente se cansaba y largaba todo y desaparecían todos los personajes que hacía discutir en la cultura.

De manera que, lo que si quiero marcar es lo siguiente; la idea de Dios, que Pessoa plantea; la idea de que los jóvenes desplazaron a la humanidad, o que Bernardo Soares plantea, de que desplazaron a la humanidad el ideal de trascendencia, tiene que ver con la sociedad de la historia. Pessoa, o Bernardo Soarez, añoran en este párrafo a Dios. Yo tengo nostalgia de un proyecto histórico. No tengo nostalgia de Dios. Y creo que estamos acá porque nos negamos absolutamente a seguir resistiendo, sino que queremos construir algo distinto. Muchas gracias Enrique.

Presentación en el Segundo Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos

Presentación en el Segundo Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo: Jorge Rodríguez y Oscar Sotolano

Jorge Rodríguez

Presentaciones de la primera edición

Presentación en el Segundo Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo

 

Jorge Rodríguez:

Con Enrique compartimos varias pasiones insanas: editamos, intentamos escribir, trabajamos de analista. No podemos ocultar otras, que son de cada uno: a mi me enloquecen las traducciones, a él la realidad: es periodista. Supongo que es por algunas de ellas me invitó a esta nueva presentación de La alegría de lo necesario. Esa especie de confrontación con la última década infame.Ademas de libros edita dos revistas de las cuales es el director Topia Revista. Psicoanálisis, sociedad y cultura y Topía en la clínica. No solo cabalga sobre dos caballos...sino que además escribe sus editoriales. No muchos analistas sostienen una labor periodística de tal envergadura, recuerdo dos: Jorge Jinkis con Conjetural y Sitio y Sergio Rodríguez con Psyché. Mas lejos y mas cerca está Camus.Periodismo científico es uno de sus nombres, en esta ocasión no me alcanza. Saint John Perse, primer poeta en recibir un Nobel, cuando le pidieron definir “poeta” dijo “es aquel que se atreve a transformar lo cotidiano”. Periodista, también es alguien que se le anima a lo cotidiano, tanto en lo que tiene de continuidad, de reasegurador, como en lo que lo hace temblar, estallar. Uno de los riesgos de un analista periodista –y que Enrique reconoce especialmente- es el de la cosmovisión. La tentación de creer que se tiene explicación para todo. ¿Cómo enfrentarlo? Enrique nos dice que puede hacerse mediante un “encuentro de saberes”, tal como lo testimonia su libro. Y estamos mas cerca de lograrlo cuando cada saber, además de posibilitarnos, preserva algo...el psicoanálisis puede recordarnos lo personal en lo social; mediante lo filosófico podemos conservar enigmas: el periodismo, con su compromiso, evita que caigamos en los abismos de la abstracción; con lo poético, suavizamos, le quitamos ferocidad, al fundamentalismo que acecha en lo ideológico.Como analista uno puede, en las palabras, estudiar el deseo y sus destinos, esos lazos íntimos y privados, donde nos inquietan esos encuentros con lo mas ajeno de uno, donde no deja de sorprendernos nuestra esencial extranjeridad. En su libro Enrique procura otros movimientos: las palabras, si: pero también el cuerpo; el deseo, si, pero también la necesidad de la acción; y de los lazos íntimos a las redes sociales.Sostiene, para ello, complejas conjeturas, a cada una de las cuales les haré una pregunta sin inocencia:la “condición pulsional del sujeto” ¿lo psíquico solo es pulsional?la “cultura como espacio soporte” ¿cuál es el valor psíquico de lo ambiental?, y la de “una filosofía de la acción” ¿en que consiste el enigmático y cotidiano paso del deseo al acto? –en suma- su libro me abrumó cuando leí “como volvemos a inventar lo que nos mantenía unidos”me interpeló al plantear – en un mundo psy dominado por el imperialismo del deseo- el valor de la acción y de los cuidados; también me parece necesario un psicoanálisis de la acción. No solo en Freud hay una teoría de la acción, mas acá y mas allá de las palabras.Y, me provocó, un libro que, parece, es para ser leído, produce uno de mejores efectos cuando empuja a escribir... permitan lo comparta con uds. Mascotas cautivasCuriosa paradoja la de cautivar, significa tanto “privar de la libertad” como “atraer”.“Esa mina me gusta”; “¿Podré seducir a ese hombre?” “soy tu esclava, hacé de mi lo que quieras” “Ese hombre recuperó su libertad”Amar ¿es un acto de máxima libertad? Y estar condenado lo es ¿solo de libertades mínimas?Estamos entre la esclavitud y la atracción. Seducir para esclavizar.Inquietante coincidencia. El marketing –esa habilidad perversa que usan las empresas y los políticos- ostenta, orgulloso su máximo logro: tener un público cautivo. Es el famoso mercado de millones de cautivos... dicen esto sin inocencia ni culpa. No hay castigos ni penas para los canallas que no llegan a ser delincuentes.Público y mercado cautivos ¿para qué? Para meterles algo...cosas inanimadas mediante ideas, sentimientos, sensaciones, deseos... objetos de consumo.¿Para ciertos políticos se trata de tener una población cautiva? No lo podemos dejar de ver, mas cerca, mas lejos. Cautiva ¿para que? Para sacarnos, despojarnos, abusar de la indefensión mientras dura. Despojos públicos y privados, al pueblo se le saca y no se le da lo que le corresponde. Nos van sacando lo que tenemos en común: los espacios públicos, aquellos que no son de nadie y son de todos. Los visibles, los de arriba de la tierra y los invisibles. También se nos despoja de lo que recibimos y recibiremos por el trabajo.Cuando ese meter y sacar es público, se realiza sin consentimiento ni acuerdo, y abusa de la inocencia, de la confianza, de la fe, implícitas en todo pacto social. ¿Qué nombre ponerle?Cuando ese meter y sacar se da en un espacio de intimidad y privacidad corrompe el alma, la viola. Perverso es uno de sus nombres. En el espacio público produce desesperanza. indignidad, violencia potencial, destructividad insensata,...aquí la traición, esa mentira actuada, es la condición del ser canalla...Miles de esos millones, cautivos de algunos, son los que --todas las benditas noches de nuestras puertas-- buscan...en la basura, en esas bolsas de plástico negro, los desechos de los bien comidos y bien bebidos. Cierto cinismo de supermercado pregona utilizar bolsas verdes para cartón y papel.Otros o los mismos, pasan de buscar –no encuentro la palabra- a sacarllevar lo que pueda tener algún valor de calles, veredas, alcantarillas, monumentos, monolitos, faroles, rejas, carteles indicadores...¿Con el tiempo no habrá mas señales de..vida? ¿Estamos en uno de los estados anteriores a ser desierto?La idea, parece, es la de sacar, agarrar, llevarse...¿a donde? Aunque no existan, a algún lugar seguro. Otros -muchos mas de lo que puedo tolerar- se la llevan fuera del país.Una enorme cantidad de nuestros delincuentes, mayores y menores, son dirigentes, funcionarios y empresarios. Cuántos encuentran complicidad en su familia y amigos, y connivencia en apoderados y profesionales necesarios para las transas...así transforman valores y logros humanos. La familia como asociación ilícita es hija de la asociación mafiosa entre estado y empresa.Una curiosidad de nuestros días la constituye el amor rabioso por las –denominadas- mascotas. En muchos casos se trata de consoladores existenciales.Durante el terrorismo de Estado –cuando cualquier cuerpo estaba cerca de la tortura y la muerte- descubrimos los beneficios del estar en forma, del cuidado corporal; ese raro deporte sin barrio, los gimnasios; esa comida sin sabor llamada dietética y los restaurantes naturistas; los métodos para adelgazar,...Al cuerpo amenazado se le responde con los beneficios de una vida con el cuerpo sano...con salud, palabra noble, que desde entonces, se me hizo sospechosa...En este presente de múltiples despojos consumados, resalta la presencia, inevitable, de miles de cautivos, que por las noches se nos aparecen como seres fantasmales, amenazantes, humanos... entreesto, se extiende, como peste berreta, el amor por las mascotas.Esta patética humanización de animales ¿que relación tiene con la interminable animalización de seres humanos?En el barrio el perro es perro y el gato, gato...aunque alguno llegaba a enamorarse de una gallina, se trataba de una pasión pasajera...Mascotas, mezcla rara de indefensión social y cierta desolación personal... El amor por ellas tiene momentos compartidos: pisar mierda. Son miles –y siempre vecinos nuestros- los que las sacan a pasear y hacer sus necesidades por nuestras veredas y plazas, esos inocentes espacios públicos.Mascotas, criaturitas de dios, que por ahora no hablan y que nos necesitan eternamente para sobrevivir, son potencialmente desobedientes, en cualquier momento escuchan el llamado de la especie... Tan ocupados estamos con ellas que no tenemos tiempo para nuestros hijos empobrecidos, hambreados, embrutecidos por este terrorismo sin nombre. Algún día ¿dejaremos de ser mascotas cautivas?.

Noviembre, 2003

Oscar Sotolano

Presentaciones de la primera edición de La alegría de lo necesario

Presentación en el Segundo Congreso de Salud Mental y Derechos Humanos de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo

 

Oscar Sotolano:

Presentar o comentar un libro, por cierto dos actividades diferentes, es siempre una tarea grata, delicada y complicada a la vez. Más grata, delicada y complicada, cuanto más le ha interesado a uno el libro a comentar o presentar. En este sentido, hoy me siento frente a una tarea muy grata y, entonces, igualmente delicada y complicada. Es que el libro de Carpintero es un libro con muchas vertientes, todas vivificantes, que plasma en su propia estructura textual la teoría que postula y las pasiones (alegres y tristes) de su autor. La alegría de lo necesario es un libro consecuente: texto, teoría y autor confluyen con el vigor de un carpintero enérgico para poner la prensa o golpear con el martillo, pero también cuidadoso y hasta refinado cuando de hacer molduras se trata. La alegría de lo necesario es un libro comprometido como su autor, que decide presentarlo en esta emblemática casa, escrito con el caótico vigor racional (impulsado por lo que él llama la razón apasionada) que postula a lo largo de sus páginas, escrito, me apropio de su manera de decirlo, " con palabras encarnadas en un cuerpo que las lleva a la acción". Ese es el primer motivo por el que el libro me gustó, por eso me siento honrado y así responsable acerca de lo que vaya a decir acerca de él. Por supuesto, es relativamente fácil explicar por qué comentarlo o presentarlo es una tarea grata: basta recordar que si un buen libro debe ser siempre bienvenido, mucho más necesario se hace esto hoy en la medida que aporta nuevas fuerzas a la lucha contra la cultura de la brutalidad y la chabacanería que el capitalismo cada día produce y fomenta con más ahínco, incluso entre aquellos que lo combaten. Carpintero nos trae la cultura de Spinoza en la época de la cultura de Barylko. Carpintero retrabaja la cultura de Freud en la época de la cultura de Bucay. Yo espero fervientemente que aunque en todas las mesas de la librerías de Buenos Aires, y por lo general del mundo, ustedes se encuentren con pilas de libros de Barylkos y Bucays siempre busquen en los anaqueles perdidos o reclamen ante los vendedores perplejos, los libros de Spinozas, Freuds y Carpinteros.

Ahora bien, por otro lado, la complicación proviene de esa diferencia que hice entre presentarlo y comentarlo (disyuntiva ante la que siempre me encuentro cuando me han invitado a momentos importantes como éste). Es que comentarlo supone, a mi parecer, anteponer demasiado sobre las líneas del autor el propio libro potencial de quien lo comenta. En este caso: que en nombre de hablar de el libro de Carpintero, Sotolano termine hablando del libro de Sotolano. De ese modo, el comentario de un libro termina, en lugar de realzándolo, opacándolo. Es que un comentario corre, a mi parecer, dos riesgos mayores: primero, sesgar demasiado la lectura que futuros lectores puedan hacer del libro original, colocando una lente, más o menos potente según esas aleatorias razones de la transferencia, que cambiará la formas hasta límites insospechados. El comentario, en la medida en que exige meterse en los intersticios del texto, corre el riesgo de transformarse en una mano que mostrando el camino no deje ver el camino sino la mano del guía. No en vano, muchas veces ocurre que algunos comentarios toman tal relieve que, por creativos y exhaustivos, terminan haciendo que nadie recuerde el libro sino el comentario. Y, en mi opinión, este libro no merece que los lectores se pierdan la oportunidad de disfrutarlo. De mantener su propia relación crítica con el texto, de discutir lo que crea que debe ser discutido, de dejarse llevar por las múltiples ofertas de diálogo y discusión que el texto de Carpintero propone. De tomar en serio el espíritu que transita el texto (independientemente de cada uno de los temas que aborda): la defensa a ultranza del pensamiento crítico como condición de un pensamiento creativo. El mejor modo de leer su texto, para respetarlo, es en mi opinión no hacer lecturas complacientes o académicas. Ese es uno de mejores reconocimientos que se le puede hacer: tomar en serio lo que en el texto, pero también en la vida, Carpintero practica, la crítica como modo de la apropiación y producción de pensamiento. Tan consecuente es Carpintero en esto que me ha honrado invitándome a esta presentación cuando sabe que no compartirmos algunas cuestiones que trabaja en su texto. Fundamentalmente el modo de entender la pulsión de muerte, con todas las consecuencias que conlleva, y mucho menos, en un momento lo discutimos expresa y apasionadamente en el Foro de los sueños de Topía, la cuestión de la utopía. Pero Carpintero no escribe para que pensemos como él sino para que pensemos, con él y contra él, pero pensemos juntos. Porque Carpintero reconoce allí un bastión de la lucha humana contra la pulsión de muerte (la entendamos como la entendamos) y allí no tenemos diferencias.Es justamente con estas cuestiones que se articula el segundo riesgo, al que antes aludía, que conlleva comentar: me refiero al comentario académico. Un comentario donde se pretende resumir de un modo ordenado las propuestas de un autor. Marcar sus ejes centrales, sus contradicciones y aportes fundamentales, y el contexto histórico de producción del texto. En mi opinión, esos comentarios suelen ser doblemente letales para los textos que comentan: o de tan prolijos, pasteurizan el texto original, o de tan minuciosos ahorran la voluntad de leerlo, terminan funcionando como pequeños Lerús que dan la sensación de saber sobre ese autor sin haberlo leído. Permiten hasta dar una clase sobre un autor, tocando todos los puntos centrales de su pensamiento, sin haberlo leído jamás. Son comentarios que en lugar de abrir a un texto, cierran definitivamente el acceso a él. Esto es particularmente complicado hoy en día cuando la lectura se ha futilizado a un ritmo vertiginoso comparable a la evanescencia misma de la circulación financiera. Hoy leemos rápido y mal, artículos breves que soporten la incomodidad de la pantalla en la P.C., y la exigencia de un mundo de revistas, diarios e imágenes. Ese proceso del pensamiento donde la pausa y el libre discurrir son su condición, son avasallados por la cultura rápida del eslógan. Hasta a los pensamientos más complejos se le pide estructura textual de marketing. Por eso este libro, en mi opinión, le hace ganar mucho a los artículos que lo nutren. La mayoría son artículos aparecidos en Topía, muchos de ellos ya los había leído en otros momentos, pero puestos en sucesión no suman aritméticamente sino que potencian de modo geométrico aquello que en su momento pudieron querer poner en cuestión. Porque el libro, ese discurrir por diversos senderos, donde a veces se va a los trancos y por momentos se produce una pausa densa o espectante, es en sí mismo una propuesta de pensamiento en acto. Propuesta de lectura que hoy no se promueve, o sí, pero con cierta buena voluntad un poco patética repartiendo cuentos en las tribunas de fútbol. Ya podemos imaginar a los frustrados hinchas de River al grito de "Pellegrini traidor, Pellegrini traidor, que nos traigan a Borge para dar esibición". Es porque la recuperación de la lectura profunda, es decir pausada, me parece hoy un desafío difícil de resolver, que me propuse que ningún comentario mío obstaculice la aproximación profunda y pausada que el texto se merece. Borges (cuando era escritor y no técnico de fútbol) solía decir que toda biblioteca guarda su libro no leído; hoy, me temo, habría que invertir la frase y decir: toda biblioteca guarda algún libro leído. Ante ese panorama, el propio libro de Carpintero se abre a la lectura de otros libros. Nos llena la biblioteca posmoderna de la circulación ligera, el mandala y el incienso, con libros que se van tejiendo en una red que se expande y que a su vez soportan el libro de Carpintero mismo. Esa es otra de las cuestiones que le debo a este libro, y por lo cual decido no comentarlo, sino presentarlo, en todo caso ponerlos frente a frente con él para que después lleguen hasta donde lleguen. Gracias a su libro, Carpintero me ha convencido de leer a Spinoza, cosa que nunca había hecho, más que una lectura muy superficial de su libro sobre la Etica. Enrique me lo recomendó varias veces, pero fue su libro el que me convenció, no él. Gracias a su texto, a la apertura que propone su texto es que ya me encuentro internado en el Tratado Político. Y este no es un mérito menor de un libro. Funciona como las mejores interpretaciones, sirven si amplían el campo asociativo, no si se cierran a una explicación omnipresente.Porque La alegría de lo necesario es un libro abierto, en el sentido de la Obra abierta de Eco. Pero una obra abierta que nada tiene que ver con la interpretación posmoderna, deconstructivista que hizo de la subjetividad del lector el amo de un texto. Sino de la obra abierta que hoy el mismo Eco trata de acotar, cuando en Interpretación y sobreinterpretación dice que si bien puede haber infinitas interpretaciones de un texto, éstas no pueden ser arbitrarias. Que hay en algún punto, intención del texto, más allá de que en el lector puedan surgir retroactivamente infinitas lecturas posibles. Haciendo una humorada de las que suele hacer Eco, que alguien podría interpretar La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, como un recetario de comida china, pero seguramente su interpretación no sería tomada demasiado en serio, salvo que ese recetario fuera una muy ingeniosa metáfora o alegoría de lo que el texto postula. Una suerte de Ars Higiénica como se llama una extraordinaria obra de teatro que se da por el Abasto y que les recomiendo con entusiasmo. Es que aunque el texto de Carpintero nos abre caminos, también nos indica claramente cuales son los temas por los que quiere que transitemos en común, centralmente cómo pensar la posibilidad de resistencia, de cambio, de lucha, de vida en la época del capitalismo mundializado más feroz y criminal. Cómo pensar los problemas de la subjetividad o mejor aún, de las subjetividades, con recursos teóricos que apelan a los clásicos pero no para repetirlos como loros desteñidos. Cómo, metidos en el vértigo caótico pero también vivificante de las ciudades que hoy nos acogen y nos oprimen, pensar la violencia siniestra pero también el deseo de la voluntad; cómo pensar ciudades de las que somos víctimas, pero también son víctimas ellas, y que eventualmente podrán también transformarse en lo que Enrique, en un sentido mucho más abarcativo, llama espacios soportes. Todo sin repetir las trampas de la utopía, que como ilusión ha llevado, nos explica Carpintero, a las encerronas mortíferas del totalitarismo. Allí es donde martilla Carpintero con más énfasis en su defensa de la esperanza como condición necesaria para construir una política de la razón apasionada. Esos son los límites a la interpretación que Carpintero le impone al lector y así es que hace interesante nuestra propia lectura.

Claro que (uno no puede con su genio) quiero terminar diciendo algo por lo que espero que Carpintero no me tire con el formón o me persiga con la cierra circular. En mi opinión el libro de Carpintero es un libro que trasmite a un pensador dominado por la fuerza de la utopía. No la utopía tal cual él la entiende de modo explícito y con la que discute con tanta pasión, sino aquella que llamativamente, en el último capítulo del libro, en su anteúltima pagina, incluye a través de una cita de Anne- Cecile Robert. Ella dice: "A diferencia del internacionalismo obrero emanado de las luchas sociales del siglo xix, la mundialización no es un proyecto democrático. Por el contrario, marca la muerte de la representación política y del sufragio universal en nombre de una concepción 'objetiva' de la realidad(...) En efecto, la devaluación del poder político y el retorno de la fatalidad social prosperan sobre la destrucción de un elemento consustancial a la democracia: la existencia de una 'otra parte' posible o utópica, que ayuda a soportar los padecimientos del presente, al tiempo que aporta la perspectiva de su superación. Es decir, que simétricamente al proceso totalitario, la victoria ideológica del liberalismo instaura una dictadura en los hechos, donde los intereses económicos y sociales inmediatos de un grupo, prevalecen sobre los intereses de la colectividad (...) La reconstrucción de la oferta política no se llevará a cabo sin una reconquista de esa 'otra parte' ( recuerden, una otra parte posible o utópica), fundada en un análisis crítico del mundo y de las relaciones de dominación que en él se ejercen". Es allí donde encuentro al autor para quien la utopía con la que polemiza se le impone de otra manera radicalmente diferente bajo la forma de aquello que atraviesa todo el texto: su preocupación psicoanalítica y spinoziana por el tema del deseo. Aquello que en su momento Eduardo Muller formuló como el problema de la topía de la utopía y yo como utopismo crítico. Hechas estas consideraciones, la presentación está hecha. Ahora queda en ustedes, perdón Alicia por los problemas que esto pueda causar, hasta donde avanza la relación