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Registros de lo negativo

El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y los nuevos dispositivos psicoanalíticos.
Enrique Carpintero
Tapa del libro: Registros de lo negativo

Resumen del primer capitulo
La curiosa anatomía del deseo inconsciente

"En el comienzo fue la acción"

Sigmund Freud

 

La superficie que fui describiendo con algunas características en diferentes formaciones psicopatológicas -señalando algunos síntomas- va a aparecer en la fantasía de cada persona de múltiples formas: con la consistencia del hierro, la madera, el algodón. Va a ser transparente como el cristal u opaca, sucia, pegajosa. Puede tomar la forma de un animal, ser femenina o masculina, o ambas a la vez.

En definitiva, superficie definida desde el deseo inconsciente cuyos avatares tienen la marca del desarrollo y resolución del complejo de Edipo y del complejo de castración.

Este es el cuerpo que encontramos en el relato de nuestros sueños. M. Bernard, citando a Freud, dice que son "...una simbólica arquitectónica del cuerpo". Leamos la cita de Freud, "La casa no es el único ámbito de representaciones que sirve para simbolizar la vida corporal (...) , conozco enfermos que conservan la simbólica arquitectónica del cuerpo y de los órganos genitales (el interés sexual no se refiere solamente a los órganos externos) y para quienes los pilares y las columnas representan las piernas (...) para quienes cada puerta simboliza una abertura en el cuerpo ("agujero") todo conducto de agua les hace pensar en el aparato urinario, etc.; pero la esfera de las representaciones de la vida, de las plantas o de la cocina puede ser igualmente elegida para disimular imágenes sexuales...".[1]

En este sentido la simbólica la defino desde Freud, de quien se encuentra en un trabajo de E. Jones (1916) algunas precisiones acerca del concepto de simbolismo en un sentido amplio y en un sentido estricto que creo importante transcribir. En relación al último dice: "Toda experiencia psicoanalítica va a mostrar que las ideas primarias de la vida, las únicas que pueden ser simbolizadas, -aquéllas, a saber, concernientes al propio cuerpo, las relacionadas con la familia, nacimiento, amor y muerte- , mantienen en el inconsciente a lo largo de toda la vida su importancia original y que de ellas deriva la mayor parte de los intereses secundarios de la mente consciente. Como la energía fluye de ellas y jamás hacia ellas y como constituyen la parte más reprimida de la mente, es comprensible que el simbolismo tenga lugar solamente en una dirección. Sólo lo que está reprimido está simbolizado; sólo lo que está reprimido necesita ser simbolizado. Esta conclusión es la piedra de toque de la teoría psicoanalítica del simbolismo".

Y continúa más adelante en relación al sentido estricto de la palabra símbolo "... es evidente que un símbolo de esta clase, representa no sólo la idea simbolizada sino también los afectos relacionados a ella o en todo caso algunos de éstos ...".[2]

El síntoma requiere para entenderlo teóricamente una tópica del aparato psíquico, una energética pulsional, una dinámica de los conflictos y una referencia histórico-genética. En éste se halla una red de significaciones y afectos que se insertan en una organización en la que se expresan fuerzas antagónicas: deseo y prohibición, pulsión y defensa, que en el tratamiento van a encontrarse con resistencias que reeditan en la relación transferencial la fuerza que en otro tiempo actuó como represión.

El simbolismo del cuerpo permite entender que el mismo no se da de una vez para siempre sino que se va construyendo con la realidad fantasmática del sujeto en su relación con el otro.

De esta manera puede establecerse la hipótesis de que el cuerpo se define como el espacio que constituye la subjetividad del sujeto. Por ello el cuerpo se dejará aprehender al transformar el espacio real en una extensión del espacio psíquico. El carácter extenso del aparato psíquico es fundamental para Freud, ya que éste es el origen de la forma a priori del espacio: "La espacialidad acaso sea la proyección del carácter extenso del aparato psíquico. Ninguna otra deducción es verosímil. En lugar de las condiciones a priori de Kant, nuestro aparato psíquico. Psique es extensa, nada sabe de eso.".[3]

En este sentido puede decirse que al cuerpo lo constituye un entramado de tres aparatos: el aparato psíquico, con las leyes del proceso primario y secundario; el aparato orgánico con las leyes de la físico-química y la anátomo-fisiología; el aparato cultural, con las leyes económicas, políticas y sociales ( gráfico nº 1).

Entre el aparato psíquico y el aparato orgánico hay una relación de contigüidad; en cambio, entre éstos y el aparato cultural va a existir una relación de inclusión. En este sentido el organismo no sostiene a lo psíquico ni la cultura esta sólo por fuera: el cuerpo se forma a partir del entramado de estos tres aparatos donde la subjetividad se constituye en la intersubjetividad. Por ello la cultura está en el sujeto y éste, a su vez, está en la cultura.

Este cuerpo delimita un espacio subjetivo donde van a encontrarse los efectos del interjuego pulsional. Allí la pulsión va a aparecer en la psique como deseo, en el organismo como erogeneidad y en la cultura como socialidad.

De esta manera toda producción de subjetividad es corporal. Por ello en todo tratamiento es necesario dejar hablar al cuerpo en sus fantasías, en sus sueños, en sus actos fallidos, en sus gestos, en sus movimientos, pues allí puede escucharse "el poema del cuerpo", donde forma y sentido están relacionados con la afectividad, que también forma parte de su estructura.[4]

[1] Bernard, Michel, El cuerpo, Editorial Paidós, En la pág. 117, se halla la cita de Freud.

[2] Jones, Ernst, “La teoría del simbolismo”, Cuadernos Monográficos N°3, Editorial Letra Viva, Buenos Aires, 1980, págs. 39 y 40. En relación a este concepto, Laplanche, J. y Pontalis, J. B. dicen “Entre la simbólica freudiana y lo simbólico de Lacan existe una diferencia manifiesta : Freud pone el acento en la relación (por complejas que puedan ser las conexiones) que une al símbolo con lo que representa, mientras que para Lacan lo primario es la estructura del sistema simbólico ; la ligazón con lo simbolizado (por ejemplo, el factor de similitud, el isomorfismo) es secundaria y está impregnada de lo imaginario”. Cuando -estos autores- definen el simbolismo establecen que “A) En un sentido amplio, modo de representación indirecta y figurada de una idea, de un conflicto, de un deseo inconsciente ; en este sentido, puede considerarse en psicoanálisis como simbólica toda formación sustitutiva.

B) Modo de representación caracterizado principalmente por la constancia de la relación entre el símbolo y lo simbolizado inconsciente, comprobándose dicha constancia no solamente en el mismo individuo y de un individuo a otro, sino también en los más diversos terrenos (mito, religión, folklore, lenguaje, etc.) y en la áreas culturales más alejadas entre sí”. Diccionario de psicoanálisis, Editorial Labor, Barcelona, 1977.

[3] Freud, Sigmund, Conclusiones, ideas y problemas (1938), Amorrortu editores, Buenos Aires, 1976, O.C., tomo XXIII, pág. 301. También realiza una mención sobre la espacialidad del aparato psíquico en Esquemas del psicoanálisis, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1976, O.C., tomo XXIII, pág. 198.

[4] Pierre David, La sesión de psicoanálisis, Editorial Gedisa, Buenos Aires, 1983.

"En el poema no hay solamente colaboración de la forma con el sentido expresado... La afectividad forma parte de la estructura; no es solamente una connotación trivial... Según mi opinión, la poesía es el mismo tipo de mensaje que la comunicación sutil. Es polisémica por el cúmulo de significaciones implícitas y explícitas. Favorece la expresión y la percepción intuitiva. Tiene su origen en la sublimación de las pulsiones más arcaicas en el nivel de las palabras y los sonidos. Permite al hombre recuperar por el lenguaje lo que éste ha perdido en el momento de su adquisición. El poema conserva la nostalgia de la fusión diádica fetal y de la comunicación audiofonológica, olfativa, táctil y kinestésica de los primeros meses de vida.", pág. 129.
 

Fecha de Edicion: 
Abril / 1999