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Titulo

El Neoautoritarismo y los sistemas electorales occidentales

 

Introducción
El aspecto más sorprendente de los sistemas electorales occidentales es la brecha entre el acto del sufragio y el ejercicio del poder político. En los últimos 20 años, a pesar de realizar elecciones periódicamente, los gobiernos han sancionado leyes que transfieren la propiedad pública a los monopolios privados, han facilitado el crecimiento de vastas desigualdades socioeconómicas entre el capital y la mano de obra, han cambiado de la tributación progresiva a la regresiva, han eliminado programas de bienestar social y aumentado los subsidios gubernamentales al capital.

Dos décadas de reveses sociales y de enriquecimiento capitalista a pesar de los sistemas electorales o debido a ellos, nos exigen que analicemos los siguientes interrogantes. ¿Cuáles son los cambios decisivos en la esfera política que condujeron a la regresión socioeconómica? ¿Qué factores facilitaron estos cambios en el poder político? ¿Qué cambios dentro de la clase capitalista y su posición estructural profundizaron y ampliaron las políticas regresivas? Para explicar la concentración y la centralización del control capitalista absoluto sobre el estado y el régimen es importante analizar los mecanismos concretos mediante los cuales el capitalismo gobierna y el mecanismo mediante el cual manipula a los votantes.

 

Tesis Uno - Cambio decisivo en el poder relativo
Como bien se sabe, en un estado capitalista la clase capitalista es la que gobierna (excepto durante breves momentos transitorios de inestabilidad). Sin embargo, durante el período comprendido entre 1930 y 1980, el poder del capitalismo fue relativo - particularmente en lo que respecta a ingresos, normas estatales y leyes laborales. Durante los últimos 20 años se ha producido un desplazamiento decisivo en el poder político hacia el capital.
Desde las décadas de 1960 y 1970 la toma de decisiones de los capitalistas ya no cuenta con la mediación ni la compensación (Galbraith) de la mano de obra o de otras fuerzas sociales. Actualmente el capitalismo gobierna sin mediadores.

 

Tesis Dos
Este cambio en el poder político se originó en un cambio de poder en las clases sociales. El surgimiento del poder capitalista sin intermediarios se basó en la represión política y en la alianza con los dirigentes sindicales. A su vez, la consolidación del poder permitió a los capitalistas transformar el modelo económico que favorecía a la demanda (Keynes) en un modelo a favor de la oferta (Friedman) y cambiar de producir para el mercado local a producir para el extranjero, transfiriendo la producción al área de bajos salarios. Estas políticas, además, debilitaron la mano de obra y fortalecieron el capital.

 

Tesis Tres
Hubo un cambio de poder igualmente importante dentro del bloque capitalista gobernante. El poder cambió del capital productivo (industria/minería/agricultura) al especulativo (finanzas, negocios inmobiliarios, seguros, etc.). Este cambio hacia el capital líquido posibilitó el reacomodamiento del capital y debilitó la seguridad de empleo para la mano de obra. El predominio del capital financiero, sus tasas de ganancias más altas y el mayor riesgo y la volatilidad elevaron las tasas de explotación de la mano de obra y redujeron aun más la base social del poder capitalista.

 

Tesis Cuatro
Dado que el capital financiero no tiene riesgos directos en la producción, su principal interés es obtener un mayor rendimiento de la inversión al menor costo, en el menor tiempo. Esto significa que el capital financiero no tiene riesgos en la reproducción de una fuerza laboral educada y sana (excepto por una reducida elite educada para ofrecer sus servicios a este sector) y en la expansión de los ingresos en el mercado local. El capital financiero está a favor de ajustes permanentes -la redistribución de los ingresos hacia arriba para proporcionar fondos para las mayores fusiones de capital a nivel nacional e internacional.

 

Tesis Cinco
El contraste entre las vastas y crecientes desigualdades socioeconómicas entre el capital y la mano de obra por un lado y la igualdad formal en el voto por el otro, encuentra su explicación en la apropiación completa del capital del sistema político y la privación de facto a los votantes de cualquier control efectivo sobre el proceso de la toma de decisiones.

 

Tesis Seis
Los procesos electorales occidentales, sus instituciones y prácticas, son infiltrados, controlados y manipulados completamente por el capitalismo en ausencia de un movimiento político masivo alternativo basado en las clases. Las elecciones se realizan en una matriz institucional que ha quedado casi totalmente dominada por el capital. La dialéctica del poder, las políticas y las nuevas configuraciones institucionales son centrales para este proyecto. Por ejemplo, mediante el control sobre el estado, el capital ha extendido el dominio del capitalismo monopólico a través de las privatizaciones; las privatizaciones de todas las esferas de la economía y la sociedad significan que los inversores privados ahora controlan y dictan las políticas de inversión, comercio y presupuesto; se han reducido las empresas públicas estatales, mediante las cuales los votantes influían sobre la política pública. El resultado de la privatización es la extensión y profundización del control del capitalismo monopólico sobre la macro y microeconomía que influyen sobre la vida cotidiana de los ciudadanos. Estas áreas privatizadas se encuentran ahora fuera de la esfera del debate público y de la influencia de los votantes: la política y las elecciones están confinadas a elegir qué incentivos, subsidios y reducciones impositivas ofrecer a la esfera privada. La nueva matriz institucional privatizada produce un efecto de retroalimentación al aumentar el poder político del capital y, con ello, la capacidad de introducir nuevos decretos o leyes que favorecen al capital en un proceso continuo, acumulando propiedades, riquezas y recursos gubernamentales. Las elecciones son cada vez más un asunto de las elites.
Las campañas de los partidos son ahora empresas multimillonarias en dólares, en las que la imagen, la personalidad y los consultores manipulan a los votantes. A medida que aumentan los costos de las elecciones, también se incrementa la influencia de los monopolios, que pagan por los candidatos, deciden los programas y luego cosechan los beneficios desde los funcionarios electos. Actualmente las elecciones miden la capacidad de los candidatos de conseguir la confianza financiera y comercial de las empresas (especialmente en las empresas extranjeras) y venden una imagen pseudopopulista a los votantes.
Las elecciones son cada vez más un asunto de propaganda política en los medios, especialmente cuando la oposición desde las clases es débil y los votantes están atomizados. Actualmente los medios están en manos de monopolios que se entrelazan con los grandes capitales y comparten intereses comunes en la llamada ideología neoliberal. La saturación del mensaje de los medios con tendencias neoliberales en las noticias y en las campañas electorales penetra en millones de hogares, a toda hora todos los días. La exclusión o demonización de las voces críticas en los medios, restringe la elección electoral de los votantes a candidatos neoliberales aprobados por la elite corporativa.
La ideología juega un importante papel en la consolidación del gobierno monopólico. La idea de que existe solamente un proyecto económico (neoliberalismo), un tipo de democracia política (competencia entre las elites neoliberales) y un sistema internacional aceptable (globalización o imperialismo) ha fortalecido al poder capitalista, desmoralizado a la clase media y neutralizado a importantes sectores del movimiento popular. La hegemonía ideológica del neoliberalismo ha colocado a los movimientos populares a la defensiva y ha ganado adherentes entre muchos intelectuales ex izquierdistas y dirigentes sindicales ex progresistas. Como resultado de la hegemonía ideológica y del poder institucional capitalista, los funcionarios recientemente electos, sin considerar sus etiquetas ideológicas, satisfacen las demandas e intereses del capitalismo monopólico cuando se trata de legislar políticas sociales y económicas.

 

Tesis Siete
La anexión de los sindicatos oficiales y de los partidos tradicionales de izquierda (socialdemócratas y comunistas) ha debilitado las iniciativas populares y la capacidad de desarrollar alternativas para las políticas neoliberales del capitalismo monopólico. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la década de 1970 los sindicatos y los partidos tradicionales de izquierda desarrollaron un pacto social con el capitalismo: a cambio de apoyar las relaciones de la propiedad capitalista, recibieron mayores beneficios sociales, aumentos de salario y una influencia indirecta sobre la política gubernamental. El capitalismo aceptó este pacto porque el bienestar social era el mal menor para el Comunismo y porque los mercados en expansión permitían hacer concesiones a los trabajadores. Los sindicatos y los partidos tradicionales de izquierda se institucionalizaron por completo y en algunos casos se incorporaron a las estructuras del estado. Como resultado, la clase obrera se vio aplacada, desactivada y orientada hacia salarios inferiores, luchando a la vez por obtener mejores beneficios. Con las crisis mundiales del capitalismo en 1973, el capitalismo monopólico orientó su estrategia hacia los mercados mundiales y los recortes sociales en busca de índices de ganancia más elevados. Los trabajadores y los partidos tradicionales de izquierda no tenían ni la capacidad de formular una alternativa revolucionaria o socialista ni la capacidad de organizar luchas de resistencia contra un giro del capitalismo hacia la derecha.
El resultado fue una adaptación gradual a la agenda neoliberal y el surgimiento de luchas sectoriales defensivas, que fueron ampliamente derrotadas. Hacia mediados de la década de 1980 el colapso del Comunismo y la derrota de los movimientos revolucionarios, abrieron nuevas áreas de expansión imperialista, fortaleciendo aun más la decisión del capitalismo monopólico de eliminar todo vestigio del estado welfare. En este contexto, cuando el eje político giró hacia la derecha, los partidos tradicionales de izquierda (especialmente los socialdemócratas y los ex comunistas) adaptaron el proyecto neoliberal, compitiendo con la Derecha por conseguir la alianza del capitalismo monopólico. La coalición de centro-izquierda se fue convirtiendo en la Nueva Derecha y era políticamente indistinguible de los partidos tradicionales de derecha. En Occidente, los gobiernos se sumieron totalmente en el desarrollo de estrategias económicas y políticas que facilitaran la expansión de sus multinacionales en el extranjero para competir con otros estados capitalistas. La expansión imperialista se convirtió en la pieza central de la política occidental.
En respuesta, los dirigentes sindicales quedaron divididos entre los (de derecha) que aceptaban la dominación neoliberal y deseaban asegurarse los nichos privilegiados (subsidios estatales para capacitación laboral y profesional) y la protección de su control institucional (y la riqueza privada). Otros sindicalistas iniciaron luchas nacionalistas y proteccionistas contra la expansión del extranjero y hallaron su expresión en la protesta de la Organización Mundial del trabajo (Seattle, Praga, etc.). Una pequeña minoría de sindicatos más rebeldes elevaron sus estandartes de solidaridad internacional. En este contexto, la ausencia de una representación social independiente y efectiva, vació aun más los contextos políticos de opciones y programas opuestos, convirtiendo al proceso electoral en un campo de juego exclusivo para el capital monopólico.
La pérdida de referentes políticos entre las organizaciones sociales de las clases populares (su asimilación y/o marginalización) incrementó la atomización y alienación de los votantes de la clase obrera, aumentando sus índices de abstención y, entre los más extremistas, aumentando su propensión a participar en elecciones extra parlamentarias. La percepción popular es que el sufragio no modificará su vida cotidiana. La abstención, si bien es una señal de protesta y alienación, deja al proceso electoral en manos del capital que pone en marcha a las elecciones simbólicas para legitimar su poder absoluto para tomar las decisiones económicas diarias, así como también la política macroestratégica.
La ausencia de fuerzas sociales compensatorias y autónomas convierte en burla la afirmación neoliberal de que gobiernan en una política democrática pluralista.
La realidad es un sistema cada vez más centralizado y homogéneo de poder político que controla a las instituciones y a los medios, e impone una ideología uniforme sobre una ciudadanía atomizada y manipulada.

 

Tesis Ocho
El voto y los partidos opositores constituyen condiciones necesarias pero no suficientes para la democracia. Los sistemas políticos oligárquicos y autoritarios se están tornando dominantes, tanto en los países del sur como en los de occidente.
Las elecciones y los partidos funcionan dentro de los parámetros de las instituciones estatales que están centralizadas, y bajo el control de funcionarios no electos, vinculados con los grandes complejos financieros e industriales. Incluso, según los criterios clásicos de democracia liberal, las estructuras de la toma de decisiones actualmente relegan a los representantes electos a un papel marginal. Los directores del Banco Central tienen más influencia en el desarrollo de las políticas que los funcionarios electos y las referencias claves de estos banqueros son Wall Street, la City de Londres, etc. La cuestión de la legitimidad y la estabilidad ya no gira en torno a la responsabilidad de los funcionarios para con el electorado; actualmente el tema clave es la confianza de los inversores, la respuesta del Mercado.
La índole autoritaria y elitista del sistema político resulta aun más evidente en el Tercer Mundo, donde los que toman decisiones desde posiciones claves no sólo no son elegidos sino que son extranjeros, representantes de gobiernos imperialistas o de instituciones financieras internacionales (como el FMI o el Banco Mundial).
Estos funcionarios no elegidos establecen los parámetros de la acción política para los funcionarios elegidos - el Congreso, los presidentes, etc. Los funcionarios no elegidos son nombrados gracias a sus estrechas relaciones de larga data con los banqueros, las multinacionales y las instituciones financieras internacionales. Deciden los grandes asuntos de la política monetaria, las tasas de interés, la asignación de inversiones y presupuestos, la política comercial y la de desregulación. Los funcionarios electos son responsables de la implementación de las políticas y de brindar una justificación.

 

Tesis Nueve
Los métodos de gobierno de la elite política, especialmente la rama ejecutiva (Presidente y/o Primer Ministro), cada vez se asemejan más a las técnicas de los dictadores militares: legislan a través de decretos ejecutivos, pasando por alto el debate en el congreso o la consulta pública.
El sello de los regímenes autoritarios es gobernar mediante poderes ejecutivos especiales y decretos presidenciales. La razón por la que los gobiernos occidentales se atienen a leyes por decreto o simples órdenes ejecutivas radica en la naturaleza de las políticas socioeconómicas. La agenda neoliberal con sus enormes subsidios para privatizar a los monopolios no puede hacerle frente al escrutinio público y al debate aun dentro de un público atomizado y un Congreso emasculado. El gobierno ejecutivo es la herramienta indispensable para obligar a las clases populares a tragar el amargo remedio de la creciente concentración de la riqueza arriba y de peores condiciones de vida abajo.

 

Tesis Diez
A medida que el poder de la clase gobernante se hace cada vez más transparente, en su control de la riqueza nacional y en la distribución de beneficios, recurre cada vez más a amenazas psicológicas y físicas. Los propagandistas amenazan a las clases populares a través de los medios con el advenimiento de crisis y caos si no aceptan las políticas neoliberales. Fomentan la creencia de que el sacrificio lleva a la prosperidad.
A medida que esta propaganda pierde credibilidad, las clases gobernantes aumentan la represión física. Se construyen más cárceles, se dictan sentencias más duras, se implementan medidas administrativas punitivas para obligar a las madres solteras, a los discapacitados y a los desempleados a aceptar trabajos de sueldos bajos y someterse al abuso del empleador.

 

Conclusión
La tesis diez sostiene que el ejercicio del poder por parte de la clase capitalista monopólica gobernante en la actualidad es más directo, más visible y está dirigido a asegurar sus estrechos intereses más que en cualquier otra época desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Los intentos por imponer el control monolítico sobre el debate público mediante la monopolización de los medios es parte de una guerra psicológica para socavar el crecimiento de la solidaridad social y la creación de una alternativa para el gobierno de la oligarquía autoritaria.
La decadencia de las democracias capitalistas se produce en dos niveles: desde adentro con el vaciamiento de su contenido y sus procedimientos por parte de la elite neoliberal y desde afuera a través de las clases populares que se abstienen de participar y que cada vez crean más formas de acción directa, luchas extra parlamentarias. Las manifestaciones en Seattle, Londres, Praga, el corte de rutas en Argentina, el bloqueo de caminos en París, la toma de fábricas en Corea del Sur - todas estas son señales, el reconocimiento de que el capitalismo y la democracia ya no son compatibles, que el capitalismo monopólico ha creado un nuevo tipo de sistema político oligárquico y neoautoritario.
Incluso el proceso electoral mismo ha sido profundamente corrompido como lo demuestra el recuento de votos en las elecciones presidenciales de Estados Unidos.
El sufragio y la política electoral requieren una nueva matriz institucional, sin el poder de las empresas económicas gigantes: la socialización del poder económico y el surgimiento de medios masivos de comunicación pluralistas constituyen la primera condición para el resurgimiento de la democracia política.

 

James Petras
Sociólogo
jpetras [at] binghamton.edu

Traducción: Elena Morgan
 

 
Articulo publicado en
Agosto / 2001

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