Este frenesí en la teoría manifiesta en todo caso una resistencia del análisis al analista, respecto de la cual sólo puede aconsejarse a éste que la tenga en cuenta para determinar la parte de su propia resistencia en las manifestaciones de sus analizados.
Jacques Lacan. El Psicoanálisis y su enseñanza. Escritos I. Pág. 437
1. Resistencias del analista: extravíos y desbarrancamientos
El siguiente texto fue enviado a raíz de la publicación en nuestro número anterior del artículo Fin de análisis: la utopía de analistas y pacientes de Alejandro Vainer.
Hola Alejandro, acabo de leer en Topía tu interesante artículo sobre el fin de análisis, donde señalás algunas paradojas, como en el caso “humorístico” que contás, y también invitás a los lectores a que examinen sus propias experiencias, sean como pacientes o analistas. Está bueno.
Hay ríos de tinta sobre la formación del analista. En la mayoría de los casos se describe una esencia por fuera de las sociedades y la historia. Se excluye la materialidad que se produce para que uno pueda devenir psicoanalista en un momento histórico social determinado. Y no todos los analistas somos iguales. La formación de cada uno como analista no puede ser tomada por fuera de la propia vida, las propias experiencias, la clase social, la ideología, la sociedad y el tiempo en que vivimos.
La neutralidad y la abstinencia son dos cuestiones a repensar para los analistas del siglo XXI. Este par tiene casi un siglo de existencia y la concepción que de ellos se tenga marca la propia práctica clínica. Por eso, para comenzar, es necesaria una revisión histórica crítica de estos conceptos. “El giro del psicoanálisis”, tal como fue designado por Enrique Carpintero, implica un estudio de distintos aspectos teórico-clínicos para estar a la altura de las exigencias de nuestra época, que nos marca considerar “nuevos dispositivos psicoanalíticos”. Y siempre el primer paso de toda investigación es la historia.
La neutralidad y la abstinencia parecen se dos rasgos generales extendidos entre las disciplinas con pretensión de cientificidad. Ambos, están hoy en problemas, sobre todo respecto de las prácticas disciplinarias. Una de las poderosas razones referidas a estas tribulaciones reside en que el siglo XX dio por tierra con la objetividad absoluta no sólo de las nuevas disciplinas sino que también con la de aquellas que ya habían sido construidas. Este hecho se verificó en las ciencias llamadas “blandas” y también en la física y en las matemáticas.
La definición de frecuencia implica sin duda otras definiciones mayores, porque la frecuencia, el ritmo, el sentido del tiempo, se caracterizan de manera diferente en distintas teorías. El tema del tiempo me parece fundamental en esa discriminación. En un artículo honrado por la publicación de la revista Trópicos del Nº I del año 2002, y que se llamaba “Una revisión del tiempo en psicoanálisis”, había observado que en la práctica psicoanalítica se seguían manteniendo nociones de tiempo pre-sicoanalíticas.
Continuando con lo trabajado en el número anterior (las interrupciones en el análisis) en este número nos concentramos en una situación particular que se puede producir en el tratamiento psicoanalítico: la Reacción Terapéutica Negativa.Para ello consultamos a tres psicoanalistas para trabajar el tema.
El objetivo de este trabajo es relatar una experiencia clínica singular. El dispositivo ha sido construido “artesanalmente” en función de las particularidades que se nos fueron presentando y que determinaron la necesidad de adecuación del mismo al modo peculiar de hacer lazo de los consultantes. Asimismo sostenemos que la plasticidad del analista respecto de la cultura del grupo en el que ejerce su práctica es clave para que exista una posibilidad de establecimiento de la transferencia que, a su vez, lleve a producir cambios subjetivos y alivio en el sufrimiento psíquico de quienes nos consultan.
El 150º aniversario del nacimiento de Freud nos convoca a pensar en los cambios de la clínica psicoanalítica en este nuevo siglo. Para ello convocamos a tres psicoanalistas con tres preguntas sobre el trabajo clínico psicoanalítico hoy.
Los desafíos de la clínica actual, nos hacen pensar nuestros abordajes y nuestra forma de estar en la clínica, surge la interrogación sobre los dispositivos clínicos.
Desde hace un tiempo que los psicoanalistas trabajamos con pacientes una frecuencia de una vez por semana. Esta práctica se tornó habitual, pero no es mucho lo que se profundiza en las particularidades de este trabajo.
Para desarrollar esta temática invitamos a psicoanalistas para que respondan este cuestionario para poder iluminar este dispositivo.
La invitación a participar con una Conferencia en un reciente Coloquio realizado sobre la obra de Jean Laplanche determinó en mí una exigencia: repensar y compartir las reflexiones que uno va haciendo sobre las transformaciones impresas a su propia práctica.
¡Qué solos estamos en ese espacio intersubjetivo, soportando la emergencia de lo pulsional, metiendo nuestro cuerpo y atravesados por ese fenómeno de la transferencia –contratransferencia que hace hablar al paciente y al analista! ¿Pero qué nos pasa? ¿De qué galera sacamos las interpretaciones y señalamientos? ¿Qué hacemos con los aburrimientos, los dolores, los miedos y no sé cuántas cosas más que nos provocan nuestros pacientes? En ese espacio donde a la asociación libre del paciente le corresponde la atención flotante del terapeuta, nos ocurren cosas. Paso a relatarles, a través de dos resúmenes de historias clínicas, algunas de las que a mí me sucedieron.
A partir de este número del suplemento Topía en Clínica retomamos los debates que hacen a las modificaciones y permanencias en la práctica del psicoanálisis. Creemos necesario recordar algunas perspectivas que fuimos desarrollando en todos estos años.
I-
La técnica psicoanalítica tiene desde hace tiempo muy mala reputación en nuestro país entre los psicoanalistas. No siempre fue así. En las décadas del 50 y 60 era un tema de ferviente investigación dentro de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Inclusive hubo pioneros a nivel mundial como Heinrich Racker con sus Estudios sobre Técnica psicoanalítica. Allí daba una vuelta de tuerca sobre el tema de la contratransferencia, librándola de ser sólo un obstáculo y redefiniéndola como instrumento en el contexto del tratamiento psicoanalítico.
Decía Freud que para el buen desarrollo de un tratamiento los terapeutas debíamos contar con la “expectativa esperanzada” de los pacientes, sin la cual las mejores medidas se tornaban ineficaces. Años después el psicoanálisis precisó los términos, y la esperanza pasó a formar parte de la transferencia positiva.
En esta serie de artículos discutiré la historia del psicoanálisis en Estados Unidos, concentrándome particularmente en los conflictos entre una visión amplia del psicoanálisis como teoría de liberación y una perspectiva más restringida del psicoanálisis como praxis clínica. Creo que mi propia perspectiva política se revelará fácilmente.
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra