Dar en el blanco: Ni sapo, ni princesa. Terror y fascinación por lo femenino | Topía

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Dar en el blanco: Ni sapo, ni princesa. Terror y fascinación por lo femenino

 
Editorial Topía, 2022, 152 páginas.

Un libro de reciente aparición que trabaja un apasionante caso clínico. En la historia del psicoanálisis se convierten en libros imprescindibles para avanzar en la teoría y en la clínica. Este libro nos muestra cómo trabaja una analista implicada. Y nos permite avanzar en cuestiones actuales como la identidad de género. A continuación, transcribimos el prefacio de Miriam Chnaiderman.

Prefacio

La vida y nuestra escucha: las sexualidades y avatares de una psicoanalista

-1-

Me gustaría comenzar este prefacio citando el párrafo final de la última parte del capítulo 5. Luego de la entrevista en la que se le informa a Cassandra que el proceso analítico se interrumpiría ya que los padres habían decidido que B., su pequeño paciente, iba a seguir el análisis con otro terapeuta, luego de describir el vandalismo de B., Cassandra exasperada relata el momento en que el padre notó cómo la mesa y la habitación habían quedado “bastante dañadas”. Así lo describe Cassandra:

Su padre, al ver esa escena, me lanzó una mirada que nunca pude olvidar: una mezcla de culpa, tristeza y gratitud. Quizás fue esta mirada tierna, que me acompañó durante tantos años, la responsable de haber decidido que un día, cuando lograse hacer un distanciamiento afectivo de este caso clínico, lo transformaría en un objeto de estudio que indirectamente podría ayudar a otros niños que, como B. y su padre, fueron castrados precozmente en sus procesos de subjetivación y que por eso mismo deambulan por la vida, como nos cuenta Cecilia Meireles, buscando un dibujo.

Casi tres décadas después, podemos ver cómo el trabajo con B. está impregnado por los dibujos realizados en las sesiones. Cassandra se propone con B. buscar un dibujo. Y los dibujos son parte de su valiente relato, no como meras ilustraciones de lo que relata, sino como elementos importantes para pensar en el proceso de B. Al comienzo del trabajo, Cassandra informa: “Me llamaba la atención la imposibilidad de que esos dibujos pudiesen tener vida propia, por ejemplo, participando de algún tipo de dramatización. Esto demostraba que él era un niño que vivía en nivel bidimensional: ¡no tenía profundidad psíquica! [...] En lugar de afecto, él se aferraba a una falsa piel estética hecha de ropas y adornos femeninos.” A medida que avanza el trabajo, los dibujos cobran vida, son personajes importantes. Se sofistican mucho.

Es un privilegio poder seguir todo este proceso en el que múltiples identificaciones conducen a una hermosa danza entre Cassandra y B. Como dice Cassandra, B. “se estaba abasteciendo de posibilidades identificatorias”. Hermosa idea para pensar en todos y cada uno de los procesos psicoanalíticos.

Publicar un caso clínico en un libro es un acto de valentía, porque siempre que hablamos de nuestra clínica, hablamos de nosotros mismos. Exponemos nuestros dolores y alegrías, nuestros logros y frustraciones. Por tanto, lo que tenemos aquí es un regalo precioso que nos hace Cassandra Pereira França. A todos nosotros, psicoanalistas y pensadores, interesados en una clínica comprometida con lo contemporáneo, cuestionada por las nuevas sexualidades, pero que no pierde de vista el rigor y el paradigma propuesto por Freud y desarrollado por sus seguidores.

Exponer un caso clínico presupone una ruptura necesaria entre el ámbito público y el privado. Pero el psicoanálisis siempre ha cuestionado los dualismos estancos, ya que siempre ha trabajado con la paradoja, con el conflicto. Esta delicada tensión impregna la cuidadosa narrativa de esta obra. Nos sumergimos en teorías y hechos clínicos en un juego que a menudo nos hace sentir como si estuviéramos leyendo una novela. Si lo pensamos bien, en cada caso clínico, se produce suspenso entre la confirmación o la negación de las hipótesis de trabajo, es como una novela de detectives, con contratiempos y alegrías. Y la vida a menudo nos lleva por caminos inusuales. Así, al final de este relato de caso, Cassandra nos cuenta cómo conoció, más de veinte años después de asistir a B., a una mujer encantadora en un evento social. Hablaron e intercambiaron teléfonos. Unos meses después, un hombre que resultó ser esa mujer, se acercó a ella como analista. Dice Cassandra: “[...] me di cuenta de que me enfrentaba a un adulto que bien podría haber sido un niño con un mundo fantasmático similar a B.” No era un pervertido ni un psicótico. Era alguien exitoso, con capacidad de simbolizar y llevaba una vida normal, pero que disfrutaba inmensamente de “montarse” y ser visto como mujer. Fue entonces cuando decidió volver a las notas y a los dibujos de B. Según su relato, ese material estuvo archivado durante casi tres décadas. Había trescientas sesiones registradas. Así surgió este libro. Ese hecho, relatado al final del relato, crea suspenso como en las buenas novelas policiales, ya que solo al final podemos comprender qué la movilizó desde el principio. Por eso elegí llamar a este prefacio “La vida y nuestra escucha: las sexualidades y avatares de una psicoanalista.”

-2-

B. es como Cassandra nombra a su paciente. En este acto de nombrar, se instala algo de suspenso. Cassandra prefirió no crear un nombre ficticio, como hacen algunos psicoanalistas. Con ello, logra que nosotros, los lectores, mantengamos la distancia necesaria y que en ningún momento descuidemos las precauciones que requiere la exposición. No es una historia cualquiera, es la narración de un caso clínico. Pero la escritura amena, la sutil superposición entre la práctica y la teoría, nos envuelve. Vivimos los impasses y las preguntas junto a la atenta psicoanalista. El enigma que constituye el ser humano involucra al escritor y al lector. Seguimos paso a paso este viaje como zambulléndonos en una sexualidad conflictiva, en un deseo que lucha adentro de un cuerpo que lo limita.

Cassandra, al presentar su investigación teórico-clínica, habla del enorme prejuicio que existe en relación al psicoanálisis, visto como una ciencia “moralista y prejuiciosa que solo se interesa por la génesis de la sexualidad como un intento de perpetuar la lógica binaria [...]”. Pero también habla del desconocimiento que pueden tener los psicoanalistas “sobre los temas estudiados por los especialistas en ciencias sociales”, ignorando a menudo “movimientos discriminatorios y prejuiciosos”. Cassandra cita a Judith Butler, para quien “el cuerpo no contiene una verdad fundamental sobre la sexualidad.” Cassandra dice: “Por estar de acuerdo con esa premisa y reconociendo lo poco que sabemos sobre las identificaciones primarias, considero que es muy importante estudiar los comienzos de la construcción de la identidad de género[...]” Aquí, para mí, surge una pregunta importante: ¿existe una identidad de género o hay múltiples identificaciones en un movimiento permanente de resignificación del deseo?

Al justificar haber elegido publicar este material clínico sumamente rico, Cassandra confiesa que “Optar por la publicación de este material clínico no fue en absoluto una decisión fácil, pero terminó siendo impulsada por mi incomodidad frente a la manera en que la sexualidad viene siendo vivenciada por las personas a comienzos del siglo XXI, cuando parece no haber más espacio para la fantasía, ya que todo debe ser vivenciado en el plano concreto.”

Cassandra quiere mostrar la “riqueza del mundo fantasmático” y logra hacerlo. Pero es importante recordar que hoy algo se nombra y se le da espacio político a algo que siempre ha existido. Rafael Cossi, en su importante libro Corpo em obra (São Paulo, Ed. NVersos, 2011), cuenta que, en la época del descubrimiento de Brasil, los indígenas se movían libremente entre lo masculino y lo femenino. También muestra cómo este tránsito está presente en la mitología. Además, relata que algunas culturas van más allá del tránsito entre los géneros masculino y femenino, incluso estableciendo un tercer género.

Fue precisamente la idea de que habría necesidad de lo concreto, de un cambio en lo real del cuerpo, lo que llevó a los psicoanalistas, incluido Lacan, a pensar que el transexual siempre tendría una estructura psicótica, siempre habría una imposibilidad de simbolización.

En su clínica, Cassandra está absolutamente libre de estas clasificaciones y, de hecho, se sumerge en el mundo fantasmático de B. y eso es lo que importa: ser capaz de escuchar libre y abiertamente, sin tener que enmarcar a B. dentro de una identidad sexual. Para Cassandra -es ella quien lo dice- “hay más géneros que sexos”.

Afirma: “[...] elegí como objeto de estudio la escucha detallada de la singularidad fantasmática de un niño de 4 años de edad, envuelto en las tramas de la construcción de su identidad de género.

Si son tramas, son texturas, bordados, que no siempre culminarán en la construcción de una identidad sexual.”

De hecho, no creo que el uso del término “identidad de género” pueda explicar esta cuestión. El concepto de identidad de género fue acuñado por Stoller con el objetivo principal de distinguir el sexo (en el sentido anatómico) de la identidad (en el sentido social o psíquico). El punto es seguir pensando en términos de “identidad” y no en las múltiples identificaciones que ocurren a lo largo de nuestra vida. Judith Butler se pregunta: “¿Qué puede significar entonces ‘identidad’ y qué sustenta la suposición de que las identidades son idénticas a sí mismas y persisten en el tiempo, unificadas e internamente coherentes?” (Problemas de género. São Paulo: Martins Fontes, 2008, p. 37). Judith Butler deconstruye y se apropia de la noción de género, ya que, para ella, “el núcleo” de la identidad de género “implicaría una concepción de hombres y mujeres como sustancias permanentes y, sin embargo, para Butler, estas sustancias permanentes son pura ilusión, producción ficcional de una coherencia culturalmente establecida” (Citado en Patricia Porchat, Psicanálise e transexualismo [Psicoanálisis y transexualismo], Curitiba, Juruá, 2014, p. 81).

Cito aquí el brillante ensayo de Thammy Ayouch:

“La diferencia entre los sexos actúa como principio del pensamiento identitario, subordinando la sexualidad a una sexuación inmutable. Sin embargo, tanto en su teorización como en su práctica, el psicoanálisis pretende deconstruir esta lógica identitaria, enfatizando en una lógica exactamente opuesta de la psiquis. La identidad, categoría de la metafísica clásica, remite al carácter de lo que permanece: designa lo que permanece idéntico a sí mismo en el tiempo. Los efectos del inconsciente rompen esta idea de una ipseidad que surge de la continuidad de la conciencia en el tiempo. Contra la identidad, la plasticidad psíquica, en un enfoque psicoanalítico, se inscribe en los movimientos identificatorios. La identificación es siempre temporal y cambiante: se define por una situación en el tiempo, una historia, una finitud y una atribución proveniente del otro. […] En términos metapsicológicos, cuando se pone el énfasis en la multiplicidad psíquica y las capas de conflictos, en la pulsión y la dinámica psíquica, no tiene ningún sentido hablar en términos de categorías unificadas y rígidas de masculinidad y feminidad y diferencia binaria entre los sexos” (p. 69, A diferença entre sexos na teoria psicanalítica [La diferencia entre sexos en la teoría psicoanalítica]. Revista Brasileira de Psicanálise, v. 48, n. 4, p. 58-70, 2014).

Cassandra se enfrenta a estos desafíos y se sumerge en el mundo fantasmático de B. Intenta comprender las determinaciones, en su historia, que lo llevan a travestirse. Entra en contacto con un terrible imperativo maternal que culminaría en la interrupción del proceso. Rigurosa, se basa en Melanie Klein y sigue a Renato Mezan para pensar en la noción de fantasía inconsciente.

Se pregunta: “¿Será que aún va a haber tiempo de liberar a ese niño de ese imago materno omnipotente y castrador, posibilitando así que pueda constituir su identidad psíquica y sexual sin ese peso aplastante?”

En el trabajo llevado a cabo con B., se experimentan los diversos sexos. Las angustias de despedazamiento impidieron la diferenciación entre las tópicas psíquicas. Por eso, Cassandra se sumerge en los dibujos, tanteando y reconociendo aciertos y errores. Algo de extrema valentía y tan raro en nuestro mundo psicoanalítico.

A lo largo de su relato, reconoce lo difícil que es dejar atrás el binarismo de género y/o la angustia de los padres ante un niño que menea las caderas como una sirena. Qué difícil es apoyar en la escucha y la observación lúdica una sexualidad que no encaja dentro de los parámetros de lo que nuestra cultura ha determinado como lo masculino y/o lo femenino.

Finalmente, como dice Freud citado por Cassandra, siempre es difícil comprender las opciones que guían a la sexualidad, que siempre será múltiple y disruptiva. Sólo una escucha abierta y un trabajo hacia una apertura radical y cuestionadora podrán dar cuenta de esta dificultad. Eso es lo que nos muestra Cassandra. Muchas gracias, Cassandra, por compartir con nosotros estas angustias y preguntas que nos pertenecen a todos nosotros, psicoanalistas del siglo XXI.

Miriam Chnaiderman[1]

 

 

[1]. Psicoanalista, miembro del Departamento de Psicoanálisis del Instituto Sedes Sapientiae, doctora en Artes y documentalista.

 

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Articulo publicado en
Noviembre / 2022

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