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Psicoanálisis y Pasiones

 

Al pensar en este dossier se nos impuso la tarea de situar las pasiones para el psicoanálisis. Qué lugar ocupan, tanto en la clínica psicoanalítica como en la actualidad de nuestra sociedad. Qué destinos particular tienen hoy las pasiones.
Para ello convocamos a tres psicoanalistas de diferentes líneas para que respondan las tres preguntas que consideramos fundamentales.

1- ¿Cuál es el lugar de las pasiones en la teoria psicoanalitica?
2- ¿Cómo se juegan en la clinica psicoanalitica, tanto del lado del
analista como del paciente?
3- ¿Cuáles son los destinos de las pasiones hoy?

 

Benjamín Domb
domb [at] arnet.com.ar
1-¿De dónde proviene ese impulso que lleva al sujeto a jugarse la vida por un amor, por odio o por ignorancia? Algo posee al ser humano y lo impulsa hacia actos irracionales. En el ser caracterizado por lo racional, como lo define cierta filosofía, convive lo irracional, y de ello se ocupa el psicoanálisis.
Es la estructura propia del ser que habla, la que le da a las pasiones sus características. Freud habló de pulsiones, pulsiones sexuales y pulsiones del yo en un comienzo, luego pulsión de muerte y pulsión de vida, conceptos fundamentales del aparato teórico freudiano.
¿Qué entendemos por pulsión? Cuando afirmamos que la pulsión no es el instinto, decimos que no nace del cuerpo biológico ni de las necesidades biológicas, sino que la pulsión se constituye por la particular relación que el niño tiene con su madre, con quien establece en primer lugar una relación apasionada, es decir pulsional, no mediada hasta cierto punto por la palabra.
En este primer tiempo de la constitución subjetiva el niño no cuenta con la eficacia del lenguaje como propio, si bien nace a un mundo de lenguaje, la relación con su madre es cuerpo a cuerpo, es a través de su boca, de su caca, de la mirada y de la voz de su madre que le habla, que le trasmite desde el inicio de su vida su deseo. Es fundamental la presencia del padre, un amor más allá del niño, que ponga límite al desenfreno pasional que una madre puede volcar en su hijo.
¿Por qué un niño puede ser objeto de esa pasión? ¿Es que satisface, tal vez, algo que podría denominarse un instinto maternal? Cuando vemos lo que ocurre con otros mamíferos que sueltan a su crío bastante más rápidamente que las madres, sospechamos que en las mujeres se juega algo distinto que un instinto. Llamamos a eso deseo materno. Este deseo materno se constituye en las niñas como resultado de su complejo de Edipo, es la respuesta que ellas encuentran, tal como Freud lo señaló, al enigma de su femineidad.
Si una mujer devenida madre tiene esa relación pasional con su bebé, es porque en alguna medida ese bebé pone en juego algo de su femineidad. Un hijo es efecto de la estructura femenina que no resuelve el enigma femenino, sino que lo instituye como tal.
Alimentar a su hijo, prodigarle los cuidados maternales, darle amor, no necesariamente se acompañan de pasión.
La pasión se manifiesta íntimamente ligada al cuerpo, anudado al sexo y a la palabra que intentará ponerle límite.
En definitiva el lugar de la pasión en la teoría es aquel que anuda el narcisismo corporal a los agujeros pulsionales en su relación al Otro primordial, la madre, una madre que porta en su ser el enigma de la femineidad.

2- El lugar de las pasiones en la clínica es la transferencia. En el amor de transferencia, en el odio transferencial, en la reacción terapéutica negativa. También en las situaciones de idealización extrema por un saber que obture toda ignorancia, etc.
Cada paciente manifestará su pasión en el análisis de acuerdo a su estructura psíquica, la cual tendrá absoluta relación con su historia, pero con los sectores de su historia no historizados, es decir con lo real en relación a su madre y a su padre. Se referirá a ese tramo de su vida tan primitivo, donde su desamparo inicial se encuentra a merced del amparo y también del capricho de su madre, del objeto que fue para ella y en qué punto ella encontró límite a su propia pasión, hasta qué punto se pudo refugiar en ese otro que la deseó o no la deseó, que acogió para sí esa pasión de mujer que lo convierte en padre. Hasta qué punto esta madre pudo transmitir el No del nombre del padre.
Ese sujeto así constituido llegará al análisis y pondrá en juego apasionadamente este real que lo habita.
Del lado del psicoanalista, lo recomendable es que pueda jugar bien la partida, es decir dar cabida a esa pasión, ofrecer su presencia y su escucha, hasta encontrar la letra que haga límite, y deje caer esa depositación masiva de real en su persona, ello significa darle lugar al sujeto.
Sin duda estas situaciones ponen a prueba el análisis y la continuación de un tratamiento. Condicionan diferentes formas de resistencia del analista, mal llamadas contratransferencias; es decir, el analista se defiende a veces tomando excesiva distancia, a veces entrando en el juego y reaccionando apasionadamente también él o dando rienda suelta a sus sentimientos, a su yo.
Los psicoanalistas están hechos de la misma pasta que sus analizantes, es decir de Real, Simbólico e Imaginario. Es por eso que pueden ser tomados en la situación transferencial. Por eso el analista debe él mismo hacer la experiencia de su propio análisis, y son estos casos de transferencias apasionadas los que más conducen al análisis de control.
El manejo de las pasiones en el análisis es decisivo; se tratará de darle a la pasión su lugar que conduzca a hacer con ella corte y también invención.

3- Hoy como siempre el destino fundamental de las pasiones es la sexualidad. Es allí, en el marco de la vida erótica, donde las pasiones encuentran su cauce y su fin, es decir, el goce.
Ahora bien, las cosas no son simples para el ser humano; su sexualidad es compleja, al punto que Lacan sentó las bases del psicoanálisis en el fundamento de que “no hay relación sexual”, lo cual no quiere decir que no haya diferentes modos de goce relacionados a lo sexual.
Estas pasiones forman parte de lo más intimo del ser, su intimidad.
La dificultad con la que nos enfrentamos es aquella que se produce cuando las pasiones van más allá de este marco, tanto sea que una manifestación de lo sexual recaiga sobre el mismo sujeto pero fuera de su vida erótica –es decir, manifestaciones de la pulsión que toman su cuerpo o alguna parte del mismo como su objeto, produciendo allí las patologías llamadas narcisistas, las enfermedades en el cuerpo, psicosomáticas, adicciones, exhibicionismo, compulsiones, impulsiones, etc.–; ya sea que lo que está destinado a lo privado se haga público, por fuera de lo institucionalmente aceptado. Se acepta la pasión en el deporte dentro de ciertas reglas, en el trabajo si ha de ser productivo para el sujeto y para la sociedad.
Estas mismas pasiones, fuera de determinadas reglas, dan lugar a la violencia, a la agresión, al odio desmedido que incluso lleva a la muerte. Fuera de la vida privada, se hacen públicas, entran en lo social. Hoy, desgraciadamente, en tanto no hay en lo social encausamiento de la pasión hacia lo productivo, dejada a su libre manifestación produce violencia social de distinta índole.
La pasión es como un fuego que habita al sujeto. Tanto puede provocar incendios como transformarse en un hielo. El psicoanálisis, en su pequeña medida, trabaja para que cada uno invente su saber hacer allí con su pasión.

 

Diana Kordon
eatip [at] cvtci.com.ar

1- El término pasión se define como acción de padecer, inclinación o preferencia viva de una persona a otra, afición vehemente a una cosa. Históricamente en Occidente, desde el mundo antiguo y hasta el renacimiento “locura, pasión y vicios” aparecen unidos, y a través de ellos se trasluce algo de lo divino o lo demoníaco. Como en la tragedia clásica, el arte en sus diversas manifestaciones y las mitologías nos acercan a una visión idealizada de las pasiones.
En consonancia con ello, atracción y rechazo, anhelo fervoroso y miedo, acompañan la aproximación emocional que el sentido común, en nuestra cultura, otorga a la idea de pasión. Sentimiento de plenitud, intenso compromiso emocional en el vínculo, están asociados al concepto.
En psicoanálisis, el concepto de pasión reconoce mayor potencia a Tanatos que a Eros. Oculta en la máscara y los pliegues del amor, la pasión, que lo incluye, pone en escena también, el odio y la pulsión de muerte.
A punto de partida de los desarrollos de Piera Aulagnier, podemos definir la relación pasional como una relación de asimetría en la cual un objeto (sea persona u objeto concreto o ideal) se convierte para el sujeto en fuente exclusiva de placer. Por este carácter absoluto de ser fuente única de placer, el carácter del vínculo pasa del registro del placer al registro de la necesidad. El vínculo pasional, de carácter duradero a diferencia del enamoramiento, incluye la idealización del otro Yo o del objeto, aunque no necesariamente esta idealización se acompañe de conferirle al mismo atributos de perfección. De lo que se trata es de otorgar al objeto el poder de ser imprescindible y por lo tanto el poder de provocar el máximo sufrimiento. En la vivencia pasional el sujeto creee poder otorgar placer, pero no tiene poder, o no cree tenerlo, de producir sufrimiento. De esa esclavitud, del poder omnímodo que se ha otorgado, se desprende el odio y el impulso destructivo. En esa zona trabaja la pulsión de muerte. Se puede matar o morir “por amor”, se puede matar o morir ante la falta de un objeto adictivo.
El carácter del vínculo pasional es dual, omnipotente y asimétrico. Excluye la sexualidad que reconoce la existencia de dos sujetos diferentes y la autonomía de cada uno de ellos. Considerado desde el lugar del sujeto atado al poder del otro, que puede sentirse prescindente respecto de aquel, el anhelo no es conquistar un vínculo de a dos sino llegar a la fusión de ambos dos en uno.

2- El espacio terapéutico se presenta como un ámbito posible para la puesta en escena de una relación pasional, teniendo en cuenta que será en ese espacio y en ese vínculo en el que el paciente transferirá su fantasmática construida sobre la base de la matriz vincular infantil, con la actualización de las angustias y ansiedades mas arcaicas.
Este es uno de los problemas planteados para el terapeuta, en el sentido de posibilitar que las vicisitudes de la transferencia y de la problemática del narcicismo jugada en el aquí y ahora se puedan tramitar a favor del desarrollo de la capacidad historizante, de la creatividad y de la autonomía del paciente.
Puede ocurrir que el terapeuta induzca el desarrollo de un vínculo de tipo pasional con el paciente, sobre la base de que, en la búsqueda de gratificación narcicista, desplace el placer necesario derivado del ejercicio de la función terapéutica, a un placer narcicista producto de su lugar de poder. En este caso, apoyándose en el lugar privilegiado que el paciente le otorga y que a su vez espera obtener de él, puede conducir a un ejercicio de violencia obturante, que dirija el trabajo terapéutico hacia el camino de la alienación.

3- Las pasiones hoy no parecen estar colocadas en un lugar de ideal social. Sin embargo vale la pena preguntarnos si un contexto social marcado por la carencia de la función protectora y metacontinente, no opera como un inductor de conductas pasionales.
Hoy vivimos sometidos duraderamente a vivencias de indefensión y desamparo, en la imposibilidad de sentir cierta certeza sobre los proyectos y el futuro. Hasta las posibilidades autoconservativas están cuestionadas y son condición de emergencia de las angustias mas primarias. En estas condiciones, el vínculo pasional puede aparecer como una alternativa de salvación o de sustracción momentánea de la angustia. Atrapados en la problemática de la pertenencia social como necesidad ineluctable, en la necesidad de sentirnos parte de un conjunto y de ser reconocidos por él, en un marco en el que se induce al funcionamiento en el polo más indiscrimminado de la pertenencia social, distintas formas de la relación pasional y de la alienación aparecen como caminos sustitutivos de gratificación.
Valga de cualquier manera una interrogación: En una cultura dominante, subordinada a las formas de poder que promueven la desigualdad y la exclusión social, cultura que estimula el individualismo mas acendrado, no sería posible rescatar una concepción de lo apasionado más ligado a la entrega y al placer en el vínculo con el otro?

 

Ricardo Rodulfo
myrrodulfo [at] arnet.com.ar

1- Es un lugar por lo menos doble. Por una parte, el psicoanálisis –siendo capaz en principio de montar un dispositivo (montaje en el que los pacientes de su prehistoria intervienen activamente) donde éstas puedan alojarse, desplegarse y ser procesadas en un sentido terapéutico, es decir, para que un sujeto pueda hacer algo con ellas– encara cierta reflexión sobre ellas en procura de conceptualizarlas, si bien, probablemente por las razones que André Green expuso en De locuras privadas, dicha reflexión no dejó de verse afectada por un cercenamiento o por una decisión epistemológica fundamental, esencialmente a cargo de Freud. En este punto también se debe recordar a Piera Aulagnier.
Por otra parte, todo lo que el psicoanálisis no piensa de las pasiones, o todo lo que en las pasiones no se deja pensar, retorna a tergo en la singular virulencia religiosa que da su tono y color a las disputas –teóricas, políticas, institucionales, personales– entre los psicoanalistas, en donde las pasiones se actúan (en el sentido del acting out) o pasan al acto, desmintiendo el alineamiento que siempre se quiso (incluso en Lacan) del psicoanálisis del lado de la ciencia, y desmintiendo también la ilusión freudiana de que la ciencia sea “ la mayor renuncia al principio del placer” de la que es capaz el hombre. “El hombre” es, como de costumbre y como siempre, el hombre occidental, eufemísticamente también llamado “el sujeto”. Esta preclusión de la mujer (y de la niñez) no deja de tener que ver con el destino, teórico y político, de las pasiones en el psicoanálisis.
2- Hay una sola manera en que se juega, cuando paciente y analista se involucran recíprocamente en la pasión de jugar, pasión que yo llamaría “pre-epistemológica”. De otra forma, no se juegan: se resisten, se reprimen... o se actúan. La pasión lúdica, en tanto pasión no pulsional, es su única tramitación no de impasse.

3- Tan triviales, desatinados y ocasionalmente grandiosos como siempre. Por ejemplo, hay una gran banalidad en la pasión mediática por el “hoy”, por suponer que existe algo tan consistente como “hoy” por el que se justifique apasionarse. También la pasión “post-moderna” en negar las pasiones. O la pasión del ciudadano urbano por el teléfono celular, “hoy” un objeto erótico o antierótico capital. La pasión no es mezquina ni grandiosa en sí, todo depende de adonde se la enganche. Y las pequeñas pasiones de muchos psicoanalistas por aferrarse a slogans, jingles y clichés como si fueran ideas y conceptos de envergadura lo muestra muy bien. Ni bajas ni altas por su “objeto”, toman su medida en la subjetividad que a la vez las padece y tiene la ocasión de hacer algo con ellas.
 

 
Articulo publicado en
Octubre / 2000

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