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Una ludoteca en la trinchera

 
Reflexiones sobre una práctica en salud colectiva y psicoanálisis con infancias

Territorios actuales y Atención primaria de la salud

Un Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) emplazado en un territorio en los márgenes de la ciudad de Santa Fe, en una esquina frontera entre dos barrios.

A primera vista, basura por doquier, ranchos de chapas con otros restos de cirujeo como muros, casas a medio terminar, entre calles de tierra y barro. El cartel del CAPS baleado, un par de niños asesinados en la misma esquina y en sus alrededores. Un zanjón a cielo abierto, que separa al barrio de su anterior. Agua podrida que corre por allí y el altar del gauchito gil en uno de sus extremos, sustituido por el Michel, que no fue gaucho ni lo mató la policía; sino un varón, tío, padre y amigo protector del barrio, hacedor de comunidad, armado y con sus intereses, pero cuidador con códigos de los suyos. A simple vista, un centro de salud entre la basura y la guerra de nuestros días, con su ídolo patriarca enaltecido como escudo. Esa guerra del capital, de la desigualdad, el hambre, la sobrevida, el narcotráfico y el patriarcado que durante los ocho años que trabajé allí, se ha recrudecido.

Los modos de subjetivación y sufrimientos desplegados en este rincón del mundo, tienen que ver con el paisaje que se habita. Con esto digo: la cotidianeidad barrial y laboral de la comunidad, transcurre con incrementos de exposición a episodios de enfrentamientos con armas de fuego en las calles todos los días

En el barrio, el CAPS es la única institución del estado provincial allí. Hacia el fondo, nos encontramos con un espacio municipal, la escuela de gestión privada y sí, varias organizaciones sociales que en estos momentos se encuentran desfinanciadas. Sabemos que cuando el Estado se corre, otros actores regulan la cotidianeidad de la vida; el narcotráfico, es uno de ellos.

Fue cuando escuché a Rita Segato (2018) hablar sobre las nuevas formas de la guerra, y la centralidad que asume en ellas la pedagogía de la crueldad y el mandato de masculinidad, que pude comenzar a nombrar cuestiones que observaba y percibía en el consultorio y en el caminar por el barrio.

Los modos de subjetivación y sufrimientos desplegados en este rincón del mundo, tienen que ver con el paisaje que se habita. Con esto digo: la cotidianeidad barrial y laboral de la comunidad, transcurre con incrementos de exposición a episodios de enfrentamientos con armas de fuego en las calles todos los días, desde hace varios años; robos reiterados en diferentes circunstancias; muertes de niños, jóvenes y mujeres en disputas territoriales, con el dolor que afecta a familiares y amigos; jóvenes que no encuentran un proyecto de vida que les sea posible, sin ser soldaditos, narquitos o consumidores; consumo que aparece como propuesta aliciente a esa sensación de ausencia de un porvenir materializable; incrementos de suicidios ligados a la ausencia de un porvenir deseoso.

Me refiero a los sufrimientos asociados que Bleichmar (2007) nombra como “la autoconservación de la vida” donde la supervivencia biológica se contrapone a la vida psíquica, representacional. Es decir, las mujeres, los jóvenes que se subjetivan y sufren en estos territorios, saben lo que desean para sus vidas, sueñan, pero su cotidiano los lleva a buscar medios que ellos mismos degradan para sobrevivir.

Ulloa (2012) llama sobrevivientes a aquellas personas que “[...] en sus años infantiles, adolescentes y aun adultos, soportaron el fracaso de los suministros elementales que provienen de la ternura: abrigo, alimento y buen trato.” Principalmente, por parte del Estado, agrego. Y sigue Ulloa: “[...] Cuando esas carencias son mayores, la constitución de la ética del sujeto bordea inevitablemente la ética de la violencia. Esto es, sujetos jugados a la violencia por la violencia misma.” Entonces: aquellos a quienes se les niegan los derechos, ¿pueden defender una universalidad que los contó cómo excluidos?

Debo confesarles que trabajar en territorio, desde una posición ética de compromiso hacia el semejante, de acceso a los derechos humanos y propuestas prácticas de restitución del malestar, puede resultar aterrador.

Si pensamos en clave de derechos el anclaje de nuestras prácticas, entendemos que estamos frente a un estado de situación de posderechos. Se trata más bien de la presencia de los aspectos formales de los mismos, es decir, existen leyes que aún los amparan, pero se encuentran erosionados por procesos que debilitan su efectivización. (Luciani Conde, 2010).

Debo confesarles que trabajar en territorio, desde una posición ética de compromiso hacia el semejante, de acceso a los derechos humanos y propuestas prácticas de restitución del malestar, puede resultar aterrador. Hacerse cargo, con nuestro oficio, de las falacias de una sociedad sustancialmente injusta.

¿Cómo ubicar (se) como psicóloga, practicante del psicoanálisis, trabajadora de salud mental, en estos territorios?

Es Pedro quien hace referencia a la Alemania nazi en mis comienzos como trabajadora en el barrio, cuando salgo a la puerta del CAPS luego de un tiroteo y le pregunto: ¿qué pasó? “Habría que levantar un muro de Berlín por camino viejo,i así nos tapan las balas.”

Una metáfora, Pedro usa una metáfora para hablarme de sus sentires. El imaginario de gueto, encierro, deseos de cese y protección, nos lleva a preguntarnos: ¿qué tiene de trinchera este territorio?

Pedro relataba lo difícil de dormir a la noche, no poder moverse por el barrio, ni salir por las broncas que “están por todos lados". Un estado de alerta constante frente a amenazas reales en el barrio y otras ligadas a restos de vivencias pasadas. Quizá lo que cuenta podría escucharse como delirio persecutorio, pero no, es una vida en la trinchera, tan inhumana como aquella de los orígenes.

Escucho también una metáfora. ¿Una metáfora como trinchera?, metáfora de muro como apelación al cuidado, a la resistencia al embate a su territorio, su vida. A Pedro no lo vuelvo a ver, se mudó de barrio con toda su familia por las amenazas que recibían, pero me hizo pensar las metáforas como trincheras. La palabra como lugar de resguardo. ¿Qué pasa cuando la palabra es colectiva?

 

Centro de Salud Las Lomas, verano de 2016, verano 2024

Durante una siesta calurosa del 2016, mientras transitaba los primeros meses como psicóloga, ingresaron por el pasillo de la sala de espera 6 niños entre 6 y 12 años con empuje de protesta gritando: “¡Queremos taller, queremos dibujar!”.

Hacía algunos meses que habían asesinado un niño de 11 años en la esquina de Camino viejo, niño partícipe del taller de fotografía que se realizaba en el CAPS desde el año 2010, con jóvenes que se encontraban desafiliados de las instituciones educativas y filiados a otros circuitos que los ponían en riesgo.

También había desaparecido otro joven, de 13 años, y encontraron su cuerpo en un basural. Niño hermano de los jóvenes que concurrían al taller. Niños cuya muerte no fue indiferente para el equipo de salud, ni para sus familias, ni sus amigos, tíos, sobrinos y vecinos.

El taller estaba suspendido. Los niños en protesta resistiendo, para que el espacio no se muera.

Sabemos que, en la mayoría de las instituciones de salud, para que un niño sea atendido o asistido, la norma plantea: primero, tener control de niño sano o estar enfermo. Segundo, que algún adulto de la familia solicite un turno, bien temprano a la mañana y lo encuentre, con el profesional médico, psicólogo u odontólogo. La demanda que desborda vs los turnos siempre insuficientes es una frecuente en el sistema de salud. Tercero, esperar por largas horas en la sala de espera para ser atendido. Cuarto, el profesional médico escucha principalmente al adulto que concurre, revisa al niño, aproxima un diagnóstico (o bien realiza una serie de derivaciones a otros profesionales y especialidades) y propone una terapéutica: medicación, estudios, especialistas. Si el profesional es psicólogo/a, se realiza primera escucha con el/los adultos significativos, generalmente mujeres, madres, abuelas, referentes de cuidados y se brinda segunda entrevista con el niño/a.

Los inicios de la práctica que aquí les comparto parten de una transgresión, una fuga a la norma de lo asistencial para darle lugar, accesibilidad, a lo que irrumpe por fuera, a lo que se muestra, como grito, protesta, palabra colectiva de pedido de metáfora de estos niños. Se comienza al revés. Escuchándolos primero, y luego buscando a sus referentes adultos.

Se ofrece así otro espacio en el CAPS para estas infancias, inaugurando lo grupal, desde el arte y el juego, como un modo posible de brindar salud en Un centro de Atención Primaria de Salud.

De esas primeras escuchas, los niños se presentan y hablan de rivalidades de las familias del barrio por los apellidos, de tiros, de la llorona y de lo que les gusta dibujar. Cuando dibujan, cuentan que una familia de flores duerme con armas debajo de las almohadas. Que las flechas disparan todas a un soldado. Que los zombis rodean una casa de militares.

Cuando comenzamos a conocer a las familias de estos niños, a escuchar sus historias y contextos de vida, ubicamos adultos tomados por el duelo de pérdidas significativas recientes por violencias urbanas y migraciones a este barrio tras estos episodios.

Los enfrentamientos entre lo que ellos llaman "broncas" eran por venganzas de muertes impunes de otros familiares, por la portación de ciertos apellidos, por deudas de algunos de los jóvenes de las familias con el narco, y a veces, por la territorialización de ventas de drogas.

Además, los/as adultos/as significativos de estos niños/as se encontraban bajo la desocupación permanente: al menos tres generaciones en sus familias de no tener trabajo formal, hacinamiento en las viviendas, sobrevida cotidiana. Algunas madres y padres, angustiados por no saber cómo garantizarles a los/as niños/as alimento diario. Mujeres con historia de violencia de género con sus ex parejas o parejas actuales.

Registramos en este grito, una demanda de cuidado y un recurso comunitario de estos niños/as para ejercer ciudadanía.

Pensamos a la infancia como tiempo de constitución del psiquismo y producción de subjetividad en términos intersubjetivos (Bleichamar, 2009) y la salud mental como el recupero de los recursos psíquicos y colectivos de un sujeto y una comunidad para afrontar los infortunios de la vida, incluso, de la muerte. Ulloa (2012). Además, reconociendo que la Ley de Salud Mental 26.657 en su Art. 11 insta a las autoridades de salud de cada jurisdicción a coordinar un trabajo entre ministerios como necesario para la concreción de dispositivos de atención, promoción y prevención en salud mental, es que comenzamos a gestionar y facilitar nosotros, como trabajadores, una práctica en salud para estas niñeces y otras en el barrio.

Pronto se fueron presentando más niños/as con historias parecidas en sus dibujos, con síntomas de insomnio, problemas de aprendizaje de la lecto escritura y de conducta en la escuela. Esto implicó darle mayor marco institucional a la propuesta como ludoteca en salud para que el espacio se potencie.

Durante los años 2017/ 2019 un plan de intervención estatal interministerial trabajó en conjunto con el CAPS y le brindó artistas al espacio para que acompañen la propuesta de un taller de títeres, además de otras intervenciones ligadas a la generación de empleo y seguridad. Durante el periodo 2019/2023 fuimos los/as trabajadores/as quienes presentamos a las autoridades que asumieron a nivel provincial, el proyecto para su continuidad. Al mismo tiempo, comenzamos a trabajar con el dispositivo sustitutivo en salud mental “La punta del ovillo”-que funciona en el Hospital Mira y López desde el año 2012-, lo que nos habilitó la posibilidad de darle marco institucional a la propuesta y pensar en colectivo formas de trabajar con las infancias en lo público.

Los/as artistas que trabajaron desde el 2016 hasta el 2023 en la Ludo en el barrio, fotógrafos/as titiriteros y artistas plásticos, no tuvieron continuidad. Las articulaciones intersectoriales e interministeriales necesarias para que trabajadores de la cultura formen parte de las prácticas de salud, son dificultosas para ser traccionadas solo por los/as trabajadores.

De igual modo, como toda experiencia por fuera de la norma asistencial, instituida y legitimada por los trabajadores del CAPS y niños/as, sigue siendo hasta la actualidad, un espacio que resiste en los bordes.

 

¿Qué sentido tiene jugar en medio de la guerra?

Me animo a esbozar la idea de que las lógicas de este territorio de los márgenes de la ciudad, producen efectos subjetivos y restos traumáticos en quienes lo habitan

Nos referimos a guerra de trincheras, apelando a cómo algunos jóvenes y niños/as hablan y juegan su territorio. Nos invitan a jugar a la guerra, a sentir lo que ellos sienten, nos muestran la tragedia en sus pinturas.

Me animo a esbozar la idea de que las lógicas de este territorio de los márgenes de la ciudad, producen efectos subjetivos y restos traumáticos en quienes lo habitan. Llamo “trauma colectivo de las guerras actuales” a aquello que, en contextos de violencia, se singulariza en cada cual en relación a sus historias significativas y, al mismo tiempo, se comparte en comunidad. Es allí donde nos detenemos a escuchar, gestionar y ofrecer dispositivos de salud que produzcan un efecto de trinchera como un modo de resguardo, de cuidado desde el juego y la simbolización. Propuestas de otras armas como la pintura, la fotografía y los títeres entre varios, con otros y otras dispuestos a la escucha y a jugar con las infancias.

Como psicoanalistas en el barrio, la escucha subjetiva está enlazada a una escucha colectiva, que entrama un paisaje común, productor de sufrimiento psíquico y social. La escucha subjetiva no es sin esto. Los modos de abordaje desbordan los consultorios y nos invitan a la inventiva de otras formas.

Cuando a Freud (1933) le preguntan, en ¿Por qué la guerra?, qué puede hacerse para evitar el estrago que produce en las subjetividades la guerra, él nos señala algunas reflexiones o caminos para estar allí. Ubica que, ante la violencia del uno, su contrarresto es el poder de lo colectivo sostenido en el tiempo y con enlaces libidinales en lazos sociales. Se trata de una forma de encontrar en la cultura, un modo de transformación psíquica, subjetiva y social que, si bien genera malestar, también nos salva. “Todo lo que promueve el desarrollo de la cultura, trabaja también contra la guerra”, culmina. Estamos ensayando estas ideas varios años después.

Nos juntamos entre 15 niños/as de 6 a 12 años desde la mediación cultural con propuestas de talleres de títeres, fotografía, pintura y narración, para ofrecer el despliegue del juego y la simbolización. Pintamos como primer esbozo de escritura, que permite decir, enunciar y transformar.

Heredamos una cámara, y con ella salimos por el barrio a sacar fotos colectivas, tres disparos cada uno/a y sigue el compañero/a. Usamos las herramientas de la foto documental para imprimir esas fotos, detenernos a mirarlas, y elegir qué queremos contar del barrio. Nos dictan poesías que los talleristas escribimos sobre cada imagen. Hoy, algunos ya las escriben. Son ellos/as quienes se documentan en su barrio, son ellos/as quienes eligen qué contar y cómo. Descubrimos en estos registros, paraísos en la laguna, escenas cotidianas de ternura entre ellos/as y sus familias, y lugares ficticios del despliegue del terror.

Con la producción de los títeres de cada uno/a, y la producción de dos ediciones de la revista “Ojos de barrio”, trabajamos el contrarresto de lo pulsional en el proceso de construir un objeto propio, que lleva trabajo, esfuerzo, proceso y tiempo. Lo inmediato, lo evacuativo de los primeros tiempos, se encuentra mediado, mesurado en una producción propia final. El resultado se comparte en forma de muestra, sale del barrio, se presenta en el barrio, donde los/as niños/as son protagonistas, con sus producciones y sus voces, de su hacer ciudadanía.

Davoine (2011), en su libro Historia y Trauma, señala cuatro principios: Proximidad, inmediatez, esperanza y simplicidad como referencias seguras en la clínica, para analistas enfrentados a las urgencias de los traumatismos o paisajes donde reina el caos. Son principios que recupera de experiencias y teorizaciones de psiquiatras y neurólogos que trabajaron en frentes de guerra, y los nombra “Lecciones del Frente”.

Si bien son categorías que se usan en la clínica o escucha individual, tomo dos de ellas para pensar las posibles características de un espacio cultural en salud para las niñeces en contextos de guerras actuales.

La proximidad no es dato menor, porque circular en el barrio y alrededores no es sin temor al ataque para algunos/as y es difícil salir cuando el transporte público no está al alcance del bolsillo. Me refiero a construir espacios de paz en la cercanía, para abrir puertas y dar acceso a una escucha de lo que allí acontece.

Transferencia portadora de esperanza, como característica de una experiencia de cuidado para estas niñeces. Durante mis vacaciones, un niño de la ludoteca aparece en mis sueños. Tenemos una conversación familiar, tomando un café, y lo escucho decirme: “estamos acostumbrados a esto, pero podemos hacer otra cosa”. Me despierto y vuelvo a escucharlo, ¿quién no se acostumbra a lo familiar, a lo que nos subordina hacia un camino subjetivo y social cuasi determinado, de repetición de un linaje familiar? Subjetividad subordinada al capital o subjetividad de transformación. ¿Cómo pasar a otra cosa? Haciendo del Camino viejo a esperanza, una apuesta de transformación.

Es la posibilidad de crear lo que hace que una vida valga la pena de ser vivida. Es la creatividad, lo que contrarresta el acatamiento. El acatamiento implica un sentido de inutilidad, se vincula a la idea de que nada importa. Entonces, vivir de forma creadora sería saludable, y el acatamiento, enfermizo. Winnicott (1992) nos dice esto en su texto “Los orígenes de la creatividad”, pero también nos advierte que esta capacidad se vincula con la calidad y cantidad de experiencias ambientales facilitadoras de juego y cultura en los seres humanos.

En la Ludo en el Barrio, nos resguardamos en el juego y la capacidad de crear, simbolizar y enlazarnos para armar otra cosa, porque intentamos abrir otros caminos, hacer circular la palabra y donar sentidos a lo que acontece como vía de ligazón de lo traumático.

La Ludo en el Barrio es un ensayo de comunidad, de ligazones amorosas y tiernas, de habilitación del pensamiento y creatividad, de unión permanente y duradera de varios desde hace más de 8 años. Como diría Freud, para contrarrestar la violencia del uno y sostener los sueños. Es un espacio cotidiano y cercano que posibilita interacciones diferentes a la violencia, reconociendo la palabra de los/as niños/as, sus recursos subjetivos y comunitarios.

Ahora bien, sabemos que, en unos años, los niños serán jóvenes. Ese lugar, diría Bleichmar (2007),” donde el tiempo deviene proyecto y los sueños se tornan trasfondo necesario del mismo.” Es urgente trabajar para la materialización posible de los sueños de los jóvenes, para así evitar el riesgo de que el porvenir sólo devenga una ilusión.

  • Bleichmar Silvia, La fundación de lo inconsciente. Destinos de pulsión, destinos del sujeto, Amorrortu, Buenos Aires, (2009)

  • Bleichmar, Silvia, Dolor país y después…, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2007

  • Davoine, Françoise y Gaudillière Jean-Max, Historia y Trauma. La Locura de las Guerras. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2011.

  • Freud, Sigmund, ¿Por qué la guerra? (Einstein Freud), Amorrortu Editores, O.C. Tomo XXII, Buenos Aires, 1933

  • Ley de Salud Mental 26.657

  • Luciani, Conde Leandro, Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud “La protección social de la niñez. Subjetividad y posderechos en la segunda modernidad”, Vol. 8, Nº. 2 (Julio - diciembre), 2010.

  • Segato Rita, Contra-pedagogías de la crueldad, Prometeo libros, Buenos Aires, 2018.

  • Ulloa, Fernando, Novela Clínica psicoanalítica, Historia sobre una práctica, Libros del Zorzal, Buenos Aires, 2012

  • Winnicott, D. W. Realidad y Juego. Gedisa, Buenos Aires, 1992

Lic. Lucia Schnidrig
schnidriglucia28 [at] gmail.com
*Lic. en psicología. Trabajadora de la Salud Pública ciudad de Santa Fe. Practicante del psicoanálisis. Maestranda en Salud Mental. Docente FCJS UNL.

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Articulo publicado en
Octubre / 2024

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