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Carta abierta a Quino

 

Buenos Aires, 30 de diciembre de 1996.

  

Estimado Sr. Quino:

 

En el último nº de Topía he leído su opinión sobre el artículo El psicoanálisis en Matías y Mafalda, firmado por César Hazaki, y que apareciera publicado en el nº anterior de la mencionada revista. Dice allí que al referirse a Mafalda, Hazaki produce conclusiones que nada tienen que ver con el espíritu con que Ud. dibujó las tiras.

Ahora bien, si su intención no fue otra que ridiculizar la desmesurada manía psicoanalítica que se apoderó de la clase media entre fines de los '60 y principios de los '70, es porque -en definitiva- Ud. percibe una realidad, la interpreta y luego la plasma en la historieta. Pero, quiero brindarle algunas precisiones acerca de lo que entiendo por "percibir una realidad e interpretarla", ya que son nociones tan vapuleadas que no quisiera que llegaran a obstaculizar lo que intento transmitirle. Cuando hablo de interpretación de la realidad pienso en una tergiversación de la misma, producto de cómo los humanos la percibimos. Quiero subrayar, entonces, que pienso que no existe ninguna necesariedad entre la realidad y la percepción. Me siento tentado de citar un texto que me enseñó mucho mal respecto: Las palabras y las cosas de Foucault.
Fijesé que así como Ud. se erige en dueño de la verdad, por lo menos en dueño de la verdad de Mafalda; en la época que Ud. alude -fines de los '60, principios de los '70- un psicoanalista, o un sociólogo, o -inclusive- un filósofo, erigiéndose en dueños de la verdad, por lo menos en dueños de la verdad del psicoanálisis, podrían haber descalificado su idea acerca de que en la clase media existió esa manía que menciona, sosteniendo -por ejemplo- que se trató de una justa reivindicación burguesa en haras de mejorar la libertad, la individualidad, etc. Por otra parte, bien poco parece conocer Ud. de psicoanálisis si supone que se trata de una rama de la medicina.
Que existe una distinción entre la realidad y su percepción, o entre un texto y su lectura es algo que Ud. parece comprender perfectamente cuando se trata de Joyce, Borges o Kierkegaard; pero, en lo que hace a Mafalda -dice Ud.- que las ideas apoyadas por los dibujos no necesitan de nadie que los explique. ¿Ud. nos pide que consideremos a la historieta y al humor con un estatuto diferente al de la literatura? ¿Tal vez como un género menor? ¿Hoy que existen ciencias como la semiótica y la linguística? Hoy, después de creaciones literarias como La risa de Bergson, o producciones científicas como El chiste y su relación con lo inconsciente de Freud? Ni qué decir de los ensayos acerca de la historieta emprendidos por Eco en el ya célebre Apocalípticos e integrados. Y en nuestro medio, ¿cómo obviar los estudios realizados por Masotta en La historieta en el mundo moderno?

Creo Sr. Quino que el humor se ubica en el espacio donde se rompe la puntualidad entre la realidad y la percepción, entre la palabra y la cosa; pero, también podríamos admitir que ese es su objetivo. Creo Sr. Quino que Ud. construye el humor en base a personajes que perciben la realidad, podríamos decir que hasta casi de manera antagónica: la opinión que Mafalda tiene acerca de la sopa es bien diferente que la de su madre, la idea de Susanita acerca de tener un esposo no es nada parecida a la de Mafalda. Mafalda es reflexiva, Felipe es fanta¬sioso, Manolito es pragmático, ¿la de los personajes son diferentes realidades, o es una realidad percibida de diferentes formas? Por eso sostengo que la historieta implica una tergiversación de la realidad. El humor hace que la realidad no sea tan "ella misma", no sea tan agobiante, de allí surge aquella idea acerca de que el humor hace la vida más llevadera.
Ud. realiza un impecable ejercicio de lectura de la realidad Sr. Quino y habla (y también dibuja) acerca de una época, una clase social, una disciplina científica. Lo que me extraña y -¿por qué negarlo?- también me indigna es que esa tarea que Ud. se permite, no se la permite realizar a los demás -para el caso César Hazaki.
Tengo que llegar necesariamente al punto urticante de la cuestión, ¿cómo puede ser que un humorista como Ud. aparezca descalificando la opinión de un crítico? Es tan burdo su planteo, tan moralino, discúlpeme soy un admirador suyo, un intelectual que creció con la fantasía de llegar a tener una hija como Mafalda y hoy que nuestros hijos se preocupan por la ecología, por la discriminación, por la solidaridad, podría llegar a afirmar sin temor a equivocarme que Ud. logró dar vida a sus personajes. Pero, hablando de dar vida a los personajes, a Ud. Sr. Quino, agudo lector de la realidad, no le debe haber pasado desapercibido que César Hazaki prepara un libro sobre Mafalda y Matías, que parece ser un estudio sobre los personajes, no sobre los autores. Y esto tal vez sea lo que Ud. va descubriendo dolorosamente en el texto de Hazaki, que como en el Frankestein de Mary Shilley, la criatura desborda y trasciende a su creador.
Quiero decirle para finalizar que considero que tanto Hazaki como Ud. son dos intérpretes de la dura realidad que nos toca vivir. Hazaki desde la crítica, o desde el comentario de textos, para citar la faceta que nos ocupa, Ud. desde el humor. Ambos son productores de subjetividades. Es indudable que Ud. se ha ganado un lugar de privilegio en nuestra cultura, brindémosle a César Hazaki la misma oportunidad, su tarea en Topía como directivo de la revista y como autor lo respaldan. Sin otro particular lo saluda con respeto.

Héctor Becerra

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Articulo publicado en
Julio / 1997

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