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Cuando el refugio habita en los callejones (El caso de Expreso Imaginario)

 

y sin embargo yo quiero a ese pueblo
tan distanciado entre sí, tan solo
porque no soy más que alguno de ellos
sin la gomina, sin la oficina
con ganas de renovar

“Yo vivo en esta ciudad”, Pedro y Pablo.

 

[1]

Pensar en una revista como artefacto cultural nos permite, a priori, establecer un análisis integral teniendo en cuenta sus connotaciones políticas, ideológicas, sociales y culturales. Expreso Imaginario fue una revista de música, publicada desde agosto de 1976 a enero de 1983, es decir, nació y murió con la última Dictadura Militar. Esta revista abarcó diferentes áreas artísticas y culturales que interpelaron la cosmovisión de una determinada juventud de los años setenta, dejando una impronta por su particular diseño y su innovadora composición visual.

Asimismo, no debemos olvidar que una revista es un medio de expresión escrito que desempeña una función trascendente en el campo intelectual. Un emprendimiento destinado a captar/influenciar a un determinado sector de la sociedad –adulto, infantil, femenino- que se siente atraído por las temáticas más diversas: política, espectáculos, arte, humor, deportes, historia, literatura, entre otras.[2] Expreso Imaginario contiene esas temáticas y, de un modo u otro, puede enmarcarse en esa definición sin ningún problema. En ella conviven un sinnúmero de expresiones culturales como la literatura, la música, la poesía, el teatro y el humor con un ideario político en el cual se exalta la libertad, el ánimo y la vida como premisa de una existencia armónica. Todas estas manifestaciones están plagadas de elementos artísticos e ideológicos que se representan desde la gráfica hasta la música pasando por todo tipo de notas relacionadas con la contracultura.

Expreso Imaginario no eran considerados peligrosos por los militares, pero el clima de autocensura y miedo que se vivía repercutía en la revista, a tal punto de dialogar sobre si convenía o no que se publiquen algunas notas

Claro está que, en el contexto en que circula la revista, estas palabras tenían que abordarse desde una mirada despolitizada para no despertar sospechas y evitar censuras, represiones o desapariciones, por lo tanto, era común el uso de metáforas o eufemismos. No obstante, los mensajes que se diseminaron en Expreso Imaginario no eran considerados peligrosos por los militares, pero el clima de autocensura y miedo que se vivía repercutía en la revista, a tal punto de dialogar sobre si convenía o no que se publiquen algunas notas. Los militares utilizaron la represión a la cultura como una forma radical de represión política que generó tanto un daño colectivo como a la subjetividad de cada individuo, privándolo del acceso a los bienes como un derecho inapelable.[3] El autodenominado Proceso de Reorganización Nacional planteó un nuevo modelo de juventud que se caracterizaba por un alto grado de docilidad frente a las instituciones de poder, la familia y los ámbitos laborales y estudiantiles. Este proceso era una construcción donde los ámbitos en los cuales debía formarse ese nuevo joven (escuelas, universidades, centros culturales, etc.) sufrieron censuras, proscripciones, persecuciones y cierres.  

La revista Expreso Imaginario operó como una pieza compleja, como un bien cultural, como una herramienta que transformó las expectativas culturales para un sector específico de la sociedad. Lejos de ser la materialización de la palabra, la revista incorporó al imaginario de los lectores y los escritores un nuevo lenguaje y un abanico de discusiones que no se perpetuaron en el papel, sino que traspasaron las barreras de circulación para transformarse en un “hecho social”. Las revistas generan conocimiento, opiniones, intercambio y también debate; expresan y difunden ideas y valores, cuyas repercusiones, en algunos casos, inciden notablemente en el imaginario colectivo, en la acción política, en el universo cultural de una sociedad.[4] Por eso, la pregunta que surge es si Expreso Imaginario tuvo la capacidad de representar los profundos cambios culturales que se daban en el país, o por lo menos, en el territorio que habitaba. En esta lógica, comprendemos que la revista tuvo una lectura apropiada hacia una determinada juventud y construyó espacios para que circule la palabra, convirtiéndose en un mecanismo de expresión y creación, como así también catártico de determinados jóvenes que encontraron un ámbito para manifestarse.

También cabe mencionar que “La Expreso” entraba en la categoría de revistas “inofensivas” debido a la carencia de contenido político, marxista, religioso o sexual, ya que los editores y directores estaban atentos y prestaban mucha atención a las notas que se publicaban en el clima de censura y represión arraigado, procurando no arriesgarse con alguna nota que deje expuesta a la revista.

Desde diferentes sectores había definiciones sobre estos jóvenes que se aglutinaban en la Expreso Imaginario. Desde la izquierda más radicalizada, los jóvenes que compartían la cultura hippie eran vistos como portavoces de una cultura extranjerizante que resaltaba modelos de consumo capitalistas y diseminaba valores imperialistas. Desde el sector castrense, era vista como inofensiva, sus notas, su editorial, estaba dirigido a un público que no entraba en la categoría de peligroso, recordemos que la revista no sufrió censuras explicitas durante toda su tirada. Ese espacio difuso, sin definición política clara, le permitió transitar durante todo el periodo.

Los militares trataron de instaurar un modelo conservador en el plano de la cultura joven y las organizaciones armadas eran un obstáculo central. No alcanzaba con “aniquilar” a los grupos armados, había que desarticular una cultura “subversiva” y transformarla en “cristiana”, había que erradicar determinados valores e imponer otros con el objetivo de una “sana” reinserción social, “promover en la juventud modelos sociales que subrayen los valores mencionados anteriormente para reemplazar y erradicar los valores actuales”.[5] “La Expreso” no sufrió esa persecución, y eso le permitió difundir y sostener un mensaje relativamente homogéneo, que puede ser comprendido como una prístina ignorancia de la magnitud sobre lo que sucedía.

Los espacios de debate (o como armar una contracultura)

Las instancias que se daban para la discusión y el debate durante los años de la última dictadura cívica-militar eran limitados. Los ámbitos oficiales no daban lugar al intercambio de ideas, la jerarquización y la autoridad era un condicionante a la hora de plantear diferentes cuestiones, es así que los espacios de debate se fueron abriendo en la clandestinidad. La juventud encontraba muchas veces reductos donde podía refugiarse y conformar un “nosotros” para intercambiar opiniones. Esos espacios convergían, en algunos casos, en los mismos canales que eran la música, la literatura y el arte. La revista Expreso Imaginario proporcionó alguno de esos espacios en los cuales lectores y redactores encontraron una cosmovisión compartida que les permitió no solo expresarse sino también materializar estas acciones.

El encarcelamiento de las ideas y de las expresiones fue captada tempranamente por Pipo Lernoud cuando escribe “Tema en Flu sobre el planetadonde expresa: “La tierra gira antigua como el mar y como el sol. Ella estaba sola vino el hombre y la alambro, la dividió y la separó”.[6] En esa canción grabada en 1967 por “Los Abuelos de la Nada” se aprecia la cuestión de la pérdida de libertad, pero la protagonista de esta pérdida es “La Tierra”, que funciona como metáfora de la realidad y permite tener múltiples lecturas en un contexto donde el accionar del Estado lleva a la perdida de la libertad. Una forma de decir algo sin nombrarlo, los “castigos” que sufría la naturaleza eran también los castigos de la sociedad. El aplazamiento de la palabra, la imposición de la fuerza, la extinción de la vida se asocia a la inmanencia del ser humano y a su desaparición, era esta la metáfora de la dictadura militar.

En un momento de pocos contenidos espirituales y humanistas, Expreso Imaginario levantaba las banderas del contacto con la Tierra, de la ecología, la vida en comunidad y la convivencia con otras culturas extintas. Esa militancia artística generó cambios sustanciales en mucha gente, como relata Rosso, “para muchos, la Expreso le cambio la vida era un oasis cultural y humanístico en una época difícil del país”.[7]

Como hemos mencionado, la revista tenía el objetivo de combatir el desánimo, levantar el “copete”. El desánimo existía en los lectores de “la Expreso”, tal es así, que al correo de lectores llegaban una gran cantidad de cartas que expresaban como padecían la soledad, el aburrimiento y la falta de voluntad. El rock supo auscultar a esa juventud para escucharla y crear canciones que la identifiquen, un claro ejemplo es el de Charly García en el año 1977 con la canción “No te dejes desanimar”.[8]

La revista tenía como impronta conectarse con aspectos positivos de la vida cotidiana e invita a despojarse del desánimo a través de diferentes notas. La idea de devolver un “espíritu de fiesta”, tal como lo remarca una nota en el número de enero de 1979,[9] remite a un pasado idílico juvenil de los sesenta, donde los jóvenes eludían las cuestiones políticas y se refugiaban en cuestiones más “humanísticas” y las notas reiteraban la impronta de “amar la vida”, incluso esta última palabra “vida” suele aparecer en varias ocasiones y es empleada en diferentes formas, desde el relato de un nacimiento de un bebé hasta el cuidado del medio ambiente. Los cambios sociales que se dan a fines de los setenta y principio de los ochenta en la juventud marcan una crisis de los modelos revolucionarios y el arte fue un catalizador. Las manifestaciones artísticas más radicalizadas empiezan a resquebrajarse, lo social da paso a lo “individual” y reverberan en los cuerpos.[10]

En cuanto a la representación de la atmósfera social, la noche, la soledad, el frío, la desesperación, la locura y la muerte se materializa en la ciudad como metáfora de la realidad. Las poesías, las canciones y las publicaciones culpabilizan “al ser humano” o a la “ciudad” de los desastres que padecía el planeta Tierra. ¿Esos temas podrían servir como excusa para diseminar otros mensajes? No pareciera verse esa idea, pero el retrato de una realidad distópica, oscura, “contaminada” y sin futuro abría un abanico de relaciones que se yuxtaponían con los imaginarios sociales de la realidad que oprimía producto de la dictadura militar. Una forma de que circule la palabra contra esta represión, era abordar temas sobre ecología que representaban varias sensaciones que muchos jóvenes compartían.

Los discursos contraculturales que circularon no actuaron como un canal de resistencia política o social, sin embargo, esos espacios que se activaron funcionaron de un modo u otro, como resistencia interna ante el panorama sombrío que se vivía. Fue ahí, en sus páginas, donde circuló cierto amparo ante el terror y el miedo que penetraba en todos los ámbitos sociales. Por último, destacamos el conglomerado de sociabilidades que se formaron a partir de la revista. La construcción de sentido compartida hizo que “La Expreso” se transforme en un eje de discusión donde todos, más allá de las diferencias, tenían su voz.

 

Lic. Carlos Accardo.
Universidad Nacional del Centro
profecarlosacc77 [at] gmail.com

 

 

[1] “Yo vivo en esta ciudad” se publicó en 1970, el nombre del disco era el mismo que la canción. Pedro y Pablo la compusieron y plasmaron en el tema como una generación irrumpía un espacio caracterizado por la rigidez y la rutina.

[2] Claudio Panella y Guillermo Korn, Ideas y debates para la Nueva Argentina. Ediciones de Periodismo y Comunicación (EPC), Argentina, 2010

[3] Gociol, Judith; y Hernán Invernizzi, Un golpe a los libros: Represión a la cultura durante la última dictadura militar. Eudeba. Argentina, 2002.

[4] Claudio Panella y Guillermo Korn (comps.), Ideas y debates…, op. cit.

[5] Pujol, Sergio, Rock y dictadura: crónica de una generación (1976-1983). Emecé, Argentina, 2005.

[6] “Tema en flu sobre el planeta” pertenece al single Diana Divaga de 1968, la letra escrita por Lernoud derivó, según Alfredo Rosso, de las largas charlas sobre el concepto taoísta de lo “inaprensible”, el fluir de la vida y la sensación de estar en un planeta vivo.

[7] Entrevista Alfredo Rosso. Febrero 2020.

[8] Charly García, La Máquina de hacer pájaros, 1977.

[9] Alberto Vallón escribe con el título “Devolver el espíritu de fiesta a la vida cotidiana”, en dicha nota se hace referencia a “Le Gran Magic Circus”. Las actividades se circunscribían a sesiones nocturnas en teatro o salas medianamente convencionales y sesiones con niños en la calle.

[10] María José Herrera. Los años setenta y ochenta en el arte argentino. Entre la utopía, el silencio y la reconstrucción", en Nueva historia argentina. Arte, sociedad y política. Vol. II, José Emilio Burucúa (director del tomo), Buenos Aires, Sudamericana, 1999

 

 

 

Bibliografía

 

Claudio Panella y Guillermo Korn, Ideas y debates para la Nueva Argentina. Ediciones de Periodismo y Comunicación (EPC), Argentina, 2010

 

Cosse, Isabella, Pareja, sexualidad y familia en los años sesenta. Siglo XXI, Argentina, 2010.

 

Chartier, Roger, El mundo como representación. Historia cultural: entre práctica y representación. Gedisa, España, 1992.

Gociol, Judith; y Hernán Invernizzi, Un golpe a los libros: Represión a la cultura durante la última dictadura militar. Eudeba. Argentina, 2002.

 

María José Herrera. Los años setenta y ochenta en el arte argentino. Entre la utopía, el silencio y la reconstrucción", en Nueva historia argentina. Arte, sociedad y política. Vol. II, José Emilio Burucúa (director del tomo), Buenos Aires, Sudamericana, 1999.

 

Milanesio, Natalia, El destape, la cultura sexual en la Argentina después de la dictadura. Siglo XXI, Argentina, 2021.

 

Pujol, Sergio, Rock y dictadura: crónica de una generación (1976-1983). Emecé, Argentina, 2005.

 

Sebastián Benedetti y Martín Graziano, Estación imposible: contracultura y periodismo en los' 70: la historia del Expreso Imaginario. Gourmet Musical, Argentina, 2007.

 

Theodore Roszak, El nacimiento de una contracultura: reflexiones sobre la sociedad tecnocrática y su oposición juvenil. Kairós, Barcelona, 1973.

 

Valeria Manzano, La era de la juventud en la Argentina: cultura, política y sexualidad desde Perón hasta Videla. Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2017

 

 

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Articulo publicado en
Enero / 2024

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