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Cuerpo, Esquema Corporal, Trabajo, Escuela y Justicia

 

Desde el punto de vista del trabajo y su incidencia en lo corporal, es interesante revisar algunos conceptos vertidos en la Mesa Redonda sobre Sufrimiento y trabajo, que tuvo lugar en la Universidad de los Trabajadores (IMPA) en octubre de 2010.

 

Trabajo. Me había llamado la atención, ya en los comienzos de mi actividad profesional, la cantidad de patologías provocadas por el trabajo. Esto llamaba mi atención ya que lo que había aprendido en antropología mostraba el importante papel que el trabajo había cumplido en la adquisición de la postura erecta.

¿Qué es trabajar? Si trabajar es transformar conscientemente la naturaleza ¿qué de esta transformación afectaba tanto a los pacientes que me tocaba asistir en distintas instituciones? ¿Por qué si la fabricación del instrumento había tenido tal importancia en la adquisición de la postura erecta cuando bajamos de los árboles, su uso actual nos llevaba a distintos grados de sufrimiento?

Así, había observado en estibadores subluxaciones vertebrales por exceso de carga en exceso de horas; en trabajadores textiles -entre ellos gran cantidad de mujeres- posturas cifóticas y nudosidades en las manos; en trabajadores rurales lumbago por exceso de horas agachado; en profesionales, estudiantes y oficinistas, cervicalgias, lumbago o flaccidez abdominal por exceso de horas en posición de sentado.

Quiero ser clara, no pensaba ni pienso que el trabajo sea perjudicial. Es más, celebro la baja en el índice de desocupación que actualmente tenemos. Pienso que por otras vías que no son precisamente mecánicas ni posturales, la desocupación que tuvimos en los 90 produjo estragos incomparables.

Simplemente apunto a que sería bueno que en cada lugar de trabajo se pudieran formar equipos de reflexión entre los trabajadores y trabajadores de la salud para diseñar el modo más saludable de llevar adelante las tareas. Sería un modo de llevar a cabo la medicina preventiva.

Esto, además de beneficios mecánico posturales tendría un condimento psíquico agregado que sería trabajadores sintiéndose cuidados, tan cuidados como las máquinas con las que trabajan.

Y por supuesto abogo porque las personas trabajen en aquéllo que pueda producirles placer, ya que el ingrediente “placer” produce un efecto en los músculos diferente al “displacer”. Este último, generador de contracturas.

Ya Ajuriaguerra nos describió el par “hipotonía de la satisfacción-hipertonía de la necesidad” presente desde los comienzos de la vida en el infante humano.

Lo vivido en los primeros meses de vida, que nos lleva a una hipertonía generalizada frente al hambre u otras necesidades, queda inscripto como modelo; cuando adultos reaccionamos frente a necesidades no satisfechas, ya no en forma generalizada sino con hipertonías localizadas, o su correlato psíquico, la irritación. De ahí que la alegría en el trabajo por estar inserto en forma satisfactoria en el sistema productivo sería un ingrediente hacia la salud. ¡Cuántas artrosis precoces nos ahorraríamos!

El hombre es el único animal que crea belleza. Otros animales trabajan pero no crean belleza. El hombre puede crear objetos bellos y también embellecer su propio cuerpo y su entorno. El hombre no habita la naturaleza tal como ésta se le presenta; crea un hábitat y puede embellecerlo.

Tomemos el concepto de “Figura-Fondo” de la Gestalt. Nos dice que para el esquema corporal el cuerpo es figura y el ambiente es fondo.

En la infancia el hábitat es el hogar en primer lugar, luego el barrio y la escuela. Pero cuando somos grandes el ambiente se amplía a nuestro lugar de trabajo. Las conclusiones son fáciles de extraer. Si el lugar en el que trabajamos no tiene buena luz, buena aireación, colores gratos, personas amables, el esquema corporal se desarrollará sobre un fondo con características no propicias.

Escuela. Si se incluye a las escuelas como lugar de trabajo de los jóvenes, es muy preocupante que los estudiantes secundarios de la Ciudad de Buenos Aires tuvieran que clamar el último invierno por gas en los colegios, por techos que no se les cayeran encima y otros déficits edilicios. Se trata de adolescentes que están creciendo, asumiendo una identidad sexual, formándose. Esas escuelas deterioradas son las que constituyen el fondo sobre el que están estructurando su esquema corporal. Por lo tanto ese es el aspecto que quiero considerar para no entrar en consideraciones de otro tipo.

Si al bebé es la mamá la que le provee el alimento y el calor necesario, ¿quién debe proveer de “calor” a las escuelas?

El fondo ambiental para la “figura-cuerpo” en las escuelas, incluye a los docentes, así como en el hogar incluyó e incluye a las personas con quienes los niños conviven.

Con respecto a los docentes es evidente que desarrollan la tarea con una importante inclusión de su propio cuerpo. No sólo recorriendo distancias o viajando apretados, teniendo que preparar clases en el hogar o corregir tareas, sino también en la propia aula.

La organización rectangular en las aulas con pupitres alineados unos detrás de otros los obliga a dar clase “mirando al frente”. Muy diferente a la docencia en el anfiteatro griego en el que tanto los maestros como los alumnos, para verse, movían el cuello pues estaban sentados en círculo. Ignoro qué es lo que hizo cambiar el círculo por el rectángulo, pero no fue un buen cambio pues en él nadie ve el rostro de nadie. Cada alumno ve la espalda del que tiene delante y tiene una cierta percepción de los que tiene al costado. Si de fondo se trata, el esquema corporal de los alumnos se estructura detrás de una espalda. El maestro está por lo general al frente, mira hacia adelante y ligeramente hacia los costados. ¿Cómo no van a desarrollar artrosis cervicales?

Por supuesto que si se trata de alfabetizar, que se haga donde sea y como sea. Pero si se trata de elegir, qué bueno sería volver al círculo.

Por otro lado consideremos la imagen que reciben los alumnos al ver que, por ejemplo, la directora camina con las piernas como paréntesis ( ) por la artrosis de rodilla o la vicedirectora no se puede agachar porque usa corsé por las hernias de disco, o a una “señorita” la pasaron a Secretaría por quedar disfónica.

Los docentes somos espejo para nuestros alumnos. Mucho se ha conceptualizado sobre el “espejo”. Espejo del rostro de la madre para Winnicott; ingreso en la simbolización para Wallon; ingreso en el dominio de las funciones motrices e identificación con el “otro” y por lo tanto alienación, para Lacan, reflejo en un semejante para Marx. ¿Qué espejo queremos ser para nuestros educandos?

Justicia. Y ya que he citado a Marx, me gustaría recordar que él sostuvo que sólo cuando un individuo frente a otro cualquiera -llámese Pedro o Pablo- se viera ante el otro como en un espejo, o sea, frente a un semejante, este individuo cobraría conciencia de su género humano. Me parece muy importante este concepto de Marx para pensar lo que ocurrió en nuestro país con las torturas y las desapariciones. Evidentemente los genocidas que hoy están siendo juzgados y sentenciados, no se veían frente a un semejante cuando torturaban, tiraban desde aviones, o mataban.

Al respecto recuerdo imágenes transmitidas por un noticiero, cuando el terremoto en Haití, al entonces presidente G. W. Bush limpiarse la mano en la manga de la camisa blanca de B. Clinton que estaba a su lado, después de haber estrechado la mano de un sudoroso ciudadano haitiano de piel oscura, en un pretendido gesto de acercamiento. Todo hace pensar que G. W. no se estaba viendo en un semejante como en un espejo.

Hay otro aspecto en esta cuestión. Si consideramos la importancia que tienen los vínculos con personas, sociedad e instituciones en la constitución del esquema corporal, sería interesante pensar qué nos puede haber ocurrido a todos como integrantes de esta sociedad frente a la desaparición de personas durante el terrorismo de Estado.

Todos tenemos como fondo en nuestro esquema corporal una noción de dónde están los objetos, quiénes son nuestros vecinos; al salir a la calle sabemos dónde está cada negocio y quién es el que lo ocupa. ¿Qué quería decir entonces que de pronto un vecino o un comerciante de la cuadra de la noche a la mañana ya no estaba más? ¿Y que de eso “no se hablaba”? Todos sabemos al salir a la calle que ahí está el árbol, a la derecha el kiosco de diarios, a la izquierda el de golosinas o que en el piso de abajo vive una familia integrada por un número x de personas.

Durante el terrorismo de Estado ¿qué mecanismos obraron en nosotros como integrantes de esta sociedad para seguir viviendo sin esas personas que de pronto ya no estaban? O sea que literalmente desaparecían.

Pienso que íbamos armando nuestro esquema corporal día a día sobre un fondo de muerte. Y la muerte provenía precisamente de las instituciones que tenían que preservar la vida de los ciudadanos.

Por eso creo que todo lo que en estos momentos se está haciendo para esclarecer la verdad y castigar a los culpables, no sólo es hacer justicia sino que es también crear un fondo de luz para esas zonas oscuras que fueron el fondo para nuestra figura cuerpo. Es hoy día sobre este nuevo fondo que desarrollamos nuestra motricidad, armamos cada día nuestro esquema corporal, soñamos nuestra imagen del cuerpo.

Lo que denominamos esquema corporal e imagen del cuerpo se construye, deconstruye y reconstruye una y otra vez en cada momento de cada día y de cada noche de nuestras vidas. Por ello salir de las zonas de oscuridad y silencio es evitar que esos puntos oscuros, mudos, tomen las vías silenciosas del organismo constituyéndose en enfermedades psicosomáticas. Echar luz y esclarecer es también un camino por la salud de nuestros cuerpos.  

 

Leonor L. Corsunsky

Kinesióloga Fisiatra. Docente de la Cátedra de Psicología Médica de la carrera de Kinesiología y Fisiatría de la Facultad de Medicina de la UBA. Autora del libro Lo que su Cuerpo dice de usted, un enfoque biopsicosocial del cuerpo en movimiento. Ediciones Nuevos Tiempos, 2010.

 

Bibliografía

 

Bernard, Michel, El cuerpo, Paidós, 1980.

Corsunsky Leonor, Lo que su cuerpo dice de usted, Ediciones Nuevos Tiempos, 2010.

Marx, Carl, Manuscritos, Alianza Editorial, Madrid, 1968.

Tarnopolsky, Samuel, Los curanderos, mis colegas, Macondo Ediciones, 1979.

Wallon, Henri, Los orígenes del carácter en el niño, Editorial Lautaro, 1965.

Winnicott, Donald, Realidad y juego, Gedisa, 1979.

 

Articulo publicado en
Noviembre / 2011

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