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El mal humor: paradigma de nuestra vida cotidiana

 

El desasosiego se ha convertido en un estado de ánimo predominante en la vida cotidiana. Este indica la falta de sosiego, es decir de tranquilidad. Fue el gran escritor portugués Fernando Pessoa quien escribió, a principios del siglo XX, el Libro del desasosiego. En breves relatos describe magistralmente esta angustia con una connotación decadentista típica de principios de siglo. En su texto encontramos una incompetencia respecto a todo lo que lo rodea, en especial respecto a la vida. Esto lo lleva a sentir un extrañamiento hacia la vida y a la realidad que lo rodea. Por ello, Antonio Tabucchi, en un artículo donde analiza este texto, pone en evidencia este deslizamiento semántico y existencial del desasosiego que se convierte en un extrañamiento respecto al mundo.

Es evidente que la sensación de desasosiego del colectivo social en la actualidad tiene un rostro diferente al planteado por Pessoa. Hoy esta sensación extraña e inquietante deviene de una civilización que se ha transformado en ajena a nuestras necesidades humanas. Los desarrollos científicos y tecnológicos, conjuntamente con las necesidades económicas y sociales de la mayoría de la población, responden al Mercado. Este es el nuevo Deus ex machina al cual hay que someterse. Pareciera que los seres humanos ya no somos los que establecemos nuestras propias reglas de convivencia. Las mismas dependen de un poder que nadie eligió y cuyos representantes se reúnen en alguna ciudad del mundo para imponer una dictadura del pensamiento único. De esta manera llevan a cabo sus planes pasando por encima de leyes, parlamentos y gobiernos. O, mejor dicho, los parlamentos y los gobiernos acaban haciendo las leyes a su gusto.

El mal humor es una de las manifestaciones que produce esta sensación extraña e inquietante. Es decir, un humor sádico que se descarga sobre el más débil, el cual es tomado como chivo expiatorio de prejuicios y frustraciones. La burla y el sarcasmo aparecen como una agresión franca sobre el otro. Por otro lado, el humor cuando se transforma en patético, muestra la verdadera cara del poder. Los ejemplos sobran en los diferentes diarios, revistas y programas de televisión. En un dibujo que apareció en el diario “La Nación” se encuentra De la Rúa diciendo: “Primero el que nos iba a traer la reactivación era el blindaje, luego el megacanje, ahora el déficit cero...decime Mingo ¿no le estamos vendiendo demasiadas ilusiones a la gente?”. Le contesta Cavallo: “Tenés razón, a partir de ahora las licitaremos”.

En este sentido, ¿cuáles son las causas para que en la cultura actual prevalezca el mal humor, un humor sádico y patético? Freud plantea que la cultura está atravesada por un malestar que deviene de la condición pulsional del ser humano. Este se manifiesta en los límites para alcanzar plenamente la felicidad del individuo dentro de la cultura. Por ello señala que desde tres lados amenaza el sufrimiento: 1°) El cuerpo propio, cuyo organismo está destinado a  morir. 2°) El mundo exterior que puede destruir al sujeto. 3°) La relación de éste con los otros seres humanos en la familia, el estado y la sociedad. Si las dos primeras fuentes del sufrimiento las considera inevitables, la última es inadmisible, ya que no se puede entender por qué las normas que nosotros hemos creado no pueden protegernos y beneficiarnos a todos.

Es que la cultura crea un espacio donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio lo constituye un imaginario social y simbólico que ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales se establecen lazos afectivos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Allí el desarrollo de las posibilidades creativas genera la capacidad de sublimación de las pulsiones sexuales y permite desplazar la agresión. Es así como este espacio se convierte en soporte de la muerte como pulsión. Cuando una cultura no puede crear este espacio-soporte, genera una comunidad destructiva. Así surge una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro. Esta situación está determinada por factores económicos, políticos, y sociales, cuya consecuencia es una unión en la desunión a partir de la cual triunfa el más fuerte. El predominio de la violencia transforma el humor en una burla contra el otro y contra uno mismo. El dolor no se mitiga, por el contrario, se aumenta a través de un superyó sádico. Este es reforzado, de tal manera, por el poder que ha generado un imaginario social y simbólico donde el pobre, el que no tiene trabajo, el que no puede darle de comer a sus hijos se siente culpable por su situación. En la cultura dominante no hay lugar para los excluidos socialmente; estos deben aceptar pasivamente sus condiciones de vida y sentirse culpables por no esforzarse lo suficiente. Si no logran identificarse con los personajes bellos y atractivos que aparecen en televisión, si no logran adaptarse a los ideales de consumo, será por incapacidad personal, por falta de competitividad, por desidia o, incluso, por un siniestro destino de fracaso. Deben resignarse a su situación y si cortan las rutas para ser escuchados se los acusa judicialmente. La dominación hoy se ejerce, fundamentalmente, imponiendo en la subjetividad la sensación de que nada puede ser cambiado. Su resultado es vivir un mundo sin esperanza en el plano individual, familiar y social.

Frente a este entramado social resquebrajado, una degradación de valores e ideales y la importancia del éxito, el zapping y lo descartable, los analistas debemos dar cuenta de las transformaciones en la subjetividad, donde lo que predomina es el trabajo con lo negativo. Con este término me refiero a patologías en las que aparece un agujero, el vacío, la nada, un destino trágico del funcionamiento psíquico y el pasaje al acto.

En este sentido, cada vez menos las consultas son por trastornos afectivos o existenciales característicos de las neurosis clásicas donde la represión, la inhibición, los síntomas y la angustia interrogan al sujeto. Estas se han transformado al encontrarse con un accionar impulsivo y acelerado, que caracteriza el sufrimiento de la actualidad de nuestra cultura.

Las pasiones del ser humano no son ni puras ni simples. Es Spinoza quien nos revela que están compuestas de amores y odios, de alegrías y tristezas aunque siempre una afección es más fuerte que las otras (1). Este planteo realizado desde la filosofía en el siglo XVII, hoy, es corroborado a partir de estudios del sujeto donde se demuestra la importancia que tiene la risa y el humor en todo proceso de curación.

Freud, desde sus primeros escritos, trata de dar cuenta de estos fenómenos a través del estudio del chiste, lo cómico y el humor. En la introducción que realiza James Strachey al texto El chiste y su relación con lo inconsciente comenta que Freud lo escribía conjuntamente con Tres ensayos de teoría sexual. Tenía los dos manuscritos en mesas contiguas y, según sus ganas, trabajaba en uno u otro. Esto señala que la preocupación de Freud aparece desde el inicio de la formulación de su teoría. Lo que le interesaba destacar en ese momento era cómo el chiste (Witz) (2) tenía un mecanismo similar de producción que el sueño. Es el mismo James Strachey quién señala que W. Fliess, cuando leía las pruebas de La interpretación de los sueños, se quejaba porque los sueños estaban llenos de chistes. Freud le responde “por cierto es verdad que el soñante es por demás ingenioso, pero eso no es culpa mía, ni merece reprobación. Todos los soñantes son insoportablemente sutiles y necesitan serlo porque están bajo presión y porque la vía directa les está vedada. La sutileza manifiesta en todos los procesos esta íntimamente relacionada con la teoría del chiste y de lo cómico”.

El chiste y la risa consecuente establecen claramente que la subjetividad se realiza en la intersubjetividad. Es la más social de todas las funciones psíquicas que producen placer, ya que se comparte, por ello se necesita de un otro para que adquiera sentido, debiendo haber un conocimiento compartido para ser entendido.

Para producir un chiste se necesitan tres personas: el que lo cuenta, el que se ríe y el tercero que es objeto del chiste. En la primera persona se produce placer por la suspensión de la inhibición y la disminución del gasto psíquico. Esto solamente puede ocurrir si hay un otro que pueda producir un alivio general a través de la descarga. Este evita un gasto psíquico al tener la posibilidad de descargar energía y lograr reprimir una inhibición o una represión.

En este sentido, el trabajo del chiste es semejante al del sueño, en tanto una idea preconsciente es sometida al inconsciente a través de los mecanismos de condensación y desplazamiento. Es un procesamiento del preconsciente por lo inconsciente, a través de un retorno de lo reprimido, que es vivido como placentero por lo consciente. Desde el punto de vista dinámico es el triunfo de la pulsión de vida, Eros sobre la pulsión de muerte, permitiendo desplazar la agresión.

Para lograr estos objetivos se emplean diferentes medios: relaciones inesperadas entre distintos contenidos, desplazamiento de una idea esencial en otra trivial, presentación indirecta por medio de la analogía, etc. También podemos encontrar chistes “inocentes” y

“tendenciosos”, siendo estos últimos los que llevan a una fuente más profunda de placer, a partir de temas obscenos u hostiles que están reprimidos. Al contrario de los chistes, lo cómico no tiene ligazón directa con lo inconsciente. Lo cómico se produce como algo no buscado en las relaciones sociales. Se lo descubre a partir de ciertos movimientos, formas, acciones y rasgos de carácter. A través de la personificación también pueden devenir cómicos animales u objetos no animados. Puede ser cómica una situación en la cual están implicados una o más personas. Los recursos por los cuales se puede volver cómico a alguien son el traslado a situaciones cómicas, el disfraz, el desenmascaramiento, la imitación, la caricatura, la parodia, el travestismo, etc. Estas técnicas pueden estar al servicio de tendencias hostiles o agresivas. Lo que ocurre es que si en el chiste lo que se logra es un gasto de inhibición ahorrada, en lo cómico lo que se economiza es el gasto de representación. Por ello afirma Freud: “Chiste y comicidad se distinguen sobre todo en la localización psíquica; el chiste es, por así decir, la contribución a la comicidad desde el ámbito de lo inconsciente”.

El humor es solidario. Esta afirmación la podemos pensar desde otro texto de Freud, escrito en 1927, donde realiza una nueva elaboración de este concepto desde la perspectiva de la segunda tópica. En él plantea que el humor toma como objeto a la propia persona y las circunstancias que la rodean. Es así como genera placer donde hay dolor. Por ello, el humor permite el triunfo del principio de placer sobre el principio de realidad. Pero no para negar la realidad, sino para poder tolerarla y así enfrentarla. En este sentido afirma Freud: “El humor no es resignado, es opositor; no solo significa el triunfo del yo, sino también el del principio de placer, capaz de afirmarse aquí a pesar de las desfavorables circunstancias reales”. Es decir, implica una mayor tolerancia al dolor, producido por circunstancias internas o externas, para luego poder superar ese malestar. Esto se realiza a través de un superyó benévolo que reemplaza a la tiranía del superyó, efecto y asiento de la pulsión de muerte.

De esta manera se desplazan mociones pulsionales eróticas y agresivas que permitirán un puente para el sadismo del superyó, el cual recaerá sobre el objeto liberando al yo. Es así como a través del humor se puede lograr una elaboración del narcisismo, tomándose en broma a uno mismo (3). Esto permite desplazar la pulsión de muerte a través de un superyó menos cruel, atenuando la condición masoquista del yo y limitando los mecanismos de repetición y desligamiento.

En este sentido posibilita una actitud creativa, con uno mismo y con el otro, para atenuar la tragedia y los problemas de la vida y así poder enfrentar la realidad, sin dejarse someter por

ella.

Mantener el humor en el actual estado de situación es un desafío. Lograrlo es un objetivo necesario de ser alcanzado. Por el contrario, el poder va a seguir generando esta cultura del mal estar para mantener su sometimiento al conjunto de la población. Es que, como señala Pierre Bordieu, los que dominan las relaciones económicas imponen un discurso neoliberal que orientan las opciones económicas, políticas y sociales. De esta manera, plantea acertadamente, añaden su fuerza típicamente simbólica a esas relaciones de fuerza. Para ello realizan un trabajo político de destrucción metódica de los colectivos sociales. Es decir, han creado un imaginario social donde impera el individualismo, aunque ha comenzado a quebrarse ese imaginario neoliberal, al generarse colectivos sociales que exigen ser escuchados. En ellos, su accionar y el humor, desnudan la verdad del poder. En la Villa 31, que se encuentra en Retiro, hay un letrero en su entrada donde anuncia “Bienvenida la clase media”; el drama que padecen millones de personas en nuestro país se refleja en toda su intensidad en un cartel que llevaba un piquetero durante un corte de ruta: “Tenemos tres problemas: no tenemos trabajo, no nos jubilan y no nos morimos”.

Sin embargo, todavía falta un discurso de los colectivos sociales sometidos que tenga la fuerza de lo simbólico. En esto el humor es importante ya que, como planteaba anteriormente, la risa surge del sufrimiento. Lo que más le duele al ser humano que reflexiona es lo que lo puede llevar a la risa, donde seriedad no es sinónimo de solemnidad. Este es el desgarramiento trágico que separa nuestro querer de las obras que realizamos y nos lleva a oscilar entre la cordura de sublevarnos y la locura de la resignación. Lo cual  plantea tener que aceptar la pérdida. Es decir, reconocer nuestra condición de seres finitos. Pero también la necesidad de crear una esperanza sostenida en una razón apasionada. Una política de las pasiones alegres que enfrente a las pasiones tristes: el miedo, el odio, la resignación y la apatía. En este sentido el humor puede ser uno de los instrumentos para que el dolor se ilumine en esperanza ya que, como decía Nietzsche “ el animal de la tierra que sufre más fue el que inventó la risa”.

 (*) Este texto es una versión basada en el artículo “El Mal humor: paradigma de nuestra cultura”. Carpintero, Enrique. Revista Tramas, agosto de 1998, Número 4, Montevideo, Uruguay.

Notas

(1) Por ello afirma en la Ética:  “Vemos, pues, que el alma puede padecer grandes cambios, y pasar, ya a una mayor, ya a una menor perfección, y estas pasiones nos explican los afectos de la alegría y la tristeza. De aquí en adelante, entenderé por alegría: una pasión por la que el alma pasa a una mayor perfección. Por tristeza, en cambio, una pasión por la cual el alma pasa a una menor perfección. Además, llamo al afecto alegría, referido a la vez al alma y al cuerpo, ‘placer’ o ‘regocijo’, y al de la tristeza ‘dolor’ o ‘melancolía’”.

Continúa más adelante: “Si alguien ha hecho algo que imagina afecta a los demás de alegría, será afectado de una alegría acompañada de la idea de sí mismo como causa, o sea: se considerará a sí mismo con alegría. Si por el contrario, ha hecho algo que imagina afecta a los demás con tristeza, se considerará a sí mismo con tristeza”.

(2) En una aclaración que James Strachey realiza sobre la traducción del término alemán “Witz” dice: “En la mayoría de los casos parece cierto traducir ‘Witz’ por ‘chiste’; sin embargo, la expresión alemana es más amplia y a veces es preciso verterla por ‘gracia’, ‘gracejo’, ‘gracioso’, ‘ingenioso’ y expresiones similares, sobre todo cuando se denota una suerte de facultad ‘la de hacer gracia o decir agudezas chistosas’ y no tanto producto de ellas”.

(3) Por ello dice Freud: “que en determinada situación la persona sobreinviste de pronto a su superyó y a partir de éste modifica las reacciones del yo. Lo que conjeturo respecto del humor halla también una notable analogía en el campo emparentado del chiste. En cuanto a la génesis del chiste, debí suponer que un pensamiento preconsciente es librado por un momento a la elaboración inconsciente, y el chiste sería entonces la contribución que lo inconsciente presta a lo cómico. De esta manera por entero semejante, el humor sería la contribución a lo cómico por mediación del superyó”.

Bibliografía

Bordieu, Pierre, Contrafuegos. Reflexiones para servir a la resistencia contra la invasión neoliberal. Editorial Anagrama, Barcelona, 1999

Carpintero, Enrique, Registros de lo negativo. El cuerpo como lugar del inconsciente, el paciente límite y el dispositivo topicoanalítico. Topía editorial,, Buenos Aires, 1998.

Coussins, N., Anatomía de una enfermedad o la voluntad de vivi., Editorial Kairós, Barcelona 1982.

Freud, Sigmund, El chiste y su relación con lo inconsciente (1905) tomo VIII;, Más allá del principio de placer (1920), tomo XVIII; El problema económico del masoquismo (1924),tomo XIX; El humor (1927), tomo XXI; El malestar en la cultura (1930), tomo XXI. Obras Completas. Amorrortu editores, Buenos Aires 1976

Pessoa, Fernando, El libro del desasosiego, Emecé editores, Buenos Aires, 2000.

Rodrigué, Emilio, El siglo del psicoanálisis, tomo I, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1996

Spinoza, Baruch, Ética. Editorial Aguilar, Buenos Aires 1982.

Tabucchi, Antonio, “El hilo del desasosiego”, diario El País, 2 de junio de 2001.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009

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