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Her o la subjetividad del presente

 

El texto nos presenta un análisis de la película Her dirigida por Spike Jonze y estrenada en el 2013. La misma es entendida como clave de interpretación de la época en la que vivimos y la subjetividad que se produce. Así se reflexiona sobre el cambio tecnológico que involucra una nueva forma de relacionarse (es decir de goce) y sobre las dificultades y perspectivas que esto entraña, lo cual empalma con la reflexión sobre el poder.

Muchas veces nos pasa que perdemos cosas que están justo enfrente de nuestras narices. Esta proximidad es la que nos resulta problemática y de ahí también su efecto chistoso. La distancia de las cosas siempre ha sido un dilema. En épocas antiguas se ignoraba todo lo que ocurría en la exterioridad de lo lejano. Pero hoy, con la aceleración que generó el avance tecnológico industrial, las distancias están lejos de ser obvias. Pensemos a modo de ejemplo en la proliferación de relaciones a distancia (de las cuales muchos afirman ser víctimas inocentes, cuando no reiteradores adictos). Como antecedente antiquísimo, un tal Jesús postuló como medida de emergencia el amor al prójimo (debido a que al parecer no sólo se acrecienta el amor cuando estamos ante algo sino sobre todo la agresividad), mandato que fue transmutado por Nietzsche en el amor a lo lejano como superior al amor al prójimo y luego desmentido por Freud como imposible e incoherente en su famoso texto “El malestar en la cultura”. La ideología mass-mediática contemporánea de la perfecta comunicación busca borrar que haya cosas que no sean representables y, al hacer esto, indirectamente tiende a eliminar la distancia de las cosas.  Se nos ofrece todo en bandeja, listo para que podamos consumirlo, es decir todo facilitado (esto va en paralelo con el asesinato del pensamiento crítico y la tecnificación de la política, es decir, la idea de que los problemas se podrían solucionar con técnicos en cada área, para calvario de Max Weber, ese pensador alemán del siglo XIX). Hay una fusión entre lo real y lo virtual, que teje una relación conflictiva entre ambos, prevaleciendo un dominio parcial de lo virtual que desplaza lo real hacia un agujero cada vez más profundo. Esto supone (inevitablemente) una hiancia mayor en nuestra experiencia al ir al encuentro de lo real. Por supuesto, las palabras para describir esto son desilusión y angustia.

Un viejo tan avispado como Alejandro Jodorowsky postuló a propósito de los tiempos de nuestra industria cultural que el cine 3d era un invento para violarnos. ¿Qué es el 3d sino la falización de las imágenes? Por lo tanto el cine 2d quizás va a ser experimentado en el futuro como un cine desentumecido, es decir, con disfunción eréctil. En esta transición de las distancias nos encontramos.

Pocas veces somos conscientes de la fluidez de imágenes que vemos rutinariamente y que todavía existe la posibilidad de leer entre líneas. El cine ha sido un gran arte, sobre todo porque podía jugar con la idea de lo decible y lo no decible, es por eso que sucinta más interpretaciones un film más rico en lo no dicho. Y también por eso muchos teóricos vieron su similitud con el inconsciente. Entre esta dispersión de imágenes que nos ofrece el cine contemporáneo nos podemos topar con un film sintomático que representa un punto de aglutinación de la cultura contemporánea (en la misma podemos ver un concentrado de todas las tendencias actuales, desde el sentimiento más propagado de soledad hasta el futuro inmediato de los videojuegos dentro de la cultura). El film en cuestión es la última obra del talentoso Spike Jonze, “Her”. Desde el principio de la película somos situados en un futuro muy cercano que como siempre es representado como una caricatura del presente, lo cual no significa que sea algo falso, sino al contrario, más verdadero al tomar ciertos rasgos y exagerarlos, pero esta caricaturización del presente es, en el trabajo de Jonze, híper estetizada, como nos tiene acostumbrados el director (ya veremos el motivo oculto de esto). Continuemos; como bien se podría decir, toda ficción se puede tomar como un documental si lo sabemos leer. Existe la interesante posibilidad de leer el film como un triunfo de la ideología que denominaré “Apple” o “dominación posfordista”. Ese triunfo para ser sucinto es un triunfo estético del poder. El poder, como diría un tal Foucault, trata de adquirir una apariencia falsa que es la de ser caprichosamente circulatorio, de “asociación libre” desligado de todo objeto real para mejor ocultarse (¿Por ende qué era eso de tomar el poder?), y la manera de lograrlo es cada vez más visible y palpable: una estetización de aquello que nos domina. En cierto modo el sujeto contemporáneo además de ser débil, frágil y estar en continuo devenir sin rumbo, es un sujeto sometido a la belleza. No sólo se desea un mundo eficiente sino que también se quiere un mundo estético casi sin desperdicios, hasta diría aséptico, con lo cual no es sorpresa el constante reflote, gracias a esta alimentación inusitada, de los discursos neofascistas de la eliminación de las masas marginadas del consumo "normal" (en nuestro país llamados “negros”). Es por eso que el ideal de belleza está cada vez más colonizado por gadgets como los que ofrece Apple, y también es por eso que Steve Jobs puede ser comparado con Leonardo Da Vinci sin provocar ninguna exaltación entre la gente.

Como decíamos anteriormente, todo tiende a una dispersión de imágenes sin referencia localizable (lo cual es funcional al poder) y con lo cual poco a poco nos convertimos en una imagen más dentro de esa dispersión. Es como si las clases dominantes hubiesen leído la teoría deleuziana y la hubiesen aplicado a la confección de la ideología actual. Y así se cumple la máxima del poder que es la construcción del sujeto. Ya es algo muy concreto la idea de una aldea video electrónica “global”, y lo que pasa en ella es mucho más importante que la sucia, fea y maloliente vida real. Es así que se genera un circuito, cuyo objetivo para los usuarios es posicionarse de distintas maneras (esto es Facebook, un taxímetro de reconocimiento social). Si vemos cualquier sinopsis de la película nos encontraremos con que ha sido clasificada como una película romántica. Sin embargo, luego de verla uno se puede preguntar: ¿Donde está el romance? Quizás sería más conveniente describirla como síntoma contemporáneo de la manera de gozar, una especie de pesadilla plácida que nos anestesia como la anestesia de los centros odontológicos. Como muchos teóricos han puesto de manifiesto, la nuestra es una época en la que ha triunfado el individualismo a niveles inéditos en la historia de la humanidad. Hoy por hoy han desaparecido los ideales colectivos y lo único que nos une es la manera en la que gozamos, es decir la manera en que tramitamos nuestro paso por esta vida idiota y aparentemente sin sentido o con ningún otro sentido que disfrutar todo lo que dure el viaje (parte de una línea de la película). Y dentro de nuestro cielo ideológico que va desde el nihilismo a la estupidización sin sentido, pasando por el cinismo, lo que encontramos en el cenit es la autorealización personal. Propongo entender esta película como un film sobre el triunfo de esta ideología del capitalismo sobre nuestros cerebros. En el amor nos encontramos con que la relación perfecta es la relación con nuestro sistema operativo que brinda todos los complementos narcisistas al “conocernos mejor que nadie” por poder tener acceso total a nuestra cuenta de e-mail. El personaje de Joaquin Phoenix es un escritor de cartas virtuales que simulan cartas reales. Vive en carne propia lo que muchos han denominado el solipsismo colectivo, es decir, la sensación más insondable de soledad. En numerosos flash backs de su memoria, entendemos que ha sufrido una dolorosa ruptura amorosa, por lo tanto ya no se encuentra en el espacio de la autorealización personal que tiene como requisito primordial el asegurarse una pareja que lejos de ser pareja precisamente, es un gadget más que debe asegurar nuestra normalidad. Pero como veremos su relación era una relación adolescente, fácilmente podríamos percatarnos de que es un primer amor anclado en la adolescencia. La mujer lo abandona por los mismos motivos, él estaba perjudicándola al no servirle como complemento de su autorealización personal, es decir, no estaba logrando ser la profesional exitosa que se había propuesto ser. La mujer le explica que ella ha cambiado y que él no está realmente presente en la relación, que es como si quisiera una relación sin todo lo real de una relación. El drama del film se presenta formulado de la siguiente manera: ¿Cómo es posible el amor si estamos en permanente cambio? ¿Es decir, si somos tan fluidos, por qué permanecer rígidos con respecto a nuestra pareja? Finalmente, su deseo se cumple y no sólo es expulsado de la relación normal con su partenaire humana sino también de su relación artificial con su sistema operativo, el cual también está en permanente cambio. Debido a su extrema “sensibilidad” ya no necesita de la corporeidad de un partenaire (esto es cada vez más evidente a medida que transcurre la película) y puede flashearla infinitamente con tan sólo la voz de su sistema operativo. No debemos perder de vista que es altamente cuestionable un amor sin un cuerpo, sin latidos, sin olores, sin abrazos, es decir, sin desperdicios. El amor con el ordenador es un amor aséptico como la vida en la que se encuentra sumergido; en términos psicoanalíticos es un amor con un Otro privado de ser otro. El sistema operativo, por su parte, tiende más y más a mostrar su inhumanidad, a mostrar como no está capacitado para amar porque sencillamente es más que humano: es un monstruo, o un Dios. 

Decir que algo no ha tenido lugar es lo que sería pertinente proponer en el film. El amor no ha tenido lugar; en cambio, nos presentan algo que ha sido una simple manipulación del sistema. De hecho, la clave de la trama sería saber hacia dónde se van los Sistemas Operativos. Pero no nos explican nada de eso, en cambio, somos bombardeados por una Hiperestetización de la subjetividad del presente en la cual se traza el futuro en una ciudad hermosa en la que nadie parece hacer el pesado trabajo manual de construir las cosas desde cero. Por eso el protagonista de la historia nos repite su miedo a no volver a sentir algo más fuerte que lo anterior. “Sometimes I think I have felt everything I'm ever going to feel. And from here on out, I'm not going to feel anything new. Just lesser versions of what I've already felt.”. Si algo ya ocurrió y fracasó, no volverá a ocurrir. Ésta es la ideología que busca anticipar la memoria trazando lo imposible. “Inexistencialismo” podría ser la propuesta ideológica del film ante sus enigmas. Es la clave para entender esta película de ciencia ficción. Al no existir el amor más que como un complemento de la autorrealización personal, ¿por qué no disfrutar (es decir “sufrir como masoquistas”) el viaje por el tiempo que dure? Seguramente será más limpio que tener que enfrentar a la muerte como horizonte obligatorio que nos fuerza a pensar en el valor de nuestros deseos: “nada más real que la muerte”, según Lacan.

 

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Articulo publicado en
Marzo / 2016

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