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Psicología: entre la represión y la resistencia

 
8 de agosto desaparición de Beatriz Perosio, presidenta de la APBA

La Huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud en al Argentian de los ´60 y ´70, Tomo II, Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, editorial Topia. Segunda edición 2018. Transcribimos un fragmento del capítulo V, tomo II.  

El proyecto de la dictadura era instalar otro modelo de país. Para hacerlo desarticularon cualquier oposición. En el mismo, la discusión ideológica y la práctica política que se opusiera debían “desaparecer”, lo que implicó un ataque a los centros de estudio y a las organizaciones gremiales. El aislamiento y terror inundaron las Universidades y los Sindicatos, ya que muchos de ellos tenían una organización y una tradición de lucha, que abarcaba un gran número de estudiantes de psicología y psicólogos. El proyecto de estudiante y de profesional deseado por la dictadura se sintetizaba en una frase típica de la propaganda oficial de la época. Un estudiante entraba a una Universidad y tenía que negar la política y decir: “Yo sólo vengo a estudiar”. Su corolario, era un profesional que sólo se dedicara a su especialidad, obediente, que dejara de lado autores considerados “peligrosos”, que iban de Freud a Marx. Y que tampoco tuviera prácticas grupales, trabajo preventivo, comunitario, etc. Por eso, durante estos años solamente pudieron crecer teorizaciones y prácticas dentro de la Psicología, que dejaran a un lado cualquier compromiso social.

La mayoría de las carreras de psicología en el ámbito público del país fueron cerradas durante la dictadura. Sólo quedó funcionando la carrera en San Luis, Rosario y Buenos Aires, con un plan de estudio acorde con el proyecto de la dictadura.

En la UBA, las carreras de Psicología y Sociología habían sido separadas de la Facultad de Filosofía y Letras durante la gestión de Alberto Ottalagano por la resolución 260, la cual se efectivizó durante la dictadura. El objetivo era preciso. Para las nuevas autoridades había una idea de “infección” ideológica. Por eso barajaron el proyecto de enviarlas a Medicina y a Derecho. Pero finalmente las llevaron a una directa “dependencia del Rectorado” para aislarlas, vigilarlas y controlarlas. Así, Psicología quedó en la vieja sede de la calle Independencia y Sociología en un sótano de la Facultad de Derecho.

En la carrera de Psicología de la UBA el primer interventor fue Luis Felipe García de Onrubia, un profesor de vasta trayectoria en la carrera. En noviembre de 1976 declaraba que era “optimista”. Se refería a que en los “últimos días” las cosas habían cambiado en cuanto a la carrera. No se cerraría ni se convertiría en posgrado de otra, ya que se habían fijado “cupos de ingreso” para 1977. García de Onrubia opinaba que el camino era “jerarquizar en Buenos Aires la enseñanza de la Psicología y elevarla al nivel que merece. La mejor manera de solidificar la disciplina es inculcando en la gente que la estudia, un cierto espíritu científico que muchos no creen necesario tener, porque no son muchos los que llegaron a adquirir ese respeto por la seriedad de la investigación que debe caracterizar a todo trabajo científico.” Por ello proponía ampliar la enseñanza al campo de la Psicología General, “no porque no vea bien la importancia que ha adquirido el psicoanálisis, por el contrario, tengo ante esa disciplina una actitud de gran simpatía. Pero es incomprensible que un psicólogo no se instruya igualmente en otros niveles de la ciencia que intenta manejar.”[i]

Pero su gestión y la ilusión no duraron mucho. Mario Héctor Pena, un ex juez, abogado de confianza del régimen lo sustituyó. Todos los docentes tenían que ser investigados y aprobados por la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) para poder trabajar, de modo que muchos profesores fueron personas ligadas a organismos de seguridad: a la Escuela de Policía, de Gendarmería y hasta miembros del Gabinete Psicológico de la ESMA.[ii] Algunos pocos docentes estuvieron, a pesar de todo, en condiciones de quedarse, tal como León Ostrov en Psicoanalítica. Los nuevos docentes que tomaron las cátedras fueron horadando rápidamente la carrera, sumando a tal efecto, la reinstalación del examen de ingreso con la política de “cupos” para decidir cuantos profesionales podían recibirse. Y cuanto menos mejor. Se hacían investigaciones sobre los nuevos ingresantes a la carrera. Los números son elocuentes. En 1972 había 7060 cursantes de la carrera de Psicología. Mientras que en 1980 sólo eran 3814.

En 1976 ingresaron 563 alumnos. En 1977, 361. En 1978, 333. En 1979, la carrera tenía un cupo para 300 nuevos ingresantes. En 1980, el cupo había bajado a 200.[iii] Si no se había cerrado la carrera la idea era que quedara la menor cantidad de estudiantes posible. Muchos aspirantes debieron cursar en universidades privadas, que tuvieron una importante afluencia de estudiantes, lo que era, por supuesto, parte del proyecto de la dictadura. Pero la situación no terminaba allí. Las reglamentaciones y los controles policiales eran moneda corriente para los alumnos. Además, la orientación de la carrera cambió drásticamente. Como era de esperar la carrera se alejó del Psicoanálisis, el trabajo comunitario y lo grupal. No importaba el rol del psicólogo en la sociedad. Solamente había que “venir a estudiar”. Fue prohibido el funcionamiento del Centro de Estudiantes. En ese entonces se acercó a la psicología que se enseñaba en las universidades católicas como la UCA y El Salvador. El texto La estructura de la personalidad de Philipp Lersch se convirtió en un texto obligatorio para varias materias. Era una visión integracionista de las diferentes escuelas de la Psicología. Pero desde un punto opuesto al proyecto de Bleger con Psicología de la Conducta. Aquí no había agentes de cambio, sólo una unidad de la psicología.[iv]

En ese marco las investigaciones que se promovían desde la carrera tenían una línea definida. La cátedra de Test Mentales estudiaba a los nuevos ingresantes cada año, con el supuesto explícito de “caracterizar la demanda.” En 1981, la cátedra de Psicología Institucional investigaba sobre el “Desarrollo institucional en la gran y mediana empresa” y la “motivación en el ámbito laboral.” Al mismo tiempo, la cátedra de Psicología Social junto con la Secretaría de Transporte y Obras Públicas tenía una investigación sobre la “Percepción comunitaria de la calidad del aire.”

Seguramente un aire irrespirable para muchos.

Los militares habían prácticamente vaciado de sus viejos contenidos a la carrera. Pero la vitalidad se refugió en los grupos de estudio que se multiplicaron, tal como luego de 1966. Pero eran otros tiempos. Tenían que enseñar solamente una psicología y un psicoanálisis ajeno a la política y la ideología.

Al iniciarse la dictadura la situación de las instituciones que agrupaban psicólogos tampoco era fácil. Mucho menos si tenían una historia de luchas y continuaban resistiendo. Marcos Vul continuaba en el CIAP, institución que tenía un prestigio ganado, lo cual implicaba una cantidad de trabajo que no podían absorber. Vul recordaba como llegaron a recibir unas 50 nuevas consultas por semana y, por cuestiones ideológicas, los honorarios se pautaban individualmente de acuerdo a las posibilidades de cada paciente. Inclusive en grupos terapéuticos donde podían convivir personas de alto poder adquisitivo con desempleados, este modo estaba explícito en el contrato terapéutico. Pero Vul nos recordaba que el inicio de la dictadura “fue una época muy dura. Tuvimos en el CIAP una época que llamamos el ‘Setiembre Negro’. En ese mes de 1976 tuvimos que levantar la mayoría de las actividades y cuatro de nosotros nos tuvimos que ir durante un mes y medio por cuestiones de seguridad. Isabel Calvo, Tessie Calvo, Frida Riterman y yo. Fue porque atendíamos militantes y algunos de ellos habían caído. Ya nos habían allanado por eso. Además nos enterábamos todos los días de cómo caía una persona. Para ese momento casi no quedaban grupos terapéuticos. Anteriormente en los grupos no se permitía que se hablara de política, por seguridad. Aquellas personas que tenían militancia se excluían de los grupos y pasaban a tratamientos individuales y en privado como una manera de resguardar a los propios militantes y a quienes se atendían en grupo. Si caía alguien del grupo podían caer todos. Pero ya en el ‘76 casi no trabajábamos en grupos. Y en ese marco murió Isabel Calvo en el ‘77.”[v] Tal el clima en una institución que mostraba su resistencia a la dictadura.

La APBA estaba presidida por Jorge Sevilla al comenzar la dictadura, no era fácil la situación para la institución en ese momento, ya que estaban prohibidas sus actividades.

A fines de 1976, Sevilla explicaba que, aunque habían convocado a elecciones estas no se iban a realizar, ya que no habían podido hacer todos los trámites para legalizar la Asamblea y el proceso de renovación de autoridades. Relataba cómo habían tenido que recorrer distintas oficinas para dar aclaraciones: desde Oficinas de Personas Jurídicas, el Ministerio de Trabajo y por supuesto, la Policía Federal. Allí tuvieron que aclarar que la APBA era una sociedad civil, sin fines de lucro, con personería jurídica y sin personería gremial, es decir, no se encontraba encuadrada en las limitaciones a la actividad sindical que la dictadura exigía. Sin embargo, aunque las autoridades parecían no creerles, lograron la autorización. Sevilla instaba la participación de los psicólogos en actividades científicas y en las elecciones para consolidar el rol profesional: “sería un triunfo de y para todos los psicólogos que en los primeros meses del año 1977 tuviésemos armada toda nuestra actividad científica. Sería de igual importancia que todo aquel compañero que tenga ideas, sugerencias, informaciones se acercase a brindarlas.”[vi]

Las elecciones se realizaron en ese clima enrarecido. A principios de 1977 ganó la lista “Unidad y Fortalecimiento”, que llegó como consenso de las diferentes corrientes políticas, -desde Vanguardia Comunista, algunos sectores del peronismo, hasta sectores independientes, quedando por fuera el Partido Comunista, que entró como minoría- que reivindicaban el quehacer profesional del psicólogo. La lista elegida llevó a Beatriz Perosio como Presidenta, Hugo Vezzetti como Vicepresidente y Osvaldo Avelluto como Secretario General.

Ese mismo año instalaron un stand en la Feria del Libro, y se contactaron con Eva Giberti para invitarla a participar en la institución luego de años de aislamiento al que había estado ella sometida por el encarcelamiento de su hijo. A partir de entonces, Giberti tuvo una activa participación en APBA. Osvaldo Avelluto, que había hablado con Giberti, recordaba como “durante la Feria del Libro también allanaron la Asociación. En ese momento no sabíamos por qué. Luego supimos que fue una especie de cerrojo y allanaron todas las instituciones de la zona a raíz de los curas que desaparecieron en la Escuela de Benedictinos. Fue una madrugada y por suerte no había nadie. Lo único que hicieron fue robarse la plata de la caja, dejar una revista politizada de nuestra biblioteca sobre la mesa como un mensaje y romper un cuadro de Freud que quedó colgado roto durante muchos años como un símbolo. Al otro día encontramos el desastre. Tuvimos que hacer la denuncia a la Policía, como correspondía. Acomodamos todo de vuelta y seguimos funcionando. Pero a los asociados le daba bastante temor seguir yendo. A lo sumo éramos 40 los que participábamos. Todos teníamos miedo. Era una época en que no sabías si al otro día ibas a seguir vivo, aunque no conocíamos la magnitud de lo que después se supo. Teníamos muchos indicios más que el resto de la gente, pero si hubiéramos sabido todo probablemente hubiéramos salido corriendo.”[vii]

Las tareas de la APBA fueron muchas a pesar del terror. En mayo de 1977 se sumó a la Agrupación de Profesionales Universitarias (APU) de Capital Federal. Como ya estaban en la Confederación General de Profesionales, esto significaba incorporarse a las organizaciones que agrupaba a los profesionales de Capital Federal, que en ese momento se planteaban problemáticas comunes debido a las limitaciones que imponía la dictadura.[viii] Inclusive este conjunto de profesionales podía discutir temas políticos como la planificación de la Salud.

En octubre de 1977, Perosio lanzaba en Gaceta Psicológica una propuesta de resistencia a contrapelo del silencio de la mayoría de la población: “cuando más aislados podemos estar, más hay que intentar comunicarse; cuando más dudas existen más realizaciones hay que concretar”. En ese mismo sentido, se anunciaba la creación de las “Ediciones Asociación de Psicólogos de Buenos Aires”, la reestructuración de algunos Departamentos y la creación del área de Extensión Cultural de APBA.[ix]

En la edición de noviembre de 1977, Alfredo Smith, director de Gaceta Psicológica y Secretario de Actividades Profesionales de APBA, analizaba la reglamentación de las concurrencias hospitalarias ad honórem en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, según el decreto del Secretario de Salud Pública de la MCBA, el Capitán de Navío Enrique Ortega, en cuyo articulado se había obviado la mención de los Psicólogos entre el listado de profesiones. Smith ligaba esto a la vigencia de la Ley 17.132 de 1967, dictada durante la época de Onganía y que impedía el ejercicio de la psicoterapia a los psicólogos. Y se ponían límites a las concurrencias: no más de 35 años de edad y 5 años de concurrencia. Smith sacaba una lógica conclusión: cuando el profesional lograba una buena capacitación se debía retirar al ámbito privado, que usufructuaba de los resultados de dicha formación. Los perjudicados eran los propios Hospitales y sus usuarios, la población de menores recursos siempre iba a estar atendida con personal que se renovaría continuamente y estaría en aprendizaje permanente. Smith finalizaba anunciando que la APBA se había puesto en contacto con otras organizaciones profesionales y servicios hospitalarios para intercambiar información y discutir la cuestión.

En el mismo número se incluyó un artículo explícito sobre los exilios. Su título era claro: “Un tema del que casi no se habla pero que resulta imprescindible”, en el cual abordaba el tema, afirmando que “la mayoría de ellos emigrados por condiciones objetivas desfavorables” y se los invitaba a seguir manteniendo algún intercambio con la APBA.[x] Anunciaba también la formación de la Federación de Psicólogos de la Argentina (FEPRA), heredera de la vieja “Confederación” (COPRA) que había sido fundada al principio de los ‘70. La FEPRA proponía un plan de trabajo de los psicólogos de la Argentina para 1978.

Perosio escribía en Gaceta Psicológica en mayo de 1978 sobre el programa de actividades de la APBA. Se habían mudado a una nueva sede más grande en F. Acuña de Figueroa 726, y comunicaba que estaban en proyecto una Editorial, una Escuela de Posgrado, Jornadas, un proyecto único de Ley del Psicólogo, además de seguir trabajando con la FEPRA, entre tantos proyectos, también se denunciaba el cierre del Hospital Rawson y el alejamiento forzado de muchos psicólogos del Hospital de Niños.[xi]

Hubo un gran compromiso por parte de la Comisión Directiva en sus publicaciones, y una APBA que resistía oponiéndose al terror instalado, una posición no demasiado habitual en ese momento.

Sin embargo, esto resultó demasiado irritante para el régimen. Las represalias no se hicieron esperar. El 8 de agosto de 1978 fue secuestrada en un Jardín de Infantes de su propiedad, la presidenta de APBA Beatriz Perosio.[xii] Al día siguiente fueron secuestrados Alfredo Smith y su esposa, Celia Kriado; quien dictaba cursos en la Asociación; los dos fueron liberados luego de un largo año. Beatriz Perosio nunca apareció.

Osvaldo Avelluto, Secretario General de APBA de entonces, recordaba: “ese momento fue terrible. No sabíamos si se iban a llevar a más gente. Pero desde ahí comenzaron las acciones. A pesar del terror casi nadie se fue de la APBA, al contrario, la gente tuvo gestos de mucha valentía. Los más antiguos regresaron a la Asociación a participar dando cursos y Seminarios. Hubo apoyos y pedidos públicos de la Confederación General de Profesionales y de Asociaciones de Psicólogos de todo el mundo. Enviaron notas y cartas a los tres poderes. Nosotros publicamos declaraciones en todos los diarios.

“Los de la Comisión Directiva, Hugo Vezzetti y yo, solicitamos entrevistas con todos los Comandos en Jefe y con la Policía para averiguar qué sucedió. Fuimos a esos lugares con Hugo Vezzetti y teníamos terror, porque cuando íbamos no sabíamos si volvíamos. Fuimos al Comando en Jefe del Ejército, con una carta de la APBA. Pedimos ver a una autoridad. Nos preguntaron si teníamos entrevista acordada. Respondimos: ‘No, no, pero somos de la Asociación de Psicólogos.’ Entonces todos los policías nos miraban. Nos quedamos un largo rato esperando. Un momento bastante incómodo. Hasta que nos hicieron pasar, nos pidieron nuestros documentos, y después nos palparon de armas en cada piso. Llegamos al cuarto o quinto, ya no puedo recordar. Porque nos dijeron: ‘pasen por acá, y era un sector donde decía ‘Prohibido entrar’ o ‘Entrada restringida’. Nosotros teníamos una fantasía con Hugo, que entrábamos y caíamos a un pozo hasta el subsuelo. Pero ya estábamos ahí, en un largo pasillo y llegamos a un lugar donde había una mesa con dos sillas blancas, una tras de otra, como si fuera una película de Federico Fellini. No queríamos ni pensar, porque suponíamos que nos estaba fotografiando, filmando y grabando. Obviamente era así. Yo me sentía tan ridículo porque era un pasillo como de cincuenta metros y estábamos los dos solitos esperando ahí en una mesita. Al final nos atendió un secretario privado del Jefe, que dijo ‘hagan la denuncia a la policía’. Ya nos habían tomado todos los datos.

“Ese día fuimos a la policía e hicimos la denuncia. Después fuimos a las otras Fuerzas Armadas. Nos seguían atendiendo en los pasillos. En la Aeronáutica, tuve una entrevista bastante dura con un oficial, un brigadier y un comodoro. Aunque parezca increíble Hugo no lo dejaron subir porque no tenía corbata. Entonces tuve que entrar yo solo. Llegado un momento me preguntaron si conocía bien a la licenciada Perosio. Contesté que sí, porque ella, además de ser la presidenta de la APBA, era mi amiga.

“Un sábado a la mañana nos citaron de la Aeronáutica de nuevo. Fuimos con Hugo. Nos dejaron en un cuarto un largo rato. Un capitán, evidentemente de inteligencia nos atendió y nos dijo indirectamente quién la tenía, del siguiente modo: ‘Yo le voy a contar que conocí a un amigo mío que tenían una amiga como la suya. A la casa de ella entraron 16 personas con carnet de coordinación federal. Y si en este país hay 16 personas que tienen carnet de coordinación federal son de coordinación federal.’ Le preguntamos de quién dependía. Nos dijo que dependía del jefe de la policía y del ejército.”[xiii]

Hugo Vezzetti, vicepresidente de APBA, agregaba lo que sucedió con la Marina: “Cuando fuimos tuvimos una entrevista con Massera, quien ya para entonces se había retirado de la Junta Militar y se lanzaba en su propio proyecto político. Desde allí nos respondió cínicamente que había sido la policía la responsable. Como esta era controlada por el ejército comenzó una crítica hacia Videla, planteando que ellos con los psicólogos no tenían problema.

“También tuvimos una entrevista con Ricardo Balbín, presidente de la Unión Cívica Radical, quien nos recomendó que no hiciéramos nada públicamente, porque sino lo sufrían los detenidos. Daba la impresión de un hombre vencido y que sentía que con los militares no se podía hacer nada. Tenía una absoluta información de lo que estaba sucediendo.

“Fuimos a la APA para pedir una solidaridad institucional. Nos entrevistamos con Mauricio Abadi quién nos recibió en la sede de la institución donde había chicas con uniforme que nos trajeron el café. Nos dijo ‘ustedes piensan que nosotros podemos hacer algo, pero no podemos llevar ese tema a una asamblea de la institución para decidir la solidaridad con la APBA. El tema no es con el psicoanálisis y la psicología, por eso no lo podemos tratar institucionalmente.’”[xiv]

Osvaldo Avelluto continuaba: “supimos que Beatriz estaba en ‘El Vesubio’. Ahí también estuvieron Alfredo Smith y Celia Kriado. En algún momento posterior, ellos nos contaron que los separaron en dos grupos: uno en el que estaba Beatriz y otro grupo, que fue el que finalmente apareció. Los pasaron a disposición del Poder Ejecutivo, y al año y pico salieron. Entre ellos Alfredo y Celia, que fueron liberados más de un año después. Con Hugo los fuimos a esperar a un bar. Estaban los papás y los hermanos. Nosotros dos éramos los únicos que no éramos familiares.”

La movilización de APBA creció a partir de la desaparición de Perosio.

En las elecciones de 1979 fue elegido Osvaldo Avelluto como presidente e Isabel Lucioni como Vicepresidente. Ese mismo año la APBA presentó ante la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que vino a Buenos Aires un informe que incluía un listado de más de 30 psicólogos desaparecidos hasta entonces.[xv] Y por supuesto continuaron con la Revista Argentina de Psicología. Ese año, el Editorial de su décimo aniversario ponía palabras a los silencios: “hay circunstancias en las que poder publicar es ya una celebración. Aun cuando esa misma posibilidad nos remita a silencios ‘arbitrados’ entre los cuales ha debido transcurrir nuestra publicación. Entre ellos, una ausencia fue silenciada en estas páginas en la esperanza de que fuera nombrada por quienes la silenciaron: Beatriz Perosio.”[xvi]

 

 

 

[i] Anónimo, “Entrevista exclusiva al Dr. Luis García de Onrubia”, en Actualidad Psicológica, Nº21, Bs. As., noviembre de 1976.

[ii] Schneider, Sally, “Breve historia testimonial de la carrera de Psicología”, mimeografiado, Bs. As., 1984.

[iii] AAVV, Memoria de la UBA, editado por la UBA, Bs. As., 1979, 1980, 1981, 1982.

[iv] Este autor no solamente era integracionista. La unidad de la psicología propuesta por el Director del Instituto de Psicología de Munich suponía el reingreso del concepto del alma mediante la fenomenología.

[v] Entrevista de los autores con Marcos Vul, julio 1998.

[vi] Sevilla, Jorge, “Editorial: Nuestro futuro depende de nosotros”, en Actualidad Psicológica, Nº22, Bs. As., 1 de diciembre de 1976.

[vii] Entrevista de los autores con Osvaldo Avelluto, octubre 1998.

[viii] En esos momentos estaban compuesto por los Colegios de profesionales médicos, abogados, contadores, arquitectos, escribanos, etc. Las cuestiones planteadas se concentraban en los problemas “profesionales”: el deterioro del poder adquisitivo, la necesidad de formación sistemática de posgrado, la jubilación, la obra social, la reglamentación del ejercicio profesional, derechos y deberes del egresado universitario, etc.

[ix] Perosio, Beatriz, “Editorial”, en Gaceta Psicológica,  publicación de la APBA, Bs. As., octubre de 1977.

[x] Smith, Alfredo, “Editorial” y “Un tema del que casi no se habla pero que resulta imprescindible”, en Gaceta Psicológica, Bs. As., noviembre de 1977.

[xi] Perosio, Beatriz, “Editorial: realidades, esperanzas, frustraciones”, en Gaceta Psicológica, Nº11, Bs. As., mayo 1978.

[xii] Beatriz Perosio era militante de Vanguardia Comunista. Si bien esta organización política sufrió la desaparición de la mayoría de su dirección política, en el caso de Perosio su secuestro y posterior desaparición fue debido a su militancia gremial en la APBA. Recordemos que uno de los objetivos de la dictadura militar era anular toda forma de oposición provocando el terror con sus métodos represivos.

[xiii] Entrevista de los autores con Osvaldo Avelluto, octubre 1998.

[xiv] Comunicación personal de Hugo Vezzetti.

[xv] En ese momento dicha Comisión recibió tres informes en Salud Mental. Uno de APBA, otro de la Asociación de Psiquiatras de la Capital Federal y un documento de la Comisión de Psicología por los Derechos Humanos. El de APBA era anónimo, pero había sido escrito por Hugo Vezzetti.

[xvi] “Editorial”, en la Revista Argentina de Psicología, Nº26, Bs. As., marzo de 1980.

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Articulo publicado en
Agosto / 2021

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