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Recordar y actualizar

 

Si ya hace 5 que se están recordando los 100 años de obras centrales de Freud, es de suponer que se seguirá haciendo por muchos más, lo que es de celebrar mientras ello implique no sólo un justo recordar sino también un análisis crítico y una adecuación a nuestros tiempos concretos. Respecto a los Tres ensayos de teoría sexual sería redundante destacar su importancia y carácter revolucionario, por lo que aquí se hará eje en lo último.
Son conocidos los profundos cambios que se han producido desde su escritura en todos los terrenos, en particular respecto al ejercicio de la sexualidad, si bien no es este el lugar para analizar sus causas, que van desde fundamentales cambios sociales y culturales hasta tecnológicos. Lo que obliga a repensar y a reconsiderar múltiples aspectos de la teoría clásica psicoanalítica, de los cuales por razones espacio sólo se verán someramente cuatro.

 

1) La (relativa) confusión entre liberación y liberalización sexual. Es innecesario mostrar el paso de la moral victoriana de la época freudiana al extremo opuesto donde las palabras indicadas en el subtítulo sólo difieren en cuatro letras pero con enormes significaciones.
Ya hace varias décadas Marcuse, uno de los más lúcidos y destacados estudiosos de la realidad contemporánea, describe este proceso en una obra fundamental que debería ser recuperada: “El ‘principio de placer’ absorbe el ‘principio de realidad’, la sexualidad es liberada (o, más bien liberalizada) dentro de las formas sociales constructivas. Esta noción implica que hay modos represivos de desublimación, junto a los cuales los impulsos y objetivos sublimados contienen más desviación, más libertad y más negación para consetvar los tabúes sociales [...] Se ha dicho a menudo que la civilización industrial avanzada opera con un mayor grado de libertad sexual; ‘opera’ en el sentido que ésta llega a ser un valor de mercado y un elemento de las costumbres sociales”1.
Se trata, en definitiva y de acuerdo a las premisas de Marcuse, de un fundamental cambio, pero que él adecuadamente ubica en su lugar sin creer que tal liberación, en un terreno específico aunque importante, implique una liberación en un sentido general. Efectivamente, hoy no es ninguna exageración decir que todo, o al menos una parte muy importante de las actuales formas de vida están sexualizadas, lo que fácilmente puede verse en la publicidad, series y programaciones televisivas, películas, vida cotidiana, etc.
Esto se concreta en la vida diaria, donde hoy los vínculos sexuales son comunes desde una edad mucho más temprana que antes. Que quede claro: no se trata de una crítica moralista como las de múltiples marcos religiosos o instituciones que pretenden volver a la sexualidad reprimida, a la castidad femenina hasta el momento del matrimonio, a la búsqueda de la pareja única hasta la muerte, al retorno a la sexualidad sólo al servicio de la reproducción y no del placer, etc. Sino sólo resaltar que en múltiples casos la sexualidad se ha convertido desde una expresión del "hedonismo epidérmico" de nuestra época ("vivir el momento") donde se disocia de todo vínculo emocional significativo, hasta una simple mercancía en el mercado de los intereses personales de todo tipo (laborales, políticos, etc.).
Con este uso de la sexualidad puede caerse en una verdadera alienación a esta expresión, con las consecuencias también conocidas, a más de la señalada confusión de lo que puede entenderse como liberación. Es por esto que la autora del libro "El enigma sexual de la violación" expresa en un reportaje que "ojalá el sexo volviera a formar parte de las cosas que nos son sagradas"2, no en el sentido místico ni represivo del término sino en el de fuertes e importantes significaciones, hoy en importante medida perdido por lo que se ha convertido su uso, en múltiples casos abaratado por todo lo señalado.
Otra limitación tiene que ver con la realidad en que se viven las prácticas sexuales, donde no siempre la aceptación de su realización implica una satisfacción sino se limita al cumplimiento de un "deber", de las normas y/o modas imperantes, al "hay que hacerlo porque todos lo hacen", o se practica dentro de los clásicos cánones del rol femenino tradicional dependiente. Los casos son mucho mayores a los imaginables, lo que claramente se observa en la práctica clínica psicoterapéutica, psicoanalítica, etc., e incluso se habla ampliamente en conversaciones cotidianas.
Y una tercera limitación es que la -supuesta o real- liberación muchas veces se restringe al plano de la genitalidad, es decir sin la inclusión de las etapas sexuales previas constitutivas de la sexualidad total. Más allá de las posturas en gran medida utópicas que formula Marcuse en otra obra (Eros y civilización), ya previamente Freud había señalado que, incluso en un desarrollo normal sin fijaciones previas, las tendencias pregenitales nunca desaparecen sino que se mantienen, aunque supeditadas a la primacía genital pero sin dejar de tener un peso.

 

2) Diversidad sexual. Un aspecto también vinculado al anterior es un cambio importante y creciente, aunque en muchos ámbitos todavía reducido o sólo aceptado con reticencias o en las palabras más que en los hechos: el reconocimiento de la diversidad sexual, es decir de elecciones y comportamientos sexuales diferentes al que de manera clásica se considera tradicional y "normal", es decir el genital heterosexual.
Se sabe que en otras épocas a veces fue distinto, y ahora, aunque de manera bastante más reducida que la que, en hechos más que en palabras, se tiene sobre la liberación sexual. Mientras ésta en general al menos se tolera (o se hace como que no se ve), la primera sigue con un alto rechazo que sería mucho mayor -es de imaginar que hasta en el plano legal y con una violencia mayor a la que sigue existiendo- si no tuviera el límite de unos cambios sociales y de modernidad que lo impiden.
Estos cambios a nivel mundial (aunque no siempre con igual o parecido ritmo) han permitido una apertura inimaginable hace escasas décadas: desde hace un corto tiempo los sectores que eligen otra opción sexual -en particular homosexuales y lesbianas- se han organizado, defienden sus derechos, cada vez más han decidido "salir del closet" asumiendo abiertamente su elección, realizan manifestaciones públicas, abren locales donde reunirse, presentan obras donde exponen sus preferencias, etc. En tiempos donde se ha comenzado a reconocer la diversidad frente a los monolitismos ideológicos, políticos, religiosos, etc., la sexual no puede ser una excepción.
Es incuestionable que esta problemática implica la necesidad de importantes revisiones en las posturas de los psicoanálisis -se escribe en plural porque hoy, ante la gran cantidad de marcos teóricos y escuelas que se definen como psicoanaliticas, ya no se puede hablarse en singular-, tanto para la ubicación de las diversidades sexuales (al menos de las señaladas, aunque seguramente no de otras como podrían ser paidofilia, bestialismo, etc.) como de las causas de la producción de ellas.

 

3) Comprensión del aporte de los medios masivos de difusión. Freud construye su marco teórico viendo a la familia como aspecto central en el proceso de conversión en sujetos de los niños que, a través de ella y personas cercanas, pasarán del "principio del placer" al "principio de realidad", construirán su aparato psíquico, realizarán su proceso edípico, etc. Al crear sus postulados en las primeras décadas del siglo pasado no incluye a unos medios masivos de difusión muy diferentes a los actuales, reducidos tanto en comparación con los de hoy como en su aporte a la creación del que puede definirse como sujeto psicosocial3. Baste señalar como algunos autores consideran que "desde la primera infancia y a lo largo de nuestra vida cotidiana estamos expuestos a los atractivos mensajes de un aparato receptor que ya forma parte de la ecología familiar"4, y de manera no tan académica pero muy gráfica, Moffatt declara que "no hay más triángulo en la familia, ya es un cuadrilátero, porque el televisor es un tío psicópata que incluyó y los sedujo a todos"5.
En esta perspectiva, es incuestionable que los medios tienen un rol preponderante, aunque por supuesto no exclusivo, en la conformación del sujeto, incidiendo en espacios antes centrales de la familia y de las instituciones escolares: entre ellas, referentes a la formación del yo, en la construcción del principio de realidad y en el fundamental proceso de identificaciones, lo mismo que en el de mostrar valores junto a premios y castigos que aportan al superyo. E innumerables más que pueden verse en el libro de nota 3.
Respecto a la sexualidad su aporte actual es tan amplio como estructural y estructurante. Si los niños desde muy pequeños están permanentemente frente al televisor, recibirán inevitablemente un muy alto grado de mensajes vinculados con la vida sexual, aunque seguramente la mayoría de ellos no con intenciones educativas -en el sentido de instruirlos sobre ella en torno a lo que es, sus sentidos, usos, etc.- sino de manera indirecta, tal como igualmente se hace con los adultos en infinitos anuncios publicitarios, dramas televisivos y todo lo suficientemente conocido para cualquier televidente.
De esta manera se va entrando en un acercamiento a la sexualidad que nunca se abandona, y que penetra en todos los niveles del psiquismo aunque no siempre se comprenda bien de que se trata y en que consiste. Con base en esto no es de extrañar que niñas y niños muy pequeños jueguen haciendo lo que ven que hacen adolescentes y adultos en la televisión (besos, caricias, etc.), e internalicen lo que se muestra que es objetivo central en la vida humana -junto con la búsqueda de triunfo en todo lo que se hace, muchas veces sin importar cómo- y sus múltiples pero permanentes vicisitudes (la mayoría de ellas peligrosas, difíciles, conflictivas, no pocas veces trágicas).
Los medios son entonces un poderoso ámbito que ha contribuído mucho a los cambios que se viven actualmente respecto a la sexualidad, acelerando incluso los saberes sobre la misma en relación a los que se tenían anteriormente.

 

4) Sexualidad y cultura en la producción de psico(pato)logía Si de acuerdo a la idea de que la psicopatología es producida por causas sexuales (fijaciones y regresiones) -según el clásico planteamiento de Freud, seguido por la mayoría del campo psicoanalítico, sobre todo del "domesticado"6, con conocidos casos históricos y presentes diferentes de las cuales esta revista es una muestra junto a otros colegas- la gran liberación sexual que se ha producido tendría que haber llevado a una equivalente disminución en los niveles sobre todo de neurosis. Sin embargo es evidente de que no es así sino todo lo contrario. Incluso las sintomatologías y demandas terapéuticas actuales en gran medida son diferentes a las anteriores, y hoy las depresiones son los cuadros dominantes de nuestra época, lo que puede verse como un claro analizador de ésta.
Todas estas expresiones evidentemente son producciones sociales. Elliot presenta un panorama semejante, aunque pueden discutirse las causas limitadas de lo que presenta (al estilo de quienes sólo ven lo manifiesto de las estructuras sociales): “Vivimos en un mundo amenazador en el que la tecnología despersonaliza al individuo, el marketing vacía a los objetos de significados y los sujetos se encuentran frente al constante dilema de discriminación entre lo que es real o irreal, el dentro y el fuera, la autenticidad y la inautentecidad, etc. Dado que las formas sociales y culturales ofrecen muy poca contención emocional y establidad personal, la ansiedad y la desesperación se incrementan forzosamente -podemos ver fácilmente cómo los síntomas de ansiedad son cada vez más y más frecuentes en las consultas médicas y psiquiátricas- y nuestros recursos internos para hacernos cargo del sufrimiento psíquico disminuyen”7.
La liberación sexual sin duda alguna ha sido, y es, un muy importante avance en el proceso de ruptura con las formas represivas actuantes sobre el ser humano, y no hay dudas al respecto. Pero de allí a creer que sólo con ella -incluso una utópicamente total y verdadera-se logra la disminución o eliminación de las patologías psíquicas hay una muy larga distancia.
Un “malestar cultural” muy alto impregna a gran parte de la humanidad, y seguramente hoy más que nunca ante el marcado incremento de violencia e inseguridad que existe en el mundo entero desde incluso bastante antes de los sucesos del 11 de septiembre del 2001 y la posterior escalada bélica estadounidense con fines de venganza y de búsqueda de dominio mundial. Inseguridad que toca todas las esferas de la vida cotidiana y de manera alguna puede limitarse a una violencia (asaltos, robos, etc.) sobre la que el imaginario colectivo coloca una mucho mayor, proveniente de causas mayores derivadas del actual modelo hegemónico (desempleo, precariedad cada vez mayor en el trabajo, pérdida de los beneficios sociales antes existentes, etc.) y de cambios culturales que, más allá de sus ventajas, impiden o dificultan un grado necesario de estabilidad (cambios frecuentes en las relaciones familiares y de pareja, avances tecnológicos tan rápidos que a veces es difícil seguirlos y adaptarse a ellos e implican un constante reaprendizaje, etc.). Y mucho más puede y debe agregarse.

Una observación final y necesaria: los señalamientos de este trabajo de manera alguna niegan el gran valor de los aportes de Freud y del psicoanálisis, punto de partida central para el conocimiento de la subjetividad. Pero resaltan la imprescindible necesidad, como para cualquier marco teórico, de un propósito creativo y no dogmático que posibilite el re-pensar de manera constante todo aquello que la praxis y el proceso de pensamiento indique que no es totalmente válido o suficiente. Es por tanto fundamental entender que Freud ha sido un inicio pero no un final.

 

Enrique Guinsberg
Profesor-Investigador Titular, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.
gbje1567 [at] correo.xoc.uam.mx

Notas
1.  Marcuse, H., El hombre unidimensional, Origen-Planeta, México,1985; p. 102, 104, subrayado mío.
2.  Hercovich, I., en revista Campo Grupal, Buenos Aires, Nº 20, 2001, p. 3.
3.  Sobre esto véase mi libro Control de los medios, control del hombre. Medios masivos y formación psicosocial.

4.  "Presentación", en Sánchez Ruiz, E. (comp.), Teleadicción infantil: ¿mito o realidad?, Universidad de Guadalajara, 1989, p. 7.
5.  Moffatt, A. (1988), revista Crisis, Buenos Aires, Nº 57, p 88.
6.  La idea de psicoanálisis y psicoanalistas domesticados hace referencia a quienes borraron el sentido freudiano de peste de este marco teórico para hacerlo a-crítico de los aspectos culturales actuantes en la psico(pato)logía para posibilitar su aceptación (Guinsberg, “Lo light, lo domesticado y lo bizantino en nuestro mundo psi”, cap. 3 de La salud mental en el neoliberalismo, Plaza y Valdés, México, 1ª ed. 2001, 2ª ed. 2004).

7.  Codarech,J.,"La influencia del pensamiento posmoderno en el psicoanálisis actual" en Cuadernos de Psicoanálisis, Mexico, XXXII, 3-4, 1999, p. 132.
 

 
Articulo publicado en
Octubre / 2005

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