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Ska del éxodo

 

“Invierno, 1990. Llegué a un lugar viejo, techos altos, pisos de cerámica y atravesé esas escaleras que me llevaban no sé adónde. Me dijeron que me contactara con la Lic. X para formar parte de algún equipo. La Lic. X me explicó cómo funcionaba esa área del hospital, fría y precaria. Yo tenía 25 años y ese fue mi primer día en el Servicio de Salud Mental.”

La que escribe desde la voz ronca y cansada es Lucre, psicóloga del equipo de escolares y uno de los últimos bastiones de la memoria institucional. Le faltan dos años, tres meses y cuatro días para jubilarse, pero el día de entrada al hospital le quedó como una marca, oscura y fundante. Un hito en su vida que espera cerrar pronto. HARTA, es la palabra que suele usar cada vez que le pregunto cómo está. Harta de todo esto, espero no morirme antes.

Situemos coordenadas: hospital público pediátrico de CABA. El nombre real poco importa. Formas de nominación coloquiales de pasillo: “picadora de carne” o “exprimidora”

En la época de Lucre, te ibas del hospital cuando llegaba “la carta” a domicilio que te anunciaba el retiro jubilatorio y no antes de los 65 años. “La reacción era una mezcla de tristeza y la gran pregunta: ¿y ahora? ¿qué voy a hacer?”. Un malestar dicotómico entre abandonar el cargo con el que te habías identificado a lo largo de treinta años y la libertad. Hoy, el malestar ya no espera la carta, mail o mensajito de “al fin eres libre, señora jubilada”. Todas las que estaban en edad de jubilarse, apenas llegaron a los sesenta metieron los papeles. Y se fueron.

Hoy, existe el multiverso de la locura. Pero sin el Dr. Strange.

Voy a dejarte atrás, voy a cruzar el ancho rio para no volver

Desde 2020 hasta la fecha, entre jubilaciones anticipadas, renuncias y suspensión de cargos en total perdimos 17 profesionales

Situemos coordenadas: hospital público pediátrico de CABA. El nombre real poco importa. Formas de nominación coloquiales de pasillo: “picadora de carne” o “exprimidora”. Los colores y los actos benéficos dejalos para las redes sociales: al interior de la institución, pedazos de nuestro cuerpo y cerebro reptan sin mucha conciencia.

Desde 2020 hasta la fecha, entre jubilaciones anticipadas, renuncias y suspensión de cargos en total perdimos 17 profesionales. Sí, es un montón. Igual hay 8 cargos de psicólogos dando vueltas, un par más de psiquiatras. Algunos se concursaron, otros están esperando en el cajón de Recursos Humanos. Luego de que se jubilara la jefa de Salud Mental nadie quiso tomar su puesto, lo cual fue leído como un gesto de cordura. ¿Quién en su sano juicio se haría cargo de articular el Godzilla que es el servicio de Salud Mental? Tal era la desesperación para que alguien tomara el cargo que hasta se pensó en dejar que lo hiciera un psicólogo en un hospital que reserva las jefaturas para los médicos. Lucrecia fue solicitada para ese fin. “Ni drogada”, fue la respuesta. Un año estuvimos sin jefe a cargo o alguien que quisiera ocupar esa posición. Hace poco más de un mes finalmente alguien concursó, ganó y quiere quedarse. Por ahora.

Sí, se van abriendo cargos a medida que se van. Pero ¿por qué se van? Usted pregunta. Veamos algunos ejemplos.

Virginia terminó la residencia en 2013. Al año siguiente concursó un cargo de psicología para la sala de internación en salud mental de niños pequeños. “Yo quería quedarme en el hospital, trabajar en equipo interdisciplinario, mis expectativas estaban en el intercambio con otros, en la formación. Después de unos años, el desgaste propio de trabajar en un área crítica con una clínica compleja a nivel social con pocos recursos en el afuera y las condiciones laborales poco favorables hicieron que no fueran compatibles con mi proyecto personal y familiar.”

Valeria, ex concurrente de psiquiatría del hospital concursó tres veces hasta que logró ingresar en el cargo de planta para el área de Interconsulta. “Cuando entré en Interconsulta me enamoré de la sala, me encanta. Pero tengo que pensar en el futuro de mis hijos. ¿Cuántos años me quedan? ¿Quince? Voy a terminar internada en el Moyano si sigo así laburando hasta las cuatro de la tarde por dos mangos.”

Hace dos meses decidió renunciar y hacerse cargo de la empresa familiar a costa de colgar el título habilitante. Dicho sea de paso, en el ámbito privado los psiquiatras logran reunir el doble o triple del salario del hospital (cuyo porcentaje en blanco es sólo del 40%) sin tanta exposición, ni riesgos (para sí y para terceros). En la última paritaria se logró un aumento del 60% anual, que se irá implementando de a 5% u 8% hasta diciembre. Para cuando llegue fin de año, con suerte te comprás una sidra Rama Caída.

Viviendo en la opresión, si continuo así voy a morirme joven y sin identidad

En el año 2009, cuando se abrieron los cargos de guardia de salud mental, los que concursamos éramos en su mayoría ex residentes. Creímos estar salvados hasta el día de nuestra jubilación, con ese chip recibimos el cargo. Desde ese entonces se fueron dos psiquiatras y una psicóloga, también por proyectos superadores. Los que quedamos lo hacemos por amor al arte, pero sobre todo porque es parte del ingreso económico familiar. Y, aun así, tenemos pacientes en consultorio particular para llegar a fin de mes.

A diferencia de nuestra generación, hoy muchos de los residentes no quieren concursar los cargos que se abren: ni siquiera contemplan quedarse a realizar la jefatura. En otros tiempos, postularse a jefe era el desafío de probar tu capacidad de gestión, armar planes de formación para las nuevas camadas, etc. Hoy es visto como un frente de batalla del cual mejor rajar y cuanto más conocen la dinámica institucional, más se convencen de que hay que mutar por otro lado.

Delfina, residente psicóloga de cuarto año lo dice claramente: “los cargos de planta no me resultan desafiantes en lo laboral y el salario no me parece que guarde relación con el nivel de trabajo que se maneja. Por eso me presento a la posbásica de (cuidados) paliativos.” Elije la formación específica, algo que seguramente perdería si ingresa a un cargo de planta, por la demanda que hoy implica el trabajo: la pandemia detonó la clínica a niveles de estrés impensables y el malestar institucional se incrementó de manera exponencial. Impactos que resintieron el cuerpo y la colonia de neuronas, hoy reservada sólo para los actos necesarios de subsistencia como comer y trasladarse.

“En mi época, los motivos de consulta eran enuresis secundarias y el ‘niño travieso’ en la escuela, la crisis evolutiva adolescente. Me pregunto ¿yo trabajé en Disney? Tengo la sensación de que trabajé en otro lugar. Con la pandemia, la cuna se desbordó y ya no nos contuvo más.”, dice Lucre.

En las estadísticas de internación de 2020 hasta la actualidad se registró una casuística de adolescentes con hasta tres intentos autolíticos, sobreingestas, brotes psicóticos, desregulaciones conductuales y un aumento considerable de trastornos de la conducta alimentaria. Además, se dispararon las consultas por guardia y consultorios externos que no siempre se pudieron vehiculizar en un sistema de salud pandémico, vaciado y detenido. Entonces se absorbió la demanda, recargando a los profesionales tanto en el plano presencial como en el virtual.

En este éxodo del microsistema, de los tres psiquiatras de internación sólo quedó una médica para todo Salud Mental e interconsulta de sala. “Voy a empezar a equivocarme”, me dijo una mañana mientras tomábamos coraje para arrancar el rondín.

Nuestro romance no acabó, pero no puedo ya seguir

Julieta fue residente de musicoterapia y quiso concursar el único cargo de planta de su disciplina. “Mis expectativas cayeron al momento del nombramiento, fue como simbólico. Esto de “ser de planta”, de echar raíces. Y me pregunté ¿y si yo no quiero esto para toda mi vida? ¿Tengo que trabajar acá hasta el día de mi jubilación?”. A diferencia de las jubiladas de la época de Lucre, a Julieta se le vino el pánico de convertirse en potus. Superado el primer impacto, descubrió “hermosos compañeros y compañeras” con quienes llevó adelante el tiempo y el trabajo mientras estuvo allí.

“La clínica es muy compleja y el sistema te come vivo, siempre estás con la urgencia y no tenemos tiempo de sentarnos a pensar, a formarnos, a supervisar. Lo mismo compatibilizar con la maternidad. Y en mi caso además se sumaba que viajaba mucho y también era un gasto.”

En el año 2022, Julieta se pidió una licencia sin goce de sueldo. “Me voy a España”, nos dijo, “porque a mi pareja le salió una oportunidad laboral”. A muchos, como a ella, la pandemia les resignificó y aceleró procesos de decisiones postergadas. Es ahora que somos jóvenes con hijos chicos. Es ahora ¿sino cuándo?

Salarios depreciados, pésimas condiciones laborales en la clínica salvaje de este universo. Y, sin embargo, cuando se les pregunta a Virginia, a Valeria y a Julieta, todas coinciden que extrañan algo de esa “papa institucional”: el cruce en los pasillos, el café a las apuradas, de estar, aún, con otros y otras que atan los alambres de la clínica con lo que queda de deseo.

“Invierno, 2022. El hospital es mi casa, la amo profundamente, pero a partir de la guerra, cuento los días que me faltan para dejar de estar tan enfrente de las balas.” Lucre.

Attaque 77 - Éxodo Ska

https://www.youtube.com/watch?v=Ye57XmxwUcY

 

 

Laura Ormando
Psicóloga
lauromando [at] hotmail.com.ar

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Articulo publicado en
Agosto / 2022

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