“Invierno, 1990. Llegué a un lugar viejo, techos altos, pisos de cerámica y atravesé esas escaleras que me llevaban no sé adónde. Me dijeron que me contactara con la Lic. X para formar parte de algún equipo. La Lic. X me explicó cómo funcionaba esa área del hospital, fría y precaria. Yo tenía 25 años y ese fue mi primer día en el Servicio de Salud Mental.”
La que escribe desde la voz ronca y cansada es Lucre, psicóloga del equipo de escolares y uno de los últimos bastiones de la memoria institucional. Le faltan dos años, tres meses y cuatro días para jubilarse, pero el día de entrada al hospital le quedó como una marca, oscura y fundante. Un hito en su vida que espera cerrar pronto. HARTA, es la palabra que suele usar cada vez que le pregunto cómo está. Harta de todo esto, espero no morirme antes.
Situemos coordenadas: hospital público pediátrico de CABA. El nombre real poco importa. Formas de nominación coloquiales de pasillo: “picadora de carne” o “exprimidora”