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Trocitos de Primavera

 
Memorias para el Futuro 24

Publicado en Clepios, una revista de residentes de Salud Mental, Número 36, Marzo 2005.

El tiempo es veloz. Los encuentros producen más allá de lo individual.
Estas líneas introducen a dos trabajos que desentierran historias desaparecidas de la última dictadura. Estos se presentaron conjuntamente la X Jornadas Metropolitanas de Residentes de Salud Mental el 24 de noviembre de 2004 en una mesa de trabajos libres que tuve el honor de coordinar. La cuidadosa preparación de los autores y del evento llevó a que se convirtiera en un acontecimiento para todos los presentes allí.
Y esto tiene sus motivos.
Los dos trabajos abordan los efectos presentes de la dictadura a partir de un lugar particular: el cementerio de San Vicente en Córdoba. Allí se encuentra la fosa común más grande de la Argentina que nos dejó la última dictadura.
Federico Pavlovsky e Ivanna Druetta en “El horror está enterrado en San Vicente” dan cuenta de un viaje personal que comienza en el desconocimiento y atraviesa los campos del terror para llegar al final doloroso y necesario. Un viaje que termina siendo de todos.
Mercedes Corral y María Molas y Molas “Después de 27 años, Jorge empieza a hablar” realizan un trabajo de campo con Jorge, alguien que en su adolescencia era cuidador de autos en ese lugar, siendo testigo del terror. Esto les permite avanzar en conceptualizar los efectos de la desaparición de los cuerpos, de la palabra y de la memoria en la subjetividad.
En ambos trabajos aparece el poder que tiene la aparición de lo silenciado. Este efecto se plasma en los autores, en la lectura y estuvo en la presentación pública. Se atraviesa el terror de la mano de ellos.
Los efectos aún presentes de la última dictadura habitan nuestros cuerpos. Este fue el tema de “Memorias para el futuro 23: El terror y la chispa de la esperanza” (recomiendo su lectura para poder encuadrar estas líneas y la importancia de los textos que siguen a continuación). Allí sostenía que había tres efectos aún vigentes: el terror, la fragmentación y el vacío. Frente al terror proponía enfrentarlo colectivamente; frente al vacío de la desaparición, la memoria; y frente a la fragmentación, los encuentros. Sin embargo, estas ideas quedaban como una propuesta algo vacía. Alguna persona luego de leerlo me dijo: “otra vez con la dictadura… ¿para qué seguir recordando? Suena a un mandato superyoico ¿por qué no mirar al futuro en vez de mirar al pasado?”
Sin embargo, mi encuentro con estos autores y sus textos, lo que produjeron, me dieron una respuesta.
Si hay un efecto en la producción y su transmisión es la secuencia del horror, alivio y luego la “chispa de la esperanza” de la cual hablaba Walter Benjamín. No es una coincidencia que estos trabajos se hayan presentado casi simultáneamente con Encuentro Nacional de Residentes y otros profesionales en formación en Salud Mental. Tampoco que algunos de sus autores hayan sido organizadores de dicho evento en el que se rompió con la fragmentación, el terror y el vacío con un “encuentro”. Por eso creo que las chispas de la esperanza que atravesaron el encuentro nacional no son independientes del trabajo de (re)construcción de la memoria. Al contrario, ambos se producen y se potencian.
La memoria pasional siempre mira al futuro. Siempre es colectiva. No es la del mandato superyoico que nos obliga a recordar porque tenemos que hacerlo. La deseamos, la necesitamos y la encaramos para ir hacia adelante. Nos brinda la potencia de sentir una genealogía, un linaje y una tradición que nos precede y nos brinda su fuerza, produciendo una memoria que nos atraviesa los huesos y nos lleva a un viaje del cual jamás volvemos al mismo lugar. Porque finalmente se convierte en nuestra identidad. Nuestra memoria y nuestros proyectos, que nunca serán solitarios, sino solidarios, con la pasión y la potencia que producen.
Los poetas se nos adelantan. Siempre. Para concluir vuelvo en el tiempo hacia un pasado que sugirió un futuro. Las palabras que siguen indican los frutos de atravesar el terror. Fueron escritos por un joven Fito Páez en julio del ’82, en medio de una dictadura que desaparecía cuerpos y había sido derrotada en Malvinas. La canción se titulaba “Tiempos Difíciles”. Lo siguen siendo. Pero algo diferente sucede.
Los sepultureros trabajaron mal
los profanadores se olvidaron que la carne se entierra
y no produce, pero hay ramificaciones, que están
vivas y es peor, están alertas.
Brindo por ellas, canto por ellas,
los cementerios de esta ciudad se iluminarán
de infiernos para vengar las almas en cuestión
y llegarán trocitos de primavera
luego vendrán veranos para el que quiera

 
Articulo publicado en
Marzo / 2005