Avatar: “la simulación hechicera” de la técnica | Topía

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Avatar: “la simulación hechicera” de la técnica

 

A propósito de Avatar, la cuestión de la ciencia ficción

 

En el ensayo Los mundos de la ciencia ficción, Umberto Eco nos advierte que a menudo se sienta la tentación de adscribir a la S.F. (science fiction), géneros diversos, con tal de que hablen de mundos futuros, o de algún espacio ultraterrestre. En este sentido, la s.f. no sería sino una especie de “remake” moderna de los antiguos textos de aventuras o de caballería, donde las sofisticadas naves espaciales, los “científicos locos”, los militares sanguinarios e inescrupulosos, y los “raros” y amenazantes extraterrestres, reemplazan a los misteriosos castillos, a los brujos y a los legendarios dragones.

Desde los orígenes de la literatura y el cine, se ha ido constituyendo, frente a una mirada “realista” (ordinaria, natural, verídica y verificable) enmarcada dentro de lo real; otra que construye mundos paralelos y posibles (extra-ordinarios, sobre-naturales, ambiguos y verosímiles) cuyo objetivo es ampliar los límites de lo real, y tratar de abarcar la ilimitada y rica realidad. De ahí que una de las aproximaciones más inequívocas que podemos encontrar dentro del complejo y confuso corpus que constituye la s.f. (relatos, cuentos, novelas, films, ensayos, etc.) sea: lo que ya existe es superado por lo que aún no existe. Incluso podemos afirmar que en la s.f., lo posible supera a lo real. Siempre y cuando ésta sea verosímil, o sea, aquello que se parece a lo verdadero sin serlo todavía. Algo así como la apariencia de lo verdadero, que es instrumentalizado como coartada de lo real. Imponiendo una fuerte impresión de veracidad. Recordemos, y de ahí la masificación del género, que de todas las artes, el cine es el más “técnico”, “mentiroso” y “artificial”. Pero que, paradojalmente -y en eso radica uno de sus poderes mayores- es percibido y aceptado por los espectadores, como el más “natural” de todos. Siendo el mito, el factor que potencia lo verosímil, convirtiendo lo “imposible” en creíble y coherente.

Por lo general, y Avatar no escapa a esta ley, los milagros de la religión, la magia o las fuerzas ocultas de la naturaleza entran en tensión y conflicto, o son sustituidas por la ciencia, utilizando la tecnología (efectos especiales en el caso específico del cine) como pretexto de la fantasía.

Tampoco podemos obviar su dependencia directa de la literatura fantástica, y de su basamento e impulsor: El Romanticismo.

En síntesis: un film, una obra de s.f. es ante todo, una narración que trata acerca de una situación que no podría presentarse tal cual en el mundo que conocemos, pero cuya existencia se encuentra en potencia, y se funda en una conjetura. Casi toda la s.f. es una conjetura, que en el fondo, suele ser una advertencia sobre el porvenir. Un intento desesperado de recuperación de lo que Aristóteles llamaba phronesis ( cierta prudencia y equilibrio) frente a la hybris (exceso, desmadre, descontrol y catástrofe) de la expansión ilimitada e irreflexiva de la producción, que hizo de la economía no un medio, sino el fin de la vida humana. Lo que muestra mucha de la s.f. seria, es que la tecnoburocracia actual (económica y científica) es estructuralmente incapaz de poseer esa “prudencia”, pues sólo existe y es impulsada por la “locura” de la expansión ilimitada del dominio capitalista. Sistema esencialmente destructivo, que no sólo destruye y hace cada vez más inhabitable la tierra, sino que ahora se propone también, la destrucción sistemática de otros planetas. La pregunta a “futuro” a partir del presente, que suele hacer la s.f. no es si hay necesidades para satisfacer, sino si tal o cual aventura y logro técnico son posibles. Si lo son, serán realizados y luego se fabricará la necesidad de consumo correspondiente. Los daños colaterales e irreparables, imprudentemente no se tomarán en cuenta.

En cuanto al carácter “profético”, anticipatorio de la s.f., no olvidemos que, a lo largo de su historia, el cine se convirtió en una de las mayores referencias culturales para el público en general. O sea se ha transformado en un fenómeno sociológico, que pareciera responder a la pregunta: ¿lo real copia al cine? Por ejemplo, después de los atentados a las torres gemelas del 11-S, al ver las imágenes proyectadas por la TV, se tenía la impresión de que todo aquello ya se había visto en los gigantes escenarios del cine de s.f. o de “catástrofes”. Incluso en un film como Estado de sitio (The Siege, en el original, 1998), de Edward Zwick. Un millonario saudí tramaba un ataque en Nueva York. Y en Decisión crítica (Executive Decision, 1996) de Stuart Baird, unos terroristas islámicos desvían un avión a Washington con explosivos a bordo. O el sujeto que atentó contra Ronald Reagan, que confesó haberse inspirado en el personaje Travis-De Niro del film Taxi Driver(1976)  de Martin Scorsese. O cómo La Guerra de las Galaxias (1977) de George Lucas, a la cual Avatar le debe muchísimo, había orientado la política de Reagan, y el culto a las armas. Esperemos que esta cuestión “profética”, no se cumpla con Avatar (cuya acción transcurre en el año 2154 en la lejana luna Pandora),ya que en un pasaje de la misma el “malo” del film, el militar despiadado que dirige la operación, hace referencia a cómo destruyeron los recursos naturales de Venezuela, y cómo “los pasamos por arriba”…. O a las alusiones más que directas a Irak, Afganistán e Irán.

Como podemos observar, el cine de s.f. es un arte más que problemático, siendo sus elementos constitutivos: el mito, lo verosímil y la ciencia. Y sus temáticas emblemáticas, a grandes rasgos, y repetidas sin variaciones significativas (salvo pocas excepciones como Metrópolis - 2001, Odisea del espacio - Solaris - Blade Runner - Matrix): las aventuras espaciales – la problemática del doble – la inteligencia artificial – las sociedades del futuro – los viajes en el tiempo.

Ahora bien, y volviendo a Umberto Eco, y a sus mundos de la ciencia ficción,éstos tienen varias líneas ante sí:

 

·         ALOTOPÍA: podemos imaginar que el mundo es realmente diferente de lo que es, o sea, que en él suceden eventos que por lo general no suceden (que los animales hablen, que existan seres diferentes, “anormales”). Se construye pues otro mundo y se da por sentado que es más real que el real.

·         UTOPÍA: podemos imaginar que un mundo posible es paralelo al nuestro, que existe en alguna parte. Y éste se entiende en un sentido proyectivo como representación de una sociedad ideal. Por lo general constituye el modelo de cómo debería ser el mundo real. Aunque la mayoría de los grandes films de s.f., son en realidad antiutopías: mundos de pesadilla, terribles y apocalípticos.

·         UCRONÍA: responde a la pregunta ¿qué habría sucedido si lo que ocurrió hubiera ocurrido de otro modo? Por ejemplo: si no hubieran crucificado a Cristo, o hubieran asesinado a Hitler cuando era un niño. Una especie de viaje en el tiempo. No al futuro sino al pasado. La s.f. se convierte así en historia-ficción.Lo que interesa no es tanto la historia modificada, sino la mecánica de esta modificación.

·         METACRONÍA: por último el mundo posible representa una fase futura del mundo real presente, y, por distinto que sea del mundo real, este mundo “imposible” hoy, es posible precisamente porque las transformaciones que sufre no hacen sino completar tendencias del mundo real. En síntesis, la historia sucede en un mundo anticipado, pero donde lo importante es la reflexión sobre la propia anticipación: la forma de una conjetura formulada a partir de las tendencias (¿autodestructivas?) reales del mundo actual.

 

La otra cuestión a tener en cuenta cuando analizamos los films de s.f., es la de despejar los prejuicios y malos entendidos que se suelen tener sobre el género, y que limitan o banalizan, en lugar de ampliar y profundizar el mismo. Valgan a propósito algunas observaciones, que entre otras cosas, nos van a ayudar para ubicar a la tan “inflada” y comentada (en realidad publicitada) Avatar de James Cameron, y toda su supuesta y “nueva” (aunque no lo es tal) parafernalia de efectos especiales, que muchos “críticos” promocionan como “la octava maravilla” del mundo cinematográfico, o que la misma ha cambiado radicalmente y para siempre las reglas del cine.

Uno de los mayores prejuicios es el de considerar a los films de s.f., como meros y superficiales entretenimientos de “baja categoría”, en la mayoría de los casos para adolescentes, cuando en realidad son una reflexión y un reflejo del mundo actual. De ahí que podríamos afirmar, que no es un género sobre el futuro, sino sobre el presente. Una especie de “lupa”, que amplía las problemáticas actuales y las pone en una perspectiva futura, una advertencia: “si seguimos haciendo las cosas así, lo más probable es que terminemos como en muchas ficciones de anticipación”. La otra cuestión, es que es el género más paradojal, heterogéneo y complejo a la vez: la s.f. combina algo tan dispar como la “sólida” ciencia y la inefable fantasía. Además de ser el género más provisorio: lo que hoy es ciencia ficción mañana puede dejar de serlo. ¿Dónde quedaron El viaje a la Luna,de Julio Verne, Fahrenheit 451 (1966) de Bradbury-Truffaut y la batalla entre los libros y la televisión. O los androides de Blade Runner (1982), de Scott-Dick, superados por la oveja Dolly de los científicos. O incluso la problemática de los vídeos juegos y la realidad virtual, de la primer The Matrix (1999), de los hermanos Wachowski?, por poner sólo algunos ejemplos. Y recordemos, además, que no hay género más político que el de la s.f., ya que la misma trata sobre el poder, el control y la manipulación del estado sobre los individuos, el papel y el dominio ejercido por las mega corporaciones, la lucha de clases, y la resistencia que se arma para sobrevivir. La cuestión de la recuperación de la memoria como identidad arrebatada, frente a las políticas de olvido. El futuro como una pesadilla de la que hay que despertar. Según Ricardo Piglia, estudioso del tema, y guionista del fallido film de Fernando Spiner La sonámbula (1998): “la s.f. sirve para criticar el presente, porque ese mundo futuro se constituye expandiendo un elemento actual. Nosotros tomamos la tensión entre memoria-olvido, un tema de la política argentina de hoy…”.

Se podría afirmar, que casi todos los films serios y no tan serios de la s.f., son hipótesis, a partir de nuestro presente, sobre el Estado del futuro. Incluso, al respecto, podemos encontrar opiniones aún más radicales:

“La mundialización de la economía, el rol hegemónico de la informática, el poder de una economía inmaterial, las nuevas formas de autoritarismo ligadas al control de la comunicación, todos estos temas parecen dejar indiferentes, al menos en Europa, a los escritores de la “gran literatura”… No aparecen salvo excepciones, las estructuras planetarias del sistema, las evoluciones históricas, las mutaciones psicológicas y de comportamiento que el desarrollo tecnológico genera. Los acontecimientos se reducen al conflicto entre algunos individuos movidos por pasiones eternas: odio, venganza, amor, sed de justicia. El “maximalismo” del marco se disuelve en el “minimalismo” del tratamiento…..Sólo la s.f. presenta descripciones realistas (¡sí, realistas!) del mundo en el que vivimos.”1

“La conquista del espacio fue un proyecto de la s.f. que fue usado políticamente por la NASA, porque era parte del imaginario de ese momento.”2

 

Los “Avatares” de AVATAR

 

¿Hay en Avatar cruce de culturas o mera apropiación y conquista, disfrazada de globalización estética y ecología new age?

En realidad, en cuanto a la historia o a la narración, hay poca creatividad y mucho “refrito” de probadas y agotadas recetas. No la aparición de un nuevo horizonte de expectativas, en la historia del cine en general, y en el género de s.f. en particular. Sino más bien una devaluación o agotamiento de ciertos modelos narrativos “clásicos”. Avatar,es en este sentido, un típico film “neobarroco”: esa tendencia actual relacionada con la idea de repetición, reciclaje o recurrencia, ligada a un tipo de seducción muy propia del sistema consumista capitalista. También, en cuanto a la sobrecarga técnica, donde la tiranía de los efectos especiales -el aspecto más exterior de un film- son verdaderas “prótesis” que sustituyen los agujeros de una buena narración. Monopolizan y reducen la casi nula originalidad del relato, a una superficial y previsible historia “tipo Walt Disney”.

Si nos referimos a la estructura, en Avatar,se invierte por completo la ecuación que hizo grande y respetable a muchos films de s.f., que todavía hoy tienen vigencia y nos siguen asombrando: los efectos especiales, “y la cuestión técnica” al servicio de la narración, y no la historia al servicio de la técnica, como es el caso de Avatar.En Solaris, Fahrenheit 451,o en Blade Runner,no hay vacíos que rellenar, porque hay un sólido, contundente y gran relato que narrar en imágenes. Y básicamente un autor, un sujeto creador autónomo. Incluso, y como nos obligó a recordar Jorge Carnevale en una de sus últimas columnas, en lo que se refiere a la novedad de los supuestos “efectos de última generación”, estos no son tal: “En los años 50, frente al avance de la televisión, que le restaba público al cine, aparecieron las primeras películas en 3D. Había que calzarse unos incómodos anteojitos bicolores para ver cómo los leones se nos venían encima en “Bwana Devil”… Detrás llegó el Cinerama… y en seguida, las cintas en CinemaScope… Por un tiempo, el cine fue, apenas, un parque de diversiones suntuosas”. Los grandes directores de la historia del cine, no necesitaron de esos “efectos” para crear su arte y vencer al paso del tiempo. Esos mismos directores que nos enseñaron, que en arte, a diferencia que en la ciencia y la técnica, no hay progreso. Y que a veces “lo nuevo” en arte, es lo que se ha olvidado. 

Desde esta perspectiva, Avatar es un film “obsceno”, donde el despliegue técnico dilata el espacio creativo, y viene a llenar el vacío narrativo que antes ocupaban los grandes relatos cinematográficos. Una de sus consecuencias finales es la desmesura. Un producto maniqueo, lleno de lugares comunes, como la de la utópica vuelta al mito del “buen salvaje”, y del “paraíso perdido”. Y cuyo final abre las puertas a futuras “Avatares”. Un film pensado en torno a los efectos especiales, y a la lógica propia del capitalismo (aunque presentada bajo el disfraz ecologista, como una superficial e infantil parábola antibélica y antiimperialista. Demasiado forzada para ser efectiva) y de su asegurado éxito de taquilla. Que a valores absolutos, recaudó una cantidad también obscena de dólares, jamás alcanzada en la historia del cine: más de 2500 millones en todo el mundo. Un negocio impresionante, ya que el presupuesto oficial fue de 237 millones de dólares, aunque algunas estimaciones lo ubican entre los 280 y los 310 millones, más otros 150 millones dedicados sólo al marketing.Quizás sólo por estos datos, la “inédita” Avatar será recordada en la historia del cine. Otros datos importantes a tener en cuenta, publicados por el Diario El País de España (6.3.10), revelarían la intensión del film, más económica que artística, y el papel que jugaría el mismo dentro de este “nuevo” sistema de expansión capitalista: “La locomotora del cambio ha sido, cómo no, Avatar. El taquillero film de James Cameron ha provocado una avalancha de reconversiones de salas ya que para tener la tecnología 3D necesitaban dar el paso al digital. En 2009 ha habido un incremento del 84% de digitalización respecto a 2008. En una década casi todas serán digitales, aunque algunos países llegaran antes a esta meta. Como EE.UU., que empezó antes y lleva ventaja no sólo en la exhibición sino también en la producción y la distribución de films con esta tecnología.

El problema es que si nos equipamos digitalmente, la oferta europea escaseará y corremos el riesgo de que no podremos cumplir nuestro objetivo y el cine europeo quede marginado. Corre peligro el cine europeo, pero también muchas salas pequeñas que no tendrán la capacidad económica de acometer la inversión. Se calcula que entre 6000 y 14000 salas podrían desaparecer si no dan el salto digital…No se trata sólo de comprar máquinas, es un radical cambio en el modelo de negocio y en el sistema de exhibición... Los que más sufrirán serán los cines de las zonas rurales, de las ciudades pequeñas y las salas independientes de las grandes ciudades... La reconversión, supone un gasto de entre 100.000 y 120.000 euros por pantalla, y esto tanto vale para los grandes multicines como para el pequeño cine de pueblo... La digitalización permite el ahorro en la distribución, pero grava a los exhibidores por lo que se creó un sistema privado de ayudas de unos a otros, que gestionan intermediarios, al que no tienen acceso todas las salas.” Anotemos también, que Avatar es la “punta de lanza”, al usar y promocionar la “nueva” versión de la tecnología de 3D llamada Real D, y en promocionarse con un trailer interactivo desarrollado en Adobe Air. Cabe destacar el éxito del trailer del film que, según los medios digitales especializados, barrió con todos los récords superando los 4 millones de descargas en su primer día online, y siendo el más descargado de la historia de sitios web.

Y en eso consiste la “simulación hechicera” de la técnica en Avatar, ofrecernos un mundo “mágico”, lleno de simulados matices, donde se confunde matiz con brillo superficial, y creatividad con “variada” repetición de lo mismo. Aquí no interesa cómo se cuenta una historia, sino hasta dónde se puede hechizar al público con más eficaces efectos especiales. Un film que totemiza (al igual que “El árbol de las almas” de los na´vi, con sus milagrosas semillas, que esconde en sus raíces una inmensa veta de mineral super cotizado y codiciado por los terrestres) las imágenes a partir de un despliegue tecnológico que convierte a los efectos especiales en un fin en sí mismo y no en una mera herramienta al servicio del relato. De ahí la omnipresencia y la obscenidad “pornográfica” de los mismos, que terminan transformando al espectador en cuanto sujeto activo, en un pasivo consumidor. Esta fascinación por las imágenes de Avatar se encuentra ligada a un tipo de seducción que constituye, por un lado, una reafirmación de las apariencias, y pertenece por lo tanto al “juego del artificio”; pero, simultáneamente, representa la estrategia esencial de este juego de superficie. En suma, y como nos termina mostrandoal mismo tiempo, Avatar: la consagración del acto criminal y destructivo de la conquista del imperio, y por otro lado la culpa y la acusación. Que como en otras producciones (Danza con lobos, dirigida y actuada por Kevin Costner, o Pocahontas de la factoría de Walt Disney) a las cuales, a nivel de anécdota narrativa, Avatar les debe mucho. El héroe -en este caso un discapacitado- que pertenece al mismo sistema, es el que inicia la resistencia, se convierte en el líder revolucionario, desplaza al guerrero que sigue en línea sucesoria, y además se queda con la chica de la tribu conquistada y destruida. Como si estas culturas nativas, inferiores en tecnología bélica, pero ricas en misticismo naturalista, fueran minusválidas e incapaces por sí mismas, y necesitaran para su supervivencia, de parte del propio sistema que los conquista. No importa que esa empresa común haya sido sinónimo de destrucción y crimen. En este esquema “engañoso” del cual no escapa Avatar,sino que fomenta, los “otros” (indios, negros, musulmanes o extraterrestres) no cuentan como sujetos, sino como objetos de la historia. Hay una suerte de rapacidad en este esquema fílmico de “cordialidad excesiva” por parte del sistema. Apropiación y desfiguración, más que traducción de esas “otras” culturas. La misma barbarie y arrogancia que la del conquistador romano. En realidad no hay diálogo ni yuxtaposición de culturas en Avatar, sino dos monólogos. Ambos proclaman un “universalismo”, pero que en el fondo es un “norteamericanismo”.

 

Héctor J. Freire

Escritor y Crítico de Arte

hector.freire [at] topia.com.ar

 

 

Notas

 

1 Evangelisti, Valerio, Le Monde Diplomatique/El Dipló, Agosto 2000.

2 Capanna, Pablo, Suplemento Ñ (Clarín), 2.2.2008.

 

 

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Articulo publicado en
Abril / 2010