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Nuevas Técnicas Reproductivas: milagros y techné fin del milenio

 

Los actuales referentes de la maternidad y de la paternidad nos conducen a las Nuevas Técnicas Reproductivas1 cuyos desafíos, que convierten en padres y madres a quienes no podían concebir, iluminan la marcación previa que los mitos –en tanto Referencia original y absoluta– aportaron al enlace entre gametos. Esta Referencia es la que se reconoce como fundadora de los orígenes míticos de la historia de la civilización y resguarda en sí los mitos que las culturas construyeron para explicar o enmascarar anhelos y deseos de nuestros ancestros2.
Los mitos montaron escenas que el arte convirtió en iconos reconocibles y persistentes como la Anunciación a María3 protagonizada por el Arcángel que Yahave le enviara a la virgen para anticiparle la concepción de un hijo divino mediante la famosa salutación: “Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo”. Ella respondió: “¿Cómo podrá suceder si no conozco varón?” (Lucas 1,34). Entonces el Arcángel Gabriel: “El Espíritu Santo bajará sobre ti y te cubrirá con la fuerza del Señor; el que va a nacer se llamará Jesús, Hijo de Dios”. También le anunció que su prima Isabel, estéril, había concebido por el mismo poder. María respondió con el fiat inolvidable: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según su palabra”.
Varios días después María se encontró con Isabel, grávida de seis meses; desde su vientre el niño sin nacer habría gritado: “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”, saludando a su primo fetal.
Mediante la intervención del Arcángel Gabriel, María virgen e Isabel casada concibieron por designio divino. Previamente y según el Libro del apóstol Santiago, Ana, la madre de María también estéril la habría concebido según el mismo modelo4.
Dios-Padre utilizó el milagro como herramienta para que concibieran y de este modo produjo un desorden en la Naturaleza, porque dos de ellas eran mujeres añosas y la otra, virgen. Los hijos que nacieron fueron el producto de esa intervención de la terceridad dando lugar a la aparición de una criatura que se caracterizó por haber nacido de acuerdo con lo esperado, a pesar del “desorden” de su origen milagrero.
Existe semejanza entre los milagros que transformaron el cuerpo de estas mujeres y las expresiones de las mujeres que tratadas con métodos de estimulación ovárica logran gestar: “¡Es un milagro!” afirman.
Si bien las semejanzas no confirman ni verifican, alcanzan para una hermenéutica de lo verosímil: tanto Juan no-viable saludando desde el recinto uterino a la madre de Jesús, cuanto los Reyes Magos, llegados para adorar al Niño, tienen un notable parecido con las felicitaciones con que se saluda a la mujer en un clima acotado por lo extraordinario, y con el público que se convoca alrededor de las pantallas de tv cuando un matrimonio muestra un bebe –o varios– productos de un quasi milagro de la ciencia.
En cuanto a los hijos que se hacen mediante la techné veamos la historia de Pandora: los antiguos griegos crearon este mito que se refiere a la construcción de un ser humano desde una perspectiva semejante a la creación de Adán y Lilith. También introduce una terceridad divina (Zeus) que construirá con barro a Pandora quien, según la Teogonía de Hesíodo, no fue engendrada sino hecha aplicando una techné distante de la Naturaleza. Con lo cual también se introdujo un desorden en el orden de las genealogías que los griegos presocráticos propusieron.
Al diferenciarse Pandora del resto de los dioses y de los humanos concebidos mediante la relación sexual, y al mismo tiempo haber desencadenado las desdichas contra los mortales, la techné quedó automáticamente asociada al mal y a la ajenidad respecto de la dimensión divina que los dioses representaban. Posición que coincide con la visión, estimo que destemplada de quienes pronostican sólo catástrofes relacionadas con la aplicación de NTR, particularmente las heterólogas.

 

¿Por qué dedicarle espacio a estos mitos?
Pandora simboliza la calidad de no-ser-como-los-demás, debido a su origen. Como efecto de dicho extrañamiento y ajenidad en el origen su vientre adquirirá característica de caja con calidad de materia que contendrá a los hijos “gestados por el padre” según la creencia de los griegos aristotélicos. Aristóteles sostuvo que es necesario disponer de determinada materia si se quiere que una casa pueda subsistir. La materia no es una presencia accidental en la génesis de algo pero aunque bella y necesaria mantiene su defecto fundamental, su no-ser y su déficit de logos. Las mujeres, cajas-cosas-materia, sólo podrían desear hijos ya que gracias a su nacimiento lograrán suturar lo faltante de sí. S.Campese5 aporta la expresión madre materia en cuya “amorosa tolerancia lleva dentro de sí aquello que es intrínsecamente malo, el no-ser, extraño a la lógica selectiva del juicio de valor”.
La producción ideativa de este mito apunta a una criatura producto de la techné que a su vez producirá artificialidades o constructos técnicos como efecto de su condición de no-ser, por haber sido construida técnicamente y no concebida por una pareja. (“¿Qué sucederá con los hijos de fecundación heteróloga?”) El mitema condensa dos niveles de análisis: Pandora como cosa no-buena por una parte, y sus productos por otra.
La terceridad a cargo de Zeus produjo a Pandora, capaz de contener los hijos gestados por el varón, así como Yahave creó a Adán y a Eva ejerciendo ese orden de terceridad patriarcal. Yahave –después de haber distribuido milagros fertilizantes por el Antiguo Testamento (Sara, Raquel y otras)– repitió su estilo introduciendo otro nivel de terceridad: ya no crea personas con barro, sino que facilita la concepción de criaturas desde el vientre de la mujer y como consecuencia del coito; excepción hecha de María.
Cualquier persona educada en la religión judía o cristiana encontrará razones suficientes para festejar el éxito de las NTR que verifican –desde la órbita de la ciencia– la aparición del milagro que impregna los imaginarios sociales : la concepción imposible, ahora deja de serlo.

 

Lo que fué hecho pero no concebido: lo agámico6 y la techné
La resonancia del mito con el tema que nos ocupa es notable: el vientre de la mujer que concibe mediante donantes anónimos, recurre a una técnica que le permitirá gestar. O sea, se traslada desde su ser mujer que tiene un vientre infecundo o un compañero estéril, a la mujer que devendrá madre mediante la techné. La unión madre-hijo, que será primero gestante-embrión o gestante-feto, pasará por los tramites que la técnica reclama y que regula quien ocupa el lugar del saber y del poder: los médicos.
Los embriones creados in vitro formarán parte de la categoría de aquello que inicialmente es apropiado por la técnica (óvulo-espermatozoide) para ser tramitado por ella y devuelto como constructo de dicha técnica.
Los embriones que resultan de las fertilizaciones obtenidas en laboratorios forman parte de aquello que fue hecho y no concebido. Lo cual abre el capítulo de las genealogías cuando se introduce no solamente una genética ajena a lo familiar, sino una técnica que interrumpe la genealogía en tanto la concepción se produce sin coito. De lo que resulta que la transmisión genética incorpora la categoría de lo agámico que significa sin relación con su opuesto. Se refiere a aquello que carece de diferencia sexual o es carente de órganos sexuales. Agámico es una expresión que se utiliza en textos especializados y proviene del griego gam (gamos), casamiento, acompañado por el prefijo a (sin); de allí una segunda acepción como soltero, que implica suelto, sin ataduras. Adán y Pandora serían dos representantes agámicos. Etimológicamente estamos en la antítesis de lo que se busca lograr mediante las NTR.
Porque si bien las parejas mantienen sus relaciones coitales, estas no están destinadas a cristalizarse en una concepción, que en caso de producirse vía techné se inscribirá en el estatuto de lo agámico, ya que la unión impersonal de las gametas, fragmentos de los sujetos, ausente en ellas la dimensión de la trascendencia, propone otro diseño para la fecundación entre humanos. Las gametas son diferentes sexualmente (y podrían considerarse “opuestas”), lo que les permite generar una sustancia humana: no sería entonces un diseño agámico. Pero en la escena primaria gestante están ausentes el hombre y la mujer, ausentes el deseo sexual y el reproductor de pareja. Es en esta dimensión donde se diseña la concepción que, siendo agámica, producirá un sujeto que forma parte de la fundación de una categoría inaugural: humano, producto de la fusión de lo que siendo diferente (gameta femenina y masculina) no obstante carece de la diferencia que proviene del encuentro hombre-mujer. Dicha fusión se entabla entre dos gametas pero no puede convalidarse que la construcción de un ser humano dependa exclusivamente del encuentro entre gametas. Por lo tanto la diferencia entre ellas sería no-válida para concebir un sujeto en cuyo origen siempre estuvieron los hombres y las mujeres, según nuestra descripción del sujeto. Pero no es asi: ni Adán, ni Lilith, ni Eva, ni Pandora, ni tantos otros tuvieron pareja en su origen. Ellos anticiparon el éxito del sueño masculino: dar vida, inexistente antes de la techné.
La diferencia sexual anatomofisiológica que se pone en juego en estas concepciones gametizadas no alcanza para definir una diferencia sexual reverberante en el deseo, que es la que se soporta en la unión que una pareja implica. Pero así es como sucede.

Terceridades
La terceridad queda representada por quienes manejan la techné: los médicos y los investigadores que crean dichas técnicas, o sea una terceridad con múltiplos y polivalencias. No sugiero que la terceridad simbólica se incluya en el programa genético de la criatura por nacer, pero sí podría estar dada por el fantasma que el o la donante anónima significa para los padres de la criatura.
Con frecuencia encontramos los fracasos reiterados de la implantación de embriones con donantes NN. La dotación cromosómica del donante puede convertirse en “lo rechazado” debido al rechazo inmunológico proveniente de los genes de las mujeres “en desacuerdo” con la inclusión de otros genes extraños al deseo sexual de dicha mujer7.
Nos encontramos con una concepción de índole agámica que se impone mediante técnicas de laboratorio. Y por otra parte, con la terceridad como una aparición concreta en la implementación de estas técnicas, terceridad que responde al consentimiento de las mujeres que la incluyen en su descendencia simbólicamente y al mismo tiempo en acto cuando afirman: “Podría decir que este bebe también es hijo de mi médico”.
O sea, las mujeres excluyen el deseo hacia su marido durante las maniobras que intentan la práctica de fecundación heteróloga; y consagran la terceridad como productora de milagros a cargo de los cientificos y de los profesionales que la atienden y que les permite gestar un hijo que, a su vez, será en su origen un ser construido por la techné.

Los universales
D. Maldavsky8 propone un ordenamiento epistemológico acerca de la aplicación del concepto de universales en psicoanálisis, un pasaje a un nivel general donde se ubican las reflexiones psicopatológicas y las referidas a la constitución del aparato psíquico, a las que se añade en un nivel particular la complejización como consecuencia del trabajo de ligazón impuesto al psiquismo por las pulsiones. Momentos que, a su vez, reclaman mayores precisiones en cada caso particular, como podría suceder, por ejemplo, ante la eventual aparición del fantasma.
Si se desatienden estos niveles de análisis es posible que pretendamos teorizar la escena primaria a partir de las experiencias concretas de cada historia en la cual un médico intermedia introduciendo el esperma de otro varón en el cuerpo de la madre en ciernes. En esta escena no contamos con madre y padre en coito ni compartiendo vínculo de placer sino una mano (del médico) que transporta la techné intentando construir un ser vivo dentro del cuerpo de una mujer (ajena) que ocupará el lugar de hijo (para ella). Todo hijo nacido en estas condiciones será “construído en otra parte”, ajeno a la escena primaria fecundante cuyo origen filogenético puede quedar en suspenso y en espera de soportes individuales, porque a partir de las NTR no es necesaria para concebir un hijo. Dada la existencia de estos hijos, el deseo de los padres respecto de ellos buscará enlaces que legitimen la circulación de estas elecciones que hombres y mujeres realicen en pos de su descendencia y de su trascendencia, más allá de la verificación cromosómica del origen.
La singularidad de cada chico resolverá cómo tramitar su relación con la escena primaria, pero los imaginarios sociales le proveerán los actuales referentes de la maternidad y la paternidad asociados a las NTR.
Los mitos arcaicos transparentaron la intención que transportaba la Referencia fundadora: regulada por la techné y manipulada por el Padre, los hombres resultaban únicos responsables por el origen. Actualmente se produjo un giro fundacional, merced a la aplicación de algunas de las NTR: el padre del origen genealógico y cromosómico puede ser otro varón ajeno al deseo y al conocimiento personal de la madre; además, su existencia gametal es reconocida como necesaria también por el compañero de la mujer. Este será el padre que filiará a la criatura que así se produzca, cromosómicamente reproductora de un varón-padre cierto y desconocido. El padre filiador, sabedor de dicha ajenidad, no obstante repetirá la liturgia del relevo generacional, al abandonar su posición como hijo de su padre genealógico y total, para cederlo a ese hijo que es no-propio en el origen. De este modo, estos varones resignifican la causa de la paternidad.
Los actuales imaginarios, asistidos por la permanente información, brindarán soporte a nuevas concepciones de maternidad y paternidad que deberán quedar ceñidos, en cada caso, a lo que suceda entre un adulto y una cría en ciernes; habrá que defenderse del sometimiento a la robotización que podría sobrevenir si para cada circunstancia no se eligiese cuidadosamente qué hijo o que no-hijo habrá de acompañar a los humanos deseantes.

Eva Giberti

Psicoanalista

egiberti [at] interlink.com.ar

 

Notas
1. Las fecundaciones a las que me referiré son heterólogas o bien fecundaciiones in vitro. Estimo que quienes lean no precisan que las discierna en cada caso.
2. Los mitos demandan un análisis acorde con metodologías precisas, yo sólo utilizaré una lectura actual para tensar algunos contenidos de determinados mitos.
3. GIBERTI E., Prólogo al libro De la cigueña a la probeta, de S. SOMMER, Planeta, Bs. As., 1994.
4. CARTER J. (rrecopilador), Evangelios apócripos, Ed. Sirio, Málaga, 1998.
5. CAMPESE S., MANULI P., SISSA G., Madremateria, Boringhieri, Torino, 1983.
6. Desarrollo el concepto de agámico en el libro en preparación que junto con Gloria Barros y Carlos Pachuck dedicamos al análisis de algunas problemáticas provistas por la NTR.
7. La relación psicoanálisis-inmunología abrío nuevos ámbitos de reflexión, solamente lo menciono. No obstante entiendo que constituye un anclaje fundamental para el análisis de las NTR.
8. MALDAVSKY D., Caos atípicos, Amorrortu, Bs.As. 1999.

 
Articulo publicado en
Abril / 2000

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