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Recordar a Freud para pensar la necesidad de “El giro del psicoanálisis”

 
Editorial

Escribir sobre un tema necesariamente lleva a un recorte que implica al autor. Este artículo no es una excepción. En este sentido, al referirnos al 150º aniversario del nacimiento de Freud, queremos señalar algunos aspectos de su vida que consideramos necesarios para la actualidad de una obra que sigue abierta a nuevas interpretaciones y desarrollos.  

Muchos de los que escribieron sobre la biografía de Freud se han dedicado a destacar cómo algo de su pasado lo preparaba para sus descubrimientos. Pero también es necesario reflexionar cómo, al mismo tiempo, su pensamiento da cuenta de una época a la cual se opuso en nombre de esos mismos descubrimientos. Dicho de otra manera, la historia lo hace pero también Freud construye una historia que forma parte de la modernidad.  

 

El Siglo XIX: una época de grandes esperanzas y grandes derrotas

 

Cuando Freud nació el imperio Austro-Húngaro de los Habsburgo tenía una población de treinta y cinco millones de habitantes y seiscientos mil kilómetros cuadrados que se extendían hasta Italia.

Nací el 6 de mayo de 1856 en Freiburg, Moravia, un pequeño poblado de la que hoy es Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, y yo he seguido siendo. Acerca de mi familia paterna creo saber que durante una larga época vivió junto al Rin (Colonia), y en el siglo XIV huyó hacia el este a causa de una persecución a los judíos, y luego, en el curso del siglo XIX, emprendió la emigración de regreso desde Lituania, pasando por Galitzia, hasta instalarse en la Austria alemana .

Los comienzos de la industrialización capitalista, en la primera mitad del siglo XIX, llevaron a grandes dificultades económicas para la mayoría de la población. Las condiciones de miseria en que vivían los sectores obreros producían continuas insurrecciones. El año 1848 se vio afectado en gran parte de Europa por toda una serie de revoluciones en contra de las monarquías del Antiguo Régimen. Era una época de grandes esperanzas y grandes derrotas. En ese clima de continuas convulsiones sociales el contradictorio Proudhon pronunciaba su célebre frase que se constituyó en el lema de los anarquistas: “la propiedad es un robo”. Los socialistas utópicos de Saint-Simon construían falansterios donde pensaban anticipar una sociedad feliz y más justa. En algunos de ellos se cumplían ceremonias extravagantes como la impuesta por Elefantin que llevaba a los residentes, entre otros ritos, al uso de un chaleco abotonado por detrás, que obligaba a un acto de solidaridad cotidiano, al exigir que sus compañeros tuvieran que abrochárselos unos a otros.

Sin embargo, comenzaba a aparecer otra forma de socialismo. En febrero de 1848 la administración de la Sociedad de Educación Obrera con sede en Londres, calle Liverpool 46, entregó a sus clientes un impreso en paquetes individuales. Se trataba de un folleto en alemán que tenía una simple tapa de papel con un recuadro tipográfico cuya ornamentación, según el gusto de la época, semejaba un   rostro humano. Su título: El Manifiesto Comunista ; sus autores: Carlos Marx y Federico Engels. Unos años después Marx publicaba el primer tomo de El Capital .

Las grandes luchas de la clase obrera que tuvo su momento de expresión más alto en 1871, durante los acontecimientos de la Comuna de París, se combinaban con la sensación de un desarrollo científico y técnico que iba a traer mejoras al conjunto de la sociedad. La expresión romántica del progreso fueron los ferrocarriles. Si bien existía un ferrocarril para el transporte del carbón en Francia, en las minas de Saint Germain, recién en 1873 se inauguraba la primera línea de pasajeros entre París y Saint Germain. El pintor e inventor Samuel Morse ya viajaba en tren cuando se colocó un cable a través del Atlántico para despachar el primer telegrama. Charles Darwin que vivía en Dow gozaba de una pequeña y desahogada posición de empleado público, y utilizaba sus horas libres de trabajo en la oficina para estudiar los materiales recogidos durante un viaje científico realizado entre 1831 y 1836. Su libro El origen de las especies apareció publicado en 1859.     

La segunda mitad del siglo XIX estuvo marcada por los continuos descubrimientos que permitían pensar que el mundo sería completamente explicado gracias al conocimiento de las leyes que determinaban el funcionamiento de todos los fenómenos. La ciencia iba a servir para alcanzar la verdad y posibilitar la felicidad de la humanidad.

En este clima social y cultural Freud vivió sus primeros años de vida. Quizás, estas circunstancias lo llevaron en su juventud a tener el deseo de participar en un partido socialista. Rápidamente lo cambió por el estudio de la carrera de medicina influido por la doctrina de Darwin y la lectura del ensayo Die Nature de Goethe. Sin embargo su interés por lo social siempre estuvo presente al extender el psicoanálisis a los problemas de la cultura. Aunque su preocupación no eran las dificultades políticas, económicas y sociales que atravesaban la cultura, sino cómo éstas se inscriben en la subjetividad. Así como la de un sujeto atravesado por sus pulsiones que se constituye en el El malestar de la cultura. Es que el síntoma, para el psicoanálisis, también es de la cultura y su resolución en la clínica encuentra un límite en la organización de la sociedad a la cual pone en cuestionamiento.

La sociedad no se apresurará a concedernos autoridad. No puede menos que ofrecernos resistencia, pues nuestra conducta es crítica de ella; le demostramos que contribuye en mucho a la causación de la neurosis. Así como hacemos del individuo nuestro enemigo descubriéndole lo reprimido en él, la sociedad no puede responder con solicitud simpática al intransigente desnudamiento de sus prejuicios e insuficiencias; puesto que destruimos ilusiones, se nos reprocha poner en peligro los ideales .        

 

Viena el lugar de “Eros constructor de ciudades y la anárquica Afrodita”

 

A los cuatro años Freud se trasladaba a Viena, capital del imperio Austro-Húngaro, donde tendría la influencia de los clásicos alemanes y del pensamiento positivista decimonónico.

La universidad, a la que ingresé en 1873, me deparó al comienzo algunos sensibles desengaños. Sobre todo me dolió la insinuación de que debería sentirme inferior y extranjero por ser judío. Desautoricé lo primero con total decisión. Nunca he concebido que debería avergonzarme por mi linaje o, como se empezaba a decir, mi raza; y renuncié sin lamentarlo mucho a mi nacionalidad que se me rehusaba .

En Viena, Freud sufrió la pobreza, fue humillado por su condición de judío y luego por sus descubrimientos. Allí tenía que desquitarse. Debían pasar muchos años.

Eros construía la ciudad que se manifestaba en las formas de vida, en el vestido, en el arte, en los libros que circulaban a escondidas. Era la Viena donde las mujeres recibían menos de la mitad del salario que los hombres, los emigrantes trataban de salir del gueto y la prostitución formaba parte de la vida diaria. Nunca estuvo el cuerpo femenino tan oculto como a principios del siglo XIX. En las clases acomodadas, las buenas maneras llevaban a que la muchacha evitara contemplarse desnuda, aunque no sea más que en el reflejo del agua del baño, el cual se enturbiaba con un polvo especial. La estimulación erótica de la imagen del cuerpo, exaltada por esta prohibición, obsesionaba a los señores burgueses que acumulaban espejos en los burdeles y los llevaba a instalar puertas con espejos en el armario nupcial. No hay historia clínica de una histérica o una prostituta que no comenzara con la imagen de una pequeña viciosa. El clítoris, instrumento de placer e inútil para la procreación, era rechazado por los médicos. Se consideraba que la masturbación conducía a la senilidad precoz por exceso de derroche de la preciosa semillita. El cuerpo se había vuelto una preocupación obsesiva, por lo tanto había que vigilarlo ante la permanente amenaza del deseo. El desnudo, alejado de la vista, hacía fantasear a mujeres y hombres. Se formaban sociedades sin otra finalidad que contar cuentos y hablar de sexo. Ante esta situación la sumisión a las pulsiones y los impulsos del cuerpo devenían en síntomas que necesitaban respuestas. En este sentido las preguntas que se hacía Freud eran las que la época se negaba a responder. Las encuentra en los sueños, en la vida cotidiana, en los cuerpos cuyos síntomas dibujaban una anatomía que la medicina no podía entender. De allí el rechazo que provocaron sus obras como Tres ensayos de teoría sexual , La interpretación de los sueños , Psicopatología de la vida cotidiana . Es el período en que formulaba uno de los mayores aportes a la teoría: lo inconsciente.

 

“La Muerte es la compañera del Amor; juntas rigen el mundo”

 

Mientras miles de personas presenciaban el desfile de recepción del archiduque Francisco Fernando, un joven serbio de 17 años llamado Princip asesinó al visitante de un certero balazo. Los libros de historia dicen que ese atentado fue la excusa que provocó la Primera Guerra Mundial. La guerra de 1914 marcó el final del siglo XIX.

Las circunstancias sociales y personales lo llevaron a Freud a reflexionar sobre la muerte. Escribe Nuestra actitud ante la muerte cuya primera versión fue leída en una conferencia en la organización judía B´nai B´rith . El psicoanálisis comenzaba a preocuparse por las neurosis traumáticas y otras patologías inherentes a la guerra y una sociedad en crisis. El texto Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica significaba la posibilidad de aplicar el saber psicoanalítico fuera del contexto tradicional del diván y las cinco sesiones semanales.

La muerte se transformaba definitivamente en una pulsión en Más allá del principio de placer . Texto fundamental en la obra freudiana por razones teóricas y por sus implicancias clínicas. Pues, como dice Emilio Rodrigué, hay cuatro tipos de fenómenos que constituyen el abordaje del nuevo territorio inaugurado por el concepto de pulsión de muerte: el primero, las neurosis traumáticas, luego, los efectos de la compulsión de repetición que encontramos en el juego infantil, las neurosis de destino y la neurosis de transferencia.

Dualista de corazón, necesitó reformular su teoría por razones clínicas, teóricas y epistémicas. Los pacientes confirmaban su punto de vista de que el conflicto -la dualidad- se encuentra en el núcleo de la actividad psicológica. El propio concepto de represión

-piedra fundamental de la teoría psicoanalítica- presupone una división de las operaciones mentales. Disyunción básica entre el represor y lo reprimido. El hecho es que, fuera de la triangulación edípica, en la dialéctica freudiana proliferan opuestos tales como

activo-pasivo, masculino-femenino, amor-hambre y ahora, después de la guerra,

vida-muerte. En esta última polaridad, el componente agresivo, bajo la forma de pulsión

de muerte, alcanza su estatuto de pulsión primitiva independiente .

Si en un primer momento la sexualidad adopta la forma de una pulsión fue para sacarla del ámbito exclusivo de la genitalidad y abarcar todas las áreas del sujeto. Este es el mismo desarrollo que hace en relación a la muerte, en tanto ésta, al transformarse en una pulsión no queda ceñida a la muerte real, definitiva, -que por otro lado no es competencia del psicoanálisis- sino que está presente de entrada en todo sujeto.

 

El giro del psicoanálisis

 

Freud muere el 23 de setiembre de 1939 mientras las tropas alemanas que desfilaban en el Tercer Reich anunciaban la inminencia de la Segunda Guerra Mundial. Muchas guerras y conflictos han pasado hasta la actualidad sin todavía saber si el Eros triunfará sobre los efectos destructivos de la pulsión de muerte. Si los humanos podrán organizar una cultura que de cuenta de sus necesidades y sus deseos.

Sin embargo, el psicoanálisis atravesó el siglo XXI. Conservar la herencia de Freud no implica venerarlo. Todo saber debe ser elaborado sin límites incorporando los conocimientos que aporta cada época. En la actualidad los peligros que acechan la originalidad que plantea su práctica no provienen de aquéllos que la critican sino de los que enmascaran esa originalidad en un saber y una práctica ya constituida y no en permanente construcción.

Es así como debemos considerar si, como analistas, estamos situados respecto de la actualidad de nuestra cultura para que las demandas de su malestar se dirijan a nosotros . Para ello es necesario tener en cuenta lo que denominamos “El giro del psicoanálisis” donde el paradigma de la represión sexual, en el que se ha desarrollado nuestra práctica, ha trocado en el predominio del trabajo de la muerte como pulsión .

Los monstruos con que debemos trabajar en nuestros consultorios no son solamente producto de la fantasía o el delirio, sino también de un exceso de realidad. Esta refiere a una subjetividad construida en la fragmentación y vulnerabilidad de las relaciones sociales. Su resultado son patologías donde predomina lo negativo: el vacío, la nada, un destino trágico del pensamiento psíquico y el pasaje al acto.  

Además nos encontramos que la complejidad no deviene solamente de las demandas que aparecen en nuestra práctica, sino también de nuevas perspectivas científicas y culturales. En ellas se destaca el papel constructivo que tiene el desorden, la incertidumbre y la no linealidad. También debemos tener en cuenta las teorías e investigaciones -entre otras cuestiones- ligadas al género y la sexualidad, los desarrollos en neurociencias y psicofármacología y la importancia de la imagen en la construcción de subjetividad. De esta manera se pone en cuestionamiento un saber positivista cuyo pensamiento es determinista, lineal y homogéneo. Sus consecuencias implican la apertura a nuevas potencialidades que son necesarias descubrir en la teoría y en la práctica.

Ante un mundo en crisis donde el poder de las clases dominantes genera una cultura que pone en peligro el tejido social y ecológico, para finalizar, nada mejor que recordar lo que plantaba Freud en Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica :                                

Todas las energías que hoy se dilapidan en la producción de síntomas neuróticos al servicio de un mundo de fantasía aislado de la realidad efectiva contribuirán a reforzar, si es que no se puede utilizar ya mismo esas energías en provecho de la vida, el clamor que demanda aquellas alteraciones de nuestra cultura en que dicernimos la única salvación para las generaciones futuras .

 

Bibliografía

 

AA.VV., Historia de la vida privada. Sociedad burguesa: aspectos concretos de la vida privada , Tomo VIII , Editorial Taurus, Buenos Aires, 1990.

Carpintero, Enrique, “El giro del psicoanálisis”, Suplemento Topía en la clínica .

Freud, Sigmund, Las perspectivas futuras de la terapia psicoanalítica , O.C., Tomo XI, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979.

Freud, Sigmund, Presentación autobiográfica , O.C., Tomo XX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979.

Gay, Peter, La experiencia burguesa. De Victoria a Freud. La educación de los sentidos , Tomo I,   F.C.E., México, 1992.

Heers, Marie-Louise, El mundo contemporáneo (1848-1914) , Editorial Sarpe, Buenos Aires, 1986.

Mannoni, Octave, Freud, el descubrimiento del inconsciente , Editorial Galerna, Buenos Aires, 1970.

Rodrigué, Emilio, Sigmund Freud. El siglo del psicoanálisis , dos tomos, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1996.

Víctor Walther, 1848 , Editorial Claridad, Buenos Aires, 1948.

 
Articulo publicado en
Agosto / 2006

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