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La crueldad del poder en Saverio el Cruel

 
Editorial

Entre los escritores argentinos, Roberto Arlt es el que mejor describió las vicisitudes de los habitantes de nuestra ciudad. La fuerza de su poética urbana se encuentra en la solidez

e intensidad de sus obras, cuyo universo fascinante trasciende la época en que fueron escritas. Una de ellas es Saverio el Cruel, que se estrenó en el teatro del Pueblo en el año 1936. Allí Roberto Arlt muestra algunas cuestiones que hacen a la actualidad de nuestra cultura: los sueños de poder, la manipulación de las creencias, la lógica de la confabulación y la ficción de los hechos.

Las posibles interpretaciones de este texto requieren entender las múltiples problemáticas que lo atraviesan. Solamente nos ceñiremos a una de ellas: la relación de la crueldad con el poder. O, para ser más precisos, cómo la crueldad es un medio para lograr los sueños de un poder totalitario.

UNO

La primera escena transcurre en la habitación de una casa de clase alta. En ella un grupo de jóvenes están organizando una broma a un vendedor de manteca. Su objetivo es burlarse de alguien que consideran un pobre diablo.

Susana: Este año no dirán en la estancia que se aburren. La fiesta tiene todas las proporciones de un espectáculo.

Cuando Saverio aparece en la casa para vender su manteca comienza a representarse la ficción: Susana está loca ya que se cree la reina Bragatiana, que ha sido desplazada de su trono por un coronel. Pedro, uno de sus amigos, se hace pasar por médico y convence a Saverio de que la única alternativa para curarla es seguir las alternativas de su locura. Para ello se hace necesario organizar una comedia donde Susana asistirá a una escena en la que se le corta la cabeza al coronel. Supuestamente la impresión de este hecho será tan terrorífica que la curará de su delirio. Con mucha reticencia Saverio acepta representar al coronel.

Si consultamos el diccionario de María Moliner leemos que define la palabra “crueldad” como el acto de aquel que es “capaz de hacer padecer a otros o de ver que padecen sin conmoverse o con complacencia”. Deriva del latín crudelis (cruel), crudus (crudo, no digerido, indigesto) y crúor (sangre). Es decir, proviene de palabras que nos hablan de la carne despellejada o sangrienta. Para decirlo de otro modo, una cosa presentada en toda su desnudez y, por lo tanto, mostrando una realidad dramática y difícil de elaborar.

Para el psicoanálisis, la crueldad está asociada a la pulsión de muerte. Freud la inscribe en una lógica psicoanalítica donde las pulsiones destructivas devienen de la pulsión de muerte inherente a todo sujeto. Por ello afirma: “En efecto, a los niñitos no les gusta oír que se les mencione la inclinación innata del ser humano al ‘mal’, a la agresión, la destrucción y, con ellas también a la crueldad.” Para continuar: “…la inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma, originaria, del ser humano.”

Esto nos lleva a la necesidad de diferenciar brevemente la agresión, la agresividad y la violencia. Por un lado vamos a encontrar la agresividad y la agresión en toda relación humana donde predomina el amor y la ternura. Por otro lado, aparece la violencia destructiva. En la agresión se pone distancia con el otro preservando el propio narcisismo con un pasaje al acto. En la agresividad hay una protección de uno mismo y por lo tanto del otro en una tensión narcisista. En cambio la violencia implica la destrucción del otro. Esta violencia se transforma en cruel cuando se ejerce para someter, humillar, o incluso matar al otro, ya que éste debe desaparecer como un otro que le devuelve su propio desvalimiento. De esta manera le permite realizar idealizaciones donde el sujeto queda encerrado en su omnipotencia narcisista. Evidentemente esta violencia se pone en juego en el sadismo ya que su objetivo es ser reconocido por su poder sobre el objeto. El sujeto sádico encuentra placer produciendo dolor y sometiendo a la víctima. Por ello su meta es hacer sufrir y dominar al objeto a través de la violencia para obtener un placer que es siempre del orden de lo sexual.

En cuanto al “mal”, la crueldad es uno de sus posibles caminos. Aunque, es necesario reconocer que también se realizan actos crueles en nombre del “bien”. Esto nos lleva a la necesidad de recordar las múltiples determinaciones de este concepto.

DOS

La crueldad de la broma comienza a tomar las características de una situación dramática. En su modesto cuarto de pensión, Saverio vestido de coronel se encuentra con sus sueños de poder. Cuando lo visitan los amigos de Susana se preocupan por la seriedad con que se estaba tomando su papel. Se había comprado una guillotina para mantener su poder.

Pedro: Pero,¿ para qué una guillotina, Saverio?

Saverio: ¡Y cómo quieren gobernar sin cortar cabezas!

Pedro: Pero no es necesario llegar a esos extremos

Saverio: Doctor, usted es de esos ingenuos que aún creen en la ficciones democráticas parlamentarias.

Saverio: Qué gentecilla miserable. Cómo han descubierto la enjundia pequeño-burguesa. No hay nada que hacer, les falta el sentido aristocrático de la carnicería. Pero no importa, mis queridos señores. Organizaremos el terror. Vaya si lo organizaremos.   

En sus sueños, al querer ser como Mussolini o Hitler, se da cuenta del poder que tiene la crueldad: Saverio se había transformado en Saverio el Cruel.

En la presentación a los Estados Generales del Psicoanálisis Jacques Derrida relacionaba la crueldad con la soberanía del Estado. Luego se hacía las siguientes preguntas: ¿Qué quiere decir “cruel”? ¿Disponemos, disponía Freud, de un concepto riguroso de esta crueldad de la que tanto habló, como Nietzsche (se trate de la pulsión de muerte, de agresión o de sadismo, etcétera)? ¿Dónde comienza y dónde termina la crueldad? ¿Una ética, un derecho, una política pueden ponerle fin? ¿Qué tiene el psicoanálisis para decirnos sobre este tema?

Es imposible contestar estas preguntas en este breve artículo editorial. Podemos decir que la palabra “crueldad” desempeña un papel operatorio necesario en el interior de la teoría psicoanalítica, donde Freud la inscribe en las tendencias destructivas producto de la pulsión de muerte. En varios textos habla de las crueldades de la cultura en diferentes momentos de la historia. Esto nos lleva a la responsabilidad de una cultura que puede desplazar sus efectos o, por el contrario, potenciarlos.

Como afirmamos en anteriores artículos, la cultura consistió en un proceso al servicio del Eros que a lo largo de la historia fue uniendo a la humanidad toda. A este desarrollo se opuso -y se opone- como malestar, la pulsión de muerte que actúa en cada sujeto. Es por ello que la cultura crea un espacio-soporte donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales establecen lazos afectivos y simbólicos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Es así como este espacio imaginario se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte. De esta manera, podemos establecer la hipótesis de que el poder es consecuencia de este malestar en la cultura. Por ello las clases hegemónicas que ejercen el poder encuentran su fuente en la fuerza de la pulsión de muerte que, como violencia destructiva y autodestructiva, permite dominar al colectivo social. Ésta queda en el tejido social produciendo efectos que impiden generar una esperanza para transformar las condiciones de vida del conjunto de la población. En este sentido, es importante distinguir un poder que represente los intereses de una minoría de otro en manos de la mayoría de la población que permitirá desplazar los efectos de la pulsión de muerte y, por lo tanto, de la crueldad propia de cada sujeto. Esta situación es producto de condiciones económicas, políticas y sociales. Sin embargo, desde que el mundo es mundo, a excepción de breves períodos históricos y en determinados países, existe una empresa dirigida desde el poder por los sectores dominantes para organizar el sometimiento de los pobres. Este hecho fue ocasionando contradicciones y tensiones que se han resuelto de diferentes maneras en cada momento histórico, ya que es imposible pretender que los seres humanos vivamos según el orden de un hormiguero o un panal. El objetivo es controlar la libertad y la condición pulsional del ser humano. Es decir, dominarnos desde nuestra subjetividad creando una ilusión imposible de ser realizada, cuya consecuencia es el miedo y la angustia ante una realidad que se presenta como catastrófica.

En la actualidad, el capitalismo mundializado no necesita de la guillotina para ejercer el terror. Éste se realiza a través de políticas que generan desocupación, hambre y miseria en amplios sectores de la población. Si esto no es suficiente usan la amenaza de la guerra contra aquellos que se oponen a la dictadura del pensamiento único que debe regir el planeta.

Esto nos lleva a cuestiones sobre la ética, el derecho y la política. Evidentemente -como plantea Derrida- el psicoanálisis no crea una ética, un derecho, o una política. Pero sí permite dar cuenta de la responsabilidad del sujeto en esos dominios. Dicho de otra manera, habla de la responsabilidad del sujeto ante su propia subjetividad, pero también de la responsabilidad de una cultura basada en la fragmentación y la precariedad de las relaciones sociales.

TRES

En el último acto todo está preparado para el gran espectáculo.

Juan: Todo es maravilloso ¿Y saben por qué es maravilloso? Porque en el aire flota algo indefinible. Olor a sangre.

Su presentimiento revela cómo la crueldad empieza a manifestarse con toda su crudeza.

El decorado representa un palacio. Mientras Saverio esta sentado en el trono, las parejas bailan un vals. Cuando llega Susana lo increpa con un largo monólogo por haber usurpado su lugar. Saverio escucha en silencio. Luego de unos minutos se para y le dice que se ha enterado por su hermana Julia que todo es una burla. Los invitados retroceden sorprendidos al ser desnudados en su crueldad. Sin embargo, Susana decide redoblar la apuesta: deja de representar la reina Bragatiana para ser la reina Bragatiana. Es decir, pretende que la representación sea realidad.

Susana: Me agrada tenerlo aquí solo, conmigo. ¿Así que usted se hizo fabricar una guillotina? Eso sí que es bueno. Usted es tan loco como yo. ¿Por qué no me escucha? ¿Quiere que me arrodille ante usted? La princesa loca se arrodilla ante el desdichado hombre pálido. ¿No me escucha, coronel?

Pero Saverio, que sabe sobre el peligro de creerse los sueños de poder, la rechaza.

Saverio: …Cuando ustedes me invitaron a participar en la farsa, como mi naturaleza estaba virgen de sueños espléndidos, la farsa se transformó en mi sensibilidad en una realidad violenta, que hora por hora modificaba la arquitectura de mi vida…Mi drama es haber comprendido, haber comprendido…que no sirvo ni para coronel de una farsa…¿No es horrible esto? El decorado ya no me puede engañar. Yo que soñé ser semejante a un Hitler, a un Mussolini, comprendo que todas estas escenas sólo pueden engañar a un imbécil…

Susana: Su drama consiste en no poder continuar siendo un imbécil.

Saverio: Exacto, exacto… En fin… ya está hecho. No he valorado mi capacidad real para vivir lo irreal.

La realidad es cruel si se la despoja de todo sentido de trascendencia. Si se la vive como imposible de ser cambiada. Esta circunstancia la denomina Clément Rosset como “el principio de realidad suficiente”. El mismo alude a que, por un lado lo más cruel de la realidad no reside en su carácter cruel, sino en el hecho de ser inevitable. Podemos señalar como ejemplo las características efímeras de todas las cosas. Por otro lado, nos indica que cuando al sujeto se lo priva de toda posibilidad de distancia o de recursos con relación a la realidad, esto constituye una fuente de angustia ante la sensación de desvalimiento.

Es este segundo aspecto el que aparece con todo dramatismo en la actualidad de nuestra cultura. Los ricos no sólo viven mejor que los pobres, viven más tiempo. Uno de los datos de la desigualdad es cuánto se vive y cuánto se sobrevive a la enfermedad y el riesgo. La protección de la vida es una tarea de los gobiernos porque la circunstancia de que la gente viva o muera es un hecho político. Si se deja que las condiciones de vida, la enfermedad y la muerte esté en manos de los votos o de la leyes del mercado, las familias pobres se morirían. Ésta es la función de un Estado que represente los intereses de la mayoría de la población. Sin embargo, la lógica del capital desnuda un Estado que no es objetivo, sino que defiende los intereses de los sectores empresarios, al no garantizar las leyes que protejan a los sectores de menores recursos. Su resultado es la exclusión, la desocupación y la pobreza de amplios sectores de la población. En este sentido podemos hablar de un exceso de realidad. Un exceso de realidad que produce monstruos. Un exceso de realidad que anula toda posibilidad de compensar con lo imaginario generando la desesperanza. La sensación de que nada puede ser cambiado. O, lo que es peor, intentar conformarnos con la ilusión de que algo cambie para que, en definitiva, todo siga igual. Por supuesto el poder de los sectores hegemónicos se sostiene afianzando la crueldad de la realidad. Para ello genera una representación en la que éste es el único mundo posible.

CUATRO

Pero Susana necesita que lo irreal sea real para mantener su poder. Por ello trata de convencerlo para que viva con ella su gran sueño.

Susana: Quería conocerlo a través de mi farsa. Era la única forma de medir su posible correspondencia conmigo. Ansiaba conocer al hombre capaz de vivir un gran sueño.

Sin embargo, Saverio la desnuda en toda la dimensión de su crueldad.

Saverio: Usted se confunde. No ha soñado. Ha ridiculizado… Es algo muy distinto eso, creo…

Susana: Saverio no sea cruel.

Saverio: Si hace quince días alguien me hubiera dicho que existía una mujer capaz de urdir semejante trama, me hubiera conceptuado feliz conocerla. Hoy su capacidad de fingimiento se vuelve contra usted. ¿Quién puede sentirse confiado a su lado? Hay un fondo repugnante en usted… Ustedes son la barredura de la vida. Usted y sus amigas. ¿Hay acaso actitud más feroz que esa indiferencia consciente con que se mofan de un pobre diablo?

Susana no puede aceptar que le muestren su crueldad que trata de justificar:

Susana: ¿Que mi procedimiento es ridículo? En toda acción interesan los fines no los medios…

Es decir, la crueldad es un medio que da el poder de someter al otro.

Como afirmamos anteriormente el poder de la cultura hegemónica usa la fuerza de la pulsión de muerte para dominarnos desde nuestro interior. La crueldad está en el sujeto que encuentra una satisfacción narcisista en la desgracia ajena. Es aquí donde la crueldad propia de todas las etapas históricas se combina con una crueldad anónima y fría característica de nuestra época. La indiferencia se justifica en racionalizaciones que sólo sirven para negar la realidad. En este sentido, el poder no se agota en los aparatos del Estado, los grupos económicos, los partidos políticos y las instituciones sociales, sino que abarca también la forma en que se relacionan los sujetos en la sociedad. Esta violencia del dispositivo de dominación tiene diferentes formas en el discurso del poder que actúa sobre la organización de la familia, la sexualidad, el cuerpo, las instituciones, etc. De esta manera cuando la visibilidad del poder se hace invisible es más efectiva la crueldad como instrumento de dominación.

Estas características de nuestra cultura nos llevan a decir que si bien todos los seres humanos tienen una inclinación a la crueldad que la ejercen en muchos actos de su vida, ésta se define por el propósito de destruir o causar dolor al otro. En este sentido el problema consiste en cómo se implica el sujeto no sólo ante su propia crueldad, sino ante la crueldad del otro y, fundamentalmente, ante la crueldad de la cultura dominante. Es en su posición ante los actos crueles donde aparecen responsabilidades diferentes. Es decir, si el sujeto es un espectador pasivo no se implica. Si se implica, los actos crueles dejan de ser irreversibles para poder intentar transformarlos en el plano individual y colectivo. Dicha transformación hace necesaria una política de las pasiones alegres ( el amor, la solidaridad, etc.) que enfrente a las pasiones tristes (el odio, la depresión, etc.). Es decir, una política que afirme la potencia de ser. Una política de la alegría de vivir que no olvide que nunca será más que una resistencia contra la muerte.

CINCO

Si Saverio no se somete a su sueño no queda otra alternativa que matarlo. Susana le dispara dos balazos y mirándolo herido mortalmente le dice:

Susana: Ha sido inútil, coronel, que te disfrazaras de vendedor de manteca.

El sueño debe imponerse ante la crueldad de la realidad. Sus amigos se acercan consternados:

Pedro: Saverio… perdón… no sabíamos.

Juan: Nos ha engañado a todos.

Saverio: (señalando con un dedo a Susana ) No era broma. Ella estaba loca. (Su brazo cae. Los invitados se agrupan en las  puertas ).

Cruel siempre es el otro. Por supuesto, Susana estaba loca. Tenía la locura de un poder totalitario. De un poder sostenido en la representación de la realidad. De un poder que necesita ejercer la humillación, el sometimiento y la amenaza de todos aquellos que desnuden su crueldad.

 

Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero [at] topia.com.ar

 
Articulo publicado en
Agosto / 2003

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