Problematizar el campo de Salud Mental es una cuestión de actualidad. En muchos debates se reduce al cumplimiento de la Ley Nacional de Salud Mental, pero pocas veces se toma en cuenta tanto la historia como lo que se está produciendo en distintos lugares del mundo. Mathieu Bellahsen es un psiquiatra francés, cofundador del grupo Utopsy (clínica y política). Publicó recientemente el libro Salud Mental. Hacia una felicidad bajo control. En el mismo historiza el concepto de Salud Mental para llegar a cómo se ha transformado en el capitalismo actual. Para ello, crea el interesante concepto de “salud-mentalismo” para la conjunción de salud mental y neoliberalismo. Publicamos la introducción de este libro, que fue prologado por Jean Oury, especialmente enviado para nuestra revista.
El concepto de salud mental aparece en una época determinada. Es una construcción que se inserta en el juego de normas del tiempo presente. Ahora bien, se hace de todo para que pensemos a la salud mental como una noción que va de suyo, que es natural tratar social y políticamente.
En su obra La Nouvelle Raison du monde. Essai sur la société néolibérale2, Pierre Dardot y Christian Laval reconstruyen los orígenes y la forma actual del capitalismo a la que denominan neoliberalismo. El neoliberalismo se construye a mediados del siglo XX operando una ruptura respecto del liberalismo clásico. Los autores demuestran en particular, cómo la teoría de Adam Smith acerca de la “mano invisible del mercado”, que se supone regula por sí misma la marcha del mundo capitalista, ya no corresponde al mundo actual. La ruptura del neoliberalismo consiste en crear un marco dentro del cual se supone a los individuos “libres de elegir” entre una cantidad finita de alternativas. Ese marco va a ser compuesto de una serie de normas producidas por las instituciones internacionales y los Estados. Poco a poco, la lógica de mercado, que hasta entonces se aplicaba tradicionalmente a ciertos espacios de la sociedad (el comercio, la industria…) mientras dejaba vacantes los demás (la cultura, la educación, la salud…), va a imponer el principio de la competencia en todos los campos de la vida de los hombres. Esa nueva norma, llamada neoliberal, introduce la competencia en todas partes, hasta en el interior de los Estados y de los individuos. Margaret Thatcher revela claramente el método, que debe atravesar las almas, la individualidad de los actores: “Economics are the method. The object is to change the soul.”3 Crear una nueva relación del humano con su interioridad es una de las apuestas.
Retomando herramientas del análisis foucaultiano para pensar la fábrica de una subjetividad neoliberal, Dardot y Laval muestran que el dispositivo normativo instalado se apoya sobre la figura de la auto-empresa. Si todo es competencia, cada espacio se convierte en una empresa, por ínfima que sea. Como toda empresa, hacer fructificar el capital, invertir e innovar son las palabras clave que se aplican para que la performance, la competitividad, se conviertan en las metas de la “gobernancia”. Así, el individuo debe gerenciar sus espacios íntimos a imagen del auto-emprendedor en el que dentro de ese marco normativo se convierte. Una vez provisto de su capital de salud, cultural, social e intelectual, entra en la carrera de maximizar sus beneficios. Dando pruebas de empatía, sintiéndose concernido por el desarrollo sustentable, tiene las mejores posibilidades de ver realizarse sus proyectos para invertir en el futuro.
Todo se hace posible de ser recuperado por este proceso de subjetivación neoliberal. Si tomamos el ejemplo del psicoanálisis, puede también ser un medio de maximizar el propio psiquismo para tener una plusvalía en el mercado de trabajo. Todos los dispositivos referidos a lo psicológico pueden quedar atrapados en las mallas de esos procesos, así como todo lo que tiene que ver con el cuestionamiento político. Educar a las mentalidades en un cierto tipo de razonamiento tal como el de la maximización del propio capital individual ancla la racionalidad neoliberal dentro de los individuos como un dato natural e indiscutible. El individuo es libre de elegir la forma de llegar a los objetivos fijados. Pero esa libertad, presentada como oponiéndose a cualquier arbitrario que pueda caer sobre el individuo, es en realidad una libertad condicional, una libertad constreñida al interior del marco de la competencia aplicada a todas las esferas de la humanidad.
Desde esta perspectiva, la salud mental positiva es un vector central que le aplica a lo íntimo la norma de la competencia. Llamaremos “salud-mentalismo” a la articulación de la salud mental y el neoliberalismo. Está al servicio de la nueva razón del mundo y funciona como un operador que transforma el vínculo del hombre consigo mismo, con los demás y con lo político. La alianza entre salud mental y neoliberalismo se ha construido en unos cincuenta años y encuentra su expresión más coherente desde hace una década. La salud mental se convierte en un envite en el arte de gobernar, lo que Foucault denomina la gobernabilidad. El salud-mentalismo es uno de los aspectos de la gobernabilidad neoliberal que tiene como meta “conducir las conductas” de los individuos a fin de llevarlos a tomar la decisión que de ellos se espera. Consiste en razonar como auto-emprendedores: “Las tendencias a no preocuparse, a ser sociable, el grado de optimismo, la facultad de resistencia, de adaptación al cambio son otros rasgos psicológicos frecuentemente asociados al nivel global de felicidad y de bienestar citados en las investigaciones académicas.”4
Que la salud sea un objeto de gobierno no es cosa nueva. La instalación de la salud pública y luego de la higiene pública corresponde a un viraje en los modos de gobierno que Foucault describe como el paso de una soberanía disciplinaria a una sociedad centrada en los mecanismos de seguridad. Es el comienzo de la biopolítica, esa práctica política que se centra sobre lo vivo y sobre los cuerpos con la ayuda de nuevos instrumentos de medida que apuntan a una nueva entidad: la población. Las estadísticas se convierten en una herramienta central para aplicar a conductas particulares, las de los individuos, una norma general surgida del cálculo estadístico. Se crea una policía, en el sentido amplio del término, capaz de contener las revueltas, los cuestionamientos, las epidemias. Un cambio profundo en la manera de gobernar se produce entonces. En los procesos disciplinarios tal como se los practica en prisión o en el asilo, el dictado de una norma es necesario para separar al bien del mal, lo normal de lo patológico. En los dispositivos de seguridad, las curvas estadísticas producen una continuidad en los fenómenos observados; la fábrica de la norma se hará en un segundo momento, una vez que las diferentes normalidades hayan interactuado. Foucault denomina a ese proceso el juego de las normalidades diferenciales. La salud mental se inscribe en ese tipo de dispositivo, pues no está ni definida de antemano ni de una vez para siempre: “La salud mental no es un concepto estático, fluctúa sobre un continuo.”5 Su contenido cambia en función de las normalidades que atraviesan lo social. Por ejemplo, lo que se define como el sufrimiento laboral, la felicidad o una salud mental positiva varia en función del estado del cuerpo social en un momento dado. La salud mental en su forma actual es un proceso de normalización que apunta a transformar la relación de los individuos, de los grupos y de la sociedad en el sentido de una adaptación a una economía de la competencia vivida como natural. Esta última se presenta a los ciudadanos y a los gobernantes como una esencia existente desde la noche de los tiempos y no como el resultado de construcciones sociopolíticas. Podemos así leer que: “Una amplia mayoría de los franceses se reconoce en las proposiciones que reconocen una fuerte responsabilidad personal en el bienestar: 71% están totalmente o más bien de acuerdo con la idea de que “su bienestar psíquico o psicológico sólo depende de ellos” y 83% declaran “preferir buscar ellos mismos la solución de sus problemas”. Pero 79% de los franceses estiman que la salud mental debe convertirse en un objetivo de la acción pública.”6
El trabajo del lenguaje es importante para disponer de nuevas ficciones acerca del hombre y del mundo. Todo el campo semántico desplegado apunta a identificar al conjunto de los espacios humanos con una empresa ubicada dentro del juego de la competencia. Ese campo semántico trabaja dentro de nosotros a pesar nuestro. Pensamos,7 soñamos,8 hablamos con esas palabras, que a menudo han cambiado de sentido sin que lo notemos. Palabras que traducen una cierta visión, una cierta proposición acerca de lo que es el mundo, pero no pueden resumirlo por completo. La trampa con la salud mental es la siguiente: concepto progresista hace cincuenta años, los actores de campo sólo pueden congratularse de que esa problemática sanitaria y social sea tomada en cuenta. Por lo que no es cosa fácil comprender que la salud mental se ha convertido en tan poco tiempo en un instrumento para gobernar a los hombres. Sin embargo, ya no es cuestión aquí de hacerse cargo de la salud de los individuos y de la población por ella misma, sino con un objetivo distinto: el de la salud de la economía.
Lo mismo sucede con las nociones de bienestar, de felicidad, de calidad de vida: ¿cómo oponerse a ellas? ¿No es un avance poner esas problemáticas en primer plano? En realidad, se trata de analizar y de luchar contra la recuperación de esas nociones dentro del campo dominante propuesto y conocer las políticas que vienen a enmascarar y legitimar. Por ejemplo, comprender que la salud mental se inserta en una legitimación del discurso de la adaptación es importante para entender lo que está en juego: “La salud mental es la capacidad de adaptarse a una situación de la que no se puede cambiar nada.” ¿Qué pensar de las personas que no se adaptan a una situación de la que nada pueden cambiar, que rehúsan adaptarse a ella, o incluso se juntan para cambiar la situación? En esta definición normativa los revolucionarios pueden fácilmente ser considerados como portadores de problemas de salud mental, descalificando así las luchas sociales en provecho de una visión del mundo reaccionaria y esterilizada. Si no hay por el momento alternativa clara al capitalismo financiero ¿debemos perder la esperanza de construir una?
Aún cuando la dificultad sea extrema, mantener abierta la posibilidad de que los conceptos distorsionados y tergiversados puedan seguir ubicándose en otro campo de práctica, de reflexión y de experiencia es importante. Es esencial también guardar en la memoria su uso más contemporáneo. No existe un uso anodino de los conceptos, en ciertos momentos pueden ser consignas y en otros trampas. La cuestión que se plantea es la de saber cómo inventar espacios vivos de creación y de transmisión en el contexto de recuperación generalizada y casi inmediata de la racionalidad neoliberal. Si los hombres se definen por las prácticas que instituyen, se trata de crear “fuerzas sociales, modelos alternativos, modos de organización y conceptos que podrían dar esperanzas en un más allá del capitalismo.”9 Dardot y Laval ven en lo común “la emergencia de una forma nueva de cuestionar al capitalismo, o incluso de plantearse su superación.”10 “‘Común’ se ha convertido en el nombre de un régimen de prácticas, de luchas, de instituciones y de búsquedas que abre sobre un futuro no capitalista.” Ciertas prácticas en nuestro campo, el de la psiquiatría, abren a esa perspectiva de “instituir lo inapropiable”. Porque se trata de no abandonar, de no dar pie al “declinismo” rastrero con sus posiciones cínicas y desengañadas.
Traducción de Miguel Carlos Enrique Tronquoy
1. La Fabrique éditions, 2014.
2. Pierre Dardot y Christian Laval, La Nouvelle Raison du monde. Essai sur la société néolibérale, Paris, La Découverte, 2010. Edición en español: La Nueva Razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal, Barcelona, Gedisa, 2013.
3. Sunday Times del 7 de mayo de 1988, citado por Pierre Dardot y Christian Laval en La Nouvelle Raison du monde..., p. 412.
4. Centre d’analyse stratégique, La Santé mentale, l’affaire de tous. Pour une approche cohérente de la qualité de vie (Centro de análisis estratégico, La salud mental, asunto de todos. Para un enfoque coherente de la calidad de vida), Paris, La Documentation française, 2010, p. 28.
5. Ibídem, p. 24.
6. Ibídem, p. 12.
7. Klemperer, Victor, LTI, la langue du IIIe Reich : carnets d’un philologue, Paris, Albin Michel, 1996. Edición en español: LTI, la lengua del IIIer. Reich Apuntes de un filólogo, Barcelona, Minúscula, 2007 y 2012.
8. Charlotte Beradt, Rêver sous le IIIe Reich (Soñar bajo el IIIer Reich), Paris, Payot et Rivages, 2002.
9. Pierre Dardot y Christian Laval, Commun (Común), Paris, La Découverte, 2014.
10. Ibídem.