SENAME y el control contemporáneo de la crianza: Reflexiones teóricas y políticas sobre las lógicas de intervención en el ámbito de las competencias parentales | Topía

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SENAME y el control contemporáneo de la crianza: Reflexiones teóricas y políticas sobre las lógicas de intervención en el ámbito de las competencias parentales

 

La presente ponencia nace desde mi experiencia laboral en un organismo colaborador del Servicio Nacional de Menores (2) en la Región del Maule (Chile). A partir de dicha experiencia, abordaré algunas reflexiones e interrogantes sobre las lógicas y prácticas institucionales de intervención en el ámbito de las llamadas “competencias parentales”. En esta ocasión no realizare una conceptualización etiológica de la noción teórica o jurídica de competencia parental. Para estos efectos, les recomiendo leer el texto de Matías Marchant denominado “Inhabilidad Parental”.

El saber ahora lo poseen ciertos discursos que se adjudican una verdad absoluta y monopólica de un ejercicio ideal de la crianza, la cual queda plasmado en el texto (libros, manuales, escalas de evaluación, etc.)

Para que nos enmarquemos a grandes rasgos en que consiste un Programa de Prevención Focalizado (PPF), es un programa de mediana complejidad que brinda atención psicosocial a niños, niñas y adolescentes que han sido vulnerados en sus derechos en el ámbito familiar. Las vulneraciones de derechos corresponden a: testigo de violencia intrafamiliar, maltrato físico, psicológico y negligencia. El trabajo con los adultos responsables apunta al fortalecimiento de las competencias parentales que favorezcan la restitución de los derechos vulnerados de los niños, niñas y adolescentes. Para llevar a cabo esta tarea, se realizan una serie de evaluaciones de las denominadas competencias o habilidades.  Según el manual de La Escala de Parentalidad Positiva (E2P) , el cual es un instrumento estandarizador que evalúa las competencias parentales, y que tenía que utilizar en el PPF, las define como “la adquisición demostrada -y posterior desarrollo- de conocimientos y capacidades para conducir el comportamiento parental propio, a través de diversas situaciones de la vida familiar y la crianza y en las distintas dimensiones (física, cognitiva, comunicativa, socioemocional) del desarrollo del niño o niña, con la finalidad última de garantizar su bienestar y el ejercicio pleno de sus derechos humanos”.

Francisco Aleste (2014) en su texto llamado Psicoanálisis y dificultades parentales plantea que los saberes “psi” contemporáneos (psicología, psiquiatría, psicopedagogía), y yo agregaría las neurociencias, se han apropiado durante el presente siglo de la transmisión de los saberes y prácticas entorno a la crianza en el contexto familiar. Si tiempo atrás las dificultades de la crianza se abordaban a través del intercambio verbal, apelando a la experiencia de otros miembros de la familia (generalmente alguien de mayor experiencia como la madre o la abuela), en la actualidad, progresivamente, ese saber se ha ido desplazando quedando de lado de las tecnologías de crianza, amparadas en teorías psicológicas como la teoría del apego, parentalidad positiva, crianza respetuosa, etc.

Acorde al autor, esto último también se puede traducir, en cuanto al lugar del saber, en términos de un desplazamiento “(…) del Otro familiar al Otro de la ciencia y el conocimiento (la puericultura que hace uso de la psicología y la medicina como norma)”. El saber ahora lo poseen ciertos discursos que se adjudican una verdad absoluta y monopólica de un ejercicio ideal de la crianza, la cual queda plasmado en el texto (libros, manuales, escalas de evaluación, etc.), y que es utilizado, muchas veces, como una suerte de biblia.

Si antes había una valoración del ejercicio del habla, y por tanto de la palabra, esto ha ido declinando y trasladando hacia la palabra escrita. O, dicho de otro modo, de la conversación a la lectura.

 El saber ya no lo poseen los padres y las madres. De lo contrario, son posicionados como objetos de reeducación por parte de quien sí sabe, que es la figura del experto, y que en los programas de la red SENAME, generalmente son los psicólogos y trabajadores sociales quienes encarnan dicha figura.

Mi función principal como psicólogo dentro del PPF era, a través de una serie de herramientas y estrategias de intervención, principalmente, habilitar y educar a los padres, madres y/o adultos responsables en las crianzas de sus hijos e hijas. Esta función, que podríamos denominar de carácter psico-educativa, y si la pensamos como una relación de poder, no es practicada como una mera actividad ajena a la posición simbólica y política del evaluador-experto. Dicha posición, siguiendo a Michel Foucault, es de saber y poder, lo cual implica, necesariamente, el situar a los evaluados (adultos responsables) en un lugar de subordinación, en la cual el/la "experto/a" tiene un saber único e incuestionable sobre el cómo deberían criar a sus hijos e hijas, por lo que se establece una relación jerárquica, en la que el adulto responsable solo debe seguir las "recomendaciones" y “consejos” del profesional (que en realidad, implícitamente, son más bien mandatos y órdenes), y quien fundamenta su saber sobre la crianza en el texto escrito (manuales, teorías, escalas, entrevistas semi-estructuradas , etc.).

En este tipo de subjetividad, desprovista de la negatividad del otro, el fracaso será siempre individual, o en el caso que nos compete, la ´inhabilidad´ siempre corresponderá a los padres, nunca al sistema”

En esta línea, la evaluación psicológica presentada como una herramienta de carácter (supuestamente) neutral, científica y a-política, siempre atribuirá los errores y dificultades en la crianza, a las características psicológicas individuales de los adultos responsables, desconsiderando las condiciones contextuales (materiales, sociales, educativas y culturales) como determinantes en el ejercicio de la crianza.  Aquí es interesante pensar la dimensión política de la evaluación psicológica acorde a los parámetros del neoliberalismo. Tal como plantea Ismael Fernández (2017), “el neoliberalismo no transmite la sensación de dominación soberana biopolítica, sino que, por el contrario, el sujeto internaliza al amo y al esclavo, en una psicopolítica que capitaliza al yo como infraestructura de las demandas de la modernización y sus ideales. En el caso de la parentalidad, las posibilidades de ser “buen padre”, o “buena madre”, como coacción al rendimiento y optimización de la conducta. En este tipo de subjetividad, desprovista de la negatividad del otro, el fracaso será siempre individual, o en el caso que nos compete, la ´inhabilidad´ siempre corresponderá a los padres, nunca al sistema”. Esta cita nos permite pensar que hay una operación política de psicologización de las prácticas de crianza. La psicologizacion diluye una mirada colectiva de la realidad social y material. La psiquis es despojada de lo social y lo político. Pero esta separación no es azarosa ni casual: Responde a una estrategia de invisibilización de las desigualdades sociales, la estratificación social, e inclusive de la lucha de clases.

Las intervenciones en las cuales hay un fundamento psicologizador, generalmente, van acompañadas de lógicas de sospecha, control y fiscalización del ejercicio de la crianza, instaurando y legitimando la sospecha constante de aquello que está fallando, que no cesa de aparecer, y que pareciera ser que no se puede eliminar por la vía de la psico-educación. Así, los adultos responsables son posicionados como objetos de reeducación, negando significativamente sus historias, sufrimientos y condiciones materiales de existencia. De esta manera, el trabajo con dichas prácticas de crianza pasa a expresarse como una suerte de violencia simbólica, social e institucional hacia los padres y las madres más vulnerables.

Violencia simbólica porque reproduce un ideal abstracto de “buen padre”, “buena madre”, amparado en ciertos comportamientos, valores y prácticas, y quien no se adecúe a dicho ideal, inmediatamente es catalogado como “negligente”, “inhábil”, “incompetente”.

Violencia social porque el público objetivo que padece las prácticas de control, sospecha y desconfianza son, en su mayoría, familias provenientes de sectores de vulnerabilidad socioeconómica. No es casualidad en este punto que no haya Oficinas de Protección de Derechos insertadas territorialmente en las comunas como Providencia, Las Condes y Vitacura.

Si las personas más afectadas por estas modalidades de evaluación son familias en contextos de vulnerabilidad socioeconómica, es posible plantear que las violencias de la evaluación tienen un carácter de clase

Violencia institucional porque la clasificación de “inhabilidad parental” es utilizada, muchas veces, como un argumento suficiente en sí mismo por el discurso jurídico y psicológico, para separar abrupta e injustificadamente a niños y niñas de sus familias de origen y trasladados a hogares residenciales, donde sabemos que las condiciones de vida no son necesariamente mejores que en sus propias familias. Cabe recalcar que, acorde a datos del SENAME del año 2012, solo el 5% ingresó al sistema residencial por maltrato, y menos del 7% ingresó por abuso sexual. En el resto de las causales de ingreso a las residencias, hay varias donde aparecen: “niño vive en sector de exclusión”, “interacción conflictiva con la escuela”, “familia indigente”.  ¿Ser pobre significa ser incapaz parentalmente? (2)

Si las personas más afectadas por estas modalidades de evaluación son familias en contextos de vulnerabilidad socioeconómica, es posible plantear que las violencias de la evaluación tienen un carácter de clase. Ahora bien, hay otro elemento imprescindible para este análisis, que tiene que ver con la cuestión de género.

Viñales sostiene que en el abordaje de habilidades marentales suele reproducir la violencia patriarcal de subordinación de la mujer al lugar exclusivo de madre, negando su subjetividad e historia en tanto mujer

En una columna de opinión escrita por la psicóloga Ana Paula Viñales, plantea un dilema ético en SENAME –uno de tantos más– respecto a la evaluación de habilidades marentales en mujeres víctimas de violencia de género: ¿Madres negligentes o victimas del patriarcado? Es la interrogante que plantea la autora. Viñales sostiene que en el abordaje de habilidades marentales suele reproducir la violencia patriarcal de subordinación de la mujer al lugar exclusivo de madre, negando su subjetividad e historia en tanto mujer. Así, la retórica de “habilitar” a esa madre desde la idoneidad del ejercicio de la crianza, recae en discursos morales, normativos y punitivos sobre qué es lo que configuraría una madre “hábil”, “capaz”.

No es de extrañar en este ámbito que la mayoría de las intervenciones psicosociales con los adultos responsables, son dirigidas, pensadas y confeccionadas hacia las madres. Intervenciones que, lamentablemente, suelen reproducir la violencia patriarcal en la institución, sobre-responsabilizando y culpabilizándolas por las dificultades en la crianza. Así, estas mujeres llegan a padecer una doble opresión: Del lado de sus agresores, y del lado de la institución. Distintas formas de violencia –y a veces bastante similares- que las invalidan en tanto sujetos constituidas por una historia y un contexto determinado.

Si lo planteado hasta ahora permite sostener que el trabajo con las competencias parentales se configura no solo como una forma de violencia institucional, sino que, además, en una institucionalización de la violencia, me parece pertinente, por tanto, el cuestionarnos la violencia de la intervención. En palabras de Aleste (2014): “¿Los fenómenos de violencia pueden ser tratados mediante la violencia de la intervención? Por cierto, esta violencia, no es sin una fuerte segregación. Este saber ausculta la pobreza, su riesgo. El alcoholismo, la cesantía, la desescolarización, la precariedad material tienden a ser convertidas por efectos de una subversión –una operación de cambio de signo verdaderamente asombrosa– en nombres que pasan a designar cualidades esenciales separadas de su vertiente real, simbólica e imaginaria: negligencia, abandono, vulneración. Etiquetas pseudocientíficas que no tienen otro peso que borrar, por vía de un diagnóstico, la violencia estructural de una forma de vida social marcada por la postergación, el desamparo y la inequidad. He aquí un acto de perversión, en la medida que legitima un violento cuestionamiento a las formas de hacer familia, más precisamente, los modos de hacer parentalidad.”

Si las evaluaciones psicológicas de las prácticas de crianza, y especialmente en los instrumentos estandarizadores, dificultan el observar y escuchar las dificultades de la crianza más allá de lo visible, más allá de lo que se puede ordenar, categorizar y cuantificar, ¿Qué efectos significativos tienen los procesos psico-educativos y de transmisión de habilidades parentales/marentales, en la relación adulto-niño? ¿Hay un proceso de acompañamiento a los tiempos y dificultades de la crianza, siendo estos últimos inherentes al ejercicio de la crianza misma? ¿Qué posibilidades terapéuticas ofrecen el educar, categorizar y desconfiar de las prácticas de crianza de los adultos responsables?

Reflexionando desde estos interrogantes, me parece pertinente el pensar que, lugar y valor se le otorga a la historia y la memoria de aquellos padres y madres en los dispositivos de intervención del SENAME.

Los modelos actuales de intervención en las funciones parentales/marentales olvidan algo central: la crianza, más que un estilo (democrático, permisivo, autoritario, negligente), responde a nuestras historias

Los modelos actuales de intervención en las funciones parentales/marentales olvidan algo central: la crianza, más que un estilo (democrático, permisivo, autoritario, negligente), responde a nuestras historias, y cuando se clasifica y estructura una forma de relación en base a consignas, no va más allá de lo visible, es decir, lo conductual, reduciendo el vínculo padre-hijo a un rótulo, a una etiqueta homogeneizadora que invisibiliza aquellos aspectos esenciales de una relación humana.

¿No será que cuando un padre o una madre maltrata a su hijo o hija, una intervención más significativa, que simplemente decirle lo que tiene o no tiene que hacer (forma de intervención psicoeducativa), será generar un trabajo que permita a ese adulto reelaborar y resignificar aquellos aspectos dolorosos de su vida anímica ligados a su propia historia, a su propia infancia, a su propia crianza?

Pensar la crianza sin la historia y la memoria es ubicarla en el presente borrando el pasado, cuando todo presente remite necesariamente a un pasado. Borrar el pasado implica desconocer aquello esencial que nos constituye como sujetos. Concebir a los padres y las madres como sujetos sin historia, es olvidar que en algún momento de sus vidas también fueron niños y niñas.

Sebastián Soto-Lafoy,
 sebastiansotolafoy [at] hotmail.com ()
Psicólogo, Universidad Andrés Bello.  Estudiante de Maestría en Psicoanálisis, Universidad de Buenos Aires.

(1) Ensayo presentado en la II Jornada de Investigación en Infancia y Política, 2018, Facultad de Educación de la Universidad Central, Santiago de Chile.

(2) El Servicio Nacional de Menores (SENAME) es un organismo gubernamental, dependiente del Ministerio de Justicia y DDHH. Su labor principal es en el área de protección social de niños, niñas y adolescentes que han sido vulnerados en sus derechos, y de reinserción social a adolescentes que han infringido la ley (responsabilidad penal juvenil).

(3) Revisar columna de Camilo Morales, Preguntas al corazón del sistema de protección de niños en Chile: ¿Ser pobre significa ser incapaz parentalmente? https://ciperchile.cl/2013/07/18/preguntas-al-corazon-del-sistema-de-proteccion-de-ninos-en-chile-%C2%BFser-pobre-significa-ser-incapaz-parentalmente/

 

Referencias bibliográficas

-Aliste, Francisco. “El psicoanálisis y las dificultades parentales”. Revista Rufián, N°20. De restos y clasificados. Psicoanálisis y malestares de la época actual. 2014, Santiago.

-Fernández, Ismael. (2017). “Evaluación de Habilidades Parentales: Reflexiones en torno a la violencia de la transparencia en la sociedad neoliberal del rendimiento”. VIII Jornada de Reflexión Casa del Cerro, FACSO, Universidad de Chile, Santiago.

-Gómez, Esteban y Muñoz, María (2014). Escala de Parentalidad Positiva. Fundación Ideas para la Infancia. Santiago, 2014.

-Viñales, Ana Paula. “Madres negligentes o víctimas del patriarcado: Uno más de los problemas éticos del Sename”. El Desconcierto. 2014, Santiago.

 

Imágenes

Crianza de hijos de madres y/o padres. Chicos.

 

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Articulo publicado en
Julio / 2021

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