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Subjetividad y globalización

 

La globalización de la economía y los avances tecnológicos, especialmente los mass-media electrónicos, aproximan universos de toda clase, situados en cualquier punto del planeta, en una variabilidad y en una densificación cada vez mayores. Las subjetividades -independientemente de su morada- tienden a ser pobladas por afectos de esta profusión cambiante de universos; un mestizaje constante de fuerzas delinea cartografías mutables y pone en jaque a sus habituales contornos.
Todo lleva a pensar que la creación individual y colectiva se encontraría en alza, pues son muchas las cartografías de fuerzas que piden nuevos modos de vivir, numerosos los recursos para crearlas e incontables los mundos posibles. Por ejemplo, las infovías (Internet): una comunidad del tamaño del mundo que produce y comparte sus ideas, gustos y decisiones a viva voz, en una interminable polifonía electrónica; una subjetividad que se engendra en la combinación siempre cambiante de la multiplicidad de fuerzas de este colectivo anónimo. ¿Estaríamos asistiendo a la emergencia de una democracia en tiempo real, regida por un sistema de autogestión en escala planetaria?. ¿La figura moderna de la subjetividad, con su creencia en la estabilidad y su referencia identitaria, agonizante desde fines de siglo pasado estaría llegando a su fin?.
No es tan sencillo: es que la globalización misma que intensifica las mezclas y pulveriza las identidades, implica también la producción de kits de figuras padrón fijos de acuerdo con cada órbita del mercado para ser consumidos por las subjetividades -independientemente del contexto geográfico, nacional, cultural, etc...
Las identidades locales fijas desaparecen para dar lugar a identidades globalizadas flexibles que cambian al compás de los movimientos del mercado y con igual velocidad. Sin embargo, esta nueva situación no forzosamente implica el abandono de la referencia identitaria. Las subjetividades tienden a insistir en su figura moderna, ignorando las fuerzas que las constituyen y las desestabilizan por todos lados, para organizarse en torno a una representación de sí dada a priori, aunque en la actualidad esta representación no sea siempre la misma.
Es verdad que todos estos cambios implican la conquista de una flexibilidad para adaptarse al mercado en su lógica de pulverización y globalización, una apertura hacia lo tan mentado nuevo: nuevos productos, nuevas tecnologías, nuevos paradigmas, nuevos hábitos, etc...
Pero ésto nada tiene que ver con flexibilidad para navegar con el viento a favor de los acontecimientos -transformaciones de las cartografías de fuerzas que vacían de sentido las figuras vigentes, lanzan a las subjetividades hacia lo extraño y las fuerzan a reconfigurarse. La apertura hacia lo nuevo no necesariamente involucra apertura hacia lo extraño, ni tolerancia al desasosiego que ésto moviliza y menos aún disposición para crear figuras singulares orientadas por la cartografía de estos vientos, tan revueltos en la actualidad.
Es la desestabilización exacerbada por un lado y, por otro, la persistencia de la referencia identitaria, amenazando con el peligro que uno se torne nada, en caso que no logre producir el perfil requerido para gravitar en alguna órbita del mercado. La combinación de esos dos factores hace que los vacíos de sentido sean insoportables. Es que ellos son vividos como vaciamiento de la propia subjetividad y no de una de sus figuras -o sea, como efecto de una falta, relativa a la imagen completa de una supuesta identidad, y no como efecto de una proliferación de fuerzas que exceden los actuales contornos de la subjetividad y la impelen a tornarse otra. Entonces, tales experiencias tienden a ser aterradoras: las subjetividades son invadidas por la sensación de amenaza de fracaso, despersonalización, enloquecimiento o hasta de muerte. Las fuerzas, en vez de ser productivas, adquieren un carácter diabólico; el desasosiego que trae la desestabilización se torna traumático. Para protegerse de la proliferación de las fuerzas e impedir que sacudan la ilusión identitaria, se frena el proceso, anestesiando la vibratilidad del cuerpo al mundo y, por lo tanto, sus afectos. Un mercado variopinto de drogas sustenta y produce esta demanda de ilusión, promoviendo una especie de toxicomanía generalizada. Pero ¿a qué drogas me estoy refieriendo?.
Primero a las drogas propiamente dichas, fabricadas por la industria farmacológica que son por lo menos de tres tipos: productos del narcotráfico, proporcionando espejismos de omnipotencia o de una velocidad compatible con las exigencias del mercado; fórmulas de la psiquiatría biológica, haciéndonos creer que esa turbulencia no pasa de una disfunción hormonal o neurológica; y para incrementar el cóctel, milagrosas vitaminas prometiendo una salud ilimitada, vacunada contra el stress y la finitud.
Después, otro tipo de drogas muy procuradas, pero que no se presentan como tales. Veamos las más evidentes.
La droga ofrecida por la T.V. (que los canales de cable no hacen más que multiplicar), por el cine comercial, la publicidad y otras expresiones mediáticas más. Identidades prêt-à-porter, figuras glamorizadas inmunes a los estremecimientos de las fuerzas. Prótesis de identidad, cuyo efecto dura poco, pues los individuos-clones que ellas producen, con sus falsos-self estereotipados, son vulnerables a cualquier ráfaga de fuerzas un poco más fuerte. Los adictos a esta droga viven dispuestos a mistificar y consumir toda imagen que se presente de una forma mínimamente seductora, con la esperanza de asegurar su reconocimiento en alguna órbita del mercado.
Existe también la droga ofrecida por la literatura de auto-ayuda que cubre cada vez más los estantes de las librerías, enseñando a exorcizar los temblores de las figuras en vigencia. Esta categoría incluye a la literatura esotérica, el boom evangelista y las terapias que prometen eliminar el desasosiego, entre las cuales se encuentra la Neurolingüística, programación conductista de última generación.
Finalmente, muy buscadas son las drogas ofrecidas por las tecnologías light/diet. Múltiples fórmulas para una purificación orgánica y la producción de un cuerpo minimalista, máximamente flexible. Es el cuerpo top model, fondo neutro en blanco y negro, sobre el cual se vestirán diferentes identidades prêt-à-porter.
Dos procesos acontecen hoy en las subjetividades que corresponden a destinos opuestos de esta insistencia en la referencia identitaria en medio del terremoto que transforma irreversiblemente el paisaje subjetivo: el endurecimiento de identidades locales y la amenaza de pulverización absoluta de toda y cualquier identidad.
En un polo, las ondas de reivindicación identitaria de las denominadas minorías sexuales, étnicas, religiosas, nacionales, raciales etc... En estas condiciones, ser adicto a la identidad es considerado políticamente correcto, pues se trataría de una rebelión contra la globalización de la identidad.
Sin duda, movimientos colectivos de este tipo son necesarios para combatir las injusticias de que son víctimas tales grupos; pero en el plano de la subjetividad aquí se trata de un falso problema. Lo que se impone hoy para las sujetividades no es la defensa de identidades locales contra identidades globales, ni tampoco de la identidad en general contra la pulverización; es la referencia identitaria misma la que debe ser combatida, no en nombre de la pulverización (la fascinación nihilista por el caos), sino para dar lugar a los procesos de singularización, de creación existencial, movidos por el viento de los acontecimientos. Reinstalado el problema en estos términos, reivindicar identidad puede tener el sentido conservador de resistencia a embarcarse en tales procesos.
En el polo opuesto, está el así llamado “síndrome de pánico”. Acontece cuando la desestabilización actual es llevada a tal punto de exacerbación que se sobrepasa un umbral de soportabilidad. Esta experiencia trae la amenaza imaginaria de descontrol de las fuerzas, que parecen prontas a precipitarse en cualquier dirección, promoviendo un caos psíquico, moral, social y ante todo orgánico. Es la impresión de que el propio cuerpo biológico puede repentinamente dejar de sustentarse en su organicidad y enloquecer, llevando a las funciones a ganar autonomía: el corazón que dispara, corriendo el riesgo de estallar en cualquier momento; el control psicomotor que se pierde, con el peligro de detonar gestos gratuitamente agresivos; el pulmón que se niega a respirar, anunciando la asfixia etc... En este estado de pánico, ya no basta sólo con anestesiar la vibratilidad del cuerpo ante tamaña violencia de invasión de las fuerzas. Se inmoviliza entonces el propio cuerpo, que sólo se dislocará acompañado. Aquí la simbiosis funciona como una droga: el otro se torna un cuerpo-prótesis que sustituye las funciones del propio cuerpo, en caso que su organicidad falte, dilacerada por las fuerzas enfurecidas.
Todas estas estrategias, tanto las que apuntan al regreso a las identidades locales, cuanto las que apuntan a sustentar las identidades globales, tienen una misma meta: domesticar a las fuerzas. En todas ellas, tal intento resulta necesariamente malogrado. Pero el estrago está hecho: se neutraliza la tensión contínua entre figura y fuerzas, se despotencializa el poder disruptivo y creador de esta tensión, se bloquean los procesos de subjetivación. Cuando ésto acontece, vence la resistencia a lo contemporáneo.
Gozar de la riqueza de la actualidad, depende de que las subjetividades enfrenten los vacíos de sentido provocados por las disoluciones de las figuras en que se reconocen en cada momento. Sólo así podrán investir la rica densidad de universos que las pueblan, a modo de pensar lo impensable e inventar posibilidades de vida.

 

SUPERVISION CONCEPTUAL: Dr. Hernán Kesselman
To: Alejandro Vainer. Revista TOPIA
From: Hernán Kesselman

Suely Rolnik, es una psicoanalista brasileña, profesora titular de la PUC/SP (Pontifícia Universidade Católica de Sao Paulo), coordinadora del Núcleo de Estudios e Investigación de la Subjetividad en el Posgrado de Psicología Clínica. Autora de ensayos publicados en el Brasil y en el exterior, y de los libros: Cartografía Sentimental. Transformaçoes contemporâneas do desejo (Estaçao Liberdade, Sao Paulo 1989) de próxima publicación en español, y en co-autoría con Félix Guattari Micropolítica. Cartografías do desejo (Vozes, Petrópolis, 4ª ed. 1996). Compiladora de los textos de Félix Guattari: Revoluçao Molecular. Pulsaçoes políticas do desejo (Brasiliense, Sao Paulo 3ª ed. 1987). Compiladora junto a Peter Pál Pelbart del Nº especial “Gilles Deleuze” de los Cadernos de Subjetividade (Sao Paulo, junio 1996). Directora de la colección Linhas de Fuga (Escuta Editora) . Tradujo al portugués Mille Plateaux. Capitalisme et Schizophrènie (Vol. III & IV) de Gilles Deleuze y Félix Guattari.

A mediados de octubre de 1996 vino a Buenos Aires, invitada por el Dr. Hernán Kesselman -y el equipo del C.P.O. Centro de Psicoterapia Operativa que él dirige-, para realizar un ciclo de encuentros con todos aquellos interesados en enriquecer la conceptualización de temas que integren los hallazgos de la Clínica psicológica con las nuevas corrientes de la Filosofía, el Arte, la Literatura y las Ciencias contemporáneas.
Fueron cuatro Aula-talleres que giraron en torno a Subjetividad & Globalización; Subjetividad, ética y cultura en las prácticas clínicas; Guerra de los géneros & Guerra a los géneros; Esquizoanálisis y Antropofagia, que son algunos de los temas básicos que forman parte de una compilación de artículos de su autoría, denominada: Inconsciente Antropofágico: ensayos sobre la subjetividad contemporánea de próxima publicación en Argentina. En este número presentamos a modo de avance “Subjetividad & Globalización”.
 

 
Articulo publicado en
Julio / 1997

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