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El celular de los huevos de oro

 

En una de las ya clásicas historietas de Mafalda, Miguelito -un soñador empedernido- le solicita a Mafalda que le regale un papelito. La niña, solidaria, le entrega uno mientras le consulta si le viene bien. El muchachito la mira decepcionado y le responde que no, que quiere uno de esos papelitos que sirven para comprar cosas. Mafalda, que hace las veces de adulta o más grande, le aclara el asunto: “Eso se llama plata y no un papelito”.

La tira tiene varias lecturas, como tantas otras de la recordada serie realizada por Quino. Es eso lo que la hace atractiva para lo que nos interesa tratar. Empezaremos por decir que el niño espera un billete, lo que se denomina en lenguaje serio: papel moneda de curso legal, que le permita comprar sin adultos que intermedien su acceso al consumo. Por aquel entonces debía, para satisfacer sus deseos, salir a la calle, trasladarse hacia el kiosco de golosinas cercano, a la calesita de la plaza o a la juguetería del barrio.

Podríamos decir que Miguelito acaba de comprender claramente la lógica del dinero y su relación con los bienes de consumo, obvio que necesita terminar de procesar el asunto. Debe establecer la diferencia simbólica entre papelitos que sólo son papelitos para escribir o dibujar, por ejemplo, y aquéllos que son papel dinero. En eso colabora su inteligente amiga que le pone nombre, la denomina enfáticamente “plata” y le hace notar la diferencia con cualquier otro tipo de papelito.

Miguelito pide dinero y apoyo -en forma indirecta- para terminar de comprender, desde su mirada infantil, que hay una supremacía del dinero, dirá: “esos papelitos que sirven para comprar cosas”, con respecto al resto de los otros papelitos y, lo más importante, con relación a los bienes que le interesa obtener.

La realidad le reafirma, por vía de su amiga más grande, que para consumir hay un único y exclusivo elemento que lo permite: lo que él llama un papelito que sirve para comprar cosas -es interesante que todo comience con el diminutivo- es decir que se menciona, al dinero o billete, como papelito (que intenta remarcar lo diminuto del billete y lo enorme de su poder). Así el niño puede terminar de soldar simbólicamente la enorme importancia del papel moneda, ver cómo prima sobre el conjunto diverso y enorme de los distintos tipos de papelitos y, lo más importante, que ese “papelito - plata” reina por encima de todos los bienes materiales. Es un importante proceso de abstracción para Miguelito, en este caso y para todos los niños, entender que los bienes solo se pueden obtener si se tiene dinero.

Miguelito comprende que la autonomía en la posesión y uso del dinero lo desprende de la tutela familiar. Percibe que el dinero es el bien por excelencia, la llave que permite todos los bienes, es decir, que el mismo está en la parte más alta de la pirámide. Claro que al no saber cómo proveerse del dinero demuestra que es un niño; como tal requiere que alguien lo abastezca de los ansiados billetes.

Lejos está Miguelito de establecer las consecuencias sociales y subjetivas de esta primacía del dinero y que, en ese supuesto consumo autónomo, está inserta toda la lógica de mercado que promueve que los niños no abandonen la voracidad de los primeros tiempos evolutivos. Los insta a que  se incorporen a la sociedad como voraces consumidores lo más rápido posible (y cuanto más compulsivos mejor). Es decir la cultura del capitalismo trata de lograr que los niños tengan la supuesta necesidad de consumir como única manera de estar o ser en el mundo. No hay más que mirar cómo la televisión publicita e impone juguetes y modas infantiles.

 

El dinero tecnológico y los niños

 

Karl Marx planteaba que el dinero es el Dios de las mercancías porque las representa a todas. Nos señaló que su supremacía lo erige o lo convierte en el fetiche de la felicidad. No solo esto sino que en su fuente está o abreva la posibilidad de todos los placeres y de la avaricia. Mostró cómo el dinero no puede, en la lógica capitalista, soportar otra cosa superior a él mismo. Nos reveló cómo, en la historia de la economía mundial, el dinero se ha ido modificando incesantemente y siempre en la misma dirección: cada vez hacia formas más abstractas. Hoy estamos viendo que ese grado de abstracción sube otro peldaño, acorde con el predominio del capital financiero globalizado.

No debemos olvidar que la lógica capitalista está centrada en el consumo y por eso trata de no dejar ningún sector o aspecto de la vida sin comercializar, se trata siempre de apuntalar y promover el mercado. Por eso allí donde no hay un mercado va, por vía de su marketing descubridor de nichos económicos, a construirlo. Inventa objetos que luego intenta que se constituyan en necesidades imprescindibles para los sujetos, es decir, inventa consumidores.

El nicho económico de cómo hacer de los niños consumidores seriales es un mercado importante, cada vez más amplio y está en permanente evolución. No hay más que mirar la publicidad televisiva y sacar el porcentaje sobre el total de la misma dedicado a promover productos para niños (desconocemos si existen estudios realizados por investigadores no vinculados al mundo empresarial, no dudamos de que las agencias de publicidad y sus clientes los deben realizar. Con la mira puesta en exprimir al máximo el objetivo de vender más).

Lo cierto es que en la etapa actual del capitalismo globalizado, con absoluta primacía del capital financiero y con la evolución de la tecnología de comunicación surgen formas del dinero y su circulación, cada vez más complejas y abstractas: pagos por internet, pagos con tarjetas, transferencias bancarias, etc., que nos hacen perder el rastro de aquellos primitivos pagos con ganado o sal y nos informa que, en el tipo de sociedad capitalista (sociedad del espectáculo para Guy Debord) en que vivimos -altamente tecnificada- se requiere de un dinero acorde con esta sociedad donde predomina la imagen. El mismo es conocido como dinero electrónico.

En esta sociedad el dinero se hace cada vez más invisible como cosa concreta. La circulación del mismo es cada vez más por vía tecnológica. La revolución de las comunicaciones nos indica un nuevo proceso de simbolización y circulación del dinero.

Dentro del mismo es necesario que los niños -de esta infancia digital- lo comprendan rápidamente para insertarlos como consumidores sin tutela de los adultos. Específicamente, en este artículo, centramos nuestra atención en las compras que realizan los niños por medio de los denominados celulares inteligentes o smartphones y las variantes que de ellos se van a ir derivando.

Las empresas como Google, Apple, etc., han descubierto una ventana para apropiarse del dinero de bolsillo de los chicos, para ello lograron, por vía del uso de los teléfonos celulares, una forma autónoma de consumo de los niños que se escapa a las protecciones  de los padres. Veamos cómo ocurrió esto que, seguramente, se expandirá por todo el mundo.

En un interesante artículo, “Juegos virtuales, dinero real”, del suplemento The Wall Street Journal Americas, que publica La Nación -el 18 de junio- los autores nos indican cómo se despliega una estrategia de apropiación del mundo de los niños, de cómo este acceso se produce por vía telefónica con el objetivo empresarial de ganar dinero vendiéndole juguetes virtuales directamente a los niños sin intervención de los padres. La misma ocurre a través de los Iphones e Ipads que las mismas familias proveen a sus hijos.

La maniobra parece la misma que ofrecen, en sus inicios, los casinos virtuales: al ingresar le proveen al nuevo jugador, como bienvenida, un monto de dinero para que comience a jugar. En el caso de los niños las empresas los proveen de atractivos juegos virtuales gratis. Si el niño se entusiasma y quiere seguir jugando con “el regalo de Papá Noel Apple o Google”, se ha transformado en un ser hipnotizado para lo que viene. A partir de allí comienza el consumo y el “jueguito regalado” se convierte en un señuelo.

Cuando el chico ha sido fascinado por el juego comienza el negocio, el celular se transforma en una gallina de los huevos de oro para las empresas. Allí se inicia el negocio para las multinacionales de la web: cuando el chico ha sido fascinado con el juego. Dado que al mismo se le agregan aplicaciones que deben ser compradas usando el mismo Iphone (o cualquier otro celular inteligente de similares características) con que se está realizando el juego. Al llegar a la etapa límite -por la pericia que el jugador va desarrollando al jugar- que es regalada por las empresas, para continuar el niño debe comprar las aplicaciones que continúan.

Producido ese estado de excitación, el impulso de jugar se transforma en “debo comprar lo que sigue”, es decir un “llame ya” para niños sin adultos que los protejan y razonen con ellos sobre la conveniencia de esos gastos.

El niño solo, encerrado en su casa o en su Iphone -no importa donde esté su situación es claramente claustrofílica- supuestamente sin peligros o amenazas a su alrededor se convierte en un imperioso consumidor.

Así el 60% de los niños entre ocho y diez años que tienen estos aparatos ya ingresó al mundo de las compras instantáneas por vía de los celulares. De esta manera el niño ya comienza a ser un consumidor avezado en el nuevo diseño del dinero -dinero electrónico- que promueve la tecnología de la comunicación. Lejos ha quedado Miguelito con sus papelitos - plata y la necesidad de salir de su casa para trasladarse al kiosco o la juguetería.

Con este avance en el mundo de los juegos infantiles, las empresas multinacionales funcionan como casinos que promueven que sus clientes infantiles se conviertan en ludópatas. Esta es la dirección que lleva esta concentración de aplicaciones de los teléfonos inteligentes y es un índice más del incontrastable dominio de lo virtual; concentración que sigue expandiendo la sociedad capitalista del espectáculo. Para el año 2015 las empresas indican que se llegará a la friolera de mil millones de este tipo de aparatos vendidos.

Los juguetes reales parecen tener cada vez más corta vida en los juegos de los niños, por vía de los celulares inteligentes aparece un mundo que, por ahora, sólo los grandes monopolios conocen y aprovechan con exclusivos intereses comerciales. Todos los que tratamos de entender la infancia deberemos estar atentos a estos procesos y sus consecuencias. Corresponde recordar que aquí se anuncia el fin de los papelitos - plata y los niños son -desde muy pequeños y cada vez más- seducidos para ser partícipes directos, sin adultos intermediando que puedan poner reflexión a los impulsos, en el mundo del consumo directo. Con solo tocar una imagen con su dedo índice en el celular (recordar que es el mismo objeto con el que se está jugando), transfieren dinero para comprar estos juguetes virtuales. El dicho popular que dice: “a caballo regalado no se le miran los dientes” no es aquí nada pertinente. Son tiempos para estar atentos a todos estos procesos porque los mismos requieren nuevos conceptos para pensar la infancia y su evolución.

César Hazaki

Psicoanalista

cesar.hazaki [at] topia.com.ar

 

Articulo publicado en
Agosto / 2012

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