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¿Dónde está el psicoanálisis hoy en día?

 

Lo que pasa con el alma es que no se ve

Lo que pasa con el espíritu es que no se

¿De dónde viene esta conspiración de invisibilidades?

Alejandra Pizarnik

 

Quisiera reintroducir un debate que no es nada novedoso entre psicoanalistas y detractores post-freudianos o simplemente críticos epistemólogos y científicos que posicionan a la práctica psicoanalítica como una charlatanería o pseudociencia que no merece más atención en pleno desarrollo científico del siglo XXI. Lo que hemos escuchado  desde los postulados científicos es que la  práctica analítica es  un fracaso como actualmente se plantea desde ciertos desarrollos cognitivos, científicos, conductuales, neurológicos, etc.

Sin embargo, este mensaje que nos están dando los críticos debería echar a andar nuestro pensamiento para tratar de posicionar la práctica analítica a los tiempos que corren hoy en día. Esto no quiere decir que tengamos respuestas para todo y que nos volvamos aguerridos a la defensa del psicoanálisis  porque ello nos posicionaría como Amos de un saber, lo cual, claro está, no somos.

El mensaje que hemos recibido por parte de varios críticos versa fundamentalmente sobre una cuestión: El psicoanálisis no es una ciencia, más bien es una charlatanería. Mario Bunge, por ejemplo, es un filósofo, matemático y epistemólogo argentino que critica fuertemente al psicoanálisis (a tal grado de ponerlo en la posición de una parapsicología) porque no posee un estatuto científico en el sentido de que no se pueden medir ni cuantificar sus efectos; además sostiene que el psicoanálisis está muerto en todo el mundo a excepción de Francia y de Argentina donde la práctica continúa teniendo un fuerte peso incluso entre los legos.

Postula claramente que la actitud de los analistas es oscura porque no publican papers en revistas científicas y porque nadie los controla como los médicos psiquiatras que trabajan bajo un control hospitalario e institucional donde tienen que estar sometidos a revisión científica; tampoco llevan estadísticas de los pacientes curados, ni datos cuantitativos que demuestren cosas como “Fulano de tal llegó a terapia en X situación y terminó su proceso en Y en un lapso de X tiempo, bajo la administración de tal prueba, medida con tal instrumento, utilizando tal metodología y obteniendo los siguientes resultados. “Nada de esto hace el análisis en los pacientes, no evalúa, no pone a prueba ninguna hipótesis, no tienen la menor idea de esto”[1]

 

Otra de las cuestiones que retoma es que en ninguna universidad se dan cursos de psicoanálisis excepto en la Universidad de Buenos Aires y en la Sorbona de París. Además Bunge culpa a Freud del supuesto atraso de las neurociencias porque a causa del psicoanálisis se olvidaron del cerebro y de los procesos neuronales que al parecer darían las respuestas para entender la mente. Es decir, se le achaca al psicoanálisis la culpabilidad  de que haya habido atraso en  desarrollo científico.

Esto por supuesto no es verdad, los desarrollos científicos siguieron, los laboratorios y los experimentos con ratas continuaron y siguen vigentes en las universidades; las ciencias neurológicas nunca desaparecieron porque pocos han renunciado  al ideal científico; Lacan mismo era psiquiatra, asimismo hay muchos analistas que son médicos. Entonces la línea de investigación científica nunca se detuvo. Sin embargo, lo que parece curioso es el choque ideológico del psicoanálisis que aún se quiere ver dentro de un estatuto científico y de ahí la discusión eterna que ya conocemos.

Mario Bunge apela por una psiquiatría educativa en donde a parte del fármaco se reeduque al paciente en términos de lo bueno y malo para su salud mental, en términos conductuales sostiene que “hay que decirle al paciente lo que tiene que hacer para dejar de tener una vida sintomática”. Todo ello, por supuesto, sin ejercer un saber o una causa que motive las conductas y los pensamientos más íntimos del ser humano.

Otra fuerte crítica al psicoanálisis la podemos encontrar en El libro negro del psicoanálisis[2] en donde una serie de científicos, sociólogos y psicólogos trabajaron para demostrar que el psicoanálisis no es una práctica científica sino una pseudociencia pasada de moda que ya no debería aplicarse al siglo XXI. Los postulados principales de este libro eran que los pacientes de Freud nunca habían presentado mejorías y que Freud había modificado siempre sus teorías y sus resultados para hacer que todo tuviera sentido dentro de sus márgenes de lo que él llamó teoría psicoanalítica que en realidad estaba plagaba de mitos y de estructuras literarias, más no de una verdadera ciencia que pusiera a prueba sus hipótesis o que aplicara instrumentos de medición para establecer datos duros sobre los avances de la terapia en los pacientes.

 

Por eso vemos que la crítica que siempre ha enfrentado el psicoanálisis es acerca de su estatuto científico y de sus alcances terapeúticos medibles en términos de bienestar. Por eso se le acusa a Freud de mentir, de haber fracasado en su terapéutica y de no poder responderle a la epistemología de la ciencia con los argumentos para usar el psicoanálisis como una terapia efectiva. Además de los costosos y largos tratamientos que sólo permiten a cierto sector de la sociedad acceder a él y aún así, sin garantías de que la inversión que se haga en la terapia tendrá frutos.

Bien, quisiera volver a tomar el tema sobre la cientificidad del psicoanálisis pero no desde el lugar común que todo mundo cita cuando Lacan declara en una entrevista inédita lo siguiente: “El psicoanálisis tampoco es una fe y no me gusta llamarlo ciencia. Digamos que es una práctica y que se ocupa de lo que no anda bien”[3]. Sino desde una perspectiva del psicoanálisis como una producción cultural, una construcción teórica y práctica que más bien se encuentra del lado de lo humano, lo errado, lo lleno de impasses y callejones sin salida.

 

Es por eso que hay que ponerle una mirada antropológica al análisis y partir de sus postulados teóricos como si fueran una verdad, pero no una verdad universal, ni tampoco científica y por lo tanto no medible ni equiparable a nada; sino una verdad de cada quien, de aquella particularidad del ser humano que lo hace único en relación con sí mismo y con sus significantes que lo tienen preso; o dicho de otra manera más sencilla: los analistas vamos a ocuparnos del alma humana echa lenguaje porque al final de cuenta no hay que tener miedo de decir que se trabaja con “lo que no se ve”, con el espíritu que ha enfermado y pide ayuda a un analista.

Es decir que si no estamos abordando al psicoanálisis como el estudio del alma (psique) o como un descubrimiento que cada quien hará en su propio desplegar del discurso; y más bien si lo estamos queriendo entender desde la óptica de la ciencia moderna entonces estamos parados en el lugar equivocado porque estamos haciendo representaciones ideológicas del psicoanálisis y no estudiando de qué se trata el psicoanálisis por sí mismo.

Las críticas, tanto las de Bunge como las de los científicos creadores del libro negro del psicoanálisis y demás detractores me parecen una suerte de representaciones ideológicas del psicoanálisis ¿Por qué digo esto? Por que las representaciones ideológicas son acercamientos enunciativos a determinados objetos culturales que son producto de las redes comunicacionales que abordan sus objetos a partir de posicionamientos, ópticas especiales y trincheras ideológicas  que poco a poco se va naturalizando o simbolizando creando resistencias en unos grupos y aceptaciones en otros.

Es decir que una representación ideológica del psicoanálisis  es un mal entendimiento del mismo. Quizá esto ocurra porque de alguna manera así lo planteó Freud. El vocabulario mismo de la obra freudiana está plagado en términos científicos tales como hipótesis, corroborar, instrumento de investigación, sistema, medición, resultados, investigación, etc. Porque no olvidemos que Freud fue un médico interesado en el sistema nervioso que tenía una formación totalmente científica producto de sus investigaciones y de sus maestros mentores como Hemboltz, Brücke, Herbart, Meynert, etc. los cuales eran todos científicos, psiquiatras y neurólogos dedicados al estudio de la anatomía, histología, procesos neuroquímicos, etc. (Anzieu, 1978). Igualmente Lacan al  utilizar los matemas, la topología y la lingüística como herramientas para la construcción científica del psicoanálisis dio cuenta que su proyecto de alguna manera intentaba ser científico.

La polémica entre la ciencia y el psicoanálisis

 

Esta es la lectura que los detractores del psicoanálisis y es por esa razón que quisiera poner estos cuestionamientos hacia el psicoanálisis en el plano de la ideología. Para entrar en el terreno de la ideología en primer lugar es necesario dejar de lado la óptica Marxista que dice que el entramado ideológico es el resultado de las formaciones ideológicas constituyentes de un complejo de representaciones y actitudes que  son individuales y colectivas y que están relacionadas con la posición de clase.

Esta teoría lejos de ayudarnos nos complica más las cosas porque si pensamos que la ideología es una formación discursiva producto de una clase social que al encontrarse con otra producirá conflicto y de esa manera funcionará la dialéctica de la historia, no tomamos en cuenta un aspecto todavía más básico: La ilusión de estar en el origen del sentido, es decir la cuestión del efecto-sujeto como el supuesto saber, aquel que se supone conoce la verdad última de las cosas y que por ejercer el poder de su saber se siente con todo el derecho de opacar todo aquello que no encaje en sus coordenadas de lo que éste considera como verdadero.

 

Entonces una ideología sería más bien un abrochamiento de ciertos significados grupales sin posibilidad de diálogo o comunicación. Es lo que pasa precisamente en los eternos debates entre científicos que tildan a los analistas de charlatanes literarios y los psicoanalistas que ponen  a los científicos en el lugar de los positivistas modernos que quieren hacer del hombre un Frankenstein. A mi parecer hacen falta matices para no presentar la discusión de manera maniquea.

Por el lado del discurso de la Ciencia Moderna vemos cómo se expone a la ideología en su dimensión fundamental: su incuestionabilidad. La ideología, al igual que los mitos, no se cuestiona puesto que su refutabilidad representa una amenaza al núcleo duro de de la propia ideología. Es así que la ideología se encamina en una sola dirección; es decir, se concibe como una ruta  incuestionable cuyo fin es el campo de lucha  (Zizek, 1989).

A nivel grupal, la ideología es una entidad  comunicable que se comparte entre distintos individuos provenientes de diferentes posiciones sociales.  Siguiendo a Rouquette (2009)  la ideología tiene como modalidad interna el consenso, y como modalidad externa, la polémica. El consenso da continuidad a la identidad y a la cohesión del grupo; y la polémica al contrario, fragmenta a los grupos y separara las identidades. Esto puede explicarse desde el mismo concepto de ideología propuesto por Slavoj Zizek quien rechaza el mundo posmodernista que propone que vivimos en una era postideológica  y se adscribe a un pensamiento en el que sujeto es en sí mismo un ser profundamente ideológico y además se encuentra escindido por un  intenso antagonismo que determina la realidad social  a través de la cual se inserta la ideología como aquella fuerza que refleja los flujos de información hacia el propio emisor  para imposibilitar la comunicación y crear  una distancia social que asegure la identidad del grupo o de la persona.

Es por eso que en este punto hay que especificar que en el plano de las ideologías “cada sujeto obtiene su propio mensaje invertido” puesto que el rasgo fundamental de las posiciones ideológicas es que los flujos de información son meramente centrípetos, reflexivos, internos. Es solamente a  partir de esta “no comunicación”, de la atmósfera de debate y conflicto entre estas dos posiciones ideológicas  que se pueden dar aquellas representaciones en constante tensión y que se conocen como representaciones polémicas.

Entonces yo creo que la cuestión de la crítica al psicoanálisis es  meramente ideológica y producto de un malentendido histórico; es ideológica porque no se puede establecer un consenso o un abroche comunicacional entre un grupo científico y otro analítico.

Ahora bien, en esta discusión hay una pregunta por hacer ¿Qué  ha dejado a los científicos tan molestos de que se lleve todavía a cabo una práctica sin fundamentos universales y objetivos? Desde la perspectiva de Slavoj Zizek (1999) podemos tener otra lectura sobre por qué sigue existiendo un family feud entre las neurociencias y psicoanálisis,  por qué sigue molestando la manera en que se tratan a los pacientes sin fármacos ni instrumentos, ni evaluaciones ni mediciones. O por parte de los analistas, ¿por qué se sigue medicando al paciente? O ¿Por qué se le reeduca en términos conductuales? Para poder comenzar con esta interpretación habría que retomar la teoría del robo del goce que propone Zizek: “lo que molesta del otro es la forma en que imita es estilo de vida de los demás porque esta imitación se considera como un robo, un robo del goce”.

 

El goce que se plantea aquí está  ligado al sentido de pertenencia de un objeto que como diría René Girard[4] “No se comparte”. Estos sentidos de pertenencia se  configuran a partir  de lo que lo colectivo instaura como mandato. La disputa entre los científicos hacia los psicoanalistas y viceversa podría explicarse precisamente porque algunos científicos consideran que los psicoanalistas han robado el goce y el saber de la terapéutica y que además lo han degenerado, cambiado y organizado de una manera que no es la legítima, que no es científica, que no pone a prueba nada ni tiene instrumentos de medición para corroborar las hipótesis ( lo mismo pasa con los psicoanalistas en contra de la ciencia); pero que tiene como finalidad los mismos objetos de estudio tales como la mente, la psique, el cuerpo, la enfermedad mental, etc.

 

“Siempre le achacamos al ‘otro’ un goce excesivo, quiere robarse nuestro goce (arruinando nuestro estilo de vida) y tiene acceso a algún goce perverso y secreto. En pocas palabras lo que nos molesta del ‘otro’ es el modo particular en que organiza su goce, precisamente lo extra, el exceso que acompaña a su estilo. Para el racista, el ‘otro’ es un adicto al trabajo que roba nuestros empleos o un flojo que vive de nuestros esfuerzos (Žižek, 1999: 47)”.

¿No es entonces el psicoanalista un charlatán por excelencia que con palabrerías rebuscadas, mitos y teorías no comprobables se jacta de tratar pacientes que padecen de una condición psíquica? ¿No es entonces, por ejemplo, Jacques Lacan un científico frustrado que a través de su discurso críptico impresiona pero no precisa ni dice algo en concreto que ayude a comprender científicamente los padecimientos del alma? ¿Qué quiso decir Lacan en su discurso de Bruselas  cuando afirmó lo siguiente: “Nuestra práctica es una estafa, fanfarronear, hacer pestañear a la gente, deslumbrarla con palabras rebuscadas, es lo que habitualmente llamamos “rebuscado”. (…) Desde el punto de vista ético, es insostenible nuestra profesión; es por eso que me enferma, porque tengo un superyó como todo el mundo.”[5]?

 

Esta última aseveración de Lacan pone al psicoanálisis en el lugar del fracaso y por lo tanto lo opone de alguna manera al éxito de la ciencia, la que cura y comprende los padecimientos de los llamados “enfermos mentales”. La teoría lacaniana (en Zizek) del robo del goce  me ha parecido importante utilizarla para explicar el conflicto entre unos grupos y otros y además para postular que aunque suponemos que el mundo se transforma hacia esa supuesta comprensión y dialogo entre unas ramas de saber y otras, en realidad el mundo sigue siendo lo mismo que siempre ha sido a lo largo de su historia: El conflicto.

Posicionar el psicoanálisis a la subjetividad de la época

 

Ahora bien, centrémonos ahora en una sola cosa que es importante comprender en toda esta polémica de si el psicoanálisis es una ciencia o no y en dónde posicionarlo en pleno siglo XXI donde al menos en México y en muchos otros países hay más psicólogos y científicos que psicoanalistas. Esto nos está diciendo algo sobre el lugar del psicoanálisis como terapéutica tanto a nivel nacional como mundial; nos está diciendo que la causa freudiana sigue enfrentando la pared dura que la ciencia le pone y la crítica que le cuestiona sus efectos terapeúticos.

Ya Lacan habría previsto que el psicoanálisis era una práctica que duraría lo que tendría que durar[6] como previniendo más dificultades que se siempre se han suscitado en la historia del psicoanálisis, dificultades como la disoluciones, desvíos de la teoría Freudiana, reposicionamientos, apertura de otras ramas de la psicología, etc.

 

Entonces si  ahora se posiciona al psicoanálisis en el lugar de una práctica, de una creación o un dispositivo cultural y no en el lugar de la ciencia   ¿Quién saldría a la defensa de su estatuto científico? ¿Saldría una nueva vuelta a la causa freudiana o habría que adaptarlo a las necesidades de la época que vivimos actualmente? ¿Qué debe mantenerse y qué debe transformarse en la teoría analítica de acuerdo a las nuevas demandas y a las estructuras emergentes que la sociedad contemporánea? Porque finalmente, no se puede poner a la práctica analítica fuera de la cultura y de la historia; el psicoanálisis es fundamentalmente producto de estas dimensiones, fuera de ellas no hay psicoanálisis ni ciencia tampoco. Entonces las condiciones de producción social y la incidencia de la cultura en la terapéutica trastocan al psicoanálisis de manera significativa.

Estas preguntas sobre la transformación de la teoría psicoanalítica van por la misma dirección en la que Silvia Bleichmar (2006) plantea poner al psicoanálisis a partir de la transformación de ideas obsoletas que funcionaron perfectamente en el tiempo de Freud o de Lacan pero que ahora ya no son funcionales y más bien van en detrimento del psicoanálisis. Por ejemplo,  lo que mencionó en su seminario La construcción del sujeto ético (2006)  sobre el Edipo y la relación del infante con los padres que eran el modelo de familia del siglo XIX y que ahora ha mutado a otras posibilidades en donde la familia está recompuesta y cada vez se ven más madres solteras, parejas gays, familias añadidas, etc. Entonces el Edipo ya no lo instauran forzosamente los padres sino que ocurre en cada cultura donde un adulto pauta las legalidades correspondientes para que el goce del adulto no se desborde sobre el cuerpo del niño. No necesariamente tienen que ser los padres.

 

Lo mismo ocurre con las funciones materna y paterna, Bleichmar afirma que hay colegas que dicen que las parejas homosexuales no pueden ejercer sus funciones paterna o materna porque falta el padre o falta la madre; todo este tipo de “detalles” que necesitan un nuevo lugar y una serie de matices en la teoría de acuerdo a las transformaciones sociales que vivimos en el siglo XXI.

Entonces, volviendo a la tarea de intentar redimensionar al psicoanálisis en su terapéutica actual habría que otorgar las concesiones a la crítica de la ciencia y de algunos filósofos porque al hablar de análisis no estamos hablando de una ciencia sino de una práctica que sigue abierta para que sea repensada y mejorada para que encuentre algunas salidas y abra espacios a otros laberintos e impasses porque finalmente se trata de una práctica humana que obviamente se presta al error.

El psicoanálisis en ese sentido es una antropología porque es construido por los humanos, no es un descubrimiento; es decir, no es que el inconsciente u otros conceptos estuvieran allí y pudieran ser localizables (como lo han estado las neuronas, las dendritas, los axones, etc); el psicoanálisis, como dice Didier Anzieu (1978), es una invención que Freud hizo a partir de su propio análisis y de su experiencia como científico neurólogo, su formación filosófica, literaria y mitológica. Por  eso se trata de una práctica que poco tiene que ver con la ciencia. De esa manera, ahora es posible desligarlo de ella.

Ahora bien ¿Por qué seguimos queriendo ver al análisis con los ojos de la ciencia? ¿Por qué pesa tanto eso en algunos? ¿Por qué se siguen armando debates e intentos de hacer dialogar dos cosas totalmente distintas como la psicología científica y el psicoanálisis? En alguna ocasión recuerdo que me encontraba tomando un curso en la facultad de ciencias del comportamiento y a una compañera psicóloga le llamó la atención que yo quisiera estar allí cuando a la par me formaba como psicoanalista. En cierta manera, aquella curiosidad era comprensible pero yo simplemente estaba allí porque en esa época yo también tenía una fuerte inclinación por la psicología científica. Ella me invitó a un debate que habría entre un catedrático neurólogo de la Universidad de Harvard y un psicoanalista lacaniano en donde ella aseguraba que el catedrático de Harvard “pondría en ridículo” al psicoanalista porque los psicoanalistas no operaban bajo ningún principio de lógica o cientificidad mientras que los clínicos científicos tenían todas las de ganar en un debate así.

En primera, yo ahora, después de algunos años, me pregunto ¿Qué clase de circo era eso donde una psicoanalista hablaría con un científico?, ¿se trataba de un round a tres caídas, de mostrar quien tenía la razón? Esto me recuerda también un poco al debate de Lacan con Chomsky donde éste último llamó a Lacan charlacan y Lacan por su cuenta dio un discurso acerca de no pensar con la cabeza sino con los pies… etc. Toda esta suerte de sucesos ante los ojos de los demás, de los legos, pasa ser preciso, obviamente demeritan al psicoanálisis por no estar en el lugar donde debe estar. Los analistas deben  tener un poco de sentido común para no caer en estos juegos porque querer establecer un debate de esta suerte es como querer establecer un diálogo de un ingeniero naval con un poeta, para exagerar un poco. Repito: la práctica del psicoanálisis tiene poco que ver con la ciencia, tiene que ver más bien con la subjetividad, con las cosas que no se ven, con el espíritu.

También hay analistas que no creen siquiera en el espíritu. Jean Allouch pronunció en una conferencia sobre su libro “El amor Lacan”[7] que el problema del psicoanálisis es que se afinca en la psicología cuando a estas alturas el psicoanálisis ya no tiene nada que ver con ésta sino  a lo que  se más se asemeja es a lo espiritual. Aunque muchos analistas amantes del significante no estén de acuerdo, para Allouch el psicoanálisis continúa siendo  más del orden del alma que de otra cosa.

 

¿Y por qué decir eso? Porque para Allouch el proyecto lacaniano visto como un proyecto científico es un verdadero fracaso. El mismo Lacan declaró que a nadie importaría el psicoanálisis en determinado tiempo, la Escuela Freudiana de Paris se disolvió porque ya había digresiones, el mismo Allouch sostiene que la introducción del estructuralismo, la lingüística, los matemas y la topología fracasaron en el intento de crear una ciencia. Entonces,¿ qué sucede con el psicoanálisis ahora? “Sucede que no se sabe lo que pasará con él, ni tampoco importa mucho” asevera Allouch.

 

Lo cierto es que  pienso que la verdadera causa perdida es la del debate de las ciencias con el psicoanálisis. El descubrimiento de área de Brocca es un gran hallazgo para la ciencia porque se postula que gran parte del lenguaje se genera allí; sin embargo, hay casos en donde se pierde la mitad de cerebro y éste    se las arregla para encontrar en otras áreas las funciones que aparentemente perdió. Entonces, ¿qué sucede con la función subjetiva? Pasa que  ésta se encuentra fuera del marco científico y aún, si quisiéramos verlo dentro de éste no se ha podido hasta ahora localizar las funciones subjetivas en las resonancias, tomografías o cualquier otra imagen.

Hay científicos como Antonio Damasio que aún se cuestiona ¿Dónde está el lenguaje en el cerebro? Como si hubiera un saber sobre éste; lo que buscan los científicos a mí me parece que quedará sin respuesta, en el misterio, como mucho de lo que rodea a las neurociencias. Quieren saber, encontrar un correlato biológico que explique en su totalidad los fenómenos mentales, quieren entender al hombre. Esto me hace recordar un poco a los ocultos de la película Dark City[8] quienes eran unos alienígenas  sin emociones que querían entender el alma del ser humano pero se topaban que cada vez que parecían llegar a una comprensión se les escapaba algo, ese algo que se les escapaba era el alma misma sobre la cual no tenían capacidad de hacer transferencia. Entonces nunca lograban entender qué era lo que realmente pasaba en la individualidad del sujeto.

 

Por otro lado también hay neurocientíficos como Edelman y Tononi[9] que postulan la imposibilidad de localizar funciones subjetivas en el sistema nervioso central. Esto nos está dando una pista de que en cuestiones del estudio de la mente desde su óptica científica presenta grandes dificultades, problemas e igual de impasses que presenta el psicoanálisis, la diferencia es que los analistas no nos posicionamos como amos de un saber porque no nos encontramos inmersos en el discurso de la ciencia.

 

Tanto las terapias como los medicamentos no son garantía de salud mental. He conocido casos terapeúticos (de cualquier orientación) que son exitosos como casos de psiquiatría que también son exitosos en términos de aliviar un síntoma. En cambio otros no lo son ni en psiquiatría, ni en terapia (cual sea). Lo cierto es que no se puede decir que un tipo de saber ejerce una cura como si la cura fuera un resultado lógico, como si tuviera que darse a fortiori. Las críticas de que el psicoanálisis no cura me parecen acertadas porque no se busca curar; más bien se trata de  que el paciente encuentre por sí mismo aquellos síntomas que le aquejan.

 

Sin duda hay que repensar la terapéutica a los tiempos que corren. No podemos quedarnos a decir obviedades, tonterías o a repetir los postulados freudianos, lacanianos, klenianos, etc como si no pudiéramos pensar por nosotros mismos; tampoco se trata de desechar la teoría y volvernos unos revolucionarios sino más bien ir poniéndonos de acuerdo para ver lo que todavía es vigente y lo que no. Críticas al psicoanálisis siempre va haber, siempre las ha habido desde su creación; sin embargo no por ello debemos quedarnos callados sin posicionar al psicoanálisis en su lugar: una terapeútica del alma que como decía Freud ayuda a que el sufrimiento neurótico pase a ser una desdicha común.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFERENCIAS:

Anzieu, D. (1978) El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. Siglo XXI, México.

 

Bleichmar, S. (2006) La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires.

 

Girard, R. (1983) La violencia y lo sagrado. Barcelona, Anagrama.

 

Rouquette, Louis, M. (2009) Representaciones e ideología: Una explicación psicosocial. En Polis, Vol 5, Num 1, pp. 143-160. UAM, Ixtapalapa.

Zizek, S.  (1989) <<¿Cómo inventó Marx el síntoma?>> En El sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI.

 

Zizek, S. (1989) <<Che vuoi>> En El sublime objeto de la ideología. México, Siglo XXI.

1 Elagoraonline(2011). “Aguafiestas LXXXIII”. [En línea]. Argentina, disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=IPts-E0WY4o  [Accesado el día 01 de junio de 2013].

[2] Meyer, Catherine (2005) “El libro negro del psicoanálisis : Vivir, pensar y sentirse mejor sin Freud”  [En línea]. Francia, disponible en:http://www.slideshare.net/brianboru/el-libro-negro-del-psicoanlisis[Accesado el día 02 de junio de 2013].

[3] Lacan, Jacques (1974) “Entrevista hecha por Emilio Granzotto: Magazine Literaire” [En línea]. Francia, disponible en:http://www.psicocuestiones.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=63:entrevista-a-jacques-lacan&catid=38:articulos[Accesado el día 28 de mayo de 2013].

[4] La tesis original de René Girard (1983) tiene una propuesta que podría ayudar a entender el conflicto desde una dimensión antropológica; básicamente dice que los objetos susceptibles de desearse son de dos tipos: por principio están los que se dejan compartir porque imitar el deseo que inspiran esos objetos suscita la simpatía entre los que comparten el mismo deseo. Pero también están los objetos incompartibles, objetos que están demasiado atados para dejar que alguien los imite. La convergencia de dos deseos  sobre el mismo objeto no compartible hace que el modelo y su imitador no puedan compartir el mismo objeto sin que se vuelva un obstáculo uno para el otro; por lo tanto la indiferencia, lejos de poner fin a la imitación, la redobla y la vuelve recíproca. Es lo que Girard llama la rivalidad mimética, extraño proceso de feedback negativo que alberga secretamente  grandes cantidades de envidia, celos y odio.

[5]Jacques Lacan; 26 de febrero de 1977, en una conferencia que dictó en Bruselas y fue publicada por Le Nouvel Observateur, Nº 880, p. 88.

[6]

[7] Allouch, Jean (2012). “¿Dónde está el psicoanálisis hoy?”. [En línea]. Argentina, disponible en:http://www.youtube.com/watch?v=6hbbC8b5Y2o [Accesado el día 28 de mayo de 2013].

[8] Dark City es una película neo-noir de ciencia ficción de 1998 escrita y dirigida por Alex Proyas. Fue protagonizada por Rufus SewellKiefer SutherlandJennifer Connelly y William Hurt. Sewell interpreta a John Murdoch, un hombre que sufre de amnesia y que se encuentra acusado de asesinato; Murdoch intenta descubrir su verdadera identidad para limpiar su nombre mientras escapa de la policía y un misterioso grupo conocido como “los ocultos”.

[9]Edelman G. Tononi J. (2012). “El universo de la conciencia”. [En línea]. San Diego, California. Disponible en:http://es.scribd.com/doc/6865441/Edelman-Gerald-y-Tononi-Giulio-El-universo-de-la-conciencia-Libros-en-espanol-ciencias[Accesado el día 30 de mayo de 2013].

 

 

Articulo publicado en
Enero / 2016

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