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Presentaciones identitarias contemporáneas; una mirada desde la filosofía y el psicoanálisis

 

Existenciarios disidentes.

Frente al acontecer de lo contemporáneo se hace factible la aceptación y visibilización de lo que muchos consideran “nuevas” o “modernas” presentaciones identitarias. Estas formas de autopercepción nada tienen que ver con lo nuevo o lo moderno, las mismas se dan en el interjuego contextual que va posibilitando que determinados sectores de la sociedad, denominados históricamente como minorías, vayan teniendo un reconocimiento social que se corre del modelo hegemónico heteronormado que ha oprimido todo lo que esté por fuera de la norma de manera sistemática y cultural a través de los tiempos.

Personas identificadas con géneros que escapan al sistema binario femenino / masculino y al modelo sexo-genérico que deviene del discurso médico hegemónico interpelan los baluartes normalizadores que hasta ahora venían dejando una vacancia para este sector de la población, en donde al hacer un recorrido por la historia de la sexualidad podemos observar cómo instituciones nomencladoras de la salud de alguna manera acompañan las nociones médicas de salud y enfermedad siguiendo el discurso de la época a través de denominaciones que patologizan identidades y personas. En esta línea podemos hacer mención de la homosexualidad considerada como una enfermedad mental hasta 1990 por la Organización Mundial de la Salud, o la disforia de género que hasta este año se encontraba dentro de los trastornos de personalidad, hasta que cambió de nominación a incongruencia de género y de ubicación hacia una nueva sección sobre salud sexual.

A medida que estas identidades adquieren reconocimiento social, representación en los medios de comunicación y adquisición de derechos éste tipo de organizaciones e instituciones que guían de alguna manera el consenso codificado y específico de todo lo que refiere a lo humano y sus patologías, van moviéndose y adaptándose a la par del discurso social. Lejos va quedando la imagen de la persona trans ligada directamente con una estructura propia de la psicosis que propuso Lacan, hoy por hoy se sabe que la prevalencia de trastornos mentales en personas trans nada tiene que ver con la autopercepción del género.

Estos avances y cambios que estamos viendo en los últimos años invitan a abrir interrogantes sobre el ser, sobre el individuo y su camino personal, sobre el destino del hombre y su existencia. Del pensamiento de Kierkegaard podemos tomar algunas frases que resultan apropiadas a la hora de investir este tipo de temáticas, reflexiones que invitan a pensar en la subjetividad, la verdad, la angustia, entre otros conceptos centrales dentro de la línea de pensamiento de este filósofo que propone una profundización de la personalidad espiritual permitiendo captar lo universal en lo singular.

 

La filosofía en pos de la verdad.

Kierkegaard propone que la verdad entraña una relación íntima con el ser individual, lo importante no es saber la verdad, sino estar en la verdad. (La verdad auténtica es una verdad vivida donde está en juego lo que el individuo es y lo que hace). La verdad vivida se comprende existiendo, se produce obrando. La verdad es vida, la existencia misma en su realidad concreta singular e incomunicable. La prueba de la verdad no está en la abstracción o fundamentación metafísica sino que radica en la experiencia de la vida. La experiencia coincide con la subjetividad o pasión que es lo propiamente humano. La existencia consciente de sí, es comprensión apasionada que sirve a la acción y al impulso, dejar de lado la pasión equivale simultáneamente impedirse la elección propia de la existencia que es irrealizable sin pasión.

La verdad del sujeto, como plantea el autor, tiene que ver con cuestiones subjetivas intrínsecas de sí mismo, estar en la verdad en algún punto equivaldría al poder ser sincero con uno mismo, una verdad auténtica en donde se pone en juego lo que el individuo es y lo que el individuo hace. Y pensándolo en la temática de las personas con identidades disidentes, aquellas personas que se alejan de la norma y que se colocan en un lugar autónomo tomando su propia identidad como una construcción, tomando su propia identidad como bandera para diferenciarse de lo impuesto por la sociedad normalizadora, ¿Es posible pensar a estas personas como individuos que son atravesados por la verdad? Esta verdad vivida que se da en la existencia y en el obrar, que en algún punto se relacione con el poder aceptar y vivir en concordancia con lo que cada uno siente.

Las disidencias cuentan con la característica de alejarse de lo conocido, que el panorama de identificaciones, de relaciones de objeto, de goce, de exploración y de vivencias sea completamente y en la medida en que cada uno así lo desee, una tabula rasa. Existe la posibilidad de que la experiencia de la identidad de cada uno sea una construcción, que atraviese cambios, que sea fija, pero al fin y al cabo es una experiencia subjetiva, única en cada persona, radica en la experiencia de la vida, como nos aclara Kierkegaard. En este sentido, ¿Podemos decir que las personas que emprenden un camino de construcción lejos de los límites normativos realizarían, en algún punto, una aprehensión de la verdad más genuina que quienes adoptan modelos de género pre establecidos sin interpelarlos?

Se considera necesario resaltar que el proceso de construcción que realizan las personas con identidades disidentes no siempre es un camino fácil; las violencias que se ejercen para con la diversidad sexual son muy específicas y en muchos casos llegan al extremo del riesgo de vida. Hoy en día nos encontramos con un panorama en Argentina que promete un marco legal propicio al libre desarrollo de las identidades y sexualidades, leyes como la Ley de Identidad de Género Nº26.743 y la Ley de Matrimonio Igualitario Nº26.618 proponen un futuro de equidad. Movimientos sociales, agrupaciones, cambios en el imaginario social van moldeando año tras año la cosmovisión que tenemos acerca de quienes nos rodean en donde la idea de diversidad ya no hace tanto ruido. Este clima propicio al desarrollo y aceptación de las identidades disidentes es lo que hace falta para que el desarrollo de las potencialidades y el despliegue de posibilidades sea para todos por igual.

 

El psicoanálisis y su(s) postura(s).

Desde una perspectiva filosófica estas temáticas son bastante comprensibles. Pero ¿Qué podríamos decir desde el campo de la psicología? Y más específicamente, ¿Qué podríamos decir desde el psicoanálisis? Las lecturas que se hacen de los autores clásicos pueden ir resignificándose a medida que va avanzando el tiempo, una suerte de apres-coup de la comprensión y el alcance de diferentes constructos teóricos. Y esta particularidad no es algo que atañe sólo a la lectura de los autores, sino también a su desarrollo, su aplicación y su ampliación. No es raro escuchar hablar de las diferencias en las enseñanzas del “primer Freud” con el “último Freud”, sucediendo así lo mismo con Lacan. Sobre Lacan es interesante la lectura que se hace, desde una mirada sostenida en la primera enseñanza que obtura la cuestión transexual ligada a la psicosis, pero habiendo hoy por hoy desarrollos y lecturas realizadas en base a su última enseñanza, en donde desde el Seminario XXIII “El Sinthome” podemos analogar esto a la ampliación en lo que respecta a la función del significante Nombre del Padre, tan determinante en la primera enseñanza, posibilitando así articulaciones más flexibles al pensar estos desarrollos con cosmovisiones más actuales.

Freud (1920) en “Sobre la psicogénesis de homosexualidad femenina” establece algunas características en tres series para hablar sobre la configuración de la homosexualidad;

  1. Caracteres sexuales somáticos
  2. Caracteres sexuales psíquicos
  3. Tipo de elección de objeto

Tales características podrían pensarse desde la diferencia entre sexo (caracteres sexuales somáticos) y género (caracteres sexuales psíquicos) [1], así como también la elección de objeto u orientación sexual. En este mismo texto Freud explica “… que varían con cierta independencia unos de otros y aparecen en todo individuo diversamente combinados” (Freud, 1920 p2560-2561) lo cual sedimentaría la idea de que estas variables podrían tener diversas configuraciones que permitan la emergencia de personas por fuera de lo “corrientemente normal” [2].

Este tipo de planteamientos proponen tensiones y desacuerdos en el campo psicoanalítico. En este último tiempo ha sido posible observar un viraje en la perspectiva hacia una mirada ampliada que permita incluir a la diversidad sin ser determinantemente “patologizadores” de las diferencias. Existe hoy en día una mirada que conjugue al psicoanálisis y la perspectiva de género, en la cual los valores heteronormativos y patriarcales históricos de la época victoriana buscan ser actualizados y revisados. Este tipo de abordajes ya se daban en 1930 en los debates sobre sexualidad femenina de los cuales habrían participado Melanie Klein, Jeanne Lamlpl de Groot, Joan Riviére, Helene Deutsch, Karen Horney y Ernest Jones (Tajer, 2001).

En este punto es interesante lo propuesto por Ferenczi (1927) acerca de la “elasticidad de técnica psicoanalítica”. Si bien el texto se refiere puntualmente a la técnica, habla de las concepciones teóricas y de la confianza que hay que tener en las mismas.

Ferenczi hace referencia al “tacto psicológico”, llamando a ese tacto la facultad de “sentir con”, o einfühlung, posibilitando esto a poder “adivinar” no solo los pensamientos estancados del analizado, sino también las tendencias que para él son inconscientes. Esto llevaría al objetivo del psicoanálisis, el cual no es aportar una capacidad de ahorrar cualquier sufrimiento, sino enseñar a soportar el sufrimiento. Esta postura es menester en cualquier análisis, ya sea una persona cis o trans.

De esto podríamos ejemplificar con lo siguiente: en un simposio psicoanalítico celebrado en la ciudad de Córdoba a fines de 2018 se exponía un caso clínico de una persona que se identificaba como mujer, tenía una expresión de género masculina, ya que vestía ropa de hombre y en cuanto a su elección de objeto era bisexual o era fluctuante entre ambos sexos. Al momento de abrir el debate los aportes de quienes asistimos a dicho simposio se centraban en que esa persona debía “definirse” de alguna manera; si quería ser varón o mujer, o qué era. Nadie estaba haciendo mención sobre las autolesiones o los intentos de suicidio que también se mencionaban en el historial, y tratar de encasillar a la persona en cuestión no era el fin, sino ponerle palabras a su dolor, que es la base del edificio del psicoanálisis. El “tacto psicológico” tiene que ver también con esto, con la postura que uno toma, el tipo de visión que proyecta, cómo uno aborda cada análisis, y es recomendable apartarse del lugar de supuesto saber para poder entender esa subjetividad, ese parletre, intentando dejar de lado nuestros juicios de valor o nuestras pretensiones de querer encuadrar todo a nuestra visión.

En este sentido, Ferenczi también menciona el uso que se le da a los constructos teóricos, haciendo foco en que solo debe haber confianza convencional en “nuestras teorías”, aludiendo a que podría llegar a ser necesario modificar algún aspecto de la teoría en vigor hasta entonces. Respecto de esto resulta interesante cómo se ha visto la incumbencia de la perspectiva de género en el campo psicoanalítico; Débora Tajer (2012) propone, siguiendo esta línea, una alternativa para pensar diferentes conceptos que atañen a la clínica psicoanalítica.

En “Notas para una práctica psicoanalítica pospatriarcal y posheternormativa” la autora habla de la situación actual entre los colegas al pensar la perversión, definiéndola como aquellas prácticas que se apartan de la moral dominante, siendo ubicadas en las “… prácticas no hegemónicas de sexualidad y sobre la base de una única concepción acerca del estatus de la diferencia sexual y su relación con la castración simbólica en la constitución del psiquismo”, de alguna manera generaría una mirada fija la cual estaría imposibilitada de ver lo patológico en lo nuevo, transformando lo nuevo o lo diverso en patológico (Tajer, 2012). Silvia Bleichmar propone en esta línea identificar lo perverso en relación al estatus del otro en el propio psiquismo, ubicándolo cuando el otro, más allá de la práctica en sí, aparece como objetalizado y no como un semejante.

Sucede lo mismo, plantea Tajer, cuando se plantean cuestiones acerca del deseo de hijo/a en una pareja del mismo sexo, en el deseo de hijo solo/a, y en cuestiones como la reasignación de sexo en personas trans. Son temáticas que de alguna manera ponen en tensión concepciones clásicas acerca de lo teorizado, entendiendo como destinatario de estas conceptualizaciones a la familia nuclear clásica, modelo familiar brindado por parte de la revolución industrial y la entrada a la modernidad.

Siguiendo esta línea, la autora propone puntualizar cuestiones acerca de la familia nuclear revelando algunos elementos dignos de análisis: empezando con que ese tipo de familia tiende más a pertenecer del lado del ideal social y las construcciones imaginarias que del lado de la realidad de la experiencia de muchos/as de los/as sujetos/as. También a partir de la incorporación del amor romántico como entrada al matrimonio, éste se ha validado como una institución que ha de legitimar los vínculos amorosos heterosexuales, en donde el parentesco sólo es válido si adopta las formas reconocidas de la familia. (Tajer, 2012)

El desafío principal, dado lo aquí expuesto, es poder llegar a pensar en simultáneo cómo se constituyen los psiquismos en relación a:

  • La diversidad de las prácticas de la sexualidad
  • Las aún relaciones asimétricas de poder entre los géneros
  • Las relaciones entre los géneros que intentan fugar del paradigma patriarcal. Con el objeto de poder escuchar a las otras formas de femineidades, masculinidades y diversidades sexuales que están constituyéndose y que no necesariamente estén queriendo reproducir los estándares patriarcales y heteronormativos (Tajer, 2012).

También cabe señalar el problema que conlleva la concepción de la constitución del psiquismo a raíz de la diferencia sexual, lo cual consiste en sostener que el reconocimiento de la diferencia sexual, la adquisición de la representación psíquica de que existen solo dos posiciones de deseo (femenina o masculina) apuntaladas en las diferencias biológicas y que cada quien solo se puede ubicar en una de ellas, es la que habilitaría al infante humano el atravesamiento por la castración simbólica y de este modo, su acceso al lenguaje y a la Ley. (Tajer 2012)

Plantear puntos de tensión y establecer alternativas es un camino que se va haciendo con investigación, con producción y con resonancia de la clínica. Es una demanda que supone la clínica actual, los malestares de nuestra época exigen no caer de lleno en patologizaciones que tanto le han servido a la psiquiatría norteamericana. La articulación entre el psicoanálisis y la perspectiva de género y diversidad implica no excluir a una gran parte de la población, que hoy en día alza su voz en una búsqueda de reconocimiento que ha llevado años, con el objetivo de generar un marco de equidad para todas las personas. Esto se logra tomando las posturas clásicas de los autores, a modo de apoyatura para poder seguir elevando el conocimiento y actualizando las variables que hacen al entendimiento de la conducta humana.

 

Lic. Francisco Finck

francisco.finck [at] gmail.com

 

 

Referencias bibliográficas.

Bleichmar S. (2005) La subjetividad en riesgo, Buenos Aires, Topía editorial.

Bleichmar S. (2006), Paradojas de la Sexualidad Masculina, Buenos Aires, Paidós.

Ferenczi, S. (1984). Elasticidad de la técnica psicoanalítica. Psicoanálisis.

Freud, S. (1920). Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. Obras completas18(2010), 137-164.

Kierkegaard, S. (1976). Temor y Temblor, España. Ed. Guadarrama 1976. El concepto

de la angustia, Madrid Ed. Espasa-Calpe.

Tajer, D. (2012). Notas para una práctica psicoanalítica pospatriarcal y posheteronormativa. Burin M. Meler I, Tajer D. Volnovich JC Hazacki Cesar (compilador) La crisis del patriarcado. Buenos Aires. Topia.

 

 

[1]  En este punto Freud va a diferenciar entre “actitud masculina” y “actitud femenina”, lo que hoy por hoy podría entenderse desde lo abarcado no solo por la identidad de género, sino también por la expresión de  género; tiene que ver con cómo la persona se presenta. Presentación que viene ligada a los estereotipos binarios de género y un espectro que iría desde una expresión de género más masculina hasta una más femenina, habiendo posibles configuraciones entre ambos extremos como lo es, por ejemplo, la androginia..

[2] Término utilizado por Freud en el mismo historial citado para referirse al grado de inversión respecto del objeto, presente en las personas heterosexuales.

 

 

 

 

 

 
Articulo publicado en
Junio / 2019

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