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Gueto por liebre

 

             No hay que jugar al espectro porque se llega a serlo.
                                                                    Cábala

 

Mentalidad de gueto:
Bruno Bettelheim polemizando con otros que habían pasado la experiencia de los campos de concentración -sobre si era posible que la comunidad judía se defendiera ante el avance inexorable del nazismo- proponía que: “Puede ocurrir, y ha ocurrido, que un pueblo se extinga. Pero el destino de un pueblo jamás consiste en ser asesinado, sean incas, indios o judíos. Sin embargo, sobrevivir exige una clara comprensión de lo que está ocurriendo y una resistencia bien planeada antes de que sea demasiado tarde, antes de que se llegue al punto desde el cual es imposible el retorno”. (1)
Denunciaba que el peligro es la “mentalidad de gueto” y  sostenía que ésta  es previa y que da sobrados indicios, de mantenerse, a la consecuencia nefasta y dolorosa: el aniquilamiento de los perseguidos. Por ello critica duramente el ejemplo de la familia Frank la que se encierra en una ratonera sin salida –gueto- creyendo que así se salvará de la muerte, Como sabemos el diario de Ana Frank cuenta las terribles consecuencias del encierro absoluto como resguardo y salvación: “... esta cuestión la que me hace ser crítico, no con la familia Frank, ni con Ana Frank, sino con la recepción universalmente positiva que ha tenido su diario en el mundo occidental (...) critico con fervor la filosofía de gueto  que parece haber impregnado no sólo a la intelectualidad judía sino a grandes sectores del mundo libre. Parece que descubrimos grandeza humana en la sumisión pasiva a la espada, en humillar la cabeza (...) que degrada al ser humano a una mera cosa.
La glorificación de los Frank es parte de la mentalidad de gueto, que niega una realidad que les obligaría a pasar a la acción. Es un indicativo de lo difundida que está la tendencia a negar la realidad (...) en el mundo occidental, a pesar de que la historia de Ana demuestra cómo esta negación puede acelerar nuestra propia destrucción” (2, negritas nuestras).

El mundo como un guetto:
Cuando una sociedad tiende a creer ingenuamente que la vida es tratar de lograr la tranquilidad o la normalidad y que ésta se establece cuando es el acallado aquél que protesta y se rebela se pone de manifiesto una particular reedición de la mentalidad de gueto. Claro que el modelo ha sido probado y organizado con éxito en la que se supone gran metrópoli del norte, aquella que se vanagloria de ser la democracia por antonomasia. Allí los que poseen medios de producción e información hicieron realidad la organización de un mundo dividido en múltiples pequeños universos separados entre sí. Siguiendo dos metáforas: a) una política: divide y reinarás y b) La sanitaria: aislar para no expandir la enfermedad.  Esto se construyó sobre la ilusión de  una comunidad respetuosa y donde reinan los derechos individuales. 
La realidad es bien otra. En éste modelo los distintos sectores sociales y étnicos deben vivir sin tocarse y desconfiando los unos de los otros. Cualquier inserción “de un extraño” dentro del cuerpo social del gueto es rápidamente expulsado o rechazado. Así un negro jamás vivirá en un barrio que no sea de la comunidad negra. Un judío tampoco traspondrá los límites de su propia comunidad y los hispanos organizan sus propios barrios consecuentemente con ese refrán que dice: “Donde fueres haz lo que vieres”.
Reproduciendo así un modelo que viene desde la colonización anglosajona basado: “... en una estructura familiar que no considera que los hermanos sean iguales y que produce  y reproduce a nivel inconsciente la certidumbre metafísica a priori de la no equivalencia de los hombres y los pueblos”. (3)

Mentalidad de gueto y sentido común: La mentalidad de gueto está sostenida, básicamente, por el prejuicio, el miedo, la desconfianza y es el nido inexorable donde la paranoia espera para alimentar “la razón de los poderosos”. Es el reinado del sentido común, muy diferente del buen sentido que propugnaba Primo Levi, y está lleno de frases hechas, huecas y rimbombantes.
Es la sociedad de las supuestas buenas intenciones, la que cree vivir esperando que “la ley está para ser cumplida” –y que se olvidó ya que esas mismas leyes les fueron denegadas cuando las expropiaciones bancarias- se ilusiona con que de ésta manera podrán hacer su “vida normal”. Consecuentemente espera que los seres humanos que viven en la pobreza y la marginación también hagan su “vida normal” sólo en el espacio interno de su propio infierno. Esto es que se maten entre sí, que no molesten al resto, que no se muestren, ni se organicen y, mucho menos, expresen ideas propias. Es decir que el tema de la su sobrevivencia sea exclusivamente un problemas de ellos y no del conjunto de la sociedad.
El sueño frágil como siempre fue, por ejemplo, que un presidente enfrente  a las corporaciones con el Preámbulo de la constitución nacional.

Masas de guetos:
El gueto como estructura social está organizado de tal manera que su  crecimiento implica alejar a los otros, como una manera de respetar y de hacer respetar el cordón sanitario y, consecuentemente, va achicando las relaciones personales y sociales.
Así las personas, llevadas por la ideología dominante de gueto, por un rasgo personal o de raza y  asumido como un todo se organizan y relacionan así: los solos, los homosexuales, las parejas, los grupos religiosos, los pobres, los enfermos de sida, los viejos, los diversos grupos étnicos, etc. son llevados, consciente e inconscientemente a aislarse.
Esta partición en pequeñas unidades reproducen la relación paranoide con un otro que está signado como peligroso. Así el respeto a las diferencias termina remarcando sólo el narcisismo de las pequeñas diferencias.
El ejemplo extremo podemos verlo en lo sucedido en los campos de concentración nazi con los prisioneros. En un universo que buscaba permanentemente la deshumanización de los prisioneros, que condenaba a morir por el sólo hecho de ser: judío, gitano u homosexual, reaparecen caracterizaciones despectivas y racistas. Cuenta Primo Levi: “Cuando yo entré a Auschwizts los italianos eran realmente el hazmerreír del Lager, los llamaban <las dos manos izquierdas> (...) Los demás presos, no sólo los SS y los Kapos, se burlaban de los italianos porque todos eran abogados y doctores, incapaces no sólo de agarrar una pala sino también de hablar”. (4) 

Musulmanes:  
Entre las dolorosas y terribles enseñanzas del campo de concentración existe una que, entendemos, ha sido poco trabajada. Se trataba del prisionero agotado,  sin sus reservas psíquicas y físicas  al que los propios prisioneros llamaban “musulmán”.  Estos habían perdido cualquier esperanza  y les era imposible luchar por su existencia. Dice Bettelheim: “Primero renunciaban a la acción por considerarla totalmente inútil; después al sentimiento, porque todo sentimiento era penoso o peligroso, o ambas cosas. (...) el deterioro de los “musulmanes” empezaba cuando dejaban de actuar por su cuenta. En este momento los otros prisioneros reconocían lo que estaba sucediendo, y se separaban de estos hombres <marcados>, porque cualquier relación con ellos sólo podía conducir a la destrucción. En este momento los hombres aún obedecían órdenes, pero sólo ciega o automáticamente, ya no selectivamente o con reservas interiores, ni odiando al recibir malos tratos. Aún miraban o por lo menos movían los ojos (...) cuando por fin cesaban de fijar la mirada por voluntad propia, morían pronto”. (5)

Marginación y discriminación:
Es interesante señalar que la categoría de italiano, en un nivel, y la de musulmán, en otro, expresan la reaparición de asignar a un otro cercano como una de las figuras de la muerte.
Un “musulmán” expresaba la amenaza de la muerte inminente,  a la que cualquier prisionero temía y trataba de rechazar. El entender que aquél que entraba en ese estado de deterioro y despersonalización era un peligro real, seguramente ayudó a muchos a preservarse al reconocer con claridad el peligro que el mismo representaba para aquellos que trataban de mantener la lucidez y fuerza necesaria para poder  sobrevivir. Esto es una verdad indiscutible pero lo que queremos remarcar es la cuestión no resuelta, o pensada a medias, es el por qué de ese nombre: “musulmán”. Es nuestra hipótesis que en el medio de Europa, en el que había sido considerado el país más culto de la misma, en un infierno organizado reaparece la misma caracterización de lo siniestro que venía de las cruzadas. Así como un huevo de la serpiente que vuelve a gestarse dentro del campo se creaba un nombre que daba cuenta de la amenaza de derrumbe personal. Este nombre de lo temible reproduce, por debajo, la ideología del nazismo: musulmán eran otros humanos que no estaban en los campos y que tampoco tenían el mismo color de piel y que no eran de las poblaciones mayoritarias de los Lager.
Con esto queremos decir que la estructura del gueto tiende a reproducirse una y otra vez. En ese infierno organizado por los arios la denominación iba recorriendo una sospechosa geografía cargada de prejuicios: de Europa central hacia el mediterráneo y el oriente: gitanos, italianos, musulmanes. Y eran los propios sometidos al poder quienes reproducen parte de ese esquema discriminatorio al crear esa categoría de musulmán. Tan racista como la que condenó a millones de personas al exterminio dentro de los campos de concentración.
Conclusión:
Así vemos qué lejos de la idea de la Revolución Francesa –el hombre universal- ha quedado la propuesta del capitalismo. Envuelto en una ilusión de globalización generalizada, que sólo es para los capitales y las mercancías, va arrinconando a distintas formas de gueto a los seres humanos. Aun que se produzcan unidades transnacionales –Mercado Común Europeo, por ejemplo, aquella asignación de un otro siniestro reaparece con insistencia y asume, vaya sorpresa,  la figura del turco, del árabe, en suma: del musulmán. Como si la caza del infiel que proclamó la iglesia católica en las cruzadas siguiera marcando al “bárbaro”.
Podemos contesta ahora la observación de Bettelheim sobre el panegírico por el sometimiento al poderoso que detectaba, en el mundo occidental, al respecto del diario de Ana Frank. Estaba basado en la condición central de la sociedad norteamericana, esto es expandir su modelo de organización social por guetos y, esto es lo más importante, porque se estaba gestando este modo de vida para tratar de expandirlo a todo el mundo. Los ricos encerrados,  aislados, con miedo y poder generan fantasmas cada vez más siniestros ergo:  “... la comunidad como espacio heterogéneo que permite los intercambios libidinales y simbólicos se ha transformado en un lugar homogéneo al servicio de un sujeto solo y aislado” (6). Consecuencia inevitable y funcional al poder que Bettelheim lúcidamente denunciaba. Investido el otro como siniestro la convicción y deseo de aniquilarlo es la razón necesaria para el poder. El muro de Isreal con los palestinos, el muro de Estados Unidos en la frontera con México son nada más que las visibles y notorias caras del gueto como paradigma de organización social.
Los chinos estaban convencidos que la Gran Muralla China  se veía desde el cielo. Idea que forjaron los emperadores que la construyeron el astronauta chino recién lanzado al espacio comprobó que no es cierta. No pudo verla.

Bibliografía:

  1. y (2): Bettelheim, Bruno. El Peso de una vida, editorial Crítica, Barcelona 1991

(3): Todd, Emmanuel. El Destino de los inmigrantes. Tusquets Editores, Barcelona 1994.
(4): Levi, Primo. Entrevistas y conversaciones. Ediciones Península, Barcelona 1998.
(5): Bettelheim, Bruno. El corazón bien informado. Fondo de Cultura Económico, Buenos Aires, 1990.
(6): Carpintero, Enrique. La subjetividad del idiota plantea la pregunta: ¿Cómo inventamos lo que nos mantenía unidos?. Topía Revista, Nro. 40.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009

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