En el marco de mi residencia como psicóloga en un Hospital Público General de la Provincia de Buenos Aires escribí, en una oportunidad, un ateneo sobre el acompañamiento a una adolescente en una interrupción legal del embarazo tras haber sido abusada por un compañero de curso. En aquel momento, me pregunté: ¿cómo podría llevarse a cabo un trabajo con el adolescente con conductas abusivas? aquella pregunta devino en otras más generales: ¿qué pasa con los varones que atendemos? ¿atendemos varones? ¿con qué características? ¿por qué consultan? ¿se quedan cuando consultan? ¿Cuáles son sus malestares? Es a partir de estas preguntas, del encuentro con varones en la clínica, de aquel artículo y de la lectura de tantos otros que nace este texto y su objetivo: poder explicitar algunas de las múltiples tensiones y articulaciones posibles entre psicoanálisis, masculinidades y calidad en la atención en salud de varones (cis, en esta ocasión).
A partir del instante en que se determina al nacer -desde una lógica binaria, atributiva y jerárquica- si somos varón o mujer, recibimos un trato diferenciado. Conforme a esta designación se estipulan roles esperados socialmente y por nuestros primeros significativos. Podemos pensar “las masculinidades” como construcciones simbólicas que varían cultural e históricamente y se componen por un conjunto de significaciones imaginarias, discursos y narrativas siempre cambiantes.1 Estas construcciones suelen concebirse como “naturales y universales” pero varían según época, lugares y se construyen intersubjetivamente a través de nuestras relaciones con nosotrxs mismxs, con lxs primerxs otrxs y nuestro mundo social.2 A su vez, se entraman con edades, clases sociales, orientaciones sexuales y un vasto etcétera que -con tensiones entre lo diverso y lo común- las hacen plurales. Además, una masculinidad específica también se constituye en relación con otras masculinidades por lo que no será la misma experiencia la de un sujeto que “porta” atributos de una “masculinidad hegemónica” que quien se considera parte, por ejemplo, de una masculinidad subordinada.3 “Varón” implica una categoría sexual y política en la que se es construido.4
Podemos pensar “las masculinidades” como construcciones simbólicas que varían cultural e históricamente y se componen por un conjunto de significaciones imaginarias, discursos y narrativas siempre cambiantes
Ya lo dijo Silvia Bleichmar: El psicoanálisis tiene una deuda con los varones que se han aventurado al diván -y al consultorio de hospital-. Una deuda clínica, pero también una deuda ética.5 Nos hemos habituado a que las reflexiones acerca de la sexualidad femenina constituyan el eje de gran parte de las investigaciones psicoanalíticas formulando como pregunta universal el enigma acerca del “deseo femenino”.6 Puede decirse que desde los estudios de género y el campo de las masculinidades se han desplegado preguntas y problemáticas sobre los varones que antaño han sido soslayadas tales como: varones y ámbito doméstico, relaciones afectivas, paternidades, entre otras. Los varones tienen género y esta perspectiva en diálogo con el psicoanálisis, puede contribuir a trabajar con ellos, sus malestares y el despliegue de sus deseos.7
El fragmento clínico narrado a continuación es un recorte que puede abordarse desde distintas aristas y pensarse desde diversos conceptos psicoanalíticos. No obstante, solo se hará foco en aspectos referidos al objetivo planteado párrafos atrás. Esta aclaración es necesaria para evitar reduccionismos.
Simón tiene 26 años. Llegó a la guardia de salud mental insomne y con desgano diciendo: “no le importo a nadie, nadie me pregunta cómo estoy”. En paralelo dejó su trabajo y su lugar de militancia. Pocos días después de su primera consulta realizó una sobreingesta de psicofármacos y fue traído por su hermana al hospital. Luego de algunos días de internación lo recibo en consultorios externos.
En los inicios del tratamiento Simón dice que la militancia en un Centro Juvenil fue su vida entera y que lo definía. Siente enojo, tristeza y mucho miedo de repetir aquello que lo trajo a la guardia. No quedan del todo claras las coordenadas que precipitaron su urgencia. Se pregunta: “¿podré tomar otro rol?”. Alojarlo, instalar pausas, abrir tiempos, sostener preguntas, no comprender demasiado pronto serán los primeros desafíos ante su demanda: “siento que estoy en una calle oscura y desconocida, necesito que me ayudes a prender la luz para saber qué dirección tomar y poder rápidamente seguir solo.”
Desde los estudios de género y el campo de las masculinidades se han desplegado preguntas y problemáticas sobre los varones que antaño han sido soslayadas tales como varones y ámbito doméstico, relaciones afectivas, paternidades
Simón dice que está cansado de pensar sobre las cosas que hizo mal, donde falló, en el femicidio de Lorena hace algunos años. Lorena era una adolescente que asistía al centro juvenil del cual Simón era referente. Cuenta que posterior a su asesinato supieron que estaba sufriendo violencia por razones de género. Por un lado, siente que su femicidio fue una derrota colectiva y por otro expresa “me siento en la cabeza de la historia”. Dirá que en aquel momento se presentó un límite y lo peor que podría haber pasado, pasó y no lo pudo prever. Se va por las ramas, pide disculpas por ello y dice que no sabe si fue claro al expresar lo que la adolescente significó para él, ni si se sabe explicar. Nunca había hablado de ello con nadie. Conversamos sobre la “regla fundamental”: decir lo que se le pase por la cabeza aunque le parezca que no tiene sentido, no viene al caso o es una pavada. Nunca lo es, es valioso aquello que surge de ese modo y vamos a darle lugar. Le sugiero, dentro de las posibilidades, que no piense previamente qué hablará en sesión, que se siente y diga lo que se le ocurra permitiéndose al menos en este espacio hablar de lo que guste y como pueda sin traer nada planificado a ver qué pasa.
Cuenta que no es bueno trabajando en equipo cuando hay varias cosas en juego y que prefiere hacer las cosas solo. No quiere deberle nada a nadie y describe sus vínculos como pujas de poder: te doy-me debes. Me das-te debo. Demuestro-lidero. Le pregunto: ¿no hay matices? ¿Existen otros modos, más horizontales, de vincularse? Responde que no sabe, pero puede ser. Intervengo planteando que es una posición muy difícil, dura y solitaria pensar que se puede con todo, es incompatible con la vida y nadie puede solo con todo. Pregunto incrédula: ¿No te genera padecimiento? Responde: “quisiera que las cosas sean diferentes, no ser simplemente alguien que resuelve. Siento que estamos en un mundo muy polarizado, está bueno buscar un punto de inflexión para vivir mejor”.
A lo largo del tratamiento irá realizando lentamente actividades. En principio explora qué hacer con su tiempo libre a solas sorprendiéndose al poder mirar una serie completa sin ser interrumpido por tormentosos pensamientos. Luego comienza a realizar actividades con su familia y en su primera salida con amigos logra correrse del lugar de asador y de ser quien propone los temas de conversación, aunque no sin dificultades. Comienza a hablar sobre sus vínculos amorosos. Dice: “Una vez me enamoré y fue lo peor”, pero no quiere hablar sobre ello.
El relato escrito a continuación es una reconstrucción de lo acontecido durante muchas sesiones entre medio de las cuales Simón refiere no saber si hace bien al hablar, sentirse mal, enojado, luego triste y vulnerable. Llora, se asusta, advierte que el llanto tiene mala prensa, pero alivia y no lo desborda, se duerme.
Amelia es una chica que trabajaba en el Centro Juvenil. Sobre ella dirá “me cambió la vida: yo era la rigidez, la voz de mando y ella flexibilidad y alegría. Mi vida era gris y ella la llenó de colores y matices”. Unos meses atrás a partir de una falta al reglamento interno del centro juvenil decide echarla y no volver a verla. Dice: “estuve entre las cuerdas: ¿sostengo mi palabra o cometo el error de ser flexible? ¿Decido con el corazón o con la cabeza? Estaba feliz con lo que teníamos, era una complicidad peligrosa porque era mi Kryptonita. Con ella sentía que me podía sacar el traje de Superman, no se va a repetir”.
Las sesiones comienzan a girar en torno a una serie de sucesivos encuentros amorosos de finales abruptos. Toda muestra de afecto la lee como condescendencia o demagogia. Ante las preguntas: ¿cómo te demuestran amor quienes te quieren? ¿Qué es el amor para vos? ¿Qué cosas te hacen sentir querido o amado? Responde: “que lo digan, no sé, nunca lo pensé. que respeten mis silencios. Eso es respeto, no amor. Cuando a un niño le dicen ‘lindo’ entiendo que es amor. Cuando mi hermana me trajo al hospital, no necesitó reciprocidad”.
Durante la sesión siguiente cuenta que salió con una chica y que sintió angustia: “no puede ser que me haya sentido así, ¡mira si se daba cuenta! No puede pasar”. Ante el ¿por qué? responde: “es como ver que tu papá juega mal al fútbol, no puede pasar”. Le digo que su papá también es humano y que será muy crack en el fútbol, pero seguro es “un muerto” en algo y el desafío está en querernos con nuestra humanidad a cuestas. Se abre, entonces, una pregunta en relación a la chica con la que salió: “¿qué le atrajo de mí?” para luego de unos instantes de silencio agregar: “¿sabes? el otro día me fui de la sesión pensando qué es el amor, le pregunté a mis amigos qué pensaban: nadie supo responder”.
La práctica del psicoanálisis se realiza en el punto de encuentro en que la realidad externa constituye al sujeto y éste con sus determinaciones inconscientes a dicha realidad.10 Para pensar en torno a las subjetividades en varones Irene Meler (2019) se sirve del traje de Ironman. Dicha autora refiere que allí se expresa la paradójica relación entre omnipotencia y extrema vulnerabilidad: un traje de acero con el que puede volar, pero que sin embargo resulta vulnerable a la sustracción de un pequeño dispositivo incrustado en su traje destinado a proteger su corazón. En el traje de Superman que Simón dice portar también se expresa la metáfora lograda de las representaciones idealizadas sobre la masculinidad heroica, así como sus efectos en la vida del mismo, los costos inadvertidos de imperativos socio-político-culturales y la fragilidad de sus defensas.11 La figura de Superman puede pensarse como una búsqueda de protección para la fragilidad interior que es tanto física como psíquica. Esto es muy importante de tener en cuenta en la clínica con varones dado que el temor a hablar de ciertas cosas y los sentimientos que ello puede suscitar es recurrente y genera poca adherencia en los tratamientos. Además, no es poco común que ante ciertas emociones y sentimientos que comienzan a aflorar más allá de los enojos, se abandonen los tratamientos. Es decir, el peligro del cual se defienden no viene de afuera sino desde su interior por la vulnerabilidad desmentida que desarma la performance viril.12 Ante este panorama el primer paso con Simón apuntó a que las sesiones pudieran transformarse en un espacio-soporte donde abrir, lentamente y con cautela, sus experiencias sin una mirada crítica aplastante sino construyendo un espacio de confianza donde compartir aquello que le estaba pasando.13
En el traje de Superman que Simón dice portar también se expresa la metáfora lograda de las representaciones idealizadas sobre la masculinidad heroica, así como sus efectos en la vida del mismo, los costos inadvertidos de imperativos socio-político-culturales y la fragilidad de sus defensas
Las estrategias de trabajo implican fundamentalmente la labor psíquica de reconstrucción de las significaciones emocionales disociadas y desestimadas. Ello es comparable con el aprendizaje de un nuevo lenguaje: el lenguaje de los afectos. Asimismo, es fundamental el intento de horadar la omnipotencia siendo esto muy dificultoso de llevar adelante por los beneficios narcisistas que implica incluso a expensas de la propia autoconservación.14 Por ello al abordar la salud de los varones veremos que sus problemáticas están vinculadas a los costos de poder sostener o no la hegemonía.15
Por último, es importante mencionar la sobremortalidad existente en varones. Según un estudio titulado “Masculinidades y salud en la Región de las Américas” de la OPS (2019) en Latinoamérica existe una sobremortalidad de los varones que se acentúa en la adolescencia llegando a triplicarse en la adultez temprana. Viven entre 5 y 6 años menos que las mujeres cis. En cuanto a las mayores causas de muerte se encuentran: homicidios, exposición a fuerzas mecánicas, consumo de alcohol, accidentes viales, ahogamientos, cirrosis, suicidios.16 La representación de la virilidad ligada al valor de asumir riesgos físicos genera exposición a peligros, excesos y falta de registro del cansancio construyéndose una imagen del cuerpo como máquina de rendimiento.17 A consecuencia de esto, se genera una ajenidad respecto del propio cuerpo a la cual se le suman imperativos sociales tales como no quejarse de los dolores que inhibe y/o minimiza la capacidad de registro de los propios malestares.18 Encarnar el lugar de superhéroe tiene sus privilegios, pero también sus costos: no olvidemos que mientras la Kryptonita debilita a Superman, resulta inofensiva para los seres humanos. ◼
Notas
1. Barzani, Carlos, Masculinidad gay, Revista Topia Nº 85, Buenos Aires, Abril 2019, disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/masculinidad-gay
2. Barzani, C., op. cit.
3. Barzani, C., op. cit.
4. Barzani, Carlos; Vainer, Alejandro, “El malestar de los varones”, Revista Topía Nº 94, Abril 2022, disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/malestar-varones.
5. Bleichmar, Silvia, Paradojas de la constitución sexual masculina en Paradojas de la sexualidad masculina. Buenos Aires, Paidós, 2009, Cap1.
6. Bleichmar, S., op. cit.
7. Tajer, D., “¿Qué quiere un hombre? Hacia una clínica de varones con perspectiva de género” en Psicoanálisis para todxs. Por una clínica pospatriarcal, posheteronormativa y poscolonial, Topía, Bs. As., 2020.
8. Volnovich, Juan Carlos, “El psicoanálisis en la formación de psicólogo: ¿Por qué?, ¿Para qué? y ¿Cómo?”, Psyberia, año 2 Nº 4, Rosario, Diciembre 2010.
9. Tajer, D., op. cit.
10. Carpintero, Enrique, “La corporsubjetividad” en El erotismo y su sombra. El amor como potencia de ser, Topía, Bs. As., 2015.
11. Meler, Irene, “La Masculinidad cuestionada”, Revista Topía Nº 85, Buenos Aires, Abril 2019, disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/masculinidad-cuestionada
12. Meler, I., op. cit.
13. Barzani, Carlos, “¿Soy o no soy transexual?, Revista Topía Nº 83, Buenos Aires, Agosto 2018, disponible en https://www.topia.com.ar/articulos/soy-o-no-soy-transexual
14. Meler, I., op. cit.
15. Tajer, Débora, “Construyendo una agenda de género en las políticas públicas de salud” en Tajer, D. (comp.), Género y Salud. Las políticas en acción, Lugar, Buenos Aires, 2012.
16. Organización Panamericana de la Salud. Masculinidades y salud en la Región de las Américas. Resumen. Washington, D.C.: OPS; 2019.
17. Tajer, Débora, Heridos corazones: Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres, Buenos Aires: Paidós, 2009, Cap. 2: “Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y de morir”
18. Barzani, C y Vainer, A., op. cit.