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La salud mental antes de la salud mental

 

Adelanto del libro de próxima publicación

Las huellas de la memoria

Historia del psicoanálisis y la Salud Mental en la Argentina.

Tomo I (1957- 1969) Tomo II ( 1970- 1983)

La salud mental antes de la salud mental

Antes de la difusión de los abordajes terapéuticos que se produjeron en los 60, los argentinos tenían una idea difusa acerca de la enfermedad mental. Los cambios políticos y en la vida cotidiana transformaron cualitativamente las ideas, las prácticas y también qué pensaba la población. Por ello debemos partir del imaginario social de esa época para poder dimensionar la magnitud de las transformaciones que observaremos a lo largo de este libro.

¿Qué ideas tenían los argentinos a finales de los '50 acerca de la Salud mental? ¿Figuraba dentro de sus preocupaciones? ¿Qué prejuicios se tenían acerca de la enfermedad mental?, ¿Qué información se disponía acerca de los distintos tratamientos psiquiátricos?

Floreal Ferrara y Milcíades Peña realizaron una encuesta por muestreo durante los meses de julio, agosto y septiembre de 1959, en las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán. Es interesante la aparición de un intelectual de izquierda como Milcíades Peña colaborando en el naciente campo de la Salud Mental. Peña nació en 1933 y se suicidó en 1965. Fue un autodidacta dentro de los intelectuales de izquierda argentinos. Desde muy joven se acercó al marxismo, ligándose con el grupo trotskista liderado por Nahuel Moreno. Luego de alejarse de dicho grupo siguió un desarrollo independiente y personal. Se formó personalmente en investigaciones sociales cuantitativas, inclusive siendo uno de los primeros que hacían investigaciones de mercado. En la década del 60 fundó la Revista Fichas de investigación económica y social. Entre su bibliografía se destaca su particular enfoque historiográfico de la Argentina. Y este breve aporte al campo de la Salud Mental.

Los resultados fueron llamativos:

90 de cada 100 personas no nombraron a la locura entre las enfermedades más temibles, entre las no mortales.

64 de cada 100 personas consideraron que la locura es esencialmente un comportamiento extremada y sistemáticamente distinto al que se considera normal. Solamente reconocían como "enfermedad mental" lo que clasificaríamos como una conducta psicótica violenta y agitada.

Acerca de las causas de la enfermedad mental, tres de cuatro consideraron causas físicas, tales como lesiones cerebrales o alcoholismo. Los factores más mencionados fueron los de orden físico biológico. Luego le siguieron los problemas psicológicos (conflictos familiares, amorosos o falta de cariño). Pero los menos mencionaron las situaciones sociales en las causas de la locura. Vale destacar que para 52 de 100 personas el "leer demasiado" era una causa "muy importante" en la locura, quizás recordando al famoso Don Quijote de la Mancha, que enloqueció al leer muchos libros de caballería.

La imagen popular de lo que era "enfermedad mental" difería notoriamente de la concepción vigente entre los profesionales del momento. Únicamente mencionaban a las psicosis más violentas y bizarras. Sin embargo definían como inmoralidad o delitos a toda una gama de patologías que se consideran psiquiátricas.

El nivel de prejuicio desembocó en que a 62 de cada 100 personas les desagradaría tener como vecino a un ex enfermo mental. Y que una de cada dos consideró que era una desgracia contar con un enfermo mental en la familia, y que debía guardarse en secreto. Esto nos plantea el largo camino que deberían recorrer los profesionales para un abordaje comunitario de la salud mental.

La población en su mayoría desconocía a los psiquiatras: Una de cada dos personas nunca había tenido la ocasión de conocer a alguien que hubiera sido tratado por un psiquiatra, mientras que tres de cada cuatro jamás habían conocido a nadie dedicado a la psiquiatría. En ese momento los psiquiatras eran los únicos profesionales de la Salud Mental.

En cuanto a los tratamientos conocidos por la población, 45 de cada 100 desconocían los tratamientos psiquiátricos. Entre los que sí conocían, el electroshock fue el más mencionado (32 de cada 100), seguido por el shock insulínico (12 de cada 100). Finalmente la psicoterapia y el psicoanálisis fueron citados por tan sólo 8 de cada 100 personas, a la vez que los sedantes, la religión y el confinamiento o el aislamiento fueron mencionados por el 19 % de los entrevistados.

Era comprensible que si la mayor parte de la gente suponía que las enfermedades mentales eran de origen biológico, los tratamientos más conocidos fueran los que actuaban sobre la biología.

Finalmente, el conocimiento acerca de la terapéutica no brindaba ninguna confianza en la curación. 56 de cada 100 personas opinaron que la locura no podía curarse.

Un tema investigado fue la escasa importancia que se le atribuyó a las condiciones de vida sobre la salud mental: tres de cada cuatro personas afirmaron que la pobreza tenía poca o ninguna importancia en las enfermedades mentales; 61 que el exceso de trabajo no era importante; y 87 que una migración del campo a la ciudad tampoco incidiría sobre la salud mental.

Los autores concluían su investigación con el cruce entre prejuicios acerca de la enfermedad mental y actitudes conservadoras: "Todo lo cual parecería indicar que para las personas de actitud básicamente conservadora la misión primordial del ser humano es adaptarse al orden social imperante, y cualquier incapacidad para adaptarse constituye –a los ojos de los autoritarios- una prueba, o en todo caso una presunción, de inmoralidad deliberada o incapacidad constitucional más bien que de trastornos en la salud mental. Por lo cual la psiquiatría resulta para esas personas básicamente conservadoras una especialidad más bien punitiva que terapéutica, y en todo caso misteriosa".

Esta era la radiografía de la población a finales de la década del 50. Los 60 cambiarían todo este panorama para siempre.

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Articulo publicado en
Septiembre / 2009

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