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Mirar y Comer

 

El trigo y el arado

El trigo y el arado se mancomunaron para iniciar la revolución de la agricultura que cambió el mundo, una transformación que hizo que la población del planeta aumentara en forma exponencial. A partir de los surcos hechos por el arado y las semillas que allí crecerían, se modificaron radicalmente los hábitos alimentarios, las formas de la sociabilidad, los cuerpos y los gustos. Como consecuencia de estas transformaciones, la alimentación variada y más completa de los cazadores-recolectores se perdió para siempre.1

La dieta se basó en la producción de granos, verduras y hortalizas (cebada, trigo, arroz, espinaca) y en los pocos animales que el mismo agricultor logró domesticar (pollos, porcinos, vacas). Esto obligó a los campesinos a establecer una relación estrecha con la tierra y sus animales de cría, de esta forma nacieron las aldeas. En ellas comenzó una valorización del sedentarismo, necesario para cuidar los cultivos y antagónico al desplazamiento constante de los grupos humanos nómades. La vida se centró en la producción agrícola y en la propiedad privada, en ese mundo más pequeño y parcelado se establecieron las bases de las futuras ciudades.2 Es impactante el crecimiento del sedentarismo sistemático en todo ese proceso.

Este largo período histórico duró siglos, baste recordar que el noventa por ciento de la población mundial habitaba y trabajaba en el campo hasta bien entrada la modernidad. Una enorme cantidad de procesos económicos y sociales, en especial la Revolución Industrial, fueron modificando el hábitat de aquellas primitivas aldeas hasta llegar a las mega urbes actuales.

El cuerpo mítico de los Titanes

La labranza de la tierra modificó profundamente el cuerpo del campesino. La esforzada tarea lo inclinó hacia el suelo, disminuyendo su altura en comparación con la de sus antepasados nómades y trajo pesares permanentes en sus articulaciones, las rodillas y las manos que iniciaron un camino sin retorno hacia la artritis y la artrosis.

Nadie pudo dar cuenta de cómo eran los cuerpos de los humanos antes, dado que el nomadismo quedó difuso en el fondo de la memoria. Es posible que en los mitos de los titanes, de cuerpos enormes y con fuerzas casi sobrenaturales, estén desfigurados los recuerdos de ese andarín no atado a la agricultura que tenía más centímetros de altura, mayor contextura y vigor. No en vano los marinos que cruzaban el Cabo de Hornos, desde Magallanes en adelante, hablaban de “esa Tierra de Fuego donde habitaban gigantes.”3 También los tehuelches, primos continentales de los selknam, fueron considerados gigantes por los colonizadores españoles.

Con la agricultura, no solo cambiaron los cuerpos y las tareas, el afincamiento campesino impuso otra manera de vivir en grupo: radicados en aldeas, atentos a los cultivos. Una mayor producción de comida y con ella, la posibilidad de alimentar más bocas fue seguida de un aumento rápido en la reproducción. Como contrapartida, la salud se tornó más frágil y quedó a merced de epidemias y cambios ambientales producto de la convivencia permanente con los animales de cría y la contaminación de su ecosistema, que favorecían permanentemente el pasaje de virus y bacterias entre animales y personas.

Cuerpos más chicos, débiles y amenazados abrieron un espacio a la ilusión de que esos perdidos cuerpos vitales y enormes se podían recuperar de alguna manera. Ese sueño sorprendentemente toma consistencia con la espinaca y Popeye en el siglo XX, en plena etapa de la Gran Depresión. Un mojón importantísimo que dejará sus huellas sobre los modos de comer actuales, impulsados por costosas y multinacionales campañas publicitarias.

La espinaca y el nacimiento del superhéroe

Se puede datar con certeza que en el siglo XI los árabes introdujeron la espinaca en España, que sabían de sus propiedades y que se podía cultivar todo el año. Lo que no imaginaron, seguramente, fue que mucho tiempo después sería uno de los alimentos que recogería las antiquísimas versiones de las pociones mágicas sanadoras.

La labranza de la tierra modificó profundamente el cuerpo del campesino. La esforzada tarea lo inclinó hacia el suelo, disminuyendo su altura en comparación con la de sus antepasados nómades

En la cultura de la alquimia, las pociones -la más popular entre ellas, el elixir del amor- eran bebidas que podían usarse para sanar, para envenenar y como una forma de inmunizarse contra los venenos. Las pociones provenían del conocimiento que tenía la herboristería medicinal antigua y que, a partir de la Inquisición en adelante, quedó ligada a brujas, magos y hechiceros.4

La articulación entre la espinaca y la poción que lleva de inmediato a la fortaleza, ocurrió en el año 1929, cuando la cocinaron y envasaron industrialmente en latas. Una novedad que requería ser publicitada de manera especial porque era algo extraño para la época eso de tener que abrir una lata para comer una verdura pre cocida, por lo tanto, había que imponer su consumo en el mercado interno estadounidense. Para ello la promoción -una experiencia de marketing fundante- inventa un héroe que no ve de un ojo y de hablar muy extraño: el marinero Popeye, es decir, Ojos Saltones.5 Crea a un personaje de comic, y poco después vendrán las películas de dibujos animados.

El extraño Ojos Saltones

Fue una comunión perfecta, el éxito del personaje impulsó las ventas de manera exponencial. La campaña de Popeye invitaba a convertir a la comida enlatada en parte importantísima de la nueva manera de cocinar que se avecinaba. Publicitada como algo superlativo que transformaba instantáneamente el cuerpo de Popeye, la campaña buscaba movilizar esa antiquísima fibra que hace responsable a las madres del crecimiento sano de los hijos, trataba de que ellas pusieran en la boca de los niños la espinaca contándoles que la misma hacía del marinero Popeye un gigante.6 Los niños, por su parte, eran seducidos por el dibujo animado y el comic; un plan perfecto de marketing directo.

El ejemplo de Popeye daba cuenta de cómo se podía transformar el cuerpo timorato y débil en un santiamén, era cuestión de abrir una lata de espinaca y devorarla en un instante. Los dibujos animados mostraban cómo la espinaca recorría el interior del cuerpo del marinero y le iba agrandando los músculos hasta que Popeye se convertía en un poderoso Titán, como los selknam de Tierra del Fuego, altos, aguerridos, de gran fuerza en sus músculos y gran resistencia para la marcha y los cambios de temperatura. El mismo Popeye en una de las tiras se declara descendiente directo de Hércules que, recordemos, era un ser nacido de la unión de un dios, Zeus, y una mortal Alcmena. Un niño que tuviese miedo ante una pelea, a fracasar en un deporte, por ejemplo, tenía en la lata de espinaca la ilusión de la poción instantánea que le daría la superlativa energía de los dioses que le permitiría atravesar sus limitaciones y vencer a sus enemigos.

Popeye se convierte así en el inicio de los superhéroes, un hombre común que muta en un ser poderoso que puede enfrentar y derrotar al mal. Para que ello ocurra hay que recurrir a la poción mágica: abrir la lata en el momento de peligro e ingerir la espinaca de un tirón. Tanto el comic como el dibujo animado, se convierten en un gran negocio en sí mismo y cumple con creces el objetivo de expandir el consumo de la espinaca enlatada. Se cazan dos pájaros con el mismo tiro.

Aquella lata de Popeye que iba a funcionar como una poción mágica salvadora se ha convertido en un chaleco de plomo impulsado y organizado por las multinacionales

Recordemos que el marinero es un ser pacífico que trata de no recurrir a su poción, no abusa de su fuerza. No padece, como Hércules, de ataques de furia donde mata sin razón. Su ira la desata su antagonista, Brutus o Blutos, una mole de músculos que es la maldad personificada y cuya única reacción es siempre la violencia. El gigante tiene una sostenida inquina con Popeye debido a que Olivia no responde a sus requerimientos y cotejos, dado que vive enamorada del marinero de ojos saltones y de hablar raro. Está garantizado, así, un duelo permanente entre la maldad de Brutus y el primer prototipo de superhéroe que transforma su cuerpo de manera increíble ingiriendo comida preparada por la industria alimenticia. Popeye, a diferencia de los posteriores desarrollos de los personajes caracterizados y considerados superhéroes,7 no necesita otra cosa que un alimento que funciona como una poción mágica que lo convierte instantáneamente en un ser imbatible.8

La campaña de la espinaca enlatada con su protagonista Popeye es una de las grandes avanzadas para el marketing de la alimentación industrial. Irá abriendo caminos para alejar a las familias tanto de la cocina, como de la transmisión cultural de comer juntos.9 Establecerá mojones para que la comida pre cocida, comprada en el supermercado o el delivery, vaya ganando la batalla en la cocina. Desde la Segunda Guerra Mundial en adelante y junto con el desarrollo masivo de los electrodomésticos, este proyecto cobra fuerza mundial y va rompiendo la transmisión cultural de la comida en familia para ir hacia las formas actuales de comer en solitario, ante un sinnúmero de pantallas, así mirar pantallas, estar quieto, en solitario y comer sin relacionarse con lo que se ingiere es el modelo que se impone cuando se rompe el modelo familiar de almorzar o cenar juntos.

Cuerpos transformados

Hemos intentado -dando grandes saltos en la historia- ver cómo los cuerpos cambian de acuerdo a los trabajos y a las condiciones alimentarias que se van estableciendo. Ya no existe el mundo de los cazadores y tampoco hay predominio del mundo campesino. Desde la Segunda Guerra Mundial para acá, la industria alimentaria impone con su enérgico e implacable marketing, formas de consumir comida que han llevado a una pandemia mundial que atraviesa todas las barreras geográficas y políticas del mundo. Por distintos motivos y características, que es bueno tener presentes y diferenciar, ocurre entre los pobres, como también en los sectores medios y altos.

Estamos hablando de la obesidad, especialmente del exponencial aumento de la misma en niños y adolescentes. Aquella lata de Popeye, que iba a funcionar como una poción mágica salvadora, se ha convertido en un chaleco de plomo impulsado y organizado por las multinacionales de las bebidas azucaradas, las golosinas y la comida chatarra. De esta manera se observan cada vez más niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad.

Los cuerpos cambian de acuerdo a los trabajos y a las condiciones alimentarias que se van estableciendo

El campesino modificó su cuerpo por su relación con la labranza, el minero tomó en el socavón, un color de piel que era el de la mina, el pescador vivió cubierto por una capa de sal marina ¿Qué ocurrió desde los años ‘90 para que, pese a los modelos estilizados de la actualidad, el sobrepeso y la obesidad irrumpan en todo el mundo como una colosal pandemia que no se puede parar? Los modelos idealizados de belleza llevaron no hace muchos años al predominio de la anorexia, hoy día esos patrones estilizados, que aún perduran, no son eficaces para poner una valla a la obesidad, es decir, también fracasan o producen una respuesta paradojal que los rechaza de plano. Estamos ante un proceso que obliga a reformular lo que se conoce sobre la obesidad y sus consecuencias.

En la época de los nómades, la misma era inexistente, en la Edad Media denotaba riqueza y pertenencia a la aristocracia dominante y, como su correlato, la delgadez era la muestra palmaria de que los pobres estaban subalimentados o comían lo justo.10 Pese a lo anterior, la gordura medieval tenía un límite estricto, si limitaba los movimientos -por ejemplo impedía ir a la guerra o montar a caballo- quien la sobrellevaba era rechazado socialmente y si se trataba de un rey, hasta podía ser destronado, dado que la inmovilidad producida por la gordura era inaceptable para conducir un reino.

En la Modernidad también los obreros en sus luchas contra los burgueses dibujaban a los dueños de las fábricas con enormes panzas y con cara de chancho: la famosa imagen del chancho burgués que mostraba a los dueños de las fábricas gordos y a los obreros flacos y padeciendo hambre.

Esta división por diferencias de clases, sin duda sigue existiendo, pero la pandemia que enfrenta actualmente la humanidad recorre todas las clases sociales, tanto en los países centrales como en los llamados dependientes. Estamos ante un gran problema que dejará secuelas a largo plazo en las generaciones que están en vías de crecimiento: hipertensión, diabetes, problemas psicológicos, en definitiva, secuelas muy difíciles de abordar y de alto costo y resolución para la salud pública.

Estrictamente hablando, se presume el aumento de la expectativa de vida, pero hay un posible aumento de la morbilidad para un alto porcentaje de las nuevas generaciones que padezcan la pandemia. Al mismo tiempo los sistemas de salud se demuestran impotentes para ir contra el modelo impuesto por la industria alimentaria y no establecen o llegan tarde con las medidas que esta pandemia mundial requiere.

Obesidad y mundo virtual

La sociedad del espectáculo lleva como marca central el consumismo y el establecimiento en todo el mundo de formas de vivir, producto de la eficacia del mundo de la imagen que la placenta mediática hace circular en tiempo real. Tanto los adultos como los niños se han convertido en cyborgs11 que requieren de las prótesis comunicativas a tiempo completo, sin ellas creen desfallecer o estar en peligro inminente.12 Existen una serie de articulaciones entre la vida virtual del cyborg y la pandemia de obesidad infantil.

La experiencia que denominamos “mirar y comer” favorece la claustrofilia y estimula una oralidad desaforada

El mundo virtual promueve la ilusión de un útero o una teta, donde las solícitas máquinas de comunicar siempre tienen alimento para dar, sin desfallecer y jamás retiran su oferta, están dispuestas a tiempo completo. La conexión virtual funciona como un cordón umbilical que une al cyborg con esa nube repleta de imágenes y sonidos. Esto promueve que el niño cyborg actual quede atrapado en la ilusión de una incorporación constante. Sin necesidad de moverse, tiene a su alcance imágenes y contactos con el mundo, en tiempo real. Todo el mundo virtual viene a él, solo necesita deslizar un dedo por la pantalla de turno. El sedentarismo, en consecuencia, va ganando la partida y la obesidad infanto-juvenil se expande sin diques. Es decir, que aumentó -como ya venía ocurriendo con la televisión- la relación entre mirar y comer. La experiencia que denominamos “mirar y comer” favorece la claustrofilia y estimula una oralidad desaforada. Sin compañeros de ruta presentes -los adultos que debían regular estos procesos están atrapados en el mismo sistema de no abandonar nunca la vida virtual- no pueden o no saben cómo intervenir. No hay saciedad, ni límite, y queda casi siempre agrandando el vacío interior. Oralidad desaforada, máquinas de comunicar siempre a su disposición, adultos cyborgs que están más atentos a sí mismos, medios de comunicación que hacen grandes negocios hablando de lo inseguro del espacio social, van constituyendo un mundo de encierros donde es inevitable que el sedentarismo aumente. La industria alimentaria gana la partida. En consecuencia, los niños y adolescentes corren ya serios riesgos. De no resolverse la pandemia, el futuro de quienes queden atrapados en la obesidad infantil no es, lamentablemente, promisorio.

Notas

1. Harari, Yuval Noah: De animales a dioses, Debate-Historia, Buenos Aires, 2016.

2. José Luis Romero: La ciudad occidental, Siglo XXI, Buenos Aires, 2009.

3. Chapman, Anne: Fin de un mundo, los selknam de Tierra del Fuego, Fundación América, Buenos Aires 2002.

4. Vigarello, Georges: Historia de la obesidad, Nueva Visión, Buenos Aires, 2011.

5. En consonancia con la dirección de este artículo hacemos notar que en Argentina un año antes de la creación de Popeye, es decir, en 1928, sale Patoruzú creado por Quinterno. El cacique es tehuelche de la Patagonia y atribuye sus fuerzas ciclópeas a la alimentación que recibió en su tribu de niño.

6. Hazaki, César, “El celular de los huevos de oro”, Revista Topía N° 65, Agosto 2012. También en www.topia.com.ar.

7. El Fantasma aparece en el año 1936 y Superman en el año 1938, mucho tiempo después que Popeye. Estos personajes están vinculados a poderes que no pertenecen al mundo del alimento, se vinculan a la ciencia ficción.

8. Un ejemplo posterior de esto surge en el comic Asterix el Galo, donde los galos luchan contra los romanos y su mago Panoramix es quien prepara las pociones que hacen imbatibles a los galos.

9. Hazaki, César, “Obesidad infantil y vida digital” en www.topia.com.ar

10. Vigarello, Georges: ob. cit.

11. Cyborg es un concepto que aúna, en inglés, lo cibernético (cyb) a un organismo (org). Ver Hazaki, César: “Cyborgs. Los nuevos procesos subjetivos y sociales de adaptación”, Revista Topía N° 69, Noviembre 2013. Disponible en www.topia.com.ar

12. Hazaki, César, El Cuerpo Mediático, Topía, Buenos Aires, 2010. Ver capítulo 2 “Cordón umbilical telefónico”.

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Articulo publicado en
Julio / 2016

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