Frente al acontecer de lo contemporáneo se hace factible la aceptación y visibilización de lo que muchos consideran “nuevas” o “modernas” presentaciones identitarias. Estas formas de autopercepción nada tienen que ver con lo nuevo o lo moderno, las mismas se dan en el interjuego contextual que va posibilitando que determinados sectores de la sociedad, denominados históricamente como minorías, vayan teniendo un reconocimiento social que se corre del modelo hegemónico heteronormado que ha oprimido todo lo que esté por fuera de la norma de manera sistemática y cultural a través de los tiempos.
Desde el comienzo de mi práctica como analista he tenido la oportunidad de acompañar y analizar personas trans. Digo acompañar, no solo desde la clínica sino también desde espacios políticos y sociales. Como analista y como persona, participo de la vida social de la comunidad donde desarrollo mi práctica, sin por ello perder neutralidad analítica. Quiero decir que tengo una posición ética y política que atraviesa mi ejercicio. Aporto desde mi lugar para el avance y respeto de los derechos de las personas trans, como así también de otras poblaciones que han sido vulneradas y discriminadas históricamente. De esta manera, también, soy testigo de las conquistas de derechos de la comunidad trans y una de ellas, en particular, el derecho a la identidad de género (Ley 26.743) ha impactado en la clínica que desarrollo. Ante lo cual, no son pocas las consultas que en principio se presentan como pedidos de acompañamiento a procesos de reasignación y luego de las entrevistas preliminares han derivado en la posibilidad o la apertura de análisis.
Su pregunta no giraba en torno a ¿quién soy? sino en relación con el modo de estar siendo con ese cuerpo
Cuerpos sexuados, modalidades deseantes, elección de objetos, descargas pulsionales que exceden, estallan y no se aprisionan en los moldes que el binarismo: femenino – masculino encierra. Prácticas de encarnar el deseo, la pasión y la identidad que requieren ser reconceptualizadas para que las teorías que pretenden describirlas y ayudarlas en sus sufrimientos no las continúen violentando a través de una imposición de sentido psicopatológico que, a diferencia de nuestro imperativo ético que nos obliga a trabajar con el sufrimiento humano, nos deja inermes en nuestra tarea tanto clínica como teórica.
Agradezco la invitación[2] porque me interesa compartir con Uds. algunos debates que considero de actualidad en torno a la subjetividad sexuada y la clínica psicoanalítica.
En ese sentido, agradezco que me permitan acercarles los aportes en los que puede colaborar la articulación entre los Psicoanálisis y los Estudios de género a varios de los desafíos que se nos presenta en la clínica psicoanalítica en la actualidad.
Entendemos por Orientación Sexual los aspectos eróticos que conmueven y sexualizan a una persona, independiente de su puesta en acto. Encontramos aquí tres diferenciaciones: Bisexualidad, Homosexualidad y Heterosexualidad.
Variable independiente es la Identidad de Género, aspectos culturales, políticos y sociales que conforman gran parte de la Identidad Total de la persona. No es aquí a quien elige o hacia donde se enfoca la erotización, sino cómo y desde dónde se elige, como un* se determina. Limitadamente podemos enunciar las siguientes Identidades de Género: Hombre (diferenciar de Varón)
Carla Delladonna (compiladora), Rocío Uceda (compiladora), Paulina Bais, María Sol Berti, Susana Di Pato, Marta Fernández Boccardo, Romina Gangemi, Maiara García Dalurzo, Bárbara Mariscotti, Agustín Micheletti, María Laura Peretti, Malena Robledo, Georgina Ruso Sierra