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La sensorialidad en la vida fetal Esencial para el devenir humano

 

Lo no verbal

Bernard Golse dice que el cuerpo es la vía regia para la subjetivación y la simbolización. Han sido necesarios muchos años para que en el Psicoanálisis se pueda leer esta afirmación.

Gracias a los avances de la Neurociencia, la Pediatría, la Psicología evolutiva, las terapias corporales, el Arteterapia, etc. se fue descubriendo lo no verbal como un lenguaje con significado. Como los sueños, el dibujo o el juego.

Pero es verdad que hay conductas corporales más primarias, como un baile rítmico de descarga motriz, y otras más cercanas al proceso secundario del pensamiento por estar más estructuradas. Las coreografías artísticas de danza son un ejemplo.

El Psicoanálisis, como toda disciplina viva, ha ido evolucionando a lo largo de sus más de cien años, ampliando la causalidad del comportamiento humano: del complejo de Edipo a los 4 años, al primer año de vida. Y desde hace un tiempo, a la importancia de la vida fetal para comprender ciertos síntomas de la persona. Así se pudo valorar ese lenguaje para la estructuración del psiquismo.

Las series complementarias, concepto brillante de Freud, lo confirman: el interjuego dialéctico entre lo genético, el embarazo, el nacimiento y el entorno parental y social condicionarán las conductas de una persona.

La sensorialidad fetal en la gestación humana

El vientre materno es el primer espacio que habitamos, redondeado como el planeta Tierra. Universo donde se encierra y recapitula el misterio de la creación. El germen es fruto de una danza de acoplamiento entre un hombre y una mujer, que al ritmo de sus cuerpos logran que un afortunado espermatozoide entre dentro del óvulo.

El útero del cuerpo femenino será la residencia para la gestación, oscuro y silencioso de fondo como todo lo misterioso, a pesar de los ruidos. Allí será la sede del pasaje filogenético a lo ontogenético. Del embrión al feto pasarán casi 3 meses en este rincón uterino. Y también irá emergiendo la conciencia materna. Decidirá definitivamente su deseo y sus posibilidades de maternidad.

Así, paulatinamente irá naciendo un nuevo vínculo entre ambos. Es realmente como un film alucinante lo que va sucediendo en el vientre materno: el pasaje de ameba a pez y luego a mamífero. De un cuerpecito biológico a uno sensitivo, el feto madurará esa sensibilidad que lo va acercando a lo humano a los 9 meses, gracias a que ese vientre se va convirtiendo cada vez más en la cavidad idónea para su evolución.

La palabra “sentir” encierra un secreto: incluye el sentir desde la sensibilidad, pero también el sentir de los sentimientos

La palabra “sentir” encierra un secreto: incluye el sentir desde la sensibilidad, pero también el sentir de los sentimientos. Los sentimientos van surgiendo de esa sensibilidad cada vez más sutil: éste será el recorrido que hará el feto en la dependencia con su mamá hasta después de su nacimiento, en el que se incluirá también el sentir en la relación con su papá y el resto de su entorno.

Desde la simbiosis original con el cuerpo materno, a través de la placenta y el cordón umbilical irá desarrollando los sentidos. J. Bleger, a quien tuve la suerte de tener como profesor y como jefe de cátedra en la Facultad, fue un pionero en hablar de la importancia del núcleo aglutinado (en la posición glischro-cárica) para ir pasando de la simbiosis indiscriminada, pero necesaria en los orígenes, a la lenta discriminación. Y también en hablar de la importancia de tomar en cuenta las fijaciones prenatales a lo largo de la vida adulta, causa de varias psicopatologías. El feto irá discriminando el sentido del olfato, el sentido fundamental del tacto a través de su boca, hasta ensayar la succión. Y luego el sentido del gusto desde la boca al tacto digestivo, asimilando los nutrientes de la placenta.

El feto se vuelve bailarín en el líquido amniótico, y así desarrolla sus sensaciones propioceptivas y cenestésicas. Aprende a danzar y sincronizar al ritmo de las pulsaciones cardíacas y de la respiración materna

De su vivencia previa como pez, el feto se vuelve bailarín en el líquido amniótico, y así desarrolla sus sensaciones propioceptivas y cenestésicas. Aprende a danzar y sincronizar al ritmo de las pulsaciones cardíacas y de la respiración materna. Así va consolidando lo que llamo “la sensitud de ser” y que Pichon-Rivière denominó “protoesquema corporal”.

A. Pontelli, especialista en ecografías, escribió: “Me sorprendió en las primeras etapas la libertad de movimientos de cada feto en el líquido amniótico. Con el importante impacto de la gravedad esta libertad se pierde, al menos durante cierto período de tiempo, un bebé puede parecer más impotente que el feto”.

Al perder la conexión con el ritmo y los sonidos de nuestras emociones, nuestra palabra corre el peligro de volverse alexitímica

Esa riqueza de movimientos, por su amplitud articular y su laxitud, no solo la pierden los bebés, sino la mayoría de los adultos. ¿Será solo por la gravedad de la tierra o también por la “gravedad” de nuestra vida que nos lleva más al pensar que a lo corporal? Al perder la conexión con el ritmo y los sonidos de nuestras emociones, nuestra palabra corre el peligro de volverse alexitímica.

Los fetos pueden hacernos revivir nuestra capacidad de danzarines y de hacernos recordar que la vida es movimiento. Ese es el título de un libro escrito por H. Wengrower, directora de un máster de DMT donde fui profesora y que profundiza en el valor terapéutico de la danza.

Eso también nos los recuerdan las danzas grupales africanas cuya base es el pulso binario del corazón. Por pertenecer a una Fundación solidaria pude comprobar cómo los ruandeses intelectuales no pierden su flexibilidad y su placer en el baile, no solo por su estructura anatómica sino por su herencia cultural diferente de la occidental tan influida por el “pienso luego existo” de Descartes.

Me detendré en el sentido del oído del feto, asociado al movimiento, porque la vista aparece con el nacimiento. El oído corona la sensitud de ser y crea los trazos llamados protorepresentativos. No solo escuchará la voz materna, sino también podrá ir reconociendo la voz grave de su papá a través del canal protector auditivo de su mamá, en una atmósfera musical enriquecida.

Los ecógrafos han comprobado las diferencias temperamentales fetales en los últimos meses de gestación. Ante las palabras de sus madres, unos brincan, otros se llevan las manos al rostro o al corazón como pequeños cantantes, otros se chupan el pulgar. También son diferentes sus reacciones ante ruidos intensos: dan patadas, se esconden, etc.

Se vuelve más verídico el relato del Evangelio de Lucas, ya que como médico acentuó el encuentro de María con su prima Isabel, a través de sus vientres en gestación. Isabel le trasmite a ella que su niño, que al nacer se llamará Juan Bautista, está saltando de gozo. Quizás por las palpitaciones de su propia alegría al recibir la noticia del asombroso embarazo de María.

Preocupación maternal primaria

Pero no todo es paradisíaco en la vida prenatal. Hay momentos que los latidos cardíacos de su mamá son débiles, signo de tristeza o desánimo. En otros tienen una frecuencia con ritmo desigual y corto, como de miedo. Puede percibir palpitaciones aceleradas de enfado o galopantes de ansiedad o excitación, o palpitaciones profundas y largas de relajación. Estas expresiones estarán reflejando sus estados emocionales en relación al deseo de su maternidad o por lo que está viviendo afuera.

Me pregunto cómo estará influyendo la pandemia actual por el coronavirus en su estado de preocupación materna primaria siguiendo a Winnicott. Para llegar a las palpitaciones profundas relajadas de su corazón, que le aseguren una conexión con su pequeño, requiere de una conciencia amplificada gracias a la pausa del ritmo agitado. Es desde ese silencio de vida de su profundo interior que podrá susurrarle unas palabras o cantarle esa nana que le trasmita su cariño y su comprensión. Se acercará a la madre revèrie de W. Bion.

La situación angustiosa e incierta de la pandemia no lo favorece. Incertidumbre que incluye la vacuna de la que aún no se sabe los efectos que tiene en las madres embarazadas y en la vida fetal. S. Maiello estudió las huellas que deja en el feto la vibración de la voz materna, y su continuidad o discontinuidad. ¿Como podrán mantener su presencia y la calidad de su voz en esta época?

Se han comprobado los fenómenos empáticos del pequeño con su madre a través del útero y los mecanismos rudimentarios de su identificación proyectiva. Estas inscripciones sensoriales repetidas en el tiempo con las emociones de la mamá y las sensaciones suyas asociadas a esas emociones, sentarán las bases de la confianza en sí mismo.

Se habla de un esbozo de memoria corporal inconsciente, una memoria intrínseca. El hijo adolescente de una alumna a quien le regalé un cd de música de Mozart para bebés cuando estaba gestándolo, es ahora un experto amante de este compositor.

Freud expresó: “La vida intrauterina y la primera infancia se hallan mucho más intrincadas en una conexión de continuidad de lo que induce a pensar la impresionante cisura del acto del alumbramiento.” Coincide con el psicoterapeuta corporal D. Boadella: “Antes de que se pronuncie la primera palabra, ya está constituido el sentido básico de su identidad o de su falta. Fluye desde que se corta el cordón y las pulsaciones umbilicales se detienen y son reemplazadas por la respiración aérea y el amamantamiento.”

¿Esta capacidad materna primaria desde lo prenatal, esta madre suficientemente buena winnicottiana, podrá desarrollarse en este momento tan incierto ayudada por su marido, al que también podemos llamar padre suficientemente bueno? La humanidad futura dependerá de esta respuesta.

Consideraciones finales

Este artículo fue escrito con la finalidad de demostrar cómo lo sensorial es fundamental para el psiquismo humano. Su reconocimiento, su estudio y su aplicación en el campo de las psicoterapias colaboran a una vida más saludable.

El adulto lleva inscripta su vida fetal sana o patológica en el inconsciente y es importante agudizar la forma de integrarla en el trabajo terapéutico

La Haptonomía es una terapia corporal que desarrolla el tacto para comunicar con el feto en el vientre. La Biosíntesis de D. Boadella permite que a través de los movimientos fluidos se pueda acceder a la memoria intrínseca prenatal. J. Bergeret, desde el enfoque psicoanalítico, considera que el adulto lleva inscripta su vida fetal sana o patológica en el inconsciente y que es importante agudizar la forma de integrarla en el trabajo terapéutico. La escucha en el diván ayudaría a conectar con esas vivencias primarias donde el oído ha cumplido un papel relevante.

Según mi opinión y por mi propia experiencia, faltaría más diálogo entre los psicoanalistas y los psicoterapeutas corporales para un intercambio de conceptos y experiencias que favorezcan a los procesos terapéuticos de estos casos y no solo a la imagen de sus escuelas.

Y, para terminar, este comentario se entronca con otro propósito de mi escrito: la urgente consideración de los efectos psicológicos de la pandemia, no solo en la lactancia, infancia adolescencia y adultez, sino también en el incipiente psiquismo que se está gestando hoy en la vida intrauterina.

Se requerirá de parte nuestra, como psicoterapeutas, de una actitud abierta y creativa, para abordar de una forma individual y colectiva los sufrimientos humanos que está viviendo el paciente y, en este caso, a las que están gestando. Es mi anhelo que este sufrimiento que también nos atraviesa, sirva para que la empatía sea un motor fundamental para ayudarles y para el avance de nuestra profesión.

Susana Volosin
Psicóloga. Especialista en Danzaterapia.

Bibliografía

Bergeret, J., Golse, B., Soulé, M. y otros, Anthropologie du fetus, Dunod, Paris, 2006.

Bleger, J., Simbiosis y ambigüedad, Paidos, Buenos Aires, 1991.

Golse, B., La Vie Sensorielle, Puf, París, 2002.

Pichon Rivière, E., El esquema corporal, Galerna, Buenos Aires, 1950.

Volosin, S., (2002), Del misterio del silencio a la danza y el verbo, Encuentro internacional de GPB (en homenaje a Meltzer), Barcelona, Revista Intercanvis de Psicoanálisis, Barcelona, 2004.

Wengrower, H. y Chaiklin, S., La vida es danza, Gedisa, Barcelona, 2008.

Susana Volosin
Psicóloga. Especialista en Biodanza.

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Articulo publicado en
Noviembre / 2021

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