Si, como ya tempranamente describieron los fenomenólogos, el ser inevitablemente existe, se encarna, en-el-mundo, vale decir entonces, que los cambios en ese campo intersubjetivo e indeterminado que aglutinamos imperfectamente bajo el concepto “mundo”, necesariamente implican cambios en nuestros modos encarnados: experiencias sensorio-motrices, emociones y representaciones corporales.
Desde los trabajos pioneros de Mauss y Leenhardt, la antropología sociocultural ha demostrado que el cuerpo no puede concebirse como mero organismo natural, pues las culturas elaboran sus propias gestualidades, emociones, modos de percepción sensorial, movimientos, significaciones y valoraciones sobre la corporalidad. Asimismo, los estudios inspirados en Lévi-Strauss, Foucault o Bourdieu, examinan cómo los cuerpos son objetos de poderosas representaciones simbólicas, discursos, disciplinas y habitus.