Presentación en Vll Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social del libro De aceptación-amorosa de Ricardo Klein | Topía

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Presentación en Vll Jornadas Latinoamericanas de Psicología Social del libro De aceptación-amorosa de Ricardo Klein

Por Claudia Lopez Mosteiro

Las palabras valija

Si RK decidió hablar de AA, es porque sospechó que son dos términos que no van fácilmente juntos. Si es necesario hacer alguna operación para juntarlos, es porque el autor piensa que así nomás no sucede. Requiere de un trabajo, un movimiento. Un prestarse a juntar.

Aceptar amorosamente aquí es integrar. Integrar lo escindido, olvidado, descuidado.

(La sorpresa de) ser aceptado por otro anima a aceptar lo propio rechazado.

Y él usó, tal vez sin saberlo o sin recordarlo, una idea que a mí me siempre me encantó. Las Palabras valija. El invento de Humpty Dumpty, el personaje de Lewis Carroll: se trata de crear una palabra a partir de otras dos.

Esto sucede siempre en el lenguaje. Lo sabemos nosotros, tan psi porteños. No tengo claro cúanto era así en la época de Lewis Carroll.

O como dice Borges, el lenguaje nos permite poner en sucesivo lo que se presenta simultáneo.

Una palabra valija, que nos predispone a un viaje. A un partir, una partida y entonces un jugar.

RK la llama palabra integrada –expresión cara a la gestalt-.

Estos neologismos, dice, permiten salir de la encerrona del desgaste que ocurre con las palabras.

 

¿De que habla la AA?

Habla de tensiones y conflictos. De diferencias que inquietan. De límites y tormentas. De atracciones y rechazos.

Lo primero que RK dice es que se siente. Se da en distintos vínculos, y aún cuando proviene de alguien que tiene autoridad. Como cuando un padre contesta: porque lo digo yo. Como forma de hacer aceptar la palabra paterna.

También está la aceptación basada en la negación, y Klein  nos avisa que esto dura un tiempo, mientras funciona. Así puede darse un ciclo de aceptación, negación, tormenta, y varios ciclos así.

Lo primero es aceptar lo que rechazo del otro. Implica conocerlo. Pero también saber y aceptar que no todo será posible de ser conocido. Hay un misterio, lo que no se puede saber. Como dice Arturo Carrera, para distinguir entre el secreto y el misterio:

 

Secreto es lo que cuidadosamente se oculta y se reserva; arcano es un secreto altamente recóndito y que todo el mundo ignora; misterio es lo que no se entiende ni se explica, por salirse de todas las reglas posibles. Secreto es lo que no se sabe. Misterio, lo que no se puede saber. El secreto es humano. El misterio, para los diccionarios, es sagrado, religioso, místico. El secreto es lo que está separado; el misterio, lo que está escondido. Las cosas ocultas de los niños son secretos. Las cosas ocultas de Dios son misterios. Es secreto el misterio humano y misterio el secreto divino.[1]

 

¿Dónde se inscribe?

Me animo a pensar que esta noción debe estar apoyada en su larga trayectoria en trabajar y pensar lo grupal, dado que en situación de grupo nos confrontamos ineludiblemente con esta tarea –que ya podríamos catalogar de imposible, al modo de las tareas que Freud designaba como imposibles, educar, gobernar y psicoanalizar-, o en todo caso un horizonte que funciona como tal, de AA.

 

Pero estamos acá para presentar un libro

Poner un libro.

Es tan hermoso poner un hijo, tener un huevo.

La gallina dijo Eureka. Les Luthiers.

 

Y parafraseando ese dicho de escribir un libro, plantar un árbol, tener un hijo. Como si esas cosas fueran tan fáciles; y además, todas, una sola persona.

 

Cómo se hace un libro

Un texto se hace, se pone, se planta. Y quien escribe, mientras tanto se pone, se planta y se hace.

Encontré en un libro de Umberto Eco que se llama Cómo hacer una tesis una frase genial: una tesis es como el cerdo: todo se aprovecha.

 

Hace tiempo empecé a pensar que lo que no se escribe, se pierde. Tal vez no es exactamente así, pero en todo caso esa certeza nos puede impulsar a hacerlo. Claro que también está la trasmisión oral, y por cierto este es el caso de RK, con sus muchos años de docencia; pueden coexistir.

Y me pregunto  por qué nos cuesta tanto escribir, dejar testimonio, de tantas prácticas que se hacen y que tal vez no quedan registradas.

 

Escribir es hacer un surco. Un camino. Una huella.          

Un aviso de que se está en algún lugar. Un sendero a retomar. Por uno o por otros.

Algo de qué agarrarse.

 

Hay personas que son capaces de pensar con una enorme claridad. Otras, pensando no llegan muy lejos. Pierden el hilo a la vuelta de cada esquina y tienen que estar buscando todo el tiempo el punto de partida para saber qué era lo que querían decir. Yo soy una de esas. Sólo escribiendo puedo pensar las cosas hasta el final.

 

Win Wenders

 

Dar el tiempo

¿Pero cómo llegué acá? ¿Cómo es que estoy acá en un momento como este?

Esta invitación viene de un reencuentro. Lo contaré.

Conocí a RK en la época en que empezábamos nuestra formación, como estudiantes en la Facultad de Psicología y en esta Escuela de Psicología Social. Año 1980.

El empezaba a vivir solo. Me abrió las puertas de su morada, y allí balbuceamos algunos de nuestros primeros escritos, en larguísimas noches insomnes. El, siempre un gran noctámbulo.

Jugar a tener un lugar propio, aunque fuera invitada, donde comenzábamos a disfrutar de la escritura.

Huésped era y éramos en lo que empezábamos a aprender.

Aprendí de él su generosidad. Me acuerdo cuando trabajaba como taxista –que como todos sabemos, ellos mismos suelen decir que “tienen mucho de psicólogos” y dedicaba horas de su trabajo para juntar el dinero para el regalo de cumpleaños de un amigo, un familiar, un ser querido.

Dar el tiempo. El tiempo es lo único que tenemos. Es en el tiempo y con tiempo, que se hacen las cosas.

Y lo que RK nos está dando ahora es el tiempo de su escritura. Y nos hace participar de esta intimidad.

 

¿Qué contamos?

Una vez estando de vacaciones con dos niñas de unos 12 años fuimos a pasear todo un día a caballo. Cuando regresamos, una le dijo a la otra: estoy aburrida. La otra le dijo ¿cómo podés estar aburrida si recién llegamos? Si querés, quejate, pero para adentro.

Veamos. Podía entender -a duras penas- que su amiga ya estuviera aburrida. Pero le pedía que no la hiciera participar de ese sentimiento, que tal vez ella no podía o no deseaba alojar, aún con las sensaciones del paseo en la sierra en su cuerpo, que ella sí podía y quería aún disfrutar. No la entretuvo ni le dijo que era tonto estar aburrida. La invitó a conservar para sí, para sus adentros, este sentimiento.

 

Lo íntimo y lo personal: ¿cómo contamos, cómo escuchamos, cómo leemos?

Recordé la diferencia que plantean Pavlovsky y Kesselman en La Multiplicación Dramática acerca de lo íntimo y lo personal en la situación de grupo: lo íntimo no es solo la cualidad intrínseca del contenido del relato que lo hace –por definición-, no publicable.  Lo íntimo de un relato alude más bien a la actitud, a la escucha del interlocutor, que puede o no convertirse en un mirón, a propósito de ese relato. Con lo cual la situación se vuelve obscena: algo no está en el lugar que le corresponde.

Lo personal es lo íntimo socializable, lo que es pasible de generar resonancia en los otros.

De ahí que la propuesta es un cambio de mirada sobre lo que puede ser vivido como íntimo tanto para el que lo porta, como para quien escucha.

Esto es fundamental para el trabajo con otros, en diversos ámbitos, donde el límite no es siempre muy claro, en relación a lo que se puede socializar, compartir, hacer público; y lo que no.

A veces, lo personal es lo que se puede contar; lo íntimo, lo que no hace falta contar.

Lo obsceno es la actitud de pedir más, lo metonímico; resonar permitiría abrir otros sentidos, metafóricos.

Sabemos que en las instituciones la comunicación funciona muchas veces como un juego de secretos y rumores.

Pero qué es lo que define lo que puede hacerse público?

En cada situación grupal, institucional, histórica, política, circularán significaciones imaginarias que establecerán consensos acerca de qué decir y qué callar.

Lo que se debe callar, requiere una energía psíquica a nivel subjetivo que muchas ocasiones puede enfermar.

 

¿Por qué traigo todo esto?

Pues hay un riesgo en esta invitación. Un modo algo perturbador en el modo en que RK nos invita, nos convoca, nos hace participar de sus relatos.

RK bordea esta línea con mucha sutileza, como un malabarista. Traigo esto pues en algún momento al leer, pensé, pero, ¿todo nos lo van a contar?

La ventaja de un libro es que lo podemos abrir y cerrar cuantas veces queramos. Nos podemos dar tiempo para entrar y salir de él. No como en algunos vínculos, en los que esto de elegir cuando entrar y salir, o cómo pasar por allí, se nos hace más difícil.

 

Finalmente…Qué es un buen libro?

Un libro que da ganas de leer, no sólo ese mismo libro, sino otros más, ya es un buen libro. Que hace que no te quedes sólo ahí, si no que invita a desparramar lecturas. Y que además puede reunir saberes que teníamos dispersos, y sintetizarlos bajo alguna idea que el autor esta trabajando tal vez desde otra perspectiva. Por ejemplo, cuando al inicio recopila cuál es el sentido de la clínica desde varios abordajes. Y más adelante, nos dice:

 

La vida es fluidez  a la cual congelamos deteniendo el existir en definiciones del ser.

Podría resumir el trabajo clínico en lograr que el río, la vida, la energía estancada, vuelva a fluir. Y nada más habría que hacer.

 

Si además un libro nos invita a escribir, a animarse a mostrar algo de la intimidad de lo que hacemos en la clínica, o en otros espacios, es mejor aún.

 

Sobre el devenir judío

En la Introducción RK nos cuenta que cuando le preguntaron los editores si era psicoanalista, gestáltico o qué, él recordó un cuento en el que el personaje decía ser francés en Alemania, alemán en Francia, y judío en el resto del mundo. Contestó entonces que era judío.

Y que judío no remite a algo religioso, ni de pueblo, ni de tradición, sino que está ligado para él a un devenir minoritario deleuziano. Sabemos que los judíos han tenido muchas veces que denegar de eso mismo, para seguir vivos. Han sido echados, excomulgados, en fin, no aceptados…amorosamente?

 

Estonces este ser judío o estar judío -al decir de Ulloa, cuando hablaba de estar psicoanalista, no de serlo-, o mejor aún su devenir judío, atraviesa todo el libro. Como un fantasma. Como sugiere Barthes, en Cómo vivir juntos, un fantasma puede devenir en un campo de saber. Define al fantasma como un retorno de deseos, imágenes, que se buscan en nosotros a veces toda una vida y a menudo sólo cristalizan gracias a una palabra. La palabra, significante mayor, induce a la exploración del fantasma. Y hay entonces sobreimpresión del fantasma y la ciencia.

 

Finalmente

Revelaré un secreto. Con el tiempo, puede haber AA para el reencuentro de otros matices inesperados a compartir.

 

 

 

 

[1] CARRERA, Arturo (1993). Nacen los otros. Rosario. Argentina. Beatriz Vitervo Editora. P.19-